InfoCatólica / Sapientia christiana / Archivos para: Marzo 2023

15.03.23

XXVIII. Las tentaciones de Cristo

El motivo principal del diablo[1]

En la segunda cuestión de la parte del tratado de la Vida de Cristo dedicada al curso de su vida pública, la dedica Santo Tomás a las tentaciones de Jesucristo por el diablo. Examina la conveniencia del sometimiento de Cristo a las tentaciones, del lugar y del tiempo de las mismas, y finalmente de su orden y modo.

Comienza con esta afirmación: «Cristo sufrió tentaciones por parte del diablo, porque se narra en el Evangelio que, después de su bautismo: «Jesús, lleno del Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y fue llevado por Espíritu al desierto»[2], «para ser tentado por el diablo»[3].

A ella presenta la siguiente dificultad: «Tentar es igual que probar, «someter a prueba»; lo que no se hace sino con cosas ignoradas»; pero el poder Cristo era conocido de los mismos demonios, pues leemos en San Lucas que «no permitía hablar a los demonios, porque sabían que El era el Mesías» (Lc 4, 41)»–; por tanto, no parece que tuviera sentido que el demonio le tentará»[4].

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1.03.23

XXVII. Pobreza de Jesús

Conveniencia de la pobreza de Cristo[1]

En la cuestión que dedica Santo Tomás al modo de vida Cristo, después de ocuparse de la conveniencia de su elección a una vida entre los hombres y austera, lo hace seguidamente, en otros dos artículos, sobre la de su pobreza y sometimiento a la ley mosaica. Con ello queda teológicamente justificado el modo de vivir de Cristo.

Respecto a la vida pobre de Cristo en este mundo, comienza por recordar que: «se dice en el evangelio de San Mateo: «El Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza» (Mt 8,20)». Como si dijera, tal como lo expone San Jerónimo: «¿Cómo deseas seguirme por causa de las riquezas y las ganancias del mundo, cuando mi pobreza es tan extrema que no tengo ni un hospedaje, y el techo que me cubre no es mío?» (Com. Evang S Mt, 8, 20, l. 1,). Y sobre estas palabras «para no darles motivo de escándalo, vete al mar» (Mt 17,26), San Jerónimo comenta: «Esto, entendido sencillamente, edifica al oyente cuando escucha que cuan grande Señor vivió una pobreza tan extrema, que no tuvo con qué pagar el tributo por sí y por el Apóstol». (Com. Evang S Mt, 17, 26, l. 3)»[2].

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