Hubo un tiempo de la historia en que los seres humanos vivieron inmersos en un oscuro e irracional caldo de cultivo cultural en que se indujo y aún presionó de diversas formas a millones de madres embarazadas para abortar a sus propios hijos; un tiempo en que la innumerable cantidad de vidas segadas precipitó a países enteros y aún continentes, a sufrir las demoledoras consecuencias económicas del invierno demográfico en que chapotearon sociedades cada vez más envejecidas y, aun más grave, cada vez más postradas moral y emocionalmente.
Pero fue aquel un tiempo en el que se contó también con el esfuerzo y perseverancia de unos pocos que influyeron poderosamente en el despertar de las conciencias de muchos, generando una paulatina respuesta masiva por parte de una sociedad que, adormecida moralmente durante años ante ese demoledor y sistemático ataque al bien absoluto que supone en cualquier circunstancia la vida de un ser humano, decidió y logró finalmente poner fin a la iniquidad clamando en las calles de sus ciudades un "Sí a la vida" incondicional y absoluto, que terminó tocando el corazón de las buenas personas y las personas de buena voluntad como usted y como yo.
Hubo un tiempo en que el granito de arena que usted y yo pusimos molestándonos siquiera en salir a las calles una vez al año para celebrar ese rotundo e incontestable "Sí a la vida", propició que las inicuas leyes del aborto cambiaran progresivamente hasta su total desaparición, lográndose finalmente que ninguna madre en ningún rincón de España ni de cualquier otro lugar de la tierra se sintiera, nunca más, sola ni abandonada.
Hubo un tiempo en que usted y yo, junto a nuestros familiares, amigos y conocidos, reaccionamos y asistimos a las concentraciones que en todas las ciudades de España se celebraban anualmente, para poner ese poderoso granito de arena que alimentado por la alegría esperanzada en la capacidad de reacción que reside en lo más hondo de cada uno de nosotros, terminó cambiando el mundo.
Hubo un tiempo en que organizaciones como la Fundación RedMadre, sumando en España la generosa entrega de muchas personas buenas como voluntarios, donantes, suscriptores y colaboradores, mantuvieron la llama de la esperanza encendida en el corazón de aquellas madres embarazadas en medio de numerosas dificultades que, sintiéndose apoyadas y rodeadas de cariño, apostaron sin dudarlo por la vida.
Hubo un tiempo en que fuimos todos capaces de superar el egoísmo, la ignorancia y la indiferencia con las que habíamos contemplado durante años a las madres embarazadas con problemas de diversa índole, de modo que su soledad y abandono terminó siendo sólo un triste recuerdo en la memoria de los pueblos, no volviendo nunca más a sufrir aquel desamparo que las abocaba a decidirse por la dramática y falaz solución del aborto.
Hubo en definitiva un tiempo en que la humanidad en su conjunto volvió a dar cuenta del poder que tienen la palabra y el testimonio de personas como usted y como yo en favor del bien común, cuando rotas y liberados de las cadenas con que el egoísmo y la indiferencia constriñen nuestro corazón y la razón natural, ejercemos nuestra libertad para pensar y nuestro derecho a testimoniar la verdad cuando quiera que es tergiversada, oscurecida u ocultada, máxime estando en juego la vida de seres humanos, la felicidad de sus madres y el mismo futuro del conjunto de la sociedad.
El próximo día 24 de marzo en todas las ciudades de España se celebrará de nuevo el Día Internacional de la Vida; las buenas personas y de buena voluntad como usted y como yo, no debemos faltar a esa cita con la vida y la suerte de los más indefensos, entre los que nos encontraremos todos irremediablemente mucho antes de lo que sospechamos, por más que a veces caigamos en el error de pensar que ese día está todavía muy lejos.
Antonio Torres
Presidente Fundación RedMadre