Navidad en Fas - Figueri (3/5)
Continuamos con los relatos de la Navidad de nuestro misionero en la selva de papúa Nueva Guinea…
Miércoles 24
La Misa de hoy a pesar de que la preparamos muy bien, no fue “de campanillas”. La luz era mínima. Apenas podía leer. Conseguimos hacer andar un generador pero hacía mucho ruido. Había varios bebés hablando o llorando. Perdí una marca del misal, y me costó encontrarla mientras todos en silencio esperaban, los cantores largaban un canto con la melodía de otro o improvisando las melodías…. Yo perdí la paciencia en un momento, aunque con lo de los cantos en un momento me tenté. Pero finalmente todo eso me ayudó a rezar y concentrarme más en el misterio que celebraba. Recé cada oración con calma, olvidándome de todo y consolándome con el recuerdo de la pobreza y precariedad en la que nació El Niño.
Cuando terminó la Misa los saludé y les dije que esta noche tenía que ser distinta, de gran alegría, y les di motivos que también me sirvieron a mí porque todavía estaba medio cruzado por las cosas que sucedieron durante la Misa. Después medio como que no se querían ir. Yo les dije que esta era una noche especial, que tenía que ser de gran alegría, que algo había que hacer, pero nada más. Ellos daban vueltas. Entonces les propuse cantar algo. Pero lo único que saben son los cantos de Misa y hasta ahí nomás…. Luego, cuando vi que no pasaba nada les dije: “Nos separamos en tres grupos, mamás, papás, jóvenes y niñas. Cada uno tiene que presentar un número…” Estaban un poco vergonzosos de entrada. Las niñas hicieron un baile que les habían enseñado para la procesión de ofrendas de la Misa. Después los papás un acto de teatro (también, súper sencillo y más parecido a un divague de los de La Finca que cualquier otra cosa…). Se trataba de dos grupos de hombres: unos que rezaban y otros que se emborrachaban. Eso fue todo. Y así se fueron animando. El profesor con su familia presentó un canto navideño. Después empezaron a sobrar los números. Estaban todos felices. Las mujeres practicaban cantos y bailes típicos. Una anciana pasó y cantó un canto en dialecto que me encantó, muy sencillo pero lindo. Señalaba hacia arriba y ligero hacia abajo y así un rato. Cuando les pregunte qué es lo que decía me contestaron que le cantaba al monte que teníamos en frente, el más alto en la zona, y todo lo que decía la canción era: “Vos Nanie, estás allí yo aquí”. Nanie era la montaña que los separaba de la ciudad. Yo también dije que iba a hacer un baile de mi tierra y les hice escuchar un carnavalito de Navidad. Hice dos tonteras y después le dije a los muchachos que me sigan con un trencito, se mataban de risa. Después pusimos música típica de ellos y les dije que todos los niños tenían que pasar a bailar, creo que eso fue lo más divertido de la noche. Todo en un gran clima de alegría. Después le rezamos a la Virgen y les di la bendición. No se querían ir. Pasaron dos o tres a agradecer, estaban muy contentos.
Además les encanta hablar. Me gustó mucho que dos resaltaron el hecho de que yo les haya predicado en estos días, que les haya hablado fuerte y claro. Yo no sabía cómo habían tomado algunas cosas, especialmente cuando me referí a las familias, matrimonios, poligamia y libertad de las mujeres para casarse. Hoy por la tarde, uno de los líderes, mientras hablaba en público, me volvió a agradecer, y resaltó el hecho de que les haya aclarado cómo vivir conforme al Evangelio, que les haya indicado que Cristo debe reinar en sus corazones y costumbres y que es hora que dejen de lado las prácticas paganas (y diabólicas, aunque esta palabra él no la usó).
Después me fui a la casa del profesor y calentamos unos noodles y barreduras que me habían dejado preparado.
Jueves 25
Hicimos la bendición del templo que una de las villas había levantado y esperaba que llegue algún padre para bendecirlo. No tenían advocación ni el templo ni la villa. Entonces lo hablé antes con ellos, y habiendo consultado previamente al párroco, lo pusimos bajo el patrocinio de San Juan Pablo II. Les dejé una reliquia. Les conté un poco de la vida y les dije que era el único Papa que había visitado Papúa Nueva Guinea. Estaban felices. Les dije cómo tenían que recurrir a él, a su reliquia, por lo que fuere. Eso fue antes de darles la bendición final, en el sermón les hablé lo más sencillo que pude sobre la Misa, el sacrificio del altar, la mejor ofrenda que le podemos dar a Dios.
Después de la bendición salimos afuera y nos sacamos una foto. Después algunos líderes dieron algún discurso y me hicieron algunos presentes: un pájaro del paraíso (el ave nacional) embalsamado; una piel de oso (no sé el nombre específico, son chiquitos y se trepan a los árboles) para usar como sombrero; la cabeza del ciervo que casaron dos días atrás… Que por embellecerla le pintaron con látex los cuernos; y una flecha toda hecha en madera, sin hierro en la punta.
Para terminar fuimos a comer. Me habían pedido que atrasáramos la Misa y así tener tiempo para cocinar. Durante toda la mañana estuvieron cocinando. Me dieron carne de muruk (un avestruz que habían domesticado y ayer nomás caminaba por la villa como si fuese un perro) junto con eso el típico saksak que ellos comen todos los días (es como una gelatina que la extraen después de “lavar” varias veces el aserrín del árbol de saksak). Hasta ahí venía todo muy bien. Pero después me dieron unos noodles hechos como guiso. Se veían buenísimos y realmente estaban muy ricos pero tenían unas cosas amarillas, duras y arrugadas que me llamaron la atención. Cuando pregunte me dijeron que eran gusanos… Que si se deja elsaksak un par de semanas, le nacen esos gusanos. Me reí un poco, me hice el tonto, y no me los comí. Intenté, pero no pude. La inculturación no pasa por la comida…
Después de todo, apareció uno vestido de brujo, horrible, muy bien disfrazado, con una lanza…. Me explicaron que era el monstruo para asustar a los niños que no les gusta comer elsaksak. Me reí acordándome del “viejo de la bolsa” que en Argentina usamos para asustar a los que no toman la sopa. Pero después se me fue la risa. Los re asustaban a los pobres niños, a los más bebés especialmente, los que no entienden que es sólo un disfraz. No bastaba con que llore. Las madres o hermanas mayores se los desprendían de los brazos y dejaban o sostenían entre los pies del monstruo, y ellas, con todos los demás, riéndose. Muy desagradable. Yo lo paré al bicho y a las mamás que tenía cerca les dije que era suficiente, que no se acerquen más. Son muy poco sensibles, poco humanos en esas cosas… Falta de evangelio. Por ejemplo cómo tratan a los niños. Cómo los corrigen. Les pegan unos coscachos que los tiran al piso. Pero es todo así. Desde el modo que tienen de comer, el descuido en el vestir o la poca higiene, hasta las muertes o asesinatos (o como tengan que llamarse). Hay muchísimos casos de gente que muere por un maleficio que le hacen, brujería o trato diabólico. Por ejemplo cuando uno no respeta las costumbres al momento de elegir mujer y la familia de la mujer está en desacuerdo, simplemente lo hacen matar, y todos como sí nada te lo cuentan, totalmente resignados. O también el trato que tienen dentro de la familia (por ejemplo, junto conmigo volvió a la villa después de meses una chica que estudia en la ciudad y no saludó ni cruzó un gesto afectivo con la mamá o el papá). Allí se ve la falta de humanidad, por decirlo de algún modo. Pero no los culpo ni desprecio. Estoy seguro que es por la falta de evangelio, de la fe, de la gracia, de los valores cristianos que están recién entrando en su cultura. Y cuando digo recién es recién. Sus abuelos eran indios paganos.
Viernes 26
San Esteban mártir, muere perdonando a sus asesinos y por predicar el evangelio y seguir a Cristo. ¡Qué gusto predicarles del perdón cristiano y de la persecución que van a sufrir si desprecian el mundo por seguir a Cristo!
Después organizamos los juegos de Navidad como habíamos acordado en el programa al llegar. Jugamos un partido de fútbol de cuatro horas y bajo la lluvia. La cancha estaba súper inundada y resbalosa. Ellos felices. Yo tuve que ir al arco porque no podía más. No es que jueguen muy bien pero corren toda la cancha y sin cansarse. Las mujeres jugaron al vóley. Yo después de tres horas me fui a duchar al río, comí algo y me acosté una siesta. Cuando me levanté, terminó de llover y el paisaje cambió totalmente. Sobrevino una gran calma como sucede después de las grandes lluvias y se levantaron unas nubes de neblina de entre medio del monte (¡impresionante!) . Los cerros que nos rodean se cubrieron por una espesa nube que poco a poco se iba elevando. Yo la disfruté con unos mates. Me quedé sólo con el profesor. Su familia dormía, y los que vinieron a jugar al fútbol ya se habían ido todos.
Por la noche llegaron algunos de Utai, algunos de los que vinieron caminando a dejarme cuando llegué. Ahora vinieron a verme, a ver cómo me había atendido la gente de acá, ja. Para venir tuvieron que conseguir un vehículo, viajar tres horas en la caja de una Land Cruicer y después caminar tres horas más, y esta vez fue bajo la lluvia. Gente muy buena.
P. Martín Prado, IVE.
(Continuará)
2 comentarios
También le agradezco en nombre de ellos.
Firmes en la brecha!!!
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¡Firmes en la brecha!.
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