Debido quizás a que el Papa es un jesuita, el recientemente elegido Prepósito General de la Compañía, el Padre Arturo Marcelino Sosa Abascal, está teniendo mucha mayor atención mediática que ninguno de sus predecesores. Esto tiene sus pros y sus contras para la Iglesia.
En su última entrevista, el P. Sosa asegura que «hemos hecho figuras simbólicas, como el diablo, para expresar el mal». Es difícil interpretar sus palabras de manera ortodoxa: claramente, están en contradicción con lo que expone el Catecismo de la Iglesia Católica, así como la Sagrada Escritura, donde Jesús mismo habla del demonio como un ángel caído, más que como una construcción literaria, o forma de hablar.
En el evangelio de Lucas hay varias citas muy explícitas sobre el demonio (X, 18; XI, 18; XIII, 16; XXII, 3 y 31, en las cuales queda muy claro que el Señor Jesús ve al demonio, a Satán, como un activo y astuto adversario, que trata de socavar la salvación de la humanidad en todo momento.
Cuando yo tenía seis años, una de mis maestras me explicó que esos que piensan que el diablo no existe, hacen que su trabajo sea mucho más fácil. ¡Qué razón tenía!
El padre Sosa, lamentablemente, ha lanzado dudas sobre la credibilidad de la Escritura. Aunque es innegable que el diablo forma parte de la descripción del mundo que hace el Salvador de la Humanidad, el P. Sosa vindica que los Evangelios pueden no reflejar realmente las palabras de Jesús: «Hay que hacer mucha reflexión sobre lo que, de verdad, pudo decir Jesús. En aquel tiempo nadie tenía grabadoras para grabas sus palabras exactas».
No, nadie lo hizo, pero eso no significa que las Sagradas Escrituras no sean el fundamento auténtico de las enseñanzas del Señor.
Con frecuencia ocurre que personas que alcanzan puestos importantes cuando son mayores, tienen que avergonzarse cuando su pasado sale a la luz. El P. Sosa no es una excepción, y todos hemos sabido que en 1989 el P. Sosa firmó un ‘manifiesto’ de calurosa alabanza a Fidel Castro dándole la bienvenida a Venezuela.
Bueno, todos hemos cometido actos embarazosos cuando éramos jóvenes, y también hemos hecho cosas estúpidas. Sin embargo, aquel ‘manifiesto’ debe colocarse en los primeros puestos de los anales de las vergüenzas humanas. El P. Sosa no tenía obligación de firmarlo. Más aún, alabar a Castro –dictador, perseguidor de la Iglesia, entusiasta administrador de la pena de muerte- se compadece muy poco con la enseñanza social de la Iglesia, aunque pudiera haber sido muy oportuno para los que se consideraban ‘progresistas’ en 1989. Se podía haber esperado alguna palabra de retractación del P. Sosa, pero no ha habido ninguna.
Quizá los superiores jesuitas no se retractan. Pero sus mentores, quizás, deben evitar que en el futuro se acerque a un micrófono.
P. Alexander Lucie-Smith
Traducido por «Laudetur Jesus Christus», del equipo de traductores de InfoCatólica
Publicado originalmente en Catholic Herald