Jesús de las Heras, director de Ecclesia, comentando la entrevista publicada por las revistas de los jesuitas, escribe: «Las declaraciones del Papa son un nuevo y elocuente testimonio de la calidad de su humanidad, de la hondura de su espiritualidad y de la sagacidad de su corazón de pastor. De ellas se deduce su gran libertad de espíritu, su radicalidad evangélica y su apuesta por una profunda renovación. Es consciente de que la sociedad se halla no en tiempos de cambios, sino en un cambio de época y que ello requiere una Iglesia más fresca, más cercana y más abierta, que busque caminos nuevos, sin que ello, en absoluto, signifique hacer borrón y cuenta nueva con el pasado, una Iglesia cuyo único Señor sea Jesucristo y no los poderes y las ideologías de este mundo». Y añade: «Francisco no va contra nadie, ni contra nada. No es hombre ni pastor de rupturas ni de disensos, sino de comunión y de inclusión. Reclama el primado de la misericordia. Quiere una Iglesia servidora, misionera y samaritana. Y pide un esfuerzo audaz para proponer el Evangelio en positivo, con un lenguaje de palabras, de obras y de gestos asequible y comprensible, avalado por la autenticidad de una vida según el Evangelio».
1. Los gestos del Papa Francisco
Verdaderamente hay algo nuevo en el estilo del Papa Francisco que llama mucho la atención: su cercanía a la gente, especialmente a los enfermos; su ternura con los niños, sus delicadezas con los ancianos; su voluntad de no vivir aislado en los apartamentos pontificios. No le importó tomar de su mano el maletín cuando subió al avión, en Brasil decidió no utilizar el papamóvil tradicional con cristales blindados y prefirió que la gente pudiese acercarse a él, darle la mano, etc…
Alguien pudiera pensar que se trata sólo de una decisión simpática. Y es de notar que este estilo directo y sencillo ha hecho ganar al nuevo Papa una gran popularidad a nivel mundial. Abraza a todos sin discriminación, pero tiene preferencia por los niños, los reclusos, los drogadictos, los enfermos. Lo mismo que Jesús, que, amando a todos, tuvo una especial preferencia por los marginados y excluidos. Sorprenden, por ejemplo, las palabras del cantante Elton John: «El papa Francisco es para la Iglesia la mejor noticia desde varios siglos hasta hoy. Este hombre, él sólo, ha conseguido acercar de nuevo las gentes a las enseñanzas de Cristo. Francisco es un milagro de humildad en la era de la vanidad».
Podríamos seguir hilvanando gestos y anécdotas sin cuento, pero mi intención es otra. Quisiera ayudar a descubrir el significado profundo de estos gestos del Papa. No se trata sólo de anécdotas más o menos simpáticas; sus gestos y su estilo de vida encierran algo más, mucho más. A mi modo de ver, nos aportan unas claves excepcionales para una profunda renovación de la Iglesia.
El papa Bergoglio no quiere fascinar a los previamente convencidos ni desea aplausos populistas. Una de las cosas más sorprendentes de la entrevista publicada por las revistas de jesuitas es el autorretrato. A la pregunta de quién es Jorge Bergoglio, contesta afirmando: «Soy un pecador, al que Dios miró con miseridordia».
2. Las palabras del Papa.
El nuevo papa quiere una Iglesia misionera, no sólo porque realiza algunos actos de carácter misionero, sino porque pone en clave misionera su actividad habitual. El «cambio de estructuras» que la Iglesia necesita, dice, no es fruto de una reorganización estática, sino que es consecuencia de la dinámica de la misión. Pero no hemos de olvidar que la misión evangelizadora exige la oración. «La evangelización se hace de rodillas». Sin la relación constante con Dios la misión se convierte en función. El riesgo del activismo, de confiar demasiado en las estructuras, está siempre al acecho. Si miramos a Jesús, vemos que la víspera de cada decisión y acontecimiento importante, se recogía en oración intensa y prolongada. La difusión del Evangelio no está asegurada ni por el número de personas, ni por el prestigio de la institución, ni por la cantidad de recursos disponibles. Lo que cuenta es estar imbuidos del amor de Cristo, dejarse conducir por el Espíritu Santo, e injertar la propia vida en el árbol de la vida, que es la Cruz del Señor.
«Las redes de la Iglesia son frágiles –comentaba a los obispos brasileños-, quizás remendadas; la barca de la Iglesia no tiene la potencia de los grandes transatlánticos que surcan los océanos. Y, sin embargo, Dios quiere manifestarse precisamente a través de nuestros medios, medios pobres, porque siempre es él quien actúa. Queridos hermanos, el resultado del trabajo pastoral no se basa en la riqueza de los recursos, sino en la creatividad del amor. Ciertamente es necesaria la tenacidad, el esfuerzo, el trabajo, la planificación, la organización, pero hay que saber ante todo que la fuerza de la Iglesia no reside en sí misma sino que está escondida en las aguas profundas de Dios, en las que ella está llamada a echar las redes»
Tanto por los gestos como por las palabras, cada vez está más claro que el papa Francisco está decidido a abrir las ventanas de la Iglesia y ejercer un nuevo tipo de liderazgo religioso. Lejos de mostrar una imagen hierática de trono y pedestal, a este Papa no le importa situarse a ras de tierra, como el resto de los mortales, y mostrarse en su condición más humana y humilde, con sus virtudes y sus defectos. Con su manera de proceder, el papa Francisco invita a instaurar en el seno de la Iglesia una nueva manera de proceder nada pretenciosa, más creativa y cercana, capaz de ejercer la autocrítica y abrir las puertas al cambio. Sin apartarse para nada del evangelio, el Papa ejerce de esta forma un nuevo tipo de orientación religiosa mucho más acorde a las necesidades de una sociedad plural que alberga muchas y diferentes sensibilidades.
+ Manuel Sánchez Monge, obispo de Mondoñedo-Ferrol