Domus Aurea, Casa de Oro (6 de mayo - Card. Newman)
Domus Aurea
¿Por qué se le llama Casa? ¿y por qué dorada? El oro es el más bello y valioso de todos los metales. La plata y el cobre, y el acero pueden parecer buenos a los ojos de alguna manera pero no son tan ricos y espléndidos como el oro. Hay pocas oportunidades de verlo en cantidad, pero cualquiera que ha visto un gran número de monedas de oro juntas sabe la magneficiencia de la presencia del oro. Por eso a la Ciudad Santa se le llama figurativamente Dorada en la Escritura. «La Ciudad —dice San Juan— es de puro oro, semejante al cristal puro». Quiere darnos a entender, desde luego, una idea maravillosa del cielo comparándola con la más maravillosa de las sustancias que podemos encontrar en la tierra.
Consecuentemente María también es llamada dorada, porque su gracia, sus virtudes, su inocencia, su pureza son de un brillo trascendente y de una deslumbrante perfección, tan valiosas, tan exquisitas que los ángeles, por así decirlo, no pueden quitar sus ojos de ella de la misma manera que nosotros no podemos evitar contemplar cualquier gran artesanía de oro.
Pero más aún, ella es una casa de oro, o mejor aún, un palacio de oro. Imaginémonos delante de un conjunto palaciego o una inmensa iglesia hechos de oro, desde los cimientos hasta el techo. Tal es María en cuanto al número, variedad y extensión de sus excelencias espirituales.
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