Fue, para muchos historiadores, el militar español de mayor talento del siglo XIX. Estuvo al frente del ejército carlista del Norte, el vasconavarro. Consiguió extraordinarias victorias contra el ejército liberal, en aquella guerra entre la España católica y la antirreligiosa de influencia masónica, que fue un claro precedente de la de 1936-1939, justo un siglo más tarde.
Zumalacárregui consiguió la mayor parte de sus victorias al frente de tropas navarras. Y es que el Viejo Reino en el siglo XIX como en el XX fue el principal bastión carlista. Era Zumalacárregui un católico devoto y desde luego, un orgulloso vascongado y un gran patriota español. Precisamente defendió siempre que las tropas vasconavarras carlistas no se encerraran en sus provincias sino que lanzaran fuertes ofensivas hacia el interior de España, en unión con las fuerzas carlistas del resto del país para tomar Madrid y ganar la guerra. Y reaccionó violentamente -como veremos- cuando alguien se atrevió a deslizar insinuaciones separatistas a sus oídos.
Nació en una familia de clase media hidalga. Se crió en el caserío Iriarte Erdicoa. Tenía 12 hermanos. Uno de ellos, el mayor, fue auditor de la Audiencia de Burgos y diputado liberal en las Cortes de Cádiz. De joven se alista voluntario en la Guerra de la Independencia y será uno de los heroicos defensores del Portillo de Zaragoza contra los franceses. Militó también en la guerrilla de Gaspar Jaúregui, «El Pastor», célebre guerrillero guipuzcoano que causó grandes bajas a las tropas francesas. Años más tarde se dio el caso de que Zumalacárregui, ya en la guerra carlista derrotaría a su antiguo comandante, Jáuregui, entonces general liberal. Pudo decirse entonces que el alumno había superado al maestro.
Sigue la carrera militar y en 1833 en vísperas de la guerra Carlista era Zumalacárregui gobernador militar de la plaza de El Ferrol pero es represaliado por las autoridades liberales que ya conocen sus ideas tradicionales, católicas y antilberales y le quitan el mando. Se traslada con su esposa Francisca de Ollo a vivir a Pamplona. No es momento aquí de detallar el riquísimo significado del Carlismo, algo que podría llenar un volumen. Baste con señalar que los carlistas se alzaron en defensa de la España tradicional y católica contra el gobierno liberal promasónico cuya chusma llevó a cabo en aquellos años grandes matanzas de sacerdotes en Madrid y Barcelona en nombre de la constitución liberal de Cádiz.
No eran absolutistas como se les suele tildar falsamente sino defensores del régimen tradicional español basado en el código de las Partidas de Alfonso X el Sabio, base de las sucesivas Recopilaciones de las leyes de Castilla publicadas en tiempos de Felipe II y reeditadas posteriormente en el siglo XVIII como Recopilación de las Leyes de España. También defendían los antiguos fueros de las regiones de la antigua Corona de Aragón, Navarra y las Provincias Vascongadas. En definitiva creían en una monarquía apoyada en las leyes antiguas y no sometida a la tiranía liberal demagógica de la «soberanía popular». Y sobre todo creían en una monarquía, como siempre había sido la española, basada en la defensa de la Fe y de la Religión como la necesaria base de la organización social.
Zumalacárregui es reconocido en primer lugar comandante de las milicias carlistas de Navarra y después también las Diputaciones carlistas vascongadas le reconocen igualmente como su líder militar. Zumalacárregui es coautor junto con el propio pretendiente don Carlos María Isidro del primer manifiesto «carlista» a los españoles al comenzar la guerra que empieza diciendo: «Españoles, mostraos dóciles a la voz de la razón y la justicia. Economicemos sangre española. El éxito no es dudoso, un solo esfuerzo y España será libre. Los historiadores han señalado que el gran mérito militar de Zumalacárregui (que fue conocido enseguida como «El Caudillo» por los carlistas) fue no querer ser un líder guerrillero sino por el contrario organizar un autentico ejército regular de gran calidad formado por voluntarios entusiastas con un gran apoyo popular. Sin él probablemente la guerra carlista no hubiera pasado de unas pocas bandas guerrilleras fácilmente derrotadas. Durante los años 1834 y 1835 Zumalacárregui derrota uno tras otro a grandes ejércitos liberales de los generales Quesada, Valdés, Espoz y Mina (este último gran guerrillero patriota en la Guerra de la Independencia e ídolo de los navarros entonces pero que ahora, al ser liberal había perdido apoyo en Navarra) y Jáuregui.
Como resultado los carlistas dominaron la mayor parte de Navarra, Guipúzcoa Vizcaya y Álava aunque no pudieron tomar sus capitales. Paralelamente en buena parte de Valencia y Aragón los carlistas también establecían su dominio al mando de otro gran general, Don Ramón Cabrera y en Cataluña así como otras provincias incluyendo amplias zonas de Castilla, Asturias y Galicia e incluso Extremadura se establecían focos aunque más limitados y efímeros.
En abril de 1835 Zumalacárregui corona su carrera con una gran victoria contra el ejército liberal en la batalla de las Amézcoas, comarca situada en Navarra junto a Guipúzcoa y Álava. Entonces ocurrió un hecho que probablemente cambió la historia de España. Don Carlos y sus consejeros, obsesionados con conseguir el apoyo económico y reconocimiento diplomático de potencias como Prusia o Austria obligan a Zumalacárregui a establecer el asedio formal de Bilbao, algo a lo que el Caudillo era reticente pues la ciudad estaba muy fortificada y él prefería avanzar hacia Castilla. El 24 de junio de 1835 Zumalacárregui muere al recibir el impacto de una bala perdida junto a Bilbao que mal curada, se complicó.
No es exagerado decir que aquello condenó a la derrota final al ejército carlista pues no había más generales como él. Le sustituyó el general Gomez Moreno, andaluz de Jaén y hombre de confianza del Caudillo pero que no tenía su talento. En 1837 los carlistas organizarán la «Expedición Real» que llegará a las puertas de Madrid pero será derrotada finalmente por los pelos por las tropas liberales. Si incluso con el mando débil y vacilante de D Carlos, el ejército carlista estuvo a punto entonces de tomar Madrid y ganar la guerra ¿que hubiera pasado si la «Expedición Real» hubiera sido liderada por un gran general como Zumalacárregui?
Fue un hombre que tenía lo que hoy llamamos «carisma». Valiente, gran general, era incluso apuesto. No tardó en convertirse en leyenda en aquella en época en España (hasta los liberales como el escritor Benito Pérez Galdós le admiraron mucho) y aún en Europa. Fue, como dijimos un gran patriota español. En 1834 se produjo un interesante hecho que da la medida del patriotismo de los vascos de la época.
Llegó a España un personaje llamado Agustín Chaho, escritor vascofrancés que propugnaba la independencia vasconavarra de España y Francia (hoy el mundo proetarra le considera su primer precursor). Incluso escribió a Zumalacárregui proponiéndole que se proclamara rey de Vizcaya y Navarra con el nombre de Tomás I. Zumalacárregui ordenó su expulsión immediata de España, amenzando con fusilarle. Por lo demás laspropuestas de Chaho no tuvieron el menor eco entre los voluntarios vascos y navarros.
A pesar de ello el mundo proetarra ha intentado a veces «apropiarse» de su figura provocando el desprecio o la hilaridad de los historiadores. Incluso el historiador vasco Jose Luis Sainz de la Granja, próximo al PNV, recordó a los batasunos en una entrevista al periódico vasco El Correo que Zumalacárregui es lo más opuesto a ellos. Por eso lo más habitual es que ataquen su memoria como cuando en 2011 fue destrozada la plaza que recuerda a Zumalacárregui en Pamplona. Desde luego desolados se sentirían hoy Zumalacárregui y sus hombres si vieran lo ocurrido en Vascongadas en las últimas décadas. Ellos, que fueron tan amantes de su tierra y de España.
¿Fue una anticipación de la Providencia que fuese gobernador militar de El Ferrol y que sus hombres le llamaran El Caudillo? En cualquier caso don Tomás de Zumalacárregui, llamado por sus hombres con admiración y cariño «El tío Tomás» es, por derecho propio, una gran figura de la historia contemporánea de España, digna de recuerdo.
Poco antes de morir un notario le preguntó cuáles eran sus posesiones y contestó que sus únicas posesiones eran su esposa y sus hijas. Al ser un hombre muy honrado, aún siendo el general más importante, tenía un sueldo modesto y renunció a enriquecerse con el saqueo. Al morir fue nombrado por D. Carlos duque de la Victoria, para que su familia no pasase estrecheces. Comparemos a nuestro héroe con los políticos actuales.
Se le atribuye a Zumalacárregui el haber hecho popular la tortilla de patata. Una humilde ama de casa de Navarra al no tener para ofrecerle nada más que huevos, cebollas y patatas, los puso en la sarten con un poco de aceite. Al general le gustó tanto esa combinación (inédita hasta entonces) que pidió la receta y la usó de alimento para sus tropas en Bilbao.