El concepto de “punta del iceberg” es una idea estándar en las discusiones morales. Significa lo siguiente: cuando se concede algo en casos graves, muy pronto la concesión que hiciste, a pesar de las salvaguardas estipuladas en su momento, gradualmente empieza a aplicarse a otros casos menos graves, y eventualmente a todos los casos. “La punta del iceberg” es el equivalente al viejo dicho legal que dice “casos graves hacen malas leyes”.
Deberíamos estar familiarizados con la “punta del iceberg” en este país [Gran Bretaña, n. del t.]. La Ley del Aborto de 1967 debía servir para transigir en casos graves, y para hacer innecesarios los abortos clandestinos inseguros; pero, al menos nos dijeron en esos días, no significaba abrir las compuertas. Pero la historia nos ha mostrado lo contrario. Aunque el texto de la Ley del Aborto parece bastante restrictivo, en la práctica en Gran Bretaña hay aborto libre. Los que cuestionen esto sería bueno que apoyaran su causa presentando a mujeres que hayan pedido realizar un aborto y se lo hayan rechazado.
“La punta del iceberg” también es evidente en Bélgica, con su supuesta tolerancia para casos graves en el campo de la eutanasia, como se explica aquí. Esta es una cita escalofriante:
Técnicamente, la eutanasia sigue siendo un crimen en Bélgica la ley protege a los doctores de ser enjuiciados si acatan a un criterio cuidadosamente establecido. Está limitada a adultos y a “niños emancipados” que tienen sufrimientos insoportables y son capaces de expresar consentimiento.
Pero los críticos dicen que la ley se interpreta tan liberalmente que la eutanasia está disponible bajo demanda, con los doctores poniendo inyecciones letales a los discapacitados, mentalmente enfermos y a los dementes, también a pacientes que son enfermos terminales.
El año pasado, un artículo presentando en el altamente respetado “Journal of Medical Ethics” [Revista de Ética Médica] informó que la mayoría de los casos de eutanasia en Bélgica involucran pacientes que son ilegalmente “puestos a morir” por los doctores sin ni siquiera su consentimiento.
El número de muertes por eutanasia se ha elevado incrementalmente durante una década, desde 235 en 2003 hasta 1807 en 2013.
Estos hechos hablan por sí solos. Pero la cosa va más allá. La eutanasia normalmente se promociona como un acto voluntario – por eso la referencia a los “niños emancipados”-. Todavía queda la pregunta si todos aquellos “puestos a morir” por los doctores hicieron realmente una decisión informada. Esta es una pregunta particularmente sutil cuando se trata de personas que tienen dañada su capacidad mental.
Junto con el argumento “punta del iceberg”, también tenemos que enfrentarnos con el hecho de que aquello que empieza como voluntario a menudo acaba como obligatorio. He conocido mujeres que no deseaban abortar que han sido objeto de una fuerte presión para abortar por parte de los doctores y otros. Lo mismo puede ser cierto en casos de eutanasia donde se ha hablado de un “deber de morir” como Lady Warnock nos ha recordado.
Ahora en Bélgica se está discutiendo que los asilos de ancianos católicos tienen el deber de proporcionar la eutanasia; en otras palabras, que los asilos de ancianos católicos tienen un deber que los convertiría ipso facto en no-católicos. Esto no es solo otro avance en la agenda de la eutanasia, es también un ataque a la libertad de religión y la libertad de asociación.
Tengamos esperanza y recemos para que fracase este caso para forzar que instituciones católicas proporcionen la eutanasia. Esperemos que los asilos de ancianos católicos sigan siendo lugares donde la gente vulnerable siga estando segura. Después de todo, es la misión de la Iglesia católica promover el evangelio de la vida: como parte de esto, la Iglesia aspira a proveer asilos de ancianos donde los residentes pueden tener la absoluta certeza que no serán asesinados por sus doctores.
Fr. Alexander Lucie-Smith
Traducido por Josep Maria Fontdecaba Climent del equipo de traductores de InfoCatólica