15.09.10

Santos por las calles de Nueva York (VI): Bernard Quinn, apóstol de los negros de Brooklyn

TUVO QUE SUPERAR TODO TIPO DE DIFICULTADES EN SU TRABAJO PASTORAL CON LOS AFROAMERICANOS

Brooklyn es hoy en día el barrio más poblado de Nueva York, con alrededor de dos millones y medios de habitantes. Fundado hace más de tres siglos por emigrantes holandeses, fue una municipio independiente hasta 1898, cuando se unió a Manhattan, el Bronx, Queens y lo que entonces se llamaba Richmond (hoy conocido como Staten Island) para formar la gran ciudad que hoy conocemos.

A pesar de la unión con Nueva York, Brooklyn mantuvo siempre una fuerte identidad. Ha sido llamada City of Trees (La ciudad de los árboles), City of Homes (La ciudad de las casas) o también City of Churches (La ciudad de las iglesias). También mantuvo su propia diócesis, que había sido fundada en 1853, años antes de la unificación de la ciudad. Se trata de la única diócesis de los Estados Unidos que está formada por territorio urbano al 100% y, como tal, es experta en el trabajo con los miles inmigrantes que desde su fundación llegaban cada año en grandes cantidades a la ciudad de todas partes del mundo buscando mejores oportunidades y no siempre las encontraban.

En esta ciudad convertida en barrio trabajó pastoralmente y se santificó el sacerdote Bernard Quinn, que había nacido en 1888 en la ciudad de Newark, al norte del estado de Nueva Jersey, en una familia de inmigrantes irlandeses. Ordenado sacerdote en 1912, fue asignado a la diócesis de Brooklyn, en la que trabajó hasta que la primera guerra mundial lo llevó a presentarse como voluntario para capellán militar y en dicho servicio viajó al frente de Francia, donde fue herido en un ataque con bombas de gas.

A la vuelta de la guerra, pidió al obispo de la diócesis, Monseñor Charles E. McDonnell, el poder abrir una iglesia para negros, que iban llegando en grandes cantidades a la ciudad y empezaban a vivir en casas baratas de los barrios irlandeses, alemanes e italianos. Mirados con mala cara por los habitantes de aquellos lugares, por desgracia eran excluidos de sus servicios religiosos. No es algo de lo que la Iglesia se pueda enorgullecer, pero el racismo era algo todavía muy arraigado en la sociedad americana de aquel tiempo y, de rebote, entre los cristianos de las diferentes denominaciones, también los católicos.

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9.09.10

Pablo VI y el régimen de Franco (II)

EL CONCILIO, PABLO VI Y FRANCO QUE ENVEJECE

Afirma José Orlandis en su libro “La Iglesia Católica en la segunda mitad del siglo XX” que el estado de buen entendimiento entre España y la Santa Sede que se había creado a raíz del Concordato del 1953 hizo crisis en los años sesenta, y ello se debió a varias razones entre las que deben destacarse estas tres: la elección papal de Pablo VI, el Concilio Vaticano II y el propio declive del Régimen español, al ritmo en que se producía el envejecimiento del jefe del Estado, Francisco Franco. Sin embargo otros autores han señalado que ya en los mismos años 50 habían empezado las disensiones, manifestadas en hechos puntuales como la expulsión de Guillermo Rovirosa (1956) y la dimisión forzada de Manuel Castañón tres años después, ambos integrantes de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC); o la carta de 229 sacerdotes vascos (mayo de 1960) dirigida a los obispos, al nuncio y a la Secretaría de Estado del Vaticano en la que se denunciaba al Gobierno por la persecución de las características étnicas, lingüísticas y sociales que sufrían los vascos, así como por los nombramientos episcopales y la situación política general.

Pero no le falta razón a Orlandis, pues de hecho estos y otros conflictos van a adquirir una mayor dimensión no sólo por la dinámica interior, sino por el apoyo exterior que implican las decisiones tomadas en el Concilio Vaticano II, iniciado en octubre de 1962. Afirma el historiador Juan María Laboa que el anuncio del Concilio pilló desprevenidos a los obispos españoles y, en general, a los católicos de nuestro país. Las cartas pastorales de los obispos en los meses posteriores al anuncio se caracterizaron por un tono piadoso y genérico, sin que aparezca un proyecto o algunas ideas y sugerencias que podrían ser desarrolladas en la futura reunión. Se trataba de un episcopado muy tradicional y bastante aislado de las nuevas tendencias que se iban formando en Europa y que cuajarán en el Concilio. De hecho, como resumen de sus propuestas, 26 obispos pidieron el robustecimiento de la línea doctrinal señalada por Pío XII en su encíclica “Humani Generis” (1950) y la descalificación de las ideas contrarias.

El Cardenal Tarancón, refiriéndose a aquel periodo, diría años después: “Lo que más abundó en aquellos años fue el desconcierto. Ni los obispos en sus pastorales, ni los predicadores en sus púlpitos ni los periodistas en sus diarios parecieron olerlo que el Concilio supondría. Y así es como los obispos españoles acudieron a esa magna asamblea ‘con la mitra y el báculo por todo bagaje’, como confesó ingenuamente de sí mismo Monseñor Cirarda”.

El papel de los obispos españoles en el Concilio fue modesto, debido a su escasa preparación intelectual, a su anclaje en el pasado y a su intransigencia doctrinal, lo que les situó, en palabras de Tarancón, en fuera de juego. El mismo purpurado afirmó: “Acostumbrados, como estábamos, a considerarnos el máximo exponente de la catolicidad ideal, vimos, de pronto, que en esta asamblea mundial nuestros teólogos y nosotros mismos, obispos, ocupábamos un lugar realmente modesto”. No por ello dejaron de hacer algunas aportaciones interesantes, cuyo alcance nos llevaría lejos de nuestro tema.

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5.09.10

Los comienzos de la Inquisición en América

DOMINICOS, FRANCISCANOS Y JUAN DE ZUMÁRRAGA

La primera llegada de dominicos a Nueva España, en1526, reviste notable importancia para la historia eclesiástica de aquellas tierras, pues por primera vez venían a la vez como operarios apostólicos y -aquí estaba la novedad- como inquisidores. El origen de dicha figura hunde sus raíces en la inquisición española, que había sido fundada a finales en el siglo anterior, concretamente en 1478, por los Reyes Católicos para mantener la ortodoxia católica en sus reinos, que tiene precedentes en instituciones similares existentes en Europa desde el siglo XIII.

El dominico sevillano Alonso de Hojeda convenció a la reina Isabel, durante su estancia en Sevilla entre 1477 y 1478, de la existencia de prácticas judaizantes entre los conversos andaluces. Un informe, remitido a solicitud de los soberanos por Pedro González de Mendoza, arzobispo de Sevilla, y por el dominico segoviano Tomás de Torquemada, corroboró este aserto. Para descubrir y acabar con los falsos conversos, los Reyes Católicos decidieron que se introdujera la Inquisición en Castilla, y pidieron al Papa su consentimiento. El 1 de noviembre de 1478 el Papa Sixto IV promulgó la bula “Exigit sinceras devotionis affectus”, por la que quedaba constituida la Inquisición para la Corona de Castilla, y según la cual el nombramiento de los inquisidores era competencia exclusiva de los monarcas. Sin embargo, los primeros inquisidores, Miguel de Morillo y Juan de San Martín, no fueron nombrados hasta dos años después, el 27 de septiembre de 1480, en Medina del Campo.

En un principio, la actividad de la Inquisición se limitó a las diócesis de Sevilla y Córdoba, donde Alonso de Hojeda había detectado el foco de conversos judaizantes. El primer auto de fe se celebró en Sevilla el 6 de febrero de 1481: fueron quemadas vivas seis personas. El sermón lo pronunció el mismo Alonso de Hojeda de cuyos desvelos había nacido la Inquisición. Desde entonces, la presencia de la Inquisición en la Corona de Castilla se incrementó rápidamente; para 1492 existían tribunales en ocho ciudades castellanas: Ávila, Córdoba, Jaén, Medina del Campo, Segovia, Sigüenza, Toledo y Valladolid.

El 22 de julio de 1511, el cardenal Cisneros, inquisidor general, concedía poder de inquisidores a todos los obispos de Indias, pues, por referencias que tenía, habían pasado a aquellos obispados y moraban en ellos personas que cometían crímenes y delitos de herejía : apostasía. Dos años más tarde, 7 de enero de 1519, el cardenal Adriano de Utrecht, obispo de Tortosa, inquisidor general, decide nombrar inquisidores apostólicos, para todas las ciudades, villas y lugares de las Indias e islas del mar océano, a don Alonso Manso, obispo de la ala de San Juan (Puerto Rico), y al dominico fray Pedro de Córdoba, residente de la isla Española.

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31.08.10

Pablo VI y el régimen de Franco (I)

LOS ANTECEDENTES

En 1996, el diario español “El País” publicaba, con mayor o menor precisión histórica, que cuando Franco se negó a indultar en 1975 a cinco condenados a muerte, el Papa Pablo VI ordenó a sus prelados cortar con “un Gobierno cuyas manos chorrean sangre“, según el diario de Gian Franco Pompei, embajador italiano ante la Santa Sede de 1969 a 1977. Pompei falleció en 1989, pero confió a su amigo Pietro Scoppola la publicación del diario que cubre el periodo de su gestión, unos, años caracterizados por las tensiones entre la Iglesia y el régimen franquista.

Siguiendo la noticia, en su libro “Un embajador en Vaticano“, Pompei narraba las explicaciones que le dio monseñor Giovanni Benelli, adjunto a la secretaría de Estado vaticana, sobre el último intento del Papa para detener las ejecuciones y el disgusto que le ocasionó. El enviado de Pablo VI, monseñor Dante Pasquienelli, fue recibido por el presidente Carlos Arias Navarro el 26 de septiembre, víspera de las ejecuciones. “Con esa intervención“, le dijo Benelli, “el Papa se ponía de rodillas ante Franco para implorar la gracia” en su nombre. Según Pompei, los prelados recibieron la orden de no asistir a una recepción prevista para el 28 de septiembre en la embajada de España.

Se trataba del último desencuentro entre el régimen de Franco y Pablo VI, pero la cosa había empezado años antes, cuando el Pontífice era todavía Cardenal, para continuar a lo largo de los años. De modo rápido lo explica José André Gallego en su libro “La época de Franco”: “La petición de gracia del entonces Cardenal Montini para unos anarquistas condenados a muerte anticipó las difíciles relaciones entre Franco y Montini, después que éste fuera elegido Papa. La negativa de Franco a renunciar al anacrónico derecho de presentación fue sólo parte del conflicto, en cuyo fondo estaba el contraste entre la Iglesia del Segundo Concilio Vaticano, que Pablo VI había llevado a puerto, y el régimen de Franco”. Los anarquistas a los que se refiere el autor son Grinau, ejecutado el 20 de abril de 1963 y Granados y Salgado, ejecutados el 17 de agosto. El entonces Arzobispo de Milán, Montini (que en la segunda ejecución ya era Papa, junto a otras significadas personalidades, pidieron clemencia, que le fue negada por Franco. Es más, de modo más o menos espontáneo, desfilaron derechistas por las calles de Madrid gritando “Franco sí, Montini no”.

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24.08.10

Clotilde, Clodoveo y la conversión de Francia

El matrimonio de Clotilde con Clodoveo llevó a la conversión de los Francos

A finales del siglo V, Galia se encontraba dividida bajo la autoridad de varios pueblos bárbaros, constantemente en guerra los unos contra los otros, buscando extender sus influencias y sus posesiones: Los francos, establecidos en el noreste, habían sido aliados del Imperio romano, controlando la frontera renana;los burgundios establecidos por Roma en Saboya y en el Lyonesado; por fin, los visigodos, pueblo poderoso, establecido al sur del río Loira, en Languedoc, sobre todo en el valle del Garona.Una multitud de poderes locales o regionales de origen militar habían ocupado el vacío dejado por la deposición del Emperador Romano de Occidente en 476. Entre estos se encontraba aún el reino de un tal Siagrio, establecido en la región de Soissons.

En 481, Clodoveo, hijo como ya se ha visto del rey Childerico I y de la princesa Basina de Turingia, accedió al trono del reino franco salio, situado en la región de Tournai en la actual Bélgica. El título de rey no era nuevo, pues este era dado a los jefes de guerra de las naciones bárbaras al servicio de Roma. Así los francos, antiguos servidores de Roma, no eran nada menos que germanos, bárbaros paganos, alejados del modo de vida de los galos romanizados durante más o menos cinco siglos de dominación e influencia romana. Clodoveo tenía solo quince años cuando se convirtió en el jefe de su tribu, su coronamiento dio inicio a la primera dinastía de reyes de Francia, los Merovingios, los cuales tomaron su nombre del abuelo de Clodoveo, Meroveo.

Durante toda su vida, Clodoveo intentó conservar y agrandar su reino para sus hijos, según la tradición germánica. Para obtenerlo, no dudó en eliminar todos los obstáculos que se le presentaron en el camino: asesinó a todos los jefes salios y reinados vecinos, algunos de los cuales eran sus antiguos compañeros, o hasta miembros de su familia, para asegurarse de que sólamente sus hijos heredaran su reino. Por otra parte, lanzó una serie de alianzas y de conquistas militares, en un principio a la cabeza de unos mil hombres. Más que las armas, como se había creído, era la manera y la experiencia que sus hombres habían adquirido al servicio del Imperio y contra los otros bárbaros lo que posibilitó el éxito militar de Clodoveo y su ejército. Es así como Clodoveo conquistó la mitad norte de la Francia moderna, primero se alió con los francos renanos en 484, luego llevó a cabo ofensivas hacia el sur a partir de 486. Comenzó con el revés y derrota de Siagrio, el último representante del Imperio destronado. El reino de Siagrio cubría aproximadamente el área entre el río Sena y el río Loira, en las que se encontraban las principales ciudades de Senlis, Beauvais, Soissons y París.

Por otro lado, entra en escena el obispo de Reims, el futuro San Remigio, que buscaba quizás la protección de una autoridad fuerte para su pueblo. Los contactos fueron numerosos entre el rey y el obispo; este último incitó al rey a proteger a los cristianos que habitan en su territorio. Gracias a su carisma y quizás en razón de la autoridad que él mismo representaba, Remigio supo hacerse respetar de Clodoveo y le sirvió hasta de consejero. Le incitó notablemente a pedir la mano de la princesa Clotilde, una princesa cristiana de alto línaje, hija del rey de los burgundios. El matrimonio tuvo lugar en 492, probablemente en la localidad de Soissons.Desde entonces, Clotilde hizo todo lo posible para convencer a su esposo de convertirse al cristianismo.

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18.08.10

Eusebio de Cesarea: La última persecución antes de la paz de Constantino

LOS SUFRIMIENTOS FINALES DE LA IGLESIA POCO ANTES DE LA PAZ CONSTANTINIANA


HISTORIA ECCLESIASTICA

(versión española de Argimiro Velasco-Delgado, en BAC)

LIBRO VIII, 14

(…) Majencio, que en Roma se había constituido en tirano, comenzó fingiendo tener nuestra fe, por agradar y adular a pueblo romano, y por esta razón ordenó a sus súbditos interrumpir la persecución contra los cristianos, simulando piedad y pensando que así aparecería acogedor y mucho más suave que sus antecesores.

2- A la verdad, no apareció en las obras tal como se esperaba que sería, sino que, viniendo a dar en toda clase de sacrilegios, no descuidó una sola obra de perversidad y desenfreno, y cometió adulterios y toda clase de corrupción. Por ejemplo, separando de sus maridos a sus legítimas esposas, las ultrajaba de la manera más deshonrosa y luego se las remitía de nuevo a los maridos; y ponía cuidad en no emprender esto con gentes insignificantes y oscuras, antes bien, se cebaba espacialísimamente en los más eminentes de los mismos que se habían ganado los primeros puestos del senado romano.

3- Todos los que estaban a su merced, plebeyos y magistrados, famosos y gente vulgar, todos estaban cansados de tan terrible tiranía, y aunque estaban en calma y soportaban su amarga esclavitud, sin embargo, no se daba cambio alguno en la sanguinaria crueldad del tirano. Efectivamente, a veces con un pretexto baladí daba carta blanca a su cuerpo de guardia para ejecutar una matanza entre el pueblo, y así fueron asesinadas muchedumbres incontables del pueblo romaneen medio de la ciudad, y no por obra de las lanzas y armas de escitas y bárbaros, sino de los propios ciudadanos.

4- Así, por ejemplo, no es posible calcular el número de senadores asesinados con miras a apoderarse de sus fortunas, pues fueron infinitos los eliminados en diferentes ocasiones y por diferentes causas, todas inventadas.

5- Pero el colmo de los males empujó al tirano hasta la magia. Con vistas a la magia hacía abrir en canal a mujeres encinta, escudriñar las entrañas de niños recién nacidos o degollar leones, y creaba algunas abominables invocaciones sobre demonios y un sacrificio conjurador de la guarra, pues él tenía puesta toda su esperanza en estos medios para lograr la victoria.

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11.08.10

Las apariciones que llevaron a la consagración del mundo al Corazón de Cristo (y II)

María Droste se convirtió en una de los grandes apóstoles del Corazón de Jesús.

RODOLFO VARGAS RUBIO

Fue el 1º de julio de 1888, víspera de la fiesta de la Visitación de la Virgen: “De repente, estando en la iglesia parroquial de Darfeld preparándome para confesarme mientras esperaba mi turno, me vino como un relámpago este pensamiento: Debes entrar en el Buen Pastor, y fue para mí tan claro y preciso que desde aquel momento no tuve ya ninguna duda”. María manifestó a su confesor lo que acababa de sentir y éste le contestó que se informaría sobre el instituto en cuestión, aunque desde ya le podía decir que no creía que estuviera hecho para ella. La orden de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor, rama del árbol plantado por San Juan Eudes –gran apóstol del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María– en el siglo XVII, había sido fundada por Santa María de Santa Eufrasia Pelletier en Angers, Francia (en la foto), en 1835. Bajo la regla de San Agustín y en régimen de clausura, las religiosas del Buen Pastor (mitad activas y mitad contemplativas) se dedicaban –y se dedican– a buscar y redimir a las “ovejas descarriadas”, es decir a personas oprimidas por ciertas formas de esclavitud (especialmente las pobres mujeres víctimas de la lacra de la prostitución). La orden se había extendido rápidamente, llegando a Münster gracias a la R.M. María de Santa Teresa, baronesa de Rump, perteneciente a una familia de antigua nobleza westfaliana y que ya había fundado un convento en El Cairo.

Al frente del Buen Pastor de Münster y de la provincia se hallaba la R.M. María de San Lamberto Bouchy, que se había formado junto a Santa María Eufrasia. Fue ella quien recibió como postulante a María Droste zu Vischering (que, a la sazón, ya había escrito a las religiosas de San José de Copenhague para ser desligada del compromiso moral adquirido con ellas, obteniendo respuesta favorable y comprensiva). Fue el 21 de noviembre de 1888, el día de la Presentación de la Virgen en el Templo. Sus padres y sus hermanas la acompañaron en este paso que iba a marcar para siempre su existencia. El 10 de enero siguiente, durante la octava de Reyes (de los que era muy devota y que le ayudarían, según su propio testimonio, en sus crisis futuras), tenía lugar su vestición y tomaba el blanco velo de novicia. Su primer encargo fue ocuparse directamente de las penitentes, lo cual fue una fuente de gran alegría para el celo apostólico de María, pero pronto su temperamento vivo se resintió (como pasó en el internado austríaco) de la vida sedentaria y el ritmo mesurado y metódico de la vida conventual. A veces la maestra de novicias, que adivinaba su ardor contenido la enviaba al jardín del claustro a correr para desfogarse. En su alma habitaban por igual una especial atracción por la vida contemplativa y una extraordinaria aptitud para la acción.

Pero los años de noviciado fueron marcados también por una lucha interior que se entabló en su alma y que no la dejaría ya hasta el final de sus días: la solían asaltar acuciantes dudas de si había sabido discernir su vocación y si no había escogido una vida fácil. Le reconfortaba la constante presencia del Corazón de Jesús, que ya antes de la entrada al convento, durante su vida de retiro en Darfeld, había comenzado a insinuársele. Escribe a propósito: “Nuestro Señor me consolaba bastante a menudo antes de la santa comunión y en los días de exposición: me enseñaba a llevar la cruz y me hacía comprender que mis sufrimientos irían aumentando cada vez más, debiendo yo seguirle por el camino de la cruz y permanecer unida y clavada con Él sobre la cruz”. A los dos años como novicia, una religiosa del Buen Pastor emitía los primeros votos (que eran ya perpetuos por la época de la que nos ocupamos). Seis meses antes las novicias pedían tres veces formalmente en capítulo su admisión en la orden. Para María, agitada por sus dudas, ello constituyó una dura prueba; sentía que la voz le faltaba a la hora de hablar delante de sus hermanas, pero se hizo violencia y “su espíritu de fe y sus recursos de energía la salvaron” (Abbé L. Chasle: Soeur Marie du Divin Coeur). Finalmente, el 20 de enero de 1891 emitió sus votos como sor María del Divino Corazón.

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6.08.10

La mujer que impulsó a León XIII a consagrar el mundo al Sagrado Corazón (I)

LA BEATA MARIA DEL DIVINO CORAZÓN DROSTE ZU VISCHERING (1863-1899)


RODOLFO VARGAS RUBIO

La beata María del Divino Corazón nació condesa Droste zu Vischering el 8 de septiembre de 1863, en el Erbrostenhof (palacio de corte) de Münster (abajo, en la foto). Esta ciudad había sido hasta el siglo XIX un principado eclesiástico del Sacro Imperio, cuya administración temporal había recaído en los señores de Wulfhelm, de antigua nobleza, que ostentaban el cargo hereditario de “Droste” desde 1241 con el castillo de Vischering (cuyo nombre adoptaron más tarde) y su comarca como feudo. La familia siguió la suerte del obispado a lo largo de todas sus vicisitudes: la rebelión anabaptista de 1534, los horrores de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), la Paz de Westfalia (que, de acuerdo con el principio cuius regio eius et religio, garantizó que Münster sería exclusivamente católica), la secularización del Imperio (con la incorporación a la protestante Prusia) y las guerras napoleónicas. Dos de sus miembros eclesiásticos se distinguieron en la defensa de los derechos de la Iglesia: Caspar Maximilian (1770-1846), obispo de Münster, y su hermano Clemens August Droste zu Vischering, (1773-1845, en la foto), arzobispo de Colonia. El primero se opuso en el Concilio “nacional” de París de 1810 al cautiverio de Pío VII, pidiendo a Napoléon su liberación; el segundo –uno de los protagonistas de los Disturbios de Colonia– protestó contra la opresión de los católicos por el gobierno prusiano, lo que le valió el arresto domiciliario en el castillo familiar de Darfeld.

También la parentela materna de María aportó personajes de gran relieve eclesiástico. El obispo-príncipe Cristoph-Bernhard von Galen (1606-1678) fue un gran campeón de la Contrarreforma, esforzándose por la aplicación de los decretos del concilio de Trento en su diócesis de Münster. El padrino de bautizo y tío abuelo de aquélla fue nada menos que monseñor Wilhelm Emmanuel von Ketteler (1811-1877), el “obispo social” de Maguncia, que descubrió su vocación por el impacto que tuvo en él la actuación anticatólica del Estado prusiano con motivo de los disturbios de Colonia e instauró el llamado “catolicismo social” en Alemania (de hecho, sus escritos sirvieron de inspiración a Albert de Mun para extenderlo a Francia). El obispo auxiliar de Münster, monseñor Maximilian Gereon von Galen (1832-1908), hermano de la madre de María, combatió la Kulturkampf de Bismarck. Primo de ésta, en fin, fue el también beato Clemens August von Galen (1878-1946), el “León de Münster” que se opuso enérgicamente al régimen nazi y a su política de eugenesia. Como se ve, la tradición familiar era de un convencido y militante catolicismo.

Al igual que muchos de sus antepasados, María era muy enérgica y voluntariosa, lo que puso de manifiesto ya desde su más temprana edad. Se la describe como una niña muy vivaz, casi impetuosa, con explosiones impulsivas que denotaban una fuerte voluntad propia. Ella misma escribirá que tuvo que aprender a dominar su carácter. En contrapartida, poseía un corazón profundamente sensible y una gran delicadeza de espíritu, que hacían de ella una persona muy generosa para con los demás. Su sentido de la responsabilidad la llevaba a ser coherente hasta el final en todo lo que emprendía. Su infancia la pasó en el castillo familiar de Darfeld en un entorno doméstico tradicional impregnado de dignidad, de sentido del deber, de afabilidad y de piedad. Los padres, Clemens von Vischering y la condesa Elena von Galen, constituían un ejemplo de matrimonio cristiano y bien avenido, alejado por igual del cinismo aristocrático y de la fría formalidad burguesa. Tuvieron diez hijos, a los que supieron dar una cabal educación religiosa sin caer en la gazmoñería ni en la superficialidad: eran gentes de una fe profunda y vivida. María era la gemela de Max, viniendo ambos después de la primogénita.

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2.08.10

Cuando el nuevo Papa era designado por su predecesor

Designación directa y designación indirecta

Como es bien sabido, no siempre el Obispo de Roma fue elegido a través de una votación, tanto menos por un cónclave como el que conocemos hoy en día. De hecho, las primeras noticias ciertas que tenemos de una elección papal, llevada a cabo por la comunidad de la Iglesia de Roma fue la de Alejandro I (105-115). La llevaron a cabo los obispos presentes por aquellos días en la Urbe a partir de los sufragios de los fieles y actuando de testigos y valedores los presbíteros y diáconos. Dicho consorcio del clero y el pueblo romanos para elegir a su obispo funcionó bien durante trescientos años, para cambiar posteriormente, como se verá en otro artículo. En éste queremos hablar de otro modo de elección del Papa que, si bien, abandonada hace siglos, tuvo su importancia histórica: La libre designación del predecesor.

E1 segundo papa de la historia fue el toscano san Lino (en la foto), nacido en Volterra, que ocupó la cátedra romana desde el año 67, en que fue martirizado san Pedro, del cual era discípulo. Durante las ausencias de su maestro, sustituía a éste a la cabeza de la comunidad cristiana de Roma, desempeñándose con tal eficiencia que pareció natural que sucediera al apóstol. Se dice, incluso, que Pedro designó expresamente a Lino para ocupar su puesto a su muerte, y ésta parece haber sido la primera forma que los hombres hallaron para coadyuvar a la acción del Espíritu Santo en el delicado negocio de hacer un Papa.

Por resultar de la última voluntad del predecesor en el oficio de Vicario de Cristo, esta forma de designación puede ser llamada «testamentaria», y no es extraña en el contexto de las relaciones de maestro a discípulo, en las que este último recoge la «herencia» de aquél -como Eliseo recogió la de su maestro Elías simbolizada en su manto-. En el primer siglo del cristianismo, fue el modo regular por el que se sucedieron los obispos de Roma. Así, san Lino (67-76) habría a su vez designado a su condiscípulo san Anacleto (76-88); éste a san Clemente I (88-97), preconizado obispo por san Pedro, y Clemente a san Evaristo (97-115).

Las siguientes designaciones testamentarias de Papas son más esporádicas y dependen de que en cada elección no se respeten las últimas voluntades del Pontífice difunto. Lo de las últimas voluntades hoy nos sorprende no poco pero que estuvo vigente bastante tiempo. Así, el papa griego san Zósimo (417-418) fue elegido muy probablemente por indicación de su antecesor Inocencio I, a quien se lo había recomendado san Juan Crisóstomo. El papa san Símaco (en el mosaico, de San Pablo Extramuros), preocupado por alejar la amenaza del cisma que se había manifestado con ocasión de su propia elección, dio un sostén jurídico a la sucesión testamentaria, a la que consideraba la menos arriesgada y susceptible de ser manipulada por los obispos. El 1 de marzo de 499, reunió un sínodo en San Pedro, en el cual participaron 72 obispos italianos y se aprobó el llamado «decreto de Símaco», el primero que regulaba el nombramiento de los Romanos Pontífices. En lo sucesivo cada Papa establecería quién habría de sucederle. En caso de fallecer de improviso y sin haber podido indicar su voluntad al respecto, se procedería a la elección del nuevo Pontífice por parte del clero romano con exclusión de los laicos. Estas normas apenas se cumplieron. De hecho, a la muerte de Símaco, fue elegido unánimemente san Hormisdas (514-523) sin haber sido designado por aquél.

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27.07.10

El primer gitano que subió a los altares

FUE ASESINADO POR SU AMOR AL SANTO ROSARIO

El Pelé, primer gitano beatificado de su raza, seglar de la Tercera Orden Franciscana, mártir de la persecución religiosa en España del siglo pasado. Hombre cabal y honrado, era muy devoto de la Virgen y de la Eucaristía, generoso con los más necesitados y preocupado por la catequesis de los niños. Le llevaron a la cárcel en 1936 por la defensa de un sacerdote y fue martirizado por su empeño en seguir rezando el rosario.

En el transcurso de su proceso de Beatificación, fueron llamados a testificar algunos de sus parientes, entre ellos algunos hijos de su sobrina que hoy no pertenecen a la Iglesia Católica sino que son evangélicos, los que se suelen conocer popularmente como los “Aleluyas", a los cuales pertenecen muchos gitanos en nuestro país. A pesar de no ser católicos, sino evangélicos de los que rechazan la devoción a los santos, ellos declararon estar encantados con el proceso de Beatificación del Pelé y afirmaron encomendarse a él asiduamente. Son las cosas de la vida.

En la Misa de la Beatificación, el Papa dijo sobre el nuevo Beato: “La frecuente participación en la santa misa, la devoción a la Virgen María con el rezo del rosario, la pertenencia a diversas asociaciones católicas le ayudaron a amar a Dios y al prójimo con entereza. Así, aun a riesgo de la propia vida, no dudó en defender a un sacerdote que iba a ser arrestado, por lo que le llevaron a la cárcel, donde no abandonó nunca la oración, siendo después fusilado mientras estrechaba el rosario en sus manos.
El beato Ceferino Giménez Malla supo sembrar concordia y solidaridad entre los suyos, mediando también en los conflictos que a veces empañan las relaciones entre payos y gitanos, demostrando que la caridad de Cristo no conoce límites de razas ni culturas.

Hoy «el Pelé» intercede por todos ante el Padre común, y la Iglesia lo propone como modelo a seguir y muestra significativa de la universal vocación a la santidad, especialmente para los gitanos, que tienen con él estrechos vínculos culturales y étnicos. El beato Ceferino Giménez Malla alcanzó la palma del martirio con la misma sencillez que había vivido. Su vida cristiana nos recuerda a todos que el mensaje de salvación no conoce fronteras de raza o cultura, porque Jesucristo es el redentor de los hombres de toda tribu, estirpe, pueblo y nación (cf. Ap 5,9).

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