La frase «cum Petro et sub Petro» se ha hecho clásica y significa con Pedro y bajo Pedro, es decir, con aquel que Cristo ha puesto al frente de su Iglesia como guardián de la fe y de la disciplina. El que garantiza que vamos por buen camino, el que abre nuevos horizontes para el rebaño, el que vigila cuando alguien se descarría, el que nos guarda del lobo cuando éste quiere entrar en el rebaño para hacer estragos. En definitiva, el que nos hace presente a Cristo buen pastor. «El Señor es mi pastor nada me falta… aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque tú vas conmigo, tu vara y tu cayado me sosiegan» (Salmo 22).
He vivido estos días en Roma la clausura del Sínodo en su etapa primera que concluirá dentro de un año en su etapa segunda y última. He participado en la beatificación del Papa Pablo VI, que después del Concilio Vaticano II instituyó el Sínodo de los Obispos, que tan buenos frutos ha dado a la Iglesia en estos cincuenta años. Una vez más, he vivido de forma palpable la comunión eclesial cum Petro et sub Petro, punto clave de nuestra pertenencia a la única Iglesia de Cristo. Realmente es bonita la Iglesia. Los Papas que nos ha dado el Señor (en el último siglo) para conducirnos como pueblo de Dios han cumplido su misión, han sido santos y han iluminado el mundo con la palabra de Cristo. No han faltado dificultades, pero ellos las han vivido con amor y dando la vida. Son ejemplo para todo el pueblo cristiano y un referente precioso para toda la humanidad.
El Sínodo de los obispos sobre la familia ha sido un acontecimiento de gracia, que ha reunido obispos de todo el mundo, expertos y matrimonios para afrontar el inmenso campo de la familia según el plan de Dios. Se trata de tomar la luz que nos viene de la Palabra de Dios y que en Cristo adquiere su plenitud para iluminar los problemas de nuestro tiempo. La Iglesia es rica en experiencia, es rica en humanidad, sabe bien cuáles son la posibilidades a las que el hombre y la mujer pueden llegar con la ayuda de la gracia, y conoce por dentro el corazón del hombre y de la mujer, débil, frágil, pecador en ocasiones. A este hombre concreto de hoy, tal como es, Dios le ofrece su amistad para llevarlo a la cumbre de la santidad.
El Sínodo ha descrito ese anhelo que anida en el corazón de toda persona humana de vivir en familia y de encontrar en la familia el calor y el aliento para el camino de la vida. Ese anhelo Dios lo satisface con creces en Cristo, por el camino del matrimonio y de los hijos. Tocamos de esta manera el núcleo de la sociedad y de la Iglesia. Y ese núcleo presenta hoy dificultades nuevas, situaciones nuevas, de las que la Iglesia no quiere desentenderse, sino al contrario, quiere salir al encuentro de cada persona para acompañarla y ofrecerle el bálsamo que cure sus heridas y fortalezca su debilidad, presentado al mismo tiempo el testimonio real de tantas familias que viven el gozo del plan de Dios en sus vidas.
Los medios de comunicación son un instrumento valioso para tener noticia en tiempo real, inmediatamente, de lo que acontece en el mundo. Y han sido un instrumento valioso para seguir de cerca el Sínodo. Pero a veces, la versión de cada uno no coincide con la verdad de lo que está ocurriendo. Por eso, hemos de ir a los documentos oficiales, leerlos pausadamente, meditarlos. Y ahí veremos la gran riqueza de la Iglesia que quiere acercarse hoy a todos para darles la redención de Cristo.
Seguimos orando por el Sínodo de la familia, que ahora recorre una nueva etapa en la preparación del Sínodo de octubre de 2015. Y a todos nos da plena garantía saber que estamos cum Petro et sub Petro, esto es, con el Papa, principio y fundamento de la unidad de la Iglesia y garante principal de la verdad y del amor de Dios para el hombre de nuestro tiempo.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba