(Aica/InfoCatólica) Entrevistado por Radio María, el obispo castrense destacó que Larrabure, «plasmó el Evangelio» en esa invitación al perdón que nos dejó en los mensajes de sus cartas.
Monseñor Olivera explicó que Larrabure, «aún con la propuesta de alcanzar la libertad, a costa de revelar la fórmula para fabricar pólvora, para fabricar armas y matar a cientos de hermanos, él prefirió ofrendar su vida» y recordó las palabras que el militar dedicó a sus hijos: ‘no se olviden que más allá de que suceda lo peor, no deben odiar a nadie, y devolver la bofeteada poniendo la otra mejilla’, esto es la encarnación Evangélica en un hombre concreto, martirio es ser testigo», subrayó el prelado castrense.
Al respecto el delegado de la CEA para las Causas de los Santos recordó que recientemente el papa Francisco, «sacó una nueva consideración en el camino de la causa de los santos, que es, por la entrega de la vida. En tal sentido, dijo, estamos iniciando este camino, de reconocer el martirio de Larrabure por la entrega de su vida, que por saber de la muerte segura que le esperaba, por no claudicar sus ideales es capaz de derramar la sangre».
El obispo castrense resaltó además, que «el martirio es como un nuevo bautismo, borra todos los pecados, podría darse en el momento más importante de la vida, por no claudicar a la fe, por no renunciar a los valores cristianos, entrega su vida, derrama su sangre y esto es una causa clara y concreta de santidad ya que el martirio no requiere de un milagro».
Monseñor Olivera precisó que, sobre Larrabure, recogieron muchos testimonios, «porque cuando se inicia una causa, se estudia y se hace un gran trabajo preliminar. Un paso muy importante para ser presentado como modelo, como faro, es que todas sus enseñanzas, toda su vida, de algún modo, esté rubricada por su entrega y en este sentido podemos observar que sin lugar a duda su vida ha sido también ejemplar», subrayó.
Del mismo modo, el prelado recordó que «los santos no son inmaculados, pienso en San Agustín o el mismo San Pablo que tuvieron una vida antes de su conversión». «No hay santo que no tenga pasado ni tenga futuro». En este caso, el obispo expresó que la vida de Argentino del Valle Larrabure antes de su entrega, «es muy iluminadora» y consideró que «la entrega es la plenitud también de una vida de notables convicciones religiosas, del amor a Dios y a la Patria».
El delegado episcopal para las Causas de los Santos, resaltó para él esta causa «tiene un signo muy importante del encuentro, de la reconciliación, del amor concreto, de plasmar justamente las enseñanzas de Jesús, de vernos a todos como hermanos, la cultura del encuentro que nos pide el papa Francisco».
«Es providencial -dijo monseñor Olivera- que, en este tiempo, estemos estudiando o viendo la posibilidad del inicio del proceso de canonización de Larrabure, después la Iglesia lo confirmará, pero ya habiéndonos adentrado en su vida, es ejemplar. Sin duda habrá muchos más ya que tenemos una gran riqueza en nuestra Patria. Tenemos muchos candidatos, hombres y mujeres de todas las edades, profesiones y vocaciones que son ejemplares, siendo un gran regalo de Dios que recibimos en este tiempo».
«Argentino del Valle Larrabure, concluyó, fue un militar que entregó su vida por sus valores, como tantos otros militares e integrantes de las Fuerzas Federales de Seguridad a quienes voy acompañando a lo largo de estos cinco años como obispo y descubro vidas muy entregadas, muy valientes, muy cristianas y esto creo que es muy importante que se reconozca».
Sobre el proceso de canonización, explicó que «estamos en la etapa inicial, recogimos numerosos testimonios, consultas a los obispos, quienes se expidieron mediante cartas, sobre qué es lo que ellos piensan sobre la apertura del proceso, y gracias a Dios todos fueron favorables. Todo este material, fue remitido a Roma para pedir el permiso pertinente del inicio del proceso, quienes consultan a distintos Dicasterios y una vez recibida su autorización, se comenzará con la etapa diocesana en el obispado Castrense de la Argentina».
Un hombre de paz
Argentino del Valle Larrabure, nacido en Tucumán el 6 de junio de 1932, era ingeniero químico y mientras se desempeñaba como subdirector de una fábrica militar de armas y explosivos, fue secuestrado el 12 de agosto de 1974 durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón por la organización guerrillera Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y permaneció cautivo 372 días en una denominada «cárcel del pueblo». El 19 de agosto de 1975, cuando tenía 43 años, fue asesinado y su cuerpo arrojado a una zanja.
Larrabure ascendió a teniente coronel estando en cautiverio –único caso hasta la fecha registrado en el país– y se le dio post mórtem el grado de coronel. Sus restos se encuentran en el Panteón de la Sociedad de Socorros Mutuos del cementerio porteño de la Chacarita.
Era el séptimo hijo del matrimonio de Cirilo Lararbure y Carmen Conde, se había casado el 8 de diciembre de 1955 con María Susana de San Martín y tuvo dos hijos: María Susana y Arturo Cirilo. En febrero de 1974, poco antes de su secuestro, había obtenido que la Justicia de Menores de Villa María le otorgara la guarda de un menor de nueve años, Jorge Alberto, que pasó a ser parte de su familia.
Durante el período en el que estuvo detenido, su familia recibió en su casa siete cartas de Larrabure, que a su vez ellos respondían por medio de solicitadas en distintos diarios, y que el militar leía cuando sus secuestradores así lo decidían. Enviaba mensajes de esperanza y de amor a su familia, e instaba al perdón y la fe, en papeles en cuyo margen izquierdo resaltaba el membrete de la organización guerrillera. En determinado momento, Larrabure comenzó a escribir su diario donde detalló su vida en cautiverio hasta el 3 de enero de 1975 en que se interrumpió.
A 47 años de su asesinato, la Justicia argentina niega que haya sido un crimen de lesa humanidad, como resolvió la Cámara Federal de Casación Penal, un dictamen que fue apelado ante la Corte Suprema.