(La Voz de Galicia) Para salvar a los niños llegados antes de tiempo, el hombre crea complicados remedos que imitan lo inimitable: el vientre materno. El útero, el saco y el líquido amniótico, la placenta, el cordón umbilical... son sustituidos en los hospitales por incubadoras de cristal, monitores, señales de luz y sonido, catéteres, respiradores especiales, pañales, gasas esterilizadas... La visión de una criatura de 800 gramos, poco mayor que la mano de un adulto, sumergida en ese pequeño mundo de agujas y algodones, perturba. Ese efecto se multiplica en lugares donde esa visión se repite incubadora tras incubadora, como en la uci de pediatría del Hospital Arquitecto Marcide de Ferrol.
Su responsable directo, el doctor José Luaces, afirma que está preparada “con los últimos medios que tiene disponibles el sistema público”. Sus estadísticas son algo mejores que la media. La mortalidad neonatal (en las cuatro primeras semanas tras el nacimiento) es en el Arquitecto Marcide del 3,2 por mil, cuando la media nacional es del 3,3, y la perinatal (entre la 28ª semana de gestación y la primera semana tras el parto) se queda en el 7,1 por mil, frente al 7,9 del resto del país.
La UCI atendió en el 2007 a unos 200 niños, 150 de ellos recién nacidos (82 eran prematuros y otros 62 presentaron otros problemas), y los otros 50, niños mayores víctimas de accidentes o enfermedades. El 6,5% de los 1.250 pequeños que cada año nacen en Ferrolterra son prematuros. En Galicia el porcentaje es ligeramente mayor, y en toda España asciende aún más, al 9%.
Las estadísticas dentro de las paredes de la UCI del Marcide y sus gemelas en Galicia se fortalecen y desarrollan vidas humanas que acaban de empezar, vidas que también son sueños y proyectos de futuro. Muchas veces, cada vez más, salen adelante; en otras ocasiones, por desgracia, se truncan. Lo saben de sobra el doctor Luaces y el jefe de su especialidad, Ramón Fernández Prieto. Ilumina conversar con ellos una hora. Llevan muchos años en la profesión. Han ayudado a salvar muchas vidas y han visto cómo otras se escapaban. No son pesimistas; al contrario, pero creen que la cuestión de los prematuros “hay que abordarla con realismo”. Jamás hablan de bebés milagro ni glorifican los logros médicos. Saben que estos han sido enormes, pero también que tienen limitaciones.
Su gran orgullo, que un centro mediano tenga las cifras de un hospital puntero, se basa en la experiencia, en “el equipo de enfermería” y en el realismo. “Los partos prematuros son patológicos”, explica Prieto, y su resultado son “niños a los que cuesta mucho esfuerzo sacar adelante y que posiblemente van a padecer secuelas”.
Eso no quita que los últimos veinte años hayan “revolucionado” la neonatología y que la mortalidad neonatal se haya reducido del doce por mil al tres por mil desde los ochenta. En la actualidad, en unidades como la del Marcide incluso sobreviven algunos niños de 24 semanas, de 500 minúsculos gramos de peso. “Ahora el límite está ahí”, señala Luaces.
Sobreviven con secuelas en más del 85% de los casos, según la Sociedad Española de Neonatología, pero lo logran. ¿Cómo es posible? En parte, gracias a todo aquel aparataje perturbador. Sin él la supervivencia sería mucho más complicada. Cuando nace, el prematuro está en un mundo hostil para el que no está preparado. Sus pulmones no pueden llenarse de aire y el exceso de oxígeno puede lastimarlos o dañar sus ojos subdesarrollados, su aparato digestivo no funciona, su sistema inmunológico está por consolidarse, su sistema nervioso todavía está lejos de la madurez...
Sin la técnica no tendrían nada que hacer. Pero son niños “de muy alto riesgo”, subraya Luaces, e incluso con ella hay complicaciones. Entre el 3% y el 5% sufren sepsis (infección bacteriana) por las incisiones del catéter, pueden surgir problemas en el tránsito hacia la alimentación por vía oral, y hasta un 26% de los nacidos de 1.400 a 1.500 gramos (los prematuros con menor índice de mortalidad y secuelas) padecen patologías del pulmón.
La revolución se ha logrado gracias a dos hitos, explica Prieto: el desarrollo de la alimentación intravenosa y el empleo de un surfactante que, sumado a respiradores específicos, “que cuestan lo que un BMW caro”, bromea, permiten al niño usar sus inmaduros pulmones. Prieto lo califica como “uno de los descubrimientos cumbres de la medicina del siglo XX”.
El actual campo de batalla es la alimentación. “Todavía sabemos muy poco acerca de cómo imitar lo que recibe el feto. Los medios que tenemos son aún bastante imperfectos”, subraya Prieto. Pero de la alimentación depende el desarrollo del cerebro, y por eso las investigaciones se centran en perfeccionarla. De la alimentación intravenosa se pasa a la lactancia materna. “Es fundamental”, añade el doctor,” porque la madre transmite con ella parte de las capacidades de su aparato inmunológico”. La naturaleza es previsora, y la leche de las madres de prematuros “es diferente y tiene muchas más proteínas” para ayudarlos a sobrevivir.
Pese a todo, lo principal “es el equipo humano”, coinciden ambos doctores. Preferirían renunciar a muchos de esos avances “antes de perder una buena enfermera”, que sabe “cuándo les pasa algo a los niños, cuándo están nerviosos”, y que, con sus advertencias, permite actuar a los médicos mucho más rápido. Las de la UCI del Marcide bordan duendes y dibujos infantiles en sus batas, y cuelgan juguetes entre las incubadoras, entre los catéteres, los monitores y las agujas.