(Ecclesia/InfoCatólica) Este viernes 10 de mayo, el Papa Francisco estuve presente en los Estados Generales de la Natalidad, una convocatoria con cuatro años de trayectoria organizada por el Foro de las Asociaciones Familiares. El objetivo de este evento es congregar a políticos y personas de influencia para reflexionar, debatir y compartir opiniones sobre los índices de natalidad.
Durante su participación, Francisco se encontró rodeado de niños y exhortó a los gobiernos a demostrar más responsabilidad en la búsqueda del incremento de la natalidad, trabajar «a favor de la familia» y tomar decisiones «serias, valientes y eficaces».
El Santo Padre sostuvo, una vez más, que sin hijos «no hay esperanza de futuro» y compartió su preocupación por el continente europeo, que se está transformando progresivamente en un «continente viejo, cansado y resignado».
Asimismo, recordó que Italia el año pasado registró un total de 370.000 nacimientos, siendo la cifra más baja de la historia.
Continuando con su discurso, mencionó teorías propuestas en el pasado, según las cuales «el nacimiento de demasiados niños crearía desequilibrios económicos, falta de recursos y contaminación». Opinó que dichas teorías están completamente obsoletas, y que «el problema no es cuántos somos en el mundo, sino qué mundo estamos edificando; no son los hijos, sino el egoísmo» que provoca «malsanas interdependencias entre sistemas sociales, económicos y políticos» y hogares que «se llenan de cosas y se vacían de hijos, se convierten en lugares muy tristes».
Otro de los problemas de que las tasas de natalidad disminuyan a gran medida, explica el Santo Padre, es que las naciones pierden «su deseo de futuro», e insiste en que esta «hemorragia de vida» debe contrarrestarse urgentemente con «políticas eficaces, opciones valientes, concretas y a largo plazo».
Dichos cambios y progresos políticos deben dar a las madres la opción de «no tener que elegir entre el trabajo y el cuidado de los hijos; o liberar a tantas parejas jóvenes del lastre de la precariedad en el empleo y la imposibilidad de comprar una casa».
Finalmente, destacó también el rol de los abuelos en su discurso: «No lo olvidemos: el futuro de hijos y nietos se construye también con las espaldas doloridas de años de fatiga y con los sacrificios ocultos de padres y abuelos, en cuyo abrazo está el don silencioso y discreto del trabajo de toda una vida», concluyendo con que «el reconocimiento y la gratitud hacia ellos» vuelven «la sociedad sólida y fuerte».