(Pablo J. Ginés/La Razón) Sin embargo, empezó a tener pesadillas. Soñaba con un hermoso campo, lleno de niños y jóvenes que jugaban y reían, de cuatro a 24 años, pero que huían aterrrados de él. Un hombre vestido con un hábito blanco y negro lo miraba intensamente, en silencio. El sueño se repetía cada noche y despertaba con sudores fríos. Una noche preguntó al hombre de negro y blanco por su nombre. "Me llamo Tomás de Aquino", respondió el hombre del sueño. Adasevic, formado en la escuela comunista, nunca había oído hablar del genial santo dominico, no reconoció el nombre. "¿Por qué no me preguntas quiénes son estos niños? Son los que mataste con tus abortos", le dijo Tomás.
Adasevic despertó, impresionado, y decidió no practicar más intervenciones. Pero ese mismo día vino a su hospital un primo con su novia, embarazada de cuatro meses, para hacerse su noveno aborto, algo bastante frecuente en los países del bloque soviético. El doctor accedió. En vez de sacar el feto miembro a miembro, decidió machacarlo y sacarlo como una masa. Sin embargo, el corazón del bebé salió aún latiendo. Adasevic se dio cuenta entonces de que había matado a un ser humano. Informó al hospital de que no haría más abortos. Nunca en la Yugoslavia comunista un médico se había negado. Redujeron su salario a la mitad, echaron a su hija del trabajo, no dejaron entrar a su hijo en la universidad. ¿Acaso el estado socialista no había pagado sus estudios para servir al pueblo? ¿No estaba saboteando al Estado?
Después de dos años de "mobbing" estatal, estaba a punto de rendirse, pero volvió a soñar con Tomás. "Eres mi buen amigo, persevera", dijo el hombre de blanco y negro. Adasevic se comprometió con los grupos pro-vida. Dos veces consiguió que la televisión yugoslava emitiera la película de ultrasonidos "El grito silencioso", de otro famoso ex-abortista, el doctor Bernard Nathanson. A principios de los años 90, el movimiento pro-vida consiguió incluso que el Parlamento aprobase un decreto de protección del no nacido, pero el presidente Milosevic lo bloqueó al negarse a firmarlo. Luego, Milosevic llevó a la guerra civil a los mismos yugoslavos que habían abortado a sus hijos por miles. Hoy el doctor Adasevic ha publicado su testimonio en revistas y diarios de Europa del Este, como revista rusa "Liubitie Drug Druga". Ha vuelto al cristianismo ortodoxo de su infancia y también ha aprendido cosas sobre Tomás de Aquino.
¿Cómo es que un santo católico se le manifestó a él, que ni lo conocía? "Tomás, influido por Aristóteles, escribió que la vida humana empezaba 40 días después de la fertilización", escribe Adasevic en "Liubitie Drug Druga". El doctor sugiere que quizá el santo buscaba compensar ese error. Adasevic, "el Nathanson serbio", prosigue hoy su lucha por la vida de los más pequeños.