El vicio más grave de la Iglesia es la venalidad de gran parte de su jerarquía, una dolencia ajena a la santidad por cuanto no sirve a Cristo sino a los fines de quienes sólo buscan silenciarlo. Justificar el videoclip protagonizado en la catedral de Toledo, con el baile de una bachata entre el rapero C. Tangana («El Madrileño») y la artista internacional Nathy Peluso, con el fin de promocionar la canción «Ateo», manifiesta la inconmensurable mediocridad de quienes suelen ostentar los cargos en la Iglesia. Porque lo contrario de la santidad es la mediocridad.
Que la Iglesia se venda por un plato de lentejas (aunque el pastón recibido habrá sido de órdago), nada debería extrañarnos: los mercaderes del Templo siempre existirán y sería señal de salubridad volcarles por el suelo las monedas. Pero que el deán de la catedral primada de Toledo, Juan Miguel Ferrer, se despache y justifique la acción atendiendo «al bien que pueda producir en los alejados», o para «favorecer el diálogo con la cultura contemporánea», son palabras de un mediocre funcionario de la Iglesia, acostumbrado al exabrupto y la molicie: ¿qué servicio a Dios y a la Iglesia se están haciendo? ¿Desde cuándo el fin (el supuesto «bien de los alejados» o «favorecer el diálogo con la cultura») justifica los medios (la realización de un video erótico en una catedral).
El ulterior comunicado del arzobispo de Toledo no pasa de ser traumático. El prelado vivía con una venda en los ojos y desconocía el trasiego que había por su casa, desconocía el video y su contenido, lamentando lo ocurrido y pidiendo perdón. Si resulta escandaloso el videoclip con el fin de promocionar la canción «Ateo», provoca un mayor estupor que la Iglesia haya permitido esa grabación, dejando de ser no sólo el punctum dolens frente a la mundanidad, sino su mismo espejo, el escenario perfecto donde se practican con la mayor impiedad todos los vicios, abusos y miserias del mundo. Si la Iglesia no responde con mayor probidad a los hechos ocurridos ante semejante profanación, cesando de sus cargos a los miembros del cabildo, pensaremos con justicia que la deriva de la Iglesia tiene su causa solamente en la propia Iglesia, convertida en una sórdida asociación particular que ofrece una fe acomodaticia y servil al siglo, en una mera congregatio fidelium, una reunión de fieles alimentando arrinconados y escondidos su propia fe.
Roberto Esteban Duque