La Conferencia Episcopal Española se ha pronunciado varias veces sobre el tema del nacionalismo; siendo especialmente importantes las Instrucciones Pastorales Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias, de Noviembre del 2002, y Orientaciones morales ante la situación actual de España, del 23-XI-2006.
En Valoración moral... leemos:
“31.Por nacionalismo se entiende una determinada opción política que hace de la defensa y del desarrollo de la identidad de una nación el eje de sus actividades. La Iglesia, madre y maestra de todos los pueblos, acepta las opciones políticas de tipo nacionalista que se ajusten a la norma moral y a las exigencias del bien común... La opción nacionalista, sin embargo, como cualquier opción política, no puede ser absoluta. Para ser legítima debe mantenerse en los límites de la moral y de la justicia, y debe evitar un doble peligro: el primero considerarse a sí misma como la única forma coherente de proponer el amor a la nación; el segundo, defender los propios valores nacionales excluyendo y menospreciando los de otras realidades nacionales o estatales. Los nacionalismos, al igual que las demás opciones políticas, deben estar ordenados al bien común de todos los ciudadanos, apoyándose en argumentos verdaderos y teniendo en cuenta los derechos de los demás y los valores nacidos de la convivencia.
32. Cuando las condiciones señaladas no se respetan, el nacionalismo degenera en una ideología y un proyecto político excluyente, incapaz de reconocer y proteger los derechos de los ciudadanos, tentado de las aspiraciones totalitarias que afectan a cualquier opción política que absolutiza sus propios objetivos. De la naturaleza perniciosa de este nacionalismo ha advertido el Magisterio de la Iglesia en numerosas ocasiones”.
Y en Orientaciones morales...:
“73. La Iglesia reconoce, en principio, la legitimidad de las posiciones nacionalistas que, sin recurrir a la violencia, por métodos democráticos, pretendan modificar la unidad política de España. Pero enseña también que, en este caso, como en cualquier otro, las propuestas nacionalistas deben ser justificadas con referencia al bien común de toda la población directa o indirectamente afectada. Todos tenemos que hacernos las siguientes preguntas. Si la coexistencia cultural y política, largamente prolongada, ha producido un entramado de múltiples relaciones familiares, profesionales, intelectuales, económicas, religiosas y políticas de todo género, ¿qué razones actuales hay que justifiquen la ruptura de estos vínculos? Es un bien importante poder ser simultáneamente ciudadano, en igualdad de derechos, en cualquier territorio o en cualquier ciudad del actual Estado español. ¿Sería justo reducir o suprimir estos bienes y derechos sin que pudiéramos opinar y expresarnos todos los afectados?”.
Los separatistas han tenido que olvidarse del eslogan “España nos roba”, porque a estas alturas está claro quienes han sido los ladrones. A esos la independencia sí que les conviene porque les garantizaría la impunidad.
Pero como no somos los únicos afectados por el virus separatista, veamos cómo lo resolvieron en Italia. San Juan Pablo II escribió una carta en 1994 a los obispos italianos en la que advertía de los peligros del separatismo:
“Me refiero especialmente a las tendencias corporativas y a los peligros de separatismo que, al parecer, están surgiendo en el país. A decir verdad, en Italia, desde hace mucho tiempo, existe cierta tensión entre el Norte, más bien rico, y el Sur, más pobre. Pero hoy en día esta tensión resulta más aguda. Sin embargo, es preciso superar decididamente las tendencias corporativas y los peligros de separatismo con una actitud honrada de amor al bien de la propia nación y con comportamientos de solidaridad renovada”.
El 6 de mayo de 1996, el cardenal Camilo Ruini, presidente de los obispos italianos, criticó los principios separatistas de la Liga Norte. "La unidad de Italia no se toca", afirmó en la inauguración de la asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal, y los obispos demostraron su acuerdo con aplausos. Según Ruini, "negar o comprometer la unidad de nuestra nación va contra la posibilidad del desarrollo y de los intereses económicos de las poblaciones del sur, del centro y del norte".
Tres días después, san Juan Pablo II habló, en un discurso a los 300 obispos del país, de "la gran herencia de fe, cultura y unidad que constituye el patrimonio más precioso del pueblo italiano" y de la "amada Nación italiana".
No hay que olvidar que la Iglesia Católica es, por definición, que no otra cosa significa Católica, Universal. Está al servicio de todos los hombres y de todas las culturas. Cuando alguien se presenta a pedir ayuda a las obras asistenciales de la Iglesia no se le pregunta por su religión o por sus ideas. Simplemente se le atiende. En las tareas de la Iglesia está evangelizar, instruir, educar, fomentando la apertura hacia los demás y prestando para ello una inestimable ayuda a las familias y a la Sociedad. Desde luego hay ideas políticas con las que es peligroso jugar, porque pueden ocasionar grandes males, como ha sucedido en la propia Iglesia en Cataluña donde tantos castellano parlantes se han visto preteridos en las mismas eucaristías. ¿O es que la lengua litúrgica no se manipula al servicio de la “catalanización”?. Lo que es muy triste sobre todo teniendo en cuenta la descristianización de esas tierras.
Pedro Trevijano, sacerdote