Al amigo Ángel -para todos el p. Ángel- desde que tiene una iglesia a su disposición le está saliendo, indefectiblemente y aunque no quiera, lo que lleva dentro desde hace muchísimos años; tantos que yo siempre le recuerdo así.
Al amigo Ángel le enseñaron, como preparación previa a su Ordenación sacerdotal, lo mismo que a mí, aunque soy más joven que él: que EL SACERDOTE SE ORDENA PARA LA EUCARISTÍA, es decir, para CRISTO: para hacerlo presente, con su Amor redentor y salvador -siempre providente-, en medio de los hombres, ya que «mis delicias es estar con los hijos de los hombres», como leemos en el Antiguo Testamento.
Pero hace muchos años que el amigo Ángel lo olvidó, o lo rechazó, o lo cambio por lo que lleva tanto tiempo haciendo; hasta el punto de que, da la impresión, que para él, la Iglesia Católica o se convierte y es -por todo horizonte- una ong más o menos organizada, o no tienen ningún sentido.
Y da la impresión, afincada en su actuar, que a su sacerdocio le pasa lo mismo: no va más allá de ser una ong, con toda su buena voluntad, que no se la niego.
A eso se ha reducido él mismo, y a esto reduce todo su actuar. Y pretender que haga otra cosa, es pedirle peras al olmo. Aparte de que él no está por la labor de hacer otra cosa: es que ya no entiende otra forma de hacer, ni sabe hacer otra cosa.
Por eso, el problema no lo tiene él: él no engaña a nadie. El que se quiera engañar pretendiendo que el amigo Ángel haga otra cosa, ése es el que tiene un problema. Y no pequeño.
Porque, además, estas cosas se sabe cómo empiezan, incluso también cómo evolucionan previsiblemente; pero cómo acaban..., eso nunca se sabe. Sólo se puede echar mano de experiencias pasadas, de situaciones parecidas que han acabado muy mal, o incluso no han acabado: son bien actuales, porque ahí están.
Si al amigo Ángel se le pone en su sitio -que siga teniendo o manteniendo una ong- y no se le pide, eclesialmente, nada más -¡si ya no sabe ni para qué está una iglesia!: se le ha debido olvidar-..., pues todo queda en un problema menor, o no es ningún problema.
Podrá tener alguna salida de pata de banco, pero será a título personal, serán «cosas del p. Ángel» -«pues si no me dejan rezar, lo haré en la calle»: como si alguien que le recuerda lo que es una iglesia y para qué está le impidiese rezar-; cosas que en modo alguno comprometen ni a la Diócesis, ni a la Iglesia, ni a las almas.
Y estará feliz, haciendo lo que sabe.
P. José Luis Aberasturi, sacerdote