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16.11.16

Sobre la extraordinaria Misión de San Nicolás Tavelic y sus compañeros mártires

Mucho nos complace presentar el testimonio de estos Santos, que, como precisa S.S. Pablo VI, es un testimonio de carácter “sumamente precioso”[1].

En el siglo XIV, San Nicolás Tavelic concibió un proyecto apostólico del todo osado: ir a predicar la Santa Fe Católica a la mezquita de Jerusalén. Luego de rezar, él y sus compañeros, y de confirmar –por medio de oportunas consultas- el origen divino de tan singular moción, partieron a convertir a los mahometanos. El Papa Pablo VI explica claramente el propósito de estos Santos:

tenían “una doble intención: la de predicar la fe cristiana, refutando valerosamente, y no menos cauta y sabiamente, la religión de Mahoma; y la de desafiar y provocar el riesgo del sacrificio de la propia vida”[2].

Acompañaban a San Nicolás otros tres sacerdotes franciscanos: Deodato «de Ruticinio», Esteban de Cuneo y Pedro de Narbona. Fue un apostolado fiel a la vera impronta de San Francisco, quien«por la sed del martirio, en presencia del Sultán soberbio, predicó a Cristo» (Dante, Par., XI, 100)”[3].

Portaban una gran proclama (o cartel) para exhortar publicamente a los musulmanes a la conversión, pero cuando quisieron entrar a predicar a la mezquita, les fue impedido el paso. Fue entonces cuando pidieron los lleven ante el Cadí pues querían, como dijeron,“decirle cosas muy útiles y saludables para sus almas”.

Así, ante el Cadí y muchos musulmanes, los Misioneros anunciaron a Jesucristo y exhortaron a los presentes a dejar la religión islámica y convertirse a la Fe Católica.

La respuesta de los musulmanes fue unánime: la tortura y el martirio de los Misioneros. Sufrieron prisión y tormentos durante tres días. Luego, fueron descuartizados, ejecutados y quemados. Murieron mártires en Jerusalén el 14 de noviembre de 1391. Su muerte, como dijo S.S. Pablo VI fue una “bienaventurada muerte”[4].

El 21 de junio de 1970 S.S. Pablo VI canonizó a estos cuatro heroicos soldados de Cristo Rey, exaltando su fortaleza con palabras de San Cipriano: “¿Cómo cantar vuestras alabanzas, oh hermanos intrépidos? ¿Con qué elogios puedo celebrar la fuerza de vuestro espíritu […]?» (Ep. VIII; PL 4, 251-252)”[5].

Como explica el Papa,

si bien “«nadie debe entregarse espontáneamente a la muerte» (S. Agustín, De Civ. Dei, 1, 26; PL 41, 39)”, […] pueden presentarse situaciones en las que, bien por impulso del Espíritu Santo, o por otras circunstancias especiales, el heraldo del Evangelio no tiene otro procedimiento para remover la infidelidad que el de hacer de su propia sangre la voz de un testimonio supremo”[6].

El ejemplo de estos Santos es inmensamente admirable, pero solo será imitable en situaciones extraordinarias, es decir, y hará falta una perfecta certeza moral de que Dios lo quiere, si bien –y esto debe quedar claro- se trata de algo extraordinario. Antes de emprender un apostolado misional concreto, se debe discernir que sea Dios quien lo inspira y lo pide. No basta la valentía, hace falta también el discernimiento a las mociones del Divino Espíritu.

Roguemos a Dios que el ejemplo de esta “aventura misionera” –como la llamó Pablo VI- inspire a muchos jóvenes a crecer en el celo apostólico.

P. Federico, misionero en la meseta tibetana

(Taiwán, 29-I-14)


[1] S.S. Pablo VI, Homilía en la Canonización de los Mártires Nicolás Tavelic, Deodato Aribert De Rodez, Esteban de Cuneo y Pedro de Narbona, Roma 1970.

[2] Ibid.

[3] Ibid.

[4] Ibid.

[5] Ibid.

[6] Reproducimos el pasaje entero: “Es verdad que «nadie debe entregarse espontáneamente a la muerte» (S. Agustín, De Civ. Dei, 1, 26; PL 41, 39), y que «uno no debe dar a los demás ocasión de obrar injustamente» (S. Tomás, íb., 13), pero, como nota el mismo Benedicto XIV, refiriéndose al caso que nos ocupa, pueden presentarse situaciones en las que, bien por impulso del Espíritu Santo, o por otras circunstancias especiales, el heraldo del Evangelio no tiene otro procedimiento para remover la infidelidad que el de hacer de su propia sangre la voz de un testimonio supremo” (Ibid).

12.11.16

De la más martirial de las misiones martiriales

Todo en la vida de Cristo es épico, empezando por la misma Encarnación. Es Dios que se hace hombre para hacer una misión épica, que encima es la más épica de las misiones épicas, esto es, la Redención del mundo. Y no sólo es una misión de heroísmo impar sino que es una misión martirial pues viene a morir.

De facto, no se encarna para vivir, sino que ¡se encarna para morir! Es el paradigma insuperable de la Misión Martirial. Aun, si por un imposible, alguien decidiese nacer para morir, el Verbo Eterno hace algo más augusto aún: siendo Dios se hace hombre y no se hace hombre sino para morir. He aquí que podemos decir que el martirio es la causa final de la Encarnación y, por tanto, de la toda la vida de Cristo. Al martirio apunta; vive Su vida buscando la muerte.

En las antípodas del morbo decadente del masoquismo, no es errado entonces decir que Cristo es el enamorado de la muerte y, en palabras de Chesterton, se desposa con la muerte. Fue el Santo de Montfort quien presentaba al Señor como un varón que literalmente suspiraba por la Cruz.

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9.11.16

Cristo Rey sale a conquistar las almas

Va una crónica de cuando estaba en Taiwán

Avanza al Santísimo ante un templo pagano (Wufeng, Taiwán)

Avanza al Santísimo ante un templo pagano (Wufeng, Taiwán)

Acá en Taiwán, hay paganos que se acercan a la Iglesia, se convierten, se bautizan y cambian totalmente su vida. Hoy, Solemnidad de Corpus Christi, el Espíritu Santo movió a una familia budista a venir por primera vez a la Iglesia. Es una familia culta. Tanto el padre como la madre son profesores. Participaron de la Santa Misa y quedaron muy contentos. La profesora elogió la serenidad que se respiraba durante la Liturgia, ornada con los cantos del coro parroquial. Dijeron que volverán el próximo domingo.

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7.11.16

Nuevo blog: para continuar con la misión "ad gentes"

Mar adentro

Hoy comienza una extensión de mi apostolado. Esta vez, en Infocatolica.

Hace unas semanas una carta mía tuvo bastante repercusión en el mundo internético, publicada justamente en este sitio.

Como enseña la Iglesia, hay tres tipos de apostolado: la Misión Ad Gentes, la Nueva Evangelización y la Atención Pastoral de los fieles. La Misión Ad Gentes es la Misión que busca la evangelización de todas aquellas personas que aún no recibieron el anuncio de la Fe.

Aclaremos que a las personas de naciones de tradición cristiana que posteriormente rechazaron la Fe, se dirige la llamada “Nueva Evangelización”, pero no la Misión Ad Gentes-.

¿Y cómo se llama la atención espiritual dirigida a los fieles? Esa es la “Atención Pastoral de los fieles”.

Ahora bien, este blog tiene por objeto específico la Misión Ad Gentes. Buscamos, desde esta arena virtual, promover todo esfuerzo orientado a la evangelización de quienes aún no tuvieron la gracia de escuchar la sagrada predicación de la Fe católica y recibir las aguas del Santo Bautismo.

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