Semana Santa. Estamos de misiones en la parroquia Virgen de Lourdes, de nuestra diócesis de Lurín-Lima sur, en una zona bastante pobre y necesitada de todo. Una parroquia extensísima. Me encuentro confesando, sentado en una silla en el exterior de la capilla, pues dentro no hay espacio para ello.
Después de confesar a algunos jóvenes y adultos, una niña de unos siete años se sienta frente a mí. Sin darme tiempo a decir nada, me lanza: «Háblame de Jesús». Y fija en mí sus grandes ojos, con una atención inusual para su edad. No está bautizada; pero los misioneros han tocado a la puerta de su casa y desde ese momento ha participado en todos los actos de la misión.
Me vienen a la mente las palabras que aquellos griegos dirigieron al apóstol Felipe justo antes de la Pascua: «Queremos ver a Jesús» (Jn 12,21). Sí, hay hambre y sed de Cristo: en niños y en jóvenes, en adultos y en ancianos.
Otro día, trepando cerros para bendecir casas y visitar enfermos, recalamos en una en que un hombre adulto me dice: «Llevo 20 años viviendo aquí y nunca ha venido a mi casita nadie de la Iglesia Católica, mientras que constantemente tocan a mi puerta las sectas».
No hay reproche en sus palabras. Solo gratitud por la visita y la bendición que recibe. Pero a mí esas palabras se me clavan en el corazón. Y no puedo evitar recordar lo que escribía san Francisco Javier mientras misionaba en la India: «Por no haber quien les enseñe en nuestra fe, no saben más de ella… Si hubiese quien los enseñase en la santa fe, tengo por muy cierto que serían buenos cristianos. Muchos cristianos se dejan de hacer, en estas partes, por no haber personas que en tan pías y santas cosas se ocupen…»
Estamos en Pascua. Como en aquel primer gran domingo de la resurrección, también hoy Jesús nos repite: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20,21). ¡Despertemos, hermanos! «No podemos callar lo que hemos visto y oído» (Hch 4,20). Anunciemos a Cristo. Hay tarea para todos. ¡Es la hora de evangelizar!
Julio Alonso Ampuero