El ser humano se enfrenta ante el problema de si el fundamento de todo, incluido el orden moral, es Dios o el hombre.
Los que no aceptan a Dios, sólo admiten las leyes establecidas por los Estados y demás autoridades públicas civiles, siendo los derechos humanos el resultado de procedimientos consensuados, lo que hace que puedan modificarse con nuevos derechos humanos que pueden cambiarse y se convierten así en una especie de religión laica relativista que se va abriendo paso en la cultura y en la política. Tres son sus frentes principales: el ecologismo panteísta, el feminismo radical y el neomaltusianismo antinatalista, Se niega que exista una naturaleza humana, recibida y no construida por el hombre y que la dignidad humana es superior moralmente a toda hechura humana.
El primero de estos objetivos es el ecologismo panteísta, por el que pasamos de ser los reyes de la Creación (Gén 2,19-20), a ser meramente parte de ella. Se trata de una ética universal, basada en el consenso sobre valores relativos, como el cuidado de la naturaleza. En esta concepción no se puede ser sabio ni feliz ni siquiera gozar de salud sin espiritualidad. Claro que ya no basta abordarla solo desde la religión. Las nuevas formas culturales y económicas exigen otra forma de entender la espiritualidad, más abierta, menos dogmática. Las antiguas creencias se nos han quedado obsoletas. Es decir, se trata de buscar una nueva o nuevas espiritualidades fuera del ámbito católico y cristiano.
El New Age es claramente panteísta. La divinidad del cosmos no puede ser aceptada por los creyentes en Dios, porque el mundo tiene origen y edad, y por tanto no es divino. Además prefiero participar de la vida divina sin perder mi propia personalidad, como me promete el cristianismo, que diluirme en la divinidad como una gota de agua en el océano, como se piensa en el New Age, perdiendo así mi personalidad e individualidad. «Dios y yo somos la misma cosa», es una afirmación panteísta obviamente falsa. Pero tal vez lo que más me impresiona es que esta ideología no da respuesta a los grandes interrogantes del hombre, como qué sucede después de la muerte. Se trata de una nueva religión secular, una religión sin Dios, o, si se quiere, un nuevo Dios que sería la misma tierra con el nombre de GAIA.
En el feminismo radical se da paso a la Ideología de Género, una ideología de corte totalitario y basada en el odio. En 1967 la ONU publicó la Declaración sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la Mujer (CEDAW), en la que tomando como base la existencia de discriminaciones contra las mujeres, intentan, apoyados por el lobby LGTBI, luchar por el reconocimiento de la homosexualidad, la eliminación del término ‘madre’ de los documentos oficiales, porque ésta conduce a las mujeres a la esclavitud, defendiendo en cambio el acceso a la contracepción y al aborto libre y gratuito, siendo la familia tradicional una institución a combatir,
El neomaltusianismo sostenido por muchas agencias y ONGs al servicio de la ONU, defiende la globalización como principio ético-político del desarrollo y de la ‘gobernanza’ mundial, tratando de proteger a los países ricos con el control eficaz de la natalidad del crecimiento de los países pobres, y condicionando la ayuda a estos países a la aceptación de programas maltusianos. En esta concepción el hombre es el causante de todos los males que afligen la Tierra, por lo que debemos controlar la población y no permitir un crecimiento desordenado. En cuanto al cristianismo y de modo especial el catolicismo, con su visión que el mundo está al servicio del hombre, es el culpable de la crisis medioambiental y, por tanto, debe ser combatido.
Pedro Trevijano