Hace unos días hice oración meditando la Carta de Santiago, en concreto sobre Santiago 5,1-6. Me llamó la atención la enorme actualidad del texto, que, aunque tenga dos mil años de antigüedad, no es que parezca, sino que está escrito también para el hombre de hoy.
Santiago empieza este capítulo quinto denunciando a los ladrones: «Atención, ahora, los ricos: llorad a gritos por las desgracias que se os vienen encima. Vuestra riqueza está podrida…»(vv.1-2); «Mirad, el jornal de los obreros que segaron vuestros campos, el que vosotros habéis retenido, está gritando, y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor del Universo» (v.4). Es indiscutible que cualquier persona de bien considera intolerable la corrupción de los poderosos, que tanto daño hace a aquéllos que son víctimas de sus estafas y robos. Como decía el Papa Francisco. «Todos somos pecadores, pero no debemos ser corruptos». Pero hay un tipo de corrupción que es más grave que los otros: cuando las víctimas son los pobres y marginados. De todos los escándalos económicos que hay hoy en España, el más grave con diferencia, por su cuantía económica y por sus víctimas, es la desaparición de mil doscientos millones de euros destinados a los parados. Corresponde a la Justicia juzgar y castigar a los culpables de ese enriquecimiento delictivo, porque es indiscutible es que esa enorme suma destinada a personas tan necesitadas como los parados no ha llegado a su destino. Esos ladrones deben ser conscientes que, aunque son gente muy poderosa y puede que escapen a la justicia humana, no van a escapar de la justicia divina, que ya en el Antiguo Testamento, en el libro de Proverbios 14,31, dice: «El que oprime al pobre ultraja a su Hacedor», y en el evangelio de San Mateo leemos: «Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el demonio y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer» (25,41-42). Aquí la cosa es peor, porque además de no darle de comer, se le roba.
En ese mismo ambiente en que se mueven los sospechosos de ese latrocinio masivo, es decir jerifaltes de los partidos de izquierda, uno se entera que se intenta perpetrar otro: robar a la Iglesia la propiedad de la Catedral Mezquita de Córdoba, propiedad de ella desde hace bastantes siglos, desde San Fernando en el siglo XIII. Y es que cuando uno pierde los principios, y se deja llevar por el odio, y muy especialmente por el odio a la Iglesia Católica, acaba haciendo o intentándolo por lo menos, toda clase de maldades y majaderías.
Pero también el versículo 6 es explosivo: «Habéis condenado, habéis asesinado al inocente, el cual no os ofrece resistencia». Podemos pensar en primer lugar en Jesucristo, pero también en todas las demás víctimas inocentes y muy especialmente las víctimas del aborto y de la eutanasia. He escrito muchas veces sobre el aborto, por lo que voy a ser breve: En el Vaticano II la constitución pastoral «Gaudium et Spes» lo califica de atentado a la vida y crimen horrendo (GS 27 y 51), afirmando: «así pues la vida debe ser defendida con gran cuidado desde la concepción»(GS 51). El Catecismo de la Iglesia de Juan Pablo II dice: «El aborto directo, es decir, querido como un fin o como un medio, es gravemente contrario a la ley moral» (nº 2271). Juan Pablo II afirma categóricamente: «declaro que el aborto directo, es decir querido como fin o como medio, es siempre un desorden moral grave, en cuanto eliminación deliberada de un ser humano inocente. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el magisterio ordinario y universal» (Encíclica Evangelium Vitae» nº 62).
Sobre la eutanasia les recomiendo que busquen en Google estas palabras. Por un lado Eutanasia Holanda y por otro Eutanasia Bélgica. El resultado que a mí me dio fue éste: En Holanda el número de casos de eutanasia subió un setenta y tres por ciento entre el 2003 y el 2010, Se da la cifra de unos trescientos casos anuales de eutanasia sin petición previa. No hay que olvidar además que la mayoría de los médicos que la hacen no la declaran y que los pocos casos que han llegado ante los tribunales se han resuelto con sentencias absolutorias. En Bélgica se calcula que el uno coma ocho por ciento de las muertes son de eutanasia sin petición previa. La eutanasia es siempre un homicidio (cf. CEC 2324), pero aplicar la eutanasia sin petición es asesinar. Ello trae consigo dos consecuencias gravísimas: la primera es la destrucción de algo muy importante en Medicina, la confianza entre el médico y el enfermo, basada sobre todo en el hecho que sé que mi médico va a hacer todo lo posible por curarme y ayudarme en ese momento. La segunda es que muchos ancianos belgas y holandeses huyen a España a pasar sus últimos días en las playas y lejos de sus hospitales, donde puede aplicárseles la eutanasia con o sin su consentimiento para que dejen de «sufrir». De hecho bastantes ancianos holandeses llevan consigo una tarjeta que dice: «Si caigo enfermo, no me lleven a un hospital». Es evidente que si aquí se legaliza la eutanasia, sucederá lo mismo. Los mayores ya podemos ir preparándonos.
Pueden ustedes imaginarse la opinión que tengo de los políticos que defienden el aborto y la eutanasia. Son unos criminales que, cualquier día, sirviéndose de un médico, pueden terminar con nuestras vidas, especialmente si no montamos un escándalo y nos quedamos callados, como está sucediendo en Bélgica y Holanda. Por mi parte haré todo lo posible para que la gente no les vote.
P. Pedro Trevijano, sacerdote