(NCRegister/InfoCatólica) Los exorcistas, que han solicitado el anonimato debido a la naturaleza de sus ministerios, citaron de manera particular la controversia que tuvo lugar durante el reciente Sínodo Pan-Amazónico, cuando las de la Pachamama, una diosa pagana adorada por los indígenas andinos, se incorporaron a varios eventos sinodales.
Declaración completa de los exorcistas
A la luz de los recientes acontecimientos relacionados con el ritual de la Pachamama en los Jardines del Vaticano, la posterior procesión del ídolo en San Pedro, así como la colocación de los ídolos en la iglesia de Santa María en Traspontina, recordamos las palabras de San Pablo ( 1 Corintios 10, 19-20), «¿Qué digo entonces? ¿Que lo sacrificado a los ídolos es algo? ¿O que el ídolo es algo? Eso no. Sin embargo, lo que sacrifican los paganos, a los demonios lo sacrifican y no a Dios. Y no quiero que vosotros entréis en comunión con los demonios».
Los Salmos (95,5) nos dicen que «los dioses de los pueblos son ídolos vanos, en cambio, el Señor hizo los cielos». Estos eventos traen a casa la realidad de que «no es nuestra lucha contra la sangre o la carne, sino contra los principados, las potestades, las dominaciones de este mundo de tinieblas, y contra los espíritus malignos que están en los aires» (Efesios 6,12. Estos eventos traen a casa la realidad de que estamos en una guerra espiritual y que la guerra está ocurriendo dentro de la propia Iglesia.
Por lo tanto, exhortamos a todos los católicos que reconocen el mal de dichos eventos a unirse a nosotros en un día de oración y penitencia el 6 de diciembre, con el propósito de expulsar cualquier influencia diabólica dentro de la Iglesia que se haya obtenido como resultado de estos eventos recientes, junto con cualquier otro evento.
Les pedimos a todos los que participan que hagan lo siguiente por esta intención:
1.) Rezar el rosario;
2.) Realizar alguna forma de penitencia, como ayuno, abstinencia y otras formas de mortificación;
3.) Ofrecer las oraciones al Sagrado Corazón, que se ofrecen a continuación.
Otros actos recomendados que alentamos a otros a hacer para esta intención es hacer una Hora Santa frente al Santísimo Sacramento y asistir a Misa ese día, ofreciendo los méritos de la Misa para esta intención.
Que la Divina Misericordia descanse sobre todos nosotros.
Acto de Consagración del género humano a Cristo Rey
Jesús dulcísimo, Redentor del género humano, míranos arrodillados humildemente en tu presencia. Tuyos somos y tuyos queremos ser; y para estar más firmemente unidos a ti, hoy cada uno de nosotros se consagra voluntariamente a tu Sagrado Corazón. Muchos nunca te han conocido; muchos te han rechazado, despreciado tus mandamientos.
Compadécete de unos y de otros, benignísimo Jesús, y atráelos a todos a tu Sagrado Corazón. Reina, Señor, no sólo sobre los que nunca se han separado de ti, sino también sobre los hijos pródigos que te han abandonado; haz que vuelvan pronto a la casa paterna, para que no mueran de miseria y de hambre. Reina sobre aquellos que están extraviados por el error o separados por la discordia, y haz que vuelvan al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que pronto no haya más que un solo rebaño y un solo pastor.
Concede, Señor, a tu Iglesia una plena libertad y seguridad; concede a todo el mundo la tranquilidad del orden; haz que desde un extremo al otro de la tierra no se oiga más que una sola voz: Alabado sea el Divino Corazón, por quien nos ha venido la salvación; a él la gloria y el honor por los siglos. Amen
Acto de desagravio al Sagrado Corazón
¡Oh dulcísimo Jesús, cuyo inmenso amor a los hombres no ha recibido en pago, de los ingratos, más que olvido, negligencia y menosprecio! Vednos postrados ante vuestro altar, para reparar, con especiales homenajes de honor, la frialdad indigna de los hombres y las injurias con que, en todas partes, hieren vuestro amantísimo Corazón.
Mas recordando que también nosotros alguna vez nos manchamos con tal indignidad de la cual nos dolemos ahora vivamente, deseamos, ante todo, obtener para nuestras almas vuestra divina misericordia, dispuestos a reparar, con voluntaria expiación, no sólo nuestros propios pecados, sino también los de aquellos que, alejados del camino de la salvación y obstinados en su infidelidad, o no quieren seguiros como a Pastor y Guía, o, conculcando las promesas del Bautismo, han sacudido el suavísimo yugo de vuestra ley.
Nosotros queremos expiar tan abominables pecados, especialmente la inmodestia y la deshonestidad de la vida y de los vestidos, las innumerables asechanzas tendidas contra las almas inocentes, la profanación de los días festivos, las execrables injurias proferidas contra vos y contra vuestros Santos, los insultos dirigidos a vuestro Vicario y al Orden Sacerdotal, las negligencias y horribles sacrilegios con que es profanado el mismo Sacramento del amor y, en fin, los públicos pecados de las naciones que oponen resistencia a los derechos y al magisterio de la Iglesia por vos fundada.
¡Ojalá que nos fuese dado lavar tantos crímenes con nuestra propia sangre! Mas, entretanto, como reparación del honor divino conculcado, uniéndola con la expiación de la Virgen vuestra Madre, de los Santos y de las almas buenas, os ofrecemos la satisfacción que vos mismo ofrecisteis un día sobre la cruz al Eterno Padre y que diariamente se renueva en nuestros altares, prometiendo de todo corazón que, en cuanto nos sea posible y mediante el auxilio de vuestra gracia, repararemos los pecados propios y ajenos y la indiferencia de las almas hacia vuestro amor, oponiendo la firmeza en la fe, la inocencia de la vida y la observancia perfecta de la ley evangélica, sobre todo de la caridad, mientras nos esforzamos además por impedir que seáis injuriado y por atraer a cuantos podamos para que vayan en vuestro seguimiento.
¡Oh benignísimo Jesús! Por intercesión de la Santísima Virgen María Reparadora, os suplicamos que recibáis este voluntario acto de reparación; concedednos que seamos fieles a vuestros mandatos y a vuestro servicio hasta la muerte y otorgadnos el don de la perseverancia, con el cual lleguemos felizmente a la gloria, donde, en unión del Padre y del Espíritu Santo, vivís y reináis, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.