27.02.10

¿Por qué debemos obedecer los Mandamientos de la Iglesia?

Antes de narrarnos las tentaciones del Señor, el Evangelio del I Domingo de Cuaresma resalta que: “Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto” (Lc. 4, 1). Nos muestra el Señor lo importante que es para el combate contra el demonio el Bautismo que nos llena del Espíritu Santo. “El don de la gracia eleva al hombre para cosas que están por encima de su naturaleza.” (Sto. Tomás de Aquino, “Suma Teológica”, 2-3, q. 171, a. 2 ad 3).

Nos exhorta el Ven. Papa Juan Pablo II en una homilía de Adviento que se puede aplicar muy bien también a la Cuaresma:

Comprometeos a vivir en gracia. Jesús ha nacido en Belén precisamente para esto: para revelarnos la verdad salvífica y para darnos la vida de la gracia. Comprometeos a ser siempre partícipes de la vida divina injertada en nosotros por el Bautismo. Vivir en gracia es dignidad suprema, es alegría inefable, es garantía de paz, es ideal maravilloso y debe ser también preocupación lógica de quien se llama discípulo de Cristo. […]

“Y si por debilidad de la naturaleza humana se ha perdido la vida divina a causa del pecado grave, entonces Navidad debe significar el retorno a la gracia mediante la confesión sacramental, realizada con seriedad de arrepentimiento, de propósitos. Jesús viene también para perdonar; el encuentro personal con Cristo es una conversión, un nuevo nacimiento para asumir totalmente las responsabilidades propias de hombre y de cristiano.” (“Homilía a los universitarios”,18-XII-1979).

Una gran responsabilidad de los católicos es obedecer los Mandamientos de Dios y de la Iglesia. Suele quedar muy claro la importancia de cumplir los 10 Mandamientos de Dios y el Nuevo Mandamiento que nos dio el Señor. Pero, ¿por qué debemos los católicos obedecer también los Mandamientos de la Iglesia? ¿No es suficiente obedecer los otros mandamientos?

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26.02.10

Crucifijo sangriento pintado por un santo

La Iglesia concede indulgencia plenaria los viernes de Cuaresma al rezo del Vía Crucis bajo ciertas condiciones, como “la piadosa meditación de la Pasión y Muerte del Señor” (Manual de indulgencias, 1986). Pero, S. Alfonso María de Lligorio, Doctor de la Iglesia y gran devoto de la meditación de la Pasión del Señor, se lamenta en “Preparación para la muerte”: “Habituados estamos a oír hablar de creación y redención, de un Dios que nace en un pesebre y muere en una cruz…” Por eso redactó en el s. XVIII un Vía Crucis muy popular (que muchos fieles rezarán esta Cuaresma en sus parroquias), que refleja esa preocupación por la insensibilidad de los fieles hacia el Sacrificio de Nuestro Redentor:

“Considera esta primera caída de Jesús debajo de la Cruz. Sus carnes estaban despedazadas por los azotes; su cabeza coronada de espinas, y había ya derramado mucha sangre, por lo cual estaba tan débil, que apenas podía caminar; llevaba al mismo tiempo aquel enorme peso sobre sus hombros y los soldados le empujaban; de modo que muchas veces desfalleció y cayó en este camino.” (Estación III)

“Considera cómo al ser despojado Jesús de sus vestiduras por los verdugos, estando la túnica interior pegada a las carnes desolladas por los azotes, le arrancaran también con ella la piel de su sagrado cuerpo. Compadece a tu Señor […]” (Estación X)

El santo contemplaba al Señor “consumido de dolores”, como muestra el sangriento crucifijo que pintó en su juventud [siguiente imagen] y que tan diferente es del crucifijo pintado por Diego Velázquez. Exclama S. Alfonso de Ligorio: “¡Oh amado Jesús mío, que para darme muerte feliz quisisteis sufrir muerte cruelísima en el Calvario!” (“Preparación para la muerte”)

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25.02.10

¿Cómo celebraban la Eucaristía los primeros cristianos?

Jesucristo nos recuerda en el Evangelio del I Domingo de Cuaresma: «Está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a Él solo darás culto” (Lc. 4, 8). Él como Redentor nuestro eleva sus oraciones también a Dios Padre por nosotros, sobre todo sobre el altar, donde se hace presente en la Eucaristía como verdadero Dios y verdadero Hombre que es. Sta. Teresa de Jesús, recordando todos los ultrajes que recibe Cristo en la Eucaristía y cómo hay en el mundo almas que no le dan a Dios Padre culto por medio de la Iglesia Católica, rezaba así a Dios Padre:

“ Pues ¿qué he de hacer, Criador mío, sino presentaros este Pan sacratísimo y, aunque nos le disteis, tornárosle a dar y suplicaros, por los méritos de vuestro Hijo, me hagáis esta merced, pues por tantas partes lo tiene merecido? Ya, Señor, ya ¡haced que se sosiegue este mar! No ande siempre en tanta tempestad esta nave de la Iglesia, y salvadnos, Señor mío, que perecemos.” (“Camino de perfección”, Cap. 35, 5)

En ese capítulo de su libro, Sta. Teresa de Jesús tiene particularmente en cuenta el daño que hacían a la Iglesia los luteranos de su época. Desde entonces, han aparecido más divisiones aún entre los cristianos.

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24.02.10

¿Se atrevería a invitarle a alguien a rezar juntos el Rosario?

Un amigo de Oaxaca, México, me dijo que tiene una tía que va de pueblo a pueblo visitando parroquias donde le invitan a rezar el Rosario. La mayoría de los católicos en esos pueblos, a pesar de saber las oraciones fundamentales para poder rezar el Rosario, sólo se animan a rezarlo cuando alguien lleva el rezo en la parroquia porque ellos no tienen memorizados los misterios ni las letanías opcionales con las cuales quieren concluir el rezo.

Es una lástima que no se rece el Rosario con mayor frecuencia, especialmente siendo una práctica tan indulgenciada y recomendada por la Iglesia.

En este vídeo se oye el testimonio de alguien que a pesar de los nervios decidió pedirle a un taxista que rezara el Rosario con él y cómo esa experiencia resultó en una maravillosa iniciativa
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23.02.10

Manual para combatir tentaciones

Se han comentado ya en el blog “Las estrategias del demonio tentador, a cámara lenta” y “Engaños del demonio para hacernos pecar”. Pero, recordemos que cuando el Señor fue tentado, como nos narra el Evangelio del I Domingo de Cuaresma: “Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.” (Lc. 4, 13). ¿Cuál debe ser la conducta del alma no sólo durante las tentaciones sino también entre ellas?

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