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18.04.22

VI. El modo de la Anunciación

Jan van Eyck (1390-1441), Anunciación

Aparición corporal del ángel[1]

Después de tratar la conveniencia de la Anunciación de la Encarnación y que fuese un ángel quien anunciase ese misterio, Santo Tomás lo hace sobre el modo que se hizo tal notificación y sobre el orden de la misma. Con respecto a lo primero, nota que San Agustín: «hace comparecer a la Santísima Virgen hablando de esta manera: «Vino a mí el arcángel Gabriel con rostro resplandeciente, con vestido brillante, con una actitud maravillosa» (Serm sup. 195). Pero estas circunstancias sólo pueden convenir a una visión corpórea. Luego el ángel de la anunciación se apareció a la Santísima Virgen en visión corpórea»[2].

San Agustín había distinguido tres clases de visiones, o percepciones de las facultades de conocimiento, de lo que es invisible del modo natural: visiones corporales, visiones imaginarias y visiones intelectuales. En el siguiente pasaje de su comentario al Génesis, explica: «Estas son las tres clases de visiones (…) A la primera visión la llamamos corporal, porque se percibe por el cuerpo y se muestra a los sentidos corporales. A la segunda, espiritual, pues todo lo que no es cuerpo y, sin embargo, es algo, se llama rectamente espíritu, y ciertamente no es cuerpo, aunque sea semejante al cuerpo, la imagen del cuerpo ausente y la mirada con que se ve la imagen. La tercera clase de visión se llama intelectual, del origen de donde procede»[3].

Se podría objetar, en primer lugar, que también «dice San Agustín que «más perfecta es la visión intelectual que la corporal» (Gen a la let., XII, c. 24, n. 51), y, sobre todo, más conveniente al ángel, pues en la visión intelectual se ve al ángel en su propia substancia, mientras que en la corporal es visto en la figura corpórea que toma». Por ello, si: «para anunciar la concepción divina convenía que viniese un mensajero supremo, de igual modo parece conveniente que la categoría de la visión fuese la suprema. Luego parece que el ángel de la anunciación se apareció a la Virgen en visión intelectual»[4].

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1.04.22

V. La anunciación del Ángel a la Santísima Virgen

Necesidad de la anunciación[1]

Ciertamente, como dice el tomista Antonio Royo Marín: «poco después de los desposorios entre María y José, ocurrió el acontecimiento más grande de toda la historia de la humanidad»[2].

En una pastoral de 1913 del obispo de Vic, José Torras i Bages, se dice también que: «Si María no hubiese creído al Mensajero divino, al arcángel San Gabriel, que de parte del Señor le anunciaba que en sus entrañas virginales se encarnaría el Hijo de Dios, sin este acto de fe de María Santísima, la redención de los hombres no se hubiera consumado, ni el cristianismo existiría en la tierra», porque, tampoco hubiera existido Jesucristo.

Añadía el obispo tomista: «De manera que aquel acto de fe de la Virgen María es el principio y fundamento de nuestra salvación. Por eso también es el primer misterio del Rosario, y el fundamento de todos los otros: la encarnación del Hijo de Dios en las purísimas y virginales entrañas de María Santísima».

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