Thomas Merton, un gran escritor pero monje poco ejemplar

Thomas Merton

En la Biografía que escribió de su buen amigo desde la juventud -Thomas Merton- el escritor y artista Edward Rice cuenta que a una dama oriental que le preguntó que estaba haciendo, le contestó que “estaba escribiendo un libro sobre un inglés que se hizo comunista, luego católico, más tarde monje trapense y finalmente budista; en ese momento, habiendo alcanzado su vida la plenitud, murió”. Tal descripción del popular monje fallecido hacía poco sentó muy mal en círculos católicos norteamericanos y peor todavía en su abadía de Gethsemani, de la que salieron en defensa de la identidad católica de Merton, cuyo cuerpo yacía como el de un monje más en el cementerio monástico.

 Esta anécdota nos sirve como punto de partida para recordar a ese gran enigma que fue Thomas Merton. Sobre él comenta el experto historiador del monacato benedictino, García M. Colombás en su libro “La tradición benedictina”, que nos sirve de base para estas líneas: “Es un mundo, un universo. Lleno de luces y sombras, de afirmaciones rotundas y de dudas lacerantes. ¿Quién fue realmente Thomas Merton? Ni él mismo logró dilucidarlo” De él se ha dicho también que fue “el monje más famoso del mundo” (Linage Conde) e incluso “una suerte de San Bernardo del siglo XX” (Dom Jean Leclerq). Pero, ¿realmente fue tal?

 Sigue diciendo el P. García Colombás que “tanta es la devoción que los ‘mertonianos’ profesan a su maestro y caudillo que no dudan en darle la razón en todo y aún en canonizar sus yerros como gracias especialísimas de Dios. Lo que no está en modo alguno de acuerdo ni con la verdad ni con lo que él deseaba”. Su fama la conocemos todos como escritor best-seller traducido a casi todos los idiomas de la tierra, pero, quizás muchos  no conozcan sus yerros, que difícilmente encontramos divulgados en los muchos libros que hablan del famoso monje.

Nacido en Prades, Francia, el 31 de enero de 1915 -se acaba de celebrar el centenario- de padre neozelandés y madre norteamericana, perdió a su madre a los 6 años y a su padre a los 18, lo cual le influyo toda su vida, como él mismo escribirá años después. Creció en Inglaterra y tras una azarosa y apasionada vida de estudiante universitario de letras en Cambridge y después en Columbia, en Nueva York -en la cual tuvo un hijo con una amiga y a través de abogados se aseguró de no tener que volver a ver nunca más ni a la madre ni al hijo- ya al final de los estudios a través de amigos conoció a un monje hindú el cual le cambió su vida: Le recomendó con gran sentido común que si quería profundizar en la espiritualidad se leyese primero a los místicos occidentales. Esto le llevó a leer las Confesiones de S. Agustín y la Imitación de Cristo. Eran los primeros pasos que le llevaron a la conversión y a recibir el bautismo en noviembre de 1938.

A partir de su conversión empezó a rondar en su cabeza la idea de la vida religiosa y lo intentó primero con los Franciscanos de Nueva York, pero estos, escandalizados por su pasado, no se atrevieron a aceptarlo. Mientras tanto había conocido a los Trapenses de Gethsemani (Kentucky) y había quedado fascinado por su vida, pues eran tiempos de bonanza para la abadía y no faltaban las vocaciones, la comunidad florecía. Sus deslices de tiempos de universitario no fueron un obstáculo para que los Trapenses le admitiesen, pues en efecto en aquellos tiempos la vida de la Trapa se veía fundamentalmente como un camino de dura vida penitencial. Pero supuso también romper con su vida anterior, regalar sus ropas y sus libros, olvidarse de sus aspiraciones literarias que le habían hecho soñar con un gran porvenir en el mundo de las letras, con las cuales había hecho ya sus primeros pinitos, y sumergirse en las tierras perdidas de Kentucky, cosa que hizo en febrero de 1942. Al comenzar su vida monástica le dieron un nuevo nombre, Louis y el vivió estos inicios con entusiamo y con el alma en paz. El escribir se había acabado para siempre, y así se lo planteó desde el comienzo de su postulantado. Pero eran solamente los comienzos…

 Pues resultó que dom Frederic Dunne, el abad que lo acogió, estaba protegiendo a uno de los monjes de la comunidad, el P. Raymond Flanagan, cuyos libros ya habían reportado conversiones, vocaciones e incluso donaciones. Y, pese a que los trapenses en general miraran de reojo a los monjes que escribían y publicaban, dom Frederic quiso que Merton siguiera escribiendo traducciones del francés y obritas piadosas para la edificación de los buenos católicos americanos. Incluso quiso que siguiera componiendo poemas, pero con la condición que no apareciera en sus libros su nombre monástico, que como hemos visto  era Louis, sino el nombre civil: Thomas Merton.

 Pero sin quererlo dom Frederic fue la causa de una serie de escrúpulos, dudas y propósitos nunca cumplidos que amargaron la vida de Merton. La lucha intestina entre el escritor y el monje empezó casi enseguida y no cejó nunca del todo durante muchos años. Hablando de su “yo” escritor escribiría él mismo años más tarde: “Es un hombre de negocios. Está lleno de ideas. Respira conceptos y proyectos nuevos. Engendra libros en el silencio que debiera ser dulce con la oscuridad infinitamente fecunda de la contemplación. Y, lo peor del caso, tiene a mis superiores de su parte. No le expulsan. No puedo librarme de él. Acaso al final me matará, beberá mi sangre. Nadie parece comprender que uno de los dos debe morir

 Pero no fue el Merton escritor el que murió sino todo lo contrario. Poco después desde fuera de monasterio, a través de sus amigos, le llegó la oportunidad de contar su vida. No le fue fácil salirse con la suya. Su Abad le protegía pero la cúpula de la Orden se mostraba desfavorable, pues nada más inaudito en aquella época que un monje de 31 años pretendiendo revelar la película de su vida ante el público con el pretexto de contar su conversión. La Obra, que se iba a titular “La montaña de los siete círculos” en referencia a la Divina Comedia de Dante, tuvo muchos problemas con la censura de la Orden: demasiado sexo, demasiado alcohol, demasiadas confidencias sobre aspectos internos de la Orden… a fuerza de suprimir páginas y páginas, de modificar, pulir  edulcorar el texto, se logró el permiso de los superiores.

 Por fin se publicó la obra, auténtico best-seller de su tiempo en los Estados Unidos y en muchos otros países, y esto cambió la obra de su autor. Al principio reaccionó con la humildad propia de un buen monje, pero luego tuvo que atender al correo, cada vez más abundante, y continuar escribiendo y publicando. Su lucha interior se debatirá en los años siguientes entre periodos de gran fecundidad y otros en los que voluntariamente dejará de escribir, pero que van siendo menos frecuentes, se quería alejar de la máquina de escribir pero no podía. Jim Forrest dirá que fue un gran escritor “no por alguna razón especial, sino porque no podía dejar de escribir”. Llegó un momento en 1949 en que se convenció de la necesidad de combinar ambos aspectos de su vida, el ser monje y escritor: “Me parece que escribir, lejos de oponerse a la perfección espiritual… se ha convertido en una de las condiciones de las que mi perfección va a depender”. A partir de entonces se esforzó lealmente por corresponder a su doble vocación de monje y escritor, y por algunos años -sobre todo los primeros- lo hizo de modo ejemplar, pero en otras épocas, sobre todo los últimos años, las exigencias y los instintos mundanos de Thomas prevalecieron sobre las piadosas intenciones del P. Louis.

 La larga y terrible depresión que sufrió inmediatamente después de su ordenación sacerdotal le marcó para siempre, de modo que él escribió que su vida monástica se divide en dos partes: antes de su ordenación sacerdotal en 1949 y después de su ordenación. Las causas del decaimiento fueron la fatiga física y espiritual, la escasez de tiempo para la contemplación, la falta de privacidad en su vida trapense de cada día y la rudeza de la comunidad que contrastaba con su espíritu refinado universitario y de la que él intentaba evadirse a través de la máquina de escribir.

 A pesar de que después de la ordenación le pusieron a dar clases a los novicios y eso le mantuvo entretenido durante unos años, en 1955, “año de la gran crisis”, Merton llegó a la conclusión que Gethsemani no era para él ni él para Gethsemani: Primero pensó en hacerse Cartujo y después pidió permiso a la Santa Sede para pasarse a la Camáldula pero el Abad de entonces, que ya no era el que le animó a saltar a la fama, se las ingenió para que no se le concediese el permiso, y con dicho propósito escribió para que intercediese en el tema al futuro Pablo VI, entonces Arzobispo de Milán y como es sabido de mucha influencia en la Secretaría de Estado del Vaticano en la que había trabajado muchos años. En su carta a Montini describía a Merton como un soñador, un romántico y un poeta amante de aventuras, y afirmaba que no perseveraría en la Camáldula y “se convertiría en un vagabundo, un gitano”. En conclusión: No se le concedió el permiso a Merton.

 Curiosamente, el mismo Abad que había escrito cosas tan poco agradables sobre este monje rebelde le nombró poco después maestro de novicios de Gethsemani, pues al anterior maestro le habían elegido Abad de otro monasterio, quizás con la idea de tenerle entretenido y que no pensase en huidas. Y acertó el buen Abad, pues fueron sus años de maestro de novicios un periodo de gran bonanza en la vida de nuestro monje, en los que además escribió algunos de sus mejores tratados sobre la vida monástica. Pero esta bonanza llegaría a su fin: A comienzos de los años 60 sus lectores, desconcertados, asistieron a un cambio radical de estilo: El monje recoleto que disertaba con tanta convicción sobre la oración y la contemplación había sido sustituido por un vociferante activista que dedicaba todas sus fuerzas a la crítica social, la defensa de la paz y la lucha contra la energía nuclear, y su interés por la vida monástica se dirigía ahora al monacato de otra religiones y se sentía fascinado por los lamas tibetanos.

 ¿Qué había pasado en estos años? A finales de los años 50 sus diarios nos explican cómo cada vez más el se iba alejando de su comunidad. En 1959 intentó trasladarse a Cuernavaca, pero no le salió bien, en 1960 se consideraba un “prisionero político de Gethsemani” por discrepar de las ideas de su Abad, al que no podía aguantar. Pidió que se le permitiese vivir en una ermita en los bosques de la abadía y no con el resto de la comunidad y se le concedió para que no volviese a la carga con las ideas de dejar la comunidad, lo cual sería una gran afrenta para su abadía, por lo famoso del personaje. A partir de su traslado a la ermita,  si bien participaba de muchos rezos de la comunidad, él cuenta que también pasaba mucho rato paseando descalzo por los bosques escuchando el canto de los pájaros y uniéndose a la “danza del universo”. En su ermita recibía en principio visitas de amigos e intelectuales con frecuencia con los que debatía sobre los problemas del mando de su época, y con el paso del tiempo acabó por organizar picnics con amigos y amigas y pasar a veces buena parte del día fotografiando flores y plantas y otras curiosidades de la naturaleza que después se publicaron en libros.

 En 1966 tuvo que someterse a una operación y le tocó en suerte una enfermera, Magie, con la que se entendió muy bien, tan bien que tras unos titubeos iniciales empezó entre ellos una historia de amor, de la que él tuvo la iniciativa con una carta de proposición, y que duró dos años. A pesar que les pillaron in fraganti en el despacho de un doctor en uno de sus primeros escarceos y eso le produjo al monje un sentimiento culpa con fuerte deseo de abandonar la relación, sin embargo no lo hizo. A tal punto llegó la pasión amorosa con encuentros todo lo frecuentes que podían, que sobre ella llegó a decir Merton: “Era como si estuviésemos casados”. Todo terminó, aparentemente, cuatro meses antes de morir, cuando el monje quemó las cartas de Magie, sin que sepamos bien porqué. El caso es que en esos meses su vida había cambiado y su clausura llegaba a su fin.

 En efecto, por aquel entonces fue elegido Abad de Gethsemani un buen amigo de Merton que llegaba al cargo con ideas renovadoras para la comunidad, entre ellas la de darle carta blanca a nuestro monje para aceptar las invitaciones a congresos y simposios que le pareciera, cosa que hasta entonces le había sido negado en aras de la observancia monástica. Incluso le invitó a que buscase un lugar apropiado para fundar una pequeña colonia de ermitaños, lo que llevó a Merton a visitar California, Nuevo Mexico y Alaska. Pero el viaje que realmente le interesaba era el que le llevaría a recorrer varios países de extremo Oriente, y la ocasión fue la de dar una conferencia en Bangkok de tema monástico, para lo cual eligió un tema tan poco tradicional como el del comunismo y la tradición monástica.

 En realidad, como él escribió en su Diario, lo que de verdad le interesaba era visitar los santuarios del budismo y, sobre todo, entrevistarse con budistas. Cuando despegó su avión de San Francisco camino de Asia escribió: “Voy al hogar, al hogar donde nunca he estado corporalmente”. Las etapas de su periplo fueron Bangkok, Calcuta, Nueva Delhi, los Himalayas -donde cumplió su sueño de entrevistarse con el Dalai Lama- Madrás, Ceylán, Singapur y de nuevo Bangkok. En Ceylán, después de la visita a los grandes Budas yacentes escribió: “Mientras contemplaba estas figuras, de pronto, casi con violencia fui limpiamente liberado de la habitual semi-limitada visión de las cosas y una claridad, una irradiación se hizo evidente y obvia… No sé si en toda mi vida había experimentado semejante sensación de belleza y autenticidad espiritual fluyendo juntas en una misma iluminación estética”.

 El 10 de diciembre de 1968 dio su conferencia en Bangkok, de vuelta del periplo y se retiró a descansar. Algunas horas más tardes le encontraron tendido en el suelo con una quemadura en el costado derecho, estaba muerto. No se sabe bien lo que le pasó, si murió electrocutado por tocar mojado el ventilador, si fue una crisis cardíaca o incluso, como alguno ha pensado, si tuvo que ver la CIA en hacer desaparecer a este popular personaje que cada vez se inclinaba más hacia el comunismo, lo cual le hacía muy incómodo para el gobierno americano de la época, en plena guerra fría. Sea como sea, el buen monje murió en extrañas circunstancias en un hotel de Bangkok con el cuerpo -y el alma- muy lejos de su clausura de Kentucky.

Como epílogo a esta historia no viene de más recordar lo que el mismo Thomas Merton cuenta en “La montaña de los siete círculos”: “Mi madre quería que yo fuese independiente y que no corriera con el rebaño. Tenía que ser original, individual, poseer carácter e ideales propios”. Pues bien, hay que reconocer que, se esté a favor o en contra del famoso monje escritor, no se puede negar que sin duda llevó a cabo con maestría, incluso dentro del estrecho cerco de la clausura trapense, dicha recomendación de su madre.

26 comentarios

  
Luis Fernando
En su día me aseguraron que "La montaña de los siete círculos" era una especie de obra cumbre de la espiritualidad católica. Lo leí en un momento en que mi disposición a aceptar material no protestante era buena. Y hoy digo que quien piense tal cosa después de haber leído el libro, es que no tiene ni repajolera idea de lo que es dicha espiritualidad.

Eso sí, es un relato interesante de las peripecias de un alma tan inquieta que, cuando llegó a la verdad, no se confomó y se pasó de largo.

Su muerte fue, por decirlo suavemente, histriónica.
26/02/15 12:28 PM
  
Renée
¿Poco ejemplar??? Diga más bien, vergüenza y escarnio del monacato. Un narcisista en estado puro.

Sólo por el hecho de haber renegado de su mujer y de su hijo y haberle negado a éste el pan y la educación, merece el más absoluto de los desprecios. ¡Miserable!!!

No entiendo cómo pudo aceptársele en la abadía en lugar de exigírsele que cumpliera con su obligación de padre. ¿Será que engañó a los monjes ? ¿O más bien estos se hicieron de la vista gorda para tener entre los suyos a tan "dilecto" personaje?
26/02/15 3:01 PM
  
Renée
Bien, leyendo más profundamente el artículo, veo que fueron los monjes quienes en verdad lo corrompieron. ¡Tal para cuales!!!
26/02/15 3:04 PM
  
Gregory
Pues creo que no pocas veces solemos idealizar tanto a ciertos personajes que nos cuesta trabajo entender que puedan hablar tan libremente de sus excesos y defectos pero en verdad estuvieron ahí. De todas formas el hombre esta relatando su conversión. Para mí Merton es una asignatura pendiente que se me ha escapado en mis tiempos de seminario me hablaban muy bien de él de su espiritualidad profunda de su espíritu inquieto quizá demasiado inquieto pero en definitiva de un hombre que quería vivir consagrado a Dios y en medio del mundo.
26/02/15 3:37 PM
  
Gregory
He de agregar que en su caso ocurrió un fenómeno curioso el hombre quería estar en el mundo sin dejar de un lado la vida monacal eso solo lo entendió él mismo sus superiores fueron en verdad muy permisivos con él, sin embargo hay quienes valoran sus escritos.
27/02/15 4:14 AM
  
JUAN NADIE
Tengo un libro de Merton, pero no le conocía, gracias por el relato. Pero me deja un sabor amargo. A mi me da la impresión de que Merton era un poco cantamañanas. Parecía la Caram o la Forcades, pero en tio. Ademas un Monje que se tira dos años de relación con una enfermera, es que no esta mucho al monasterio y si al cirio.
Yo creo que este hombre no se llegó a plantear de verdad de verdad ni lo que es ser católico, ni lo que es ser monje.
01/03/15 1:11 AM
  
Rafa
Estoy con Juan Nadie. Para mí lo más lamentable es que hace años leí un libro que tenía mi padre sobre conversiones al catolicismo y uno de los capítulos estaba dedicado a Merton. Por supuesto, ni punto de comparación con esta historia. Una lástima.
03/03/15 8:38 AM
  
USOZ
"La montaña de los siete círculos" es uno de mis libros favoritos, pero no es un libro de espiritualidad, sino un fascinante relato de conversión, con el trasfondo de una Iglesia que vivía una época maravillosa, en pleno auge del neotomismo, cuando grandes intelectuales acudían a ella descubriendo entusiasmados verdad, belleza y bondad como el mundo no podía ni puede ofrecer...

Los desdichados acontecimientos ulteriores de la vida de Merton no son sino eco y reflejo de la desdichada crisis que poco después, y coincidiendo con el CVII, sufriría toda la Iglesia y en la que aún seguimos.

Para alguien como yo, nacido en 1965, ese libro plasma, no obstante, una época de la Iglesia que añoro sin haberla vivido. Recemos por Merton, que no fue en definitiva sino una de las muchísimas víctimas de la nueva primavera que trajo el Concilio.
04/03/15 11:59 PM
  
Santiago Vanegas Cáceres
Mis respeto para Thomas Merton, un gran escritor. He leído varios de sus libros y su pensamiento aguijoneado siempre por descubrir y encontrar la verdad y el porque de la existencia, lo llevaron por sendas distintas en su insaciable búsqueda...
09/03/15 3:59 AM
  
Gregory
La verdad UDOZ que es añorar una época pasada es idealización y toda época ha estado marcada por los derroteros del momento. Para mi esta la Iglesia del Vaticano II es mi Iglesia me ha tocado y me toca vivir mi condición de ser su hijo en este tiempo y lo acepto sin más.
12/03/15 2:17 PM
  
luis
La "historia de amor" con Margie Smith no duró dos años, sino unos pocos meses de 1966. Merton abandonó la relación cuando el Abad se enteró.
12/03/15 6:33 PM
  
José Ronaldo
Conocí una comunidad benedictina en los inicios de los años 70's. Sabía de la hermosa tradición de espiritualidad y laboriosidad de tal orden.
Esta comunidad - el abad incluido - tenía varios monjes norteamericanos.
En su momento, la misma me pareció una simbiosis curiosa de espíritu benedictino, estilo de vida gringo e ideología hippie.
No se porqué estoy pensando en Anthony de Mello...
15/03/15 3:26 AM
  
Outis
Si quieren complementar datos sobre la extravagante, barroca y contradictoria vida de Merton, lean todo cuanto relata en sus memorias otro personaje no menos "curioso", el procastrista Ernesto Cardenal. Cardenal fue novicio en Getsemaní y allí intimó con su maestro (no en vano E.C. tuvo también "devaneos en la Universidad, sus novias y otras historias), del que traza semblanzas bastante singulares. De hecho, cuando C. abandonó la trapa Merton le animó a fundar una comunidad contemplativa en Nicaragua; por eso se ordenó sacerdote (previo paso por un Seminario de Colombia, para vocaciones adultas, que más bien parecía una pensión de solteros y raros: Cardenal scripsit), llevando luego a cabo aquel desconcertante experimento que se llamó Solentiname. En este archipiélago debía haber establecido su proyectada comunidad (Merton seguía animándole), pero Cardenal era tan "mal asiento" como su maestro de novicios y se aburrió del lugar. Ya saben que fue dando luego otros tumbos y cuajó finalmente en ministro revolucionario e "íntimo amigo" de Juan Pablo II. Dos vidas bastante paralelas mutatis mutandis (M. y C)
01/04/15 9:46 PM
  
Maria Auristela
Vergüenza, contradicciones, separación entre vida y fe, locura. Esta historia es triste. Murió como nada, ni frio ni caliente. Dejó de confesar a Cristo. Los benedictinos han cambiado mucho, veo esos cambios en los que existen en Venezuela. Enseñan la oración contemplativa aderezada con ejercicios de respiración y relajación. No son los de antes. ¿A dónde iremos con tanta confusión?
22/04/15 11:29 PM
  
Evagrio
Para aclarar un aspecto de la vida de este monje, añado que cuando Thomas Merton ingresó en la Abadía Trapense, ya habían fallecido su hijo y la madre del muchacho.

Murieron ambos en uno de los bombardeos con los que la Aviación alemana atacó las ciudades inglesas al principio de la Segunda Guerra Mundial.
18/07/15 1:25 AM
  
Felipe
Cómo saber qué habitaba en su alma? De su vida y sus obras me quedo con su sinceridad sobre sus días luminosos y sus días más obscuros. Nada ocultó, lo que me merece mucho respeto. Un hombre que hizo de su vida una búsqueda de lo trascendente, caminando paso a paso los caminos que conducen al Creador, sin distinguir entre asfalto y barro, porque todos conducen a Dios, que es Uno. Cada uno con su confesión religiosa. Merton los respetó a todos. Quién puede juzgarlo ? Recordemos las palabras de Jesús sobre juzgar al prójimo.
10/10/15 9:38 PM
  
Carmen Alfaro
De todos estos comentarios ,me quedo con el de Felipe ,el único ,cristiano y justo ..¡ Qué manía con juzgar a los demás !! He leído mucho a Merton ,y a mí ,solo me ha hecho Sentirme más cerca de Cristo .La vida del creyente ,y la vida en general ,no es camino de rosas .
13/11/15 8:38 AM
  
Martha Pires Ferreira
Thomas Merton um homem raro que seguiu sua intuição e amou a Deus acima de tudo, tudo. Ele deve ter sofrido horrores com a decisão do seu tutor de assinar um documento, por causa de uma aventura, ainda muito jovem. Perdeu todos os parentes. Coerente consigo mesmo, sofreu muito com o abade. Amou a natureza e a humanidade sem exclusões. Contra a guerra, as injustiças sociais e a miséria.Conheceu o orientalismo, mas foi um homem Cristocêntrico em essência.
Brasil, Rio de Janeiro - conheço tudo de Merton / leituras.
22/11/15 3:26 AM
  
Poeta ametur
Me quedó con el comentario de Carmen y el de Felipe; sólo compasión y misericordia.su vida fue una incesante búsqueda de la verdad.recalcar sus errores humanos,no nos hace bien a nadie.la Iglesia está llena de errores vendían bulas, y cosas así. Y DE CORAZÓN NO ODIO NI PREDICO aborrecer la iglesia.Amo CRISTO y su santa casa.Que para nosotros como para el Padre Louis, era un hospital del Espíritu.
12/05/16 6:30 AM
  
david
Hay un nuevo libro sobre Thomas Merton que me encantaria recomendar
se llama OH, CORAZÓN ARDIENTE , a la venta en la casa del libro. Un saludo.
19/06/16 10:41 PM
  
Jorge Fuenteovejuna
Increíble, pero fue un confesor quien me aconsejó que leyera a Merton, casi como penitencia. De él solo he leído algunos poemas y estos apuntes biográficos. Hasta ahora puedo deducir que fue un hombre honesto, en permanente búsqueda. Gracias por los aportes de todos.
21/07/16 4:36 AM
  
Pedro
Pues acabo de leer en un libro del periodista M. Leguineche, que predijo en el año 1947, en un poema, la destrucción de las Torres Gemelas de New York.
Y también el poeta Rafael Alberti hizo referencia al mismo tema
Me pregunto: ¿será cierto, eso qué dicen, de que no hay una relación directa entre los conceptos espacio/tiempo? ¿Habrá personas dotadas de poderes de clarividencia?
Por cierto, el libro del periodista dice que Merton murió "fulminado por los efectos de una estufa eléctrica mientras salía del baño",en Bangkok (Thailandia)
08/08/16 9:52 AM
  
LUZ
He leído varios de sus libros y me parece un hombre transparente y se dá a conocer en sus autobiografïas. Muy inquieto que lee y trata con varios autores de la época como con Evelyn Waugh,Boris Pasternak,JOHN harris,HELEN WOLFF étc.Fue este monje muy liberal para su época y mente abierta.Pero ya DIOS,lo juzgó .Preocuparnos cada uno de nosotros de nuestra conciencia.Cómo vamos ? Porqué juzgan sin conocer.Recordar con Vara que midas serás medido. Cada quien tiene una filosofía de vida y para el más allá,Cada cabeza es un mundo.Sino leer Willis Jagüer, a Thomas Keatín. Bueno Dios es Amor y te Ama.
06/11/16 10:51 PM
  
LUZ
okay
06/11/16 11:05 PM
  
Juan
El orgullo espiritual es una de las tentaciones del diablo.
Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.
Cómo nos inunda e invade el diablo.
Que fácil es juzgar y condenar al otro
18/12/16 12:40 PM
  
fermento
El artículo es interesante y los comentarios también. No veo que juzguen sino que opinan o aportan, cada cual desde su punto de vista. Eso si: dime qué o cómo comentas y te diré quién eres.
No creo que aquí nadie esté condenando a nadie en realidad. Todos saben que la última palabra y el juicio son de sólo Dios.
24/04/18 8:22 PM

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