InfoCatólica / Razones para nuestra esperanza / Categoría: Existencia de Dios

16.10.11

El planeta privilegiado (1)

Comentario de: Guillermo Gonzalez and Jay W. Richards, The Privileged Planet. How our place in the cosmos is designed for discovery, Regnery Publishing Inc., Washington DC, 2004.

Este libro excepcional, de gran erudición científica, es una espléndida refutación del llamado “principio copernicano”, que prevalece en la mentalidad de la mayoría de los científicos contemporáneos. En síntesis, el “principio copernicano” dice que los seres humanos no ocupamos un lugar privilegiado en el cosmos.

Los autores del libro son dos: Guillermo González, Ph. D. en astronomía, y Jay W. Richards, Ph. D. en filosofía y teología. González es un prestigioso astrónomo, que ha publicado más de 60 artículos científicos revisados por sus pares. Richards, Vicepresidente del Discovery Institute, ha publicado varios libros sobre temas científicos, filosóficos y teológicos.

En las dos primeras Secciones del libro (o sea, en los Capítulos 1-10), los autores, recurriendo a muchísimas evidencias científicas, algunas de ellas recientes, demuestran que nuestro ambiente local (centrado en la superficie terrestre y el tiempo presente) es excepcional y probablemente rarísimo, tanto con respecto a su habitabilidad como con respecto a su mensurabilidad. Más aún, esas evidencias sugieren que en nuestro universo esas dos propiedades (habitabilidad y mensurabilidad) están unidas, de modo que los lugares altamente improbables que están mejor equipados para la existencia de observadores inteligentes también proveen las mejores condiciones globales para la investigación científica del universo. En la Sección 3 (Capítulos 11-16) los autores exploran las implicaciones de los resultados alcanzados en las Secciones 1 y 2.

En el Capítulo 11 los autores presentan una “historia revisionista” de la “revolución copernicana”. Proponen la siguiente cita de un artículo de Nathan Myrhvold como un ejemplo típico de la “historia oficial”:

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14.10.11

Vita Brevis publicó: Daniel Iglesias Grèzes, En el principio era el Logos. Apologética católica en diálogo con los no creyentes

La Editorial Vita Brevis (http://www.vitabrevis.es) ha publicado un nuevo título de su Colección InfoCatólica. Se trata de una obra de Daniel Iglesias Grèzes: En el principio era el Logos. Apologética católica en diálogo con los no creyentes.

Este libro es la primera parte de una trilogía apologética. Su tema es la “demostración religiosa”, el primero de los tres pasos del proceso apologético que tiende hacia la fe católica. Por consiguiente, se trata de una propuesta y una defensa racionales del monoteísmo cristiano. Contiene una presentación del Pbro. Dr. Antonio Bonzani, Rector de la Facultad de Teología del Uruguay “Monseñor Mariano Soler”, un prólogo, dieciocho capítulos, agrupados en dos Partes (1. Dios – 2. El hombre y la religión), un epílogo, tres apéndices y una bibliografía recomendada. A continuación reproducimos los títulos de los capítulos.

1. Nuevos datos de la ciencia que apuntan hacia el Creador – 2. El origen del universo – 3. Creación y evolución. Aclaraciones preliminares – 4. Creación y evolución no se oponen – 5. El milagro de los monos literatos – 6. Más críticas al darwinismo – 7. Posturas insatisfactorias sobre el darwinismo y el movimiento ID en ambientes católicos – 8. Las pruebas clásicas de la existencia de Dios – 9. Las pruebas de la existencia de Dios que parten del hombre – 10. Objeciones contra la existencia de Dios – 11. El conocimiento de Dios según la doctrina católica – 12. Dios puede hacer milagros – 13. La finalidad del universo – 14. Un encuentro con el nuevo ateísmo – 15. Errores comunes del pensamiento ateo – 16. ¿Qué es el hombre? – 17. Las implicaciones antropológicas de la vida moral – 18. El hombre, ser religioso.


El libro puede ser adquirido como libro impreso o como libro electrónico (e-book) en Lulu, el mayor sitio de auto-publicación del mundo, en la siguiente dirección:
http://www.vitabrevis.es/2010/07/en-el-principio-era-el-logos.html.

Allí se permite ver la tapa y algunas páginas del libro. El libro electrónico es descargado inmediatamente por el comprador en formato PDF. Al precio del libro impreso se le agrega el costo de envío. Lulu ofrece varios modos de envío, que difieren entre sí en costo, rapidez y grado de seguridad. Es recomendable utilizar una forma de envío “rastreable” (garantizada por Lulu). Se puede comprar cualquier cantidad de ejemplares (de uno en adelante). Lulu imprime la cantidad de ejemplares pedida y los envía al comprador.

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31.07.11

“En el principio era el Logos” – Prólogo

En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas. Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz. Vio Dios que la luz estaba bien, y apartó Dios la luz de la oscuridad; y llamó Dios a la luz «día», y a la oscuridad la llamó «noche». Y atardeció y amaneció: día primero.” (Génesis 1,1-5).

En el principio era la Palabra [el Logos] y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.” (Juan 1,1-5).

No somos el producto casual y sin sentido de la evolución. Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario.” (Papa Benedicto XVI, Homilía de la Santa Misa con la que dio solemne inicio a su pontificado, domingo 24/04/2005).

1. En el principio era el Logos

Dos cosmovisiones principales se disputan la adhesión de las mentes y los corazones de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, especialmente en el ámbito de nuestra civilización occidental: la cosmovisión cristiana y la cosmovisión del ateísmo materialista.

Una forma sencilla de captar la diferencia esencial entre estas dos cosmovisiones es dirigir la mirada a los orígenes. Los textos bíblicos que acabo de citar nos indican claramente que, para la fe cristiana, en el principio no era el caos, ni la confusión, ni la oscuridad, ni el azar, ni la nada, ni el vacío, ni el absurdo, ni el sinsentido (como postulan las diversas variantes del materialismo), sino el Logos, la Palabra o Razón, la Palabra Razonable, que estaba en Dios y era Dios. El Dios que es Luz y Vida es también el inteligentísimo Diseñador que, en el principio, creó el cielo y la tierra, todo lo visible y lo invisible, dotando a nuestro universo material de ingeniosas y elegantes estructuras matemáticas. El Logos no es un subproducto tardío del azar y la necesidad, sino que existía en el principio, desde siempre, porque es Dios.

Nunca se insistirá lo suficiente sobre este hecho, que sitúa a la religión cristiana a una distancia abismal de cualquier forma de irracionalismo. La misma palabra griega Logos (=discurso racional, ciencia), que está en la raíz del nombre de tantas ciencias (lógica, cosmología, geología, biología, teología, etc.), designa al Hijo único de Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad, Aquel que, en la plenitud de los tiempos, se anonadó a Sí mismo en el misterio de la Encarnación: “Y el Logos se hizo carne, y puso su morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.” (Juan 1,14).

2. La apologética

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27.03.11

Reflexiones sobre el origen del universo

Si Dios no existe, entonces Él no es el creador del universo. Por lo tanto, el universo no ha sido creado. Ergo, o bien el universo ha surgido espontáneamente de la nada, o bien es eterno.

La primera de ambas alternativas es evidentemente absurda, porque de la nada (por sí misma) no puede surgir nada. La nada no es, por lo que no puede ser la causa de ningún ser.

Mostraré con un ejemplo cómo, en su afán de rechazar a toda costa la existencia de Dios, algunos partidarios del ateísmo son capaces de sostener las afirmaciones más inverosímiles.

En uno de sus muchos libros de divulgación científica, el famoso escritor ateo Isaac Asimov propuso una teoría acerca del origen espontáneo del universo a partir de la nada, basada en una analogía con la fórmula: 0 = 1 + (-1). Así como el 0 “produce” el 1 y el -1, la nada –dice Asimov– pudo producir, en el origen del tiempo, un universo material y un “anti-universo” (o universo de antimateria).

Este razonamiento contiene al menos dos gruesos errores: 1) El ente ideal “cero” no es la causa del ser de los entes ideales “uno” y “menos uno". Una identidad matemática no es una relación causal entre números. 2) Además, no hay una verdadera correspondencia entre los tres números y los tres “entes” considerados: un ente real (el universo), un ente hipotético (el anti-universo) y un no-ente (la nada). De esa identidad matemática no se puede deducir lógicamente esa relación causal entre “entes”.

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8.10.10

Pruebas de la existencia de Dios (5)

12. Los argumentos fundados en el orden moral

Kant llama “pruebas ético-teológicas” a las pruebas de la existencia de Dios fundadas en el orden moral. Después del giro antropocéntrico que representó la obra de Kant en la historia de la filosofía, muchos filósofos han pasado a conceder más importancia a esta clase de argumentos que a las pruebas cosmológicas. Por ejemplo, para John Henry Newman (1801-1890) la prueba más importante de la existencia de Dios es la que parte del hecho de la conciencia. Sin embargo, para el propio Kant la existencia de Dios era un postulado de la razón práctica, es decir una suposición sin fundamento racional que le resultaba conveniente para fundamentar su filosofía moral. Un postulado de esta clase no es en el fondo más que una opción arbitraria, tan justificada como la opción contraria.

Plantearé brevemente dos argumentos fundados en el orden moral, uno basado en la obligación moral y otro basado en la sanción moral.

El hombre se siente obligado de una manera absoluta a hacer el bien y evitar el mal. Una obligación absoluta implica la tendencia de la voluntad a un bien absoluto. Esta tendencia no proviene de la libre elección del hombre sino de una necesidad natural. Ahora bien, dicha necesidad natural proviene del Creador de nuestra naturaleza. Dios mismo es el bien absoluto y, si crea seres espirituales, necesariamente los obliga a tender hacia Sí mismo. Él es el fundamento de la obligación moral.

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