(Vatican.news/InfoCatólica) A pesar de la discreta pista que dejó el párroco, la presencia de un pequeño grupo de periodistas y cámaras en las puertas de la parroquia de San Juan María Vianney, ubicada en la periferia este de Roma, junto con la multitud que había acudido apresuradamente desde hogares, bares y comercios con smartphones en mano, puso en alerta a los aproximadamente 200 niños congregados para una sesión especial de catecismo.
No era un día habitual de enseñanza religiosa: algo significativo estaba por suceder en el teatro del salón parroquial. Un estallido de júbilo resonó cuando, alrededor de las 16:00 horas, se vio al Papa Francisco descender de un Fiat 500 L blanco, con matrícula del Estado Ciudad del Vaticano, por la rampa exterior.
El saludo inicial al párroco, padre Marco Gandolfo, y a monseñor Rino Fisichella, pro prefecto del Dicasterio para la Evangelización y organizador del evento, fue seguido por un gesto del Papa que desató la «algarabía» de los niños. Casi trepándose unos sobre otros, los pequeños avanzaron entusiasmados para estrechar la mano del Pontífice. «Me han advertido: tenga cuidado, señor Papa, porque los niños arman lío. ¿Es verdad?».
En compañía de niños de escuelas primarias y secundarias, preparándose para la Primera Comunión, el Pontífice dedicó cerca de una hora a inaugurar la «Escuela de Oración». Este evento marcó el comienzo de una serie de encuentros enmarcados en el Año de la Oración, una preparación espiritual para el Año Santo de 2025. Este nuevo ciclo vincula el próximo Jubileo con el Jubileo de la Misericordia de 2016 y los «Viernes de la Misericordia», en los cuales el Papa realizaba una visita sorpresa mensual a diversos barrios de Roma.
En esta nueva iniciativa centrada en los más jóvenes, los niños de San Juan María de Vianney mostraron gran entusiasmo y curiosidad, sin intimidarse ante el singular catequista que les hizo reflexionar sobre temas tan profundos como la muerte, el cariño hacia la familia y amigos, las tristezas y alegrías de la vida, y la importancia de la oración. La interacción fue directa y sincera, y se percibió desde el primer momento, especialmente cuando Francisco intentaba chocar los cinco o posar su mano sobre sus frentes. Al final, se tomó un momento especial con la pequeña Alice, quien desde su silla de ruedas en primera fila, recibió una caricia en la cabeza.
«No les daré un discurso porque soy aburrido, pero responderé a sus preguntas», anunció el Obispo de Roma. Así lo hizo durante los siguientes 50 minutos, enfatizando la importancia de expresar «gracias, permiso, lo siento», palabras clave para cualquier interacción humana. Incitaba a los más tímidos a hablar y agradecía las preguntas más elaboradas.
Francisco reiteró la importancia de ser agradecidos: «Es fundamental agradecer siempre. ¿Es correcto entrar en una casa y no dar las gracias o saludar?». Las palabras «gracias», «permiso» y «lo siento» fueron presentadas como esenciales para una buena convivencia.
El diálogo se centró en la oración como un pilar, incluso en los «momentos oscuros» de la vida. Alice, visiblemente afectada, preguntó: «¿Cómo puedo dar gracias al Señor en la enfermedad?». A lo que el Papa respondió: «Incluso en los momentos más duros, debemos agradecer a Dios por darnos la fortaleza para enfrentar las adversidades».
El encuentro concluyó con una «Oración de acción de gracias», momentos de interacción más distendida y la distribución de rosarios y huevos de chocolate entre los niños, quienes se mostraron divididos entre las dos opciones. Finalmente el Papa se despidió, no sin antes hacer una última parada para bendecir a los niños y recibir los saludos efusivos de los padres y feligreses, cerrando así una tarde repleta de enseñanzas y momentos conmovedores.