XXVI. Existencia y naturaleza de la reprobación

Voluntad divina salvífica universal           

            Una dificultad para la doctrina de la predestinación, que parece insoluble, se encuentra en la Sagrada Escritura. Santo Tomás la presenta, en último lugar, en el artículo que dedica a la elección divina, que incluye la predestinación, del siguiente modo: «Toda elección implica una selección. Pero “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tim 2, 4). Luego, la predestinación, que preordena a los hombres a la salvación, no requiere elección»[1].

            Su respuesta es muy breve: «Que todos los hombres se salven, lo quiere Dios, como se ha dicho (I, q. 19, a. 6), antecedentemente, que no es querer en absoluto, sino hasta cierto punto, pero no consecuentemente, que es querer en absoluto»[2].

            En el artículo, al que remite el Aquinate, explica que: «Las palabras del apóstol: “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tim 2, 4) se pueden entender de tres maneras»[3].

            La primera la toma de San Agustín, que, al referirse a este pasaje de San Pablo, escribe: «Cuando oímos o leemos en las sagradas letras que Dios quiere que todos los hombres sean salvos, aunque estamos ciertos de que no todos se salvan, sin embargo, no por eso hemos de menoscabar en algo su voluntad omnipotente, sino entender de tal modo la sentencia del Apóstol: Dios quiere que todos los hombres se salven” (1Tim 2, 4), como si dijera que ningún hombre llega a ser salvo sino a quien El quiere salvar; no en el sentido de que no haya ningún hombre más que al que quisiere salvar, sino que ninguno se salva, excepto aquel a quien El quisiere»[4].

            Este sería el sentido de las palabras del Apocalipsis de que en la celestial Jerusalén: «No entrará en ella ninguna cosa contaminada, ni ninguno que cometa abominación y mentira; solamente los que están escritos en el Libro de la vida del Cordero»[5].

            Concluye San Agustín: «Y por eso hemos de pedirle que quiera, porque es necesario que se cumpla, si quiere. Pues de la oración a Dios trataba el Apóstol al decir esto. De este mismo modo entendemos también lo que está escrito en el Evangelio: El es el que ilumina a todo hombre que viene a este mundo” (Jn 1,9) ; no en el sentido de que no haya ningún hombre que no sea iluminado, sino porque ninguno es iluminado a no ser por El»[6].

            En la interpretación de la afirmación de San Pablo «Dios quiere que todos los hombres se salven», en su Comentario a la primera epístola a Timoteo, Santo Tomás asume este significado, que coloca en el segundo lugar. La voluntad de beneplácito, explica, puede entenderse: «que sea una distribución acomodada, esto es, todos los que se salvarán, porque nadie se salva sino por su voluntad (de Él); así como en una escuela el maestro enseña a todos los niños de esta ciudad, porque nadie es enseñado sino por él»[7].

            En la Suma teológica, el Aquinate, añade esta otra manera de comprenderse el versículo de San Pablo: «Segunda, en el sentido de referirse a todas las categorías de hombres, aunque no a todos los individuos de cada clase»[8].

            Cita también el texto citado de San Agustín, en el que se da una segunda interpretación. La sentencia del Apóstol podría entenderse: «no en el sentido de que no haya ningún hombre a quien El no quisiere salvar, puesto que no quiso hacer prodigios entre aquellos de quienes dice que habrían hecho penitencia, si los hubiera hecho; sino que entendamos por todos hombres”  todo el género humano distribuido por todos los estados: reyes, particulares, nobles, plebeyos, elevados humildes, doctos, indoctos, sanos, enfermos, de mucho talento, tardos, fatuos, ricos, pobres, medianos, hombres, mujeres, recién nacidos, niños, jóvenes, hombres maduros, ancianos; repartidos en todas las lenguas, en todas las costumbres en todas las artes, en todos los oficios, en la innumerable variedad de voluntades y de conciencias y en cualquiera otra clase de diferencias que puede haber entre los hombres; pues ¿qué clase hay, de todas éstas, de donde Dios no quiera salvar por medio de Jesucristo, su Unigénito, Señor nuestro, a hombres de todos los pueblos y lo haga, ya que, siendo omnipotente, no puede querer en vano cualquiera cosa que quisiere?»[9].

            Igualmente aparece este sentido en el Comentario a la primera epístola a Timoteo. Un  modo de entender la cita de San Pablo es «que sea una distribución según los géneros de cada uno, no según cada uno de los géneros, es decir, no excluye de la salvación ningún género o raza de hombres; porque antiguamente a sólo los judíos, ahora a todos se ofrece. Y esto está más de acuerdo con la intención del Apóstol».

            En este Comentario pone, en primer lugar, como primer modo de interpretarse, que no aparece en la Suma, que: «sea una locución causal, como cuando se dice que Dios hace algo porque hace que otros lo hagan, como en Rom 8, 26: “el mismo Espíritu hace nuestras peticiones”, es decir, hace que pidamos. Así quiere pues Dios, porque hace que sus santos quieran que todos se salven; pues este querer deban tenerlo los santos que no saben quiénes están predestinados y quienes no»[10].

Voluntad antecedente y voluntad consiguiente

            La tercera y última interpretación que presenta Santo Tomás es la de San Juan Damasceno, el último padre de la Iglesia. «Según el Damasceno (De Fide Ortodoxa, II, c. 29) se entiende de la voluntad antecedente, pero no de la consiguiente, distinción que no recae sobre la misma voluntad de Dios, en la que no hay antes ni después, sino sobre las cosas que quiere. Para explicarlo, tómese en cuenta que Dios quiere a cada cosa en la medida del bien que posee. Pues bien, se da el caso que cosas que, al primer aspecto y consideradas en absoluto, son buenas o malas, en determinadas condiciones, que es el segundo aspecto, son todo lo contrario. Por ejemplo, en absoluto, es bueno que un hombre viva y es malo matarlo; pero si, resulta, que tal hombre es homicida o que su vida es un peligro para la sociedad, es bueno matarlo y malo que viva; y por esto se puede decir que un juez justiciero quiere con voluntad antecedente que todo hombre viva, pero con voluntad consecuente, quiere que se ahorque al malhechor. Pues de manera análoga, Dios quiere con voluntad antecedente que todos los hombres se salven, pero con voluntad consecuente quiere que algunos se condenen, porque así lo requiere su justicia».

            Comenta seguidamente el ejemplo del juez, para explicar más claramente la diferencia entre la voluntad antecedente o absoluta de Dios del bien que tienen las cosas y la voluntad consecuente o consiguiente, según la particularización y circunstancias. «Lo que nosotros queremos con voluntad antecedente, no lo queremos en absoluto y sin reservas, sino hasta cierto punto. La razón es porque la voluntad se refiere a las cosas tal cual son en sí mismas, y en la realidad existen particularizadas, por lo cual queremos sin reservas una cosa cuando la queremos vistas todas sus circunstancias particulares, y esto es precisamente querer con voluntad consecuente. Por esto se puede decir que el juez recto quiere en absoluto que se ejecute al malhechor, y de cierta manera quiere que viva por cuanto se trata de un hombre, por lo cual más bien puede llamarse la suya veleidad que no voluntad absoluta»[11]. En el ejemplo, en realidad, la voluntad antecedente no es absoluta, sino que es una voluntad con «veleidad», o volubilidad, y la voluntad consecuente es la absoluta.

            Queda todavía más clara la distinción entre la voluntad antecedente y consecuente, que es de gran importancia para comprender de algún modo la predestinación y la reprobación, en el pasaje del Comentario de la primera epístola a Timoteo, que explica los sentidos de la voluntad de beneplácito. Sitúa  como cuarto y último lugar: «Que se entienda, según Damasceno, de la voluntad antecedente, no de la consecuente; porque aunque en la voluntad divina, no haya primero ni postrero, antes ni después, dícese con todo antecedente y consecuente».

.           Nota que la distinción es: «según el orden de las cosas queridas». Por ello: «Puede considerarse la voluntad en universal o absolutamente, y según algunas circunstancias y en particular. Y primero es la consideración absoluta y de manera universal que en particular y comparada. Por esto la voluntad absoluta es como antecedente y la voluntad de alguna cosa en particular como consecuente».

            El ejemplo, que pone a continuación, es el siguiente: «El mercader que quiere absolutamente salvar todas sus mercancías, y esto con voluntad antecedente; más si considera su salvación, no quiere salvarlas todas en comparación de otras cosas, a saber, si caso que las salvara se siguiese el naufragio. Y esta voluntad es consecuente. Así en Dios la salvación de todos los hombres en sí considerada tiene razón para ser querida; y el Apóstol así habla aquí, y así su voluntad es antecedente. Mas si se considera el bien de la justicia y el castigo de los pecados, entonces ya no quiere; y ésta es la voluntad consecuente»[12].

 

Definición de reprobación

            Dios quiere que todos los hombres se salven, sin embargo, es innegable que también reprueba a algunos. Lo confirman varios pasajes de las Sagradas Escrituras. En uno de ellos, en la Epístola a los Romanos, se lee: « Queriendo Dios mostrar su ira y dar a conocer su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira dispuestos para la perdición»[13]; y en el Evangelio según San Mateo: «Entonces dirá también a los que estén a la izquierda: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, que está preparado para el diablo y para sus ángeles”»[14].

            En la cuestión de la Suma Teológica, dedicada a la predestinación, afirma Santo Tomás: «Dios reprueba a algunos. Se ha dicho que la predestinación es una parte de la providencia y que a la providencia pertenece permitir algún defecto en las cosas que le están sometidas. Pues bien, como los hombres están ordenados a la vida eterna por la providencia divina, a la providencia divina pertenece también permitir que algunos no alcancen este fin, y a esto se llama reprobar».

            Sobre el hecho de la reprobación, o el que Dios permita que algunos hombres no alcancen la salvación, expresado explícitamente en la revelación divina, el Aquinate explica seguidamente: «Así pues, lo mismo que la predestinación es una parte de la providencia respecto a los que están ordenados por Dios a la salvación eterna, la reprobación es una parte de la providencia respecto a los que no han de alcanzar este fin».         

            La reprobación implica la presciencia o conocimiento del futuro, pero no le añade, como la predestinación, la causalidad de los bienes de la salvación, sino la permisión de la causalidad de los condenados, porque: «la reprobación no incluye solamente la presciencia, sino que, según nuestro modo de entender, le añade algo, como lo añade la providencia, según se ha dicho, pues así como la predestinación incluye la voluntad de dar la gracia y la gloria, la reprobación incluye la voluntad de permitir que alguien caiga en la culpa, y por la culpa aplicarle la pena de condenación»[15].

            Si la predestinación es positiva, puede decirse que la reprobación es negativa en cuanto el decreto de la voluntad divina es la de permitir el pecado y una vez previsto condenarlo. No hay una reprobación positiva o de condenar antes de haber previstos los pecados.

            En este sentido escribía San Agustín: «¿qué dices de Isaac, al que nada posible o imposible se le intimó, y, sin embargo, habría perdido la vida, de no ser circuncidado al octavo día? ¿No ves, en fin, que el precepto dado por Dios al primer hombre era de posible y fácil cumplimiento; y que fue por esta violación y desprecio de este mandato de un solo hombre, como en masa común de origen, por lo que arrastró con su pecado a todo el género humano, herencia común, y de ahí viene el “duro yugo que pesa sobre los hijos de Adán desde el día de su nacimiento hasta el día de su sepultura en la madre de todos” (Eclo 40, 1) Y como de esta generación maldita de Adán nadie se ve libre si no renace en Cristo, por eso Isaac habría perecido de no recibir el signo de esta regeneración; y con plena justicia, pues, habría salido de esta vida, en la que entró condenado por su nacimiento carnal, sin el signo de la regeneración. Y si éste no es el motivo por el que Isaac habría perecido, indícame otro. Dios es bueno y justo; puede salvar a algunos porque es bueno, sin que lo hayan merecido; pero a nadie puede condenar sin motivo, porque es justo. Un niño de ocho días, sin pecado personal, ¿puede ser condenado, por no ser circuncidado, si no le hiciese digno de esta condena el pecado original?»[16]. Además del pecado original, en los adultos están los pecados personales.

            En este mismo artículo de la Suma, también el Aquinate rechaza una reprobación antes de la presciencia de los pecados, que se  expresa en la siguiente objeción: «Si Dios reprueba a algún hombre es preciso que la reprobación sea para los reprobados lo que la predestinación para los predestinados. Pues como la predestinación es causa de la salvación de los predestinados, la reprobación sería causa de la perdición de los réprobos, y esto es falso, porque en Óseas se dice: “De ti, Israel, viene tu perdición; sólo en mí está tu socorro” (Os 13, 9). Luego, Dios no reprueba a nadie»[17].

            La respuesta de Santo Tomás es que Dios reprueba, pero no lo hace sin la previsión de su pecados, porque: «La reprobación en cuanto causa no obra lo mismo que la predestinación. La predestinación es causa de lo que los predestinados esperan en la vida futura, o sea de la gloria, y de lo que reciben en la presente, que es la gracia. Pero la reprobación no es causa de lo que tienen en la vida presente, que es la culpa, sino que es causa del abandono de Dios. Es, sin embargo, causa de lo que se aplicará en lo futuro, esto es, del castigo eterno. Pero la culpa, proviene del libre albedrío, por el que se reprueba y se separa de la gracia; y, por tanto, se cumplen las palabras del profeta: “De ti, Israel, viene tu perdición” (Os  13, 9)»[18].

 

Causa de la reprobación

            Al no dar la salvación a algunos, Dios no lo hace por un acto positivo de su voluntad, como si les excluyera de este beneficio, que, por otro lado, no es debido a nadie. Si su voluntad quiere la salvación de todos, no puede admitirse la exclusión positiva de nadie. Únicamente, de manera negativa como castigo del pecado previsto y permitido por Dios, y que ha sido cometido por el pecador con su voluntad libre. Supuesta la voluntad salvífica universal, entendida con la salvedad de la voluntad del pecador, y en atención a los méritos de Cristo, que «murió por todos»[19], a nadie por parte de Dios le faltarán los medios necesarios y suficientes para obtener la salvación.

            Dios ofrece a todos lo que necesitaban para salvarse, si hubieran querido. Ningún condenado se podrá quejar de no haber recibido las gracias suficientes, a las que si no hubiera opuesto impedimento, habría recibido además las gracias eficaces que le hubieran llevado a la salvación. Así lo declaró el concilio de Trento: «Si alguno dijere que no participan de la gracia de la justificación, sino los predestinados a la vida, y que todos los demás que son llamados lo son en efecto, pero que no reciben gracia, como que están predestinados a lo malo por el poder divino, sea anatema»[20].

No representa ninguna dificultad que, para salvarse, sea necesario tener fe y creer en unos contenidos explícitos, porque: «El objeto propio de la fe es aquello que hace al hombre bienaventurado. En cambio, pertenece accidental y secundariamente al objeto de la fe todo cuanto en la Escritura se contiene, como que Abrahán tuvo dos hijos, que David fue hijo de Isaí, y cosas semejantes. Por lo tanto, en cuanto a las verdades primeras de la fe, que son los artículos (del Credo o de los símbolos de la fe), debe el hombre creerlos explícitamente, con la misma necesidad como está obligado a tener fe. Más, respecto de los otros creíbles, no está obligado a creerlos explícitamente, sino sólo implícitamente, o en la disposición de ánimo, en cuanto está preparado a creer todo lo que en la divina Escritura se contiene. En todo caso, sólo está obligado a creer explícitamente cuando le conste que se halla contenido en la doctrina de fe»[21].

            Desde esta importante observación, repara el Aquinate, en otro lugar, que: «No se sigue  inconveniente alguno que todos los tengan que creer explícitamente algo, si alguno se nutre en  las selvas o entre animales salvajes; porque pertenece a la divina providencia proveer a cada uno lo necesario para la salvación, con tal de que no lo impida por su parte. Así pues, si alguno de los así nutridos, llevado de la razón natural se guía en el deseo del bien y en la huída del mal, certísimo es que Dios le revelará por una interna inspiración   las cosas que hay que creer necesariamente o le enviará algún predicador de la fe, como envió Pedro a Cornelio (Hch, 10)»[22].

            La reprobación tampoco quita la libertad al reprobado, tal como se presupone en la siguiente objeción  a que Dios repruebe algún hombre: «A nadie se debe hacer cargo de lo que no puede evitar. Pero si Dios reprueba a alguno, es inevitable que perezca, porque en el Eclesiastés se dice: “Considera las obras de Dios, que ninguno puede enmendar al que Él desechó” (Ecl 7, 14). Por consiguiente, no se podría imputar a los hombres su perdición, y como esto es falso, síguese que Dios no reprueba a nadie»[23].

            Responde Santo Tomás que: «La reprobación de Dios no merma en nada el poder del reprobado, y, por tanto, cuando se dice que el reprobado no puede conseguir la gracia, no se entiende en el sentido de una imposibilidad absoluta, sino de una imposibilidad condicional, a la manera como se ha dicho ser necesario que el predestinado se salve, pero con necesidad condicional, que no destruye el libre albedrío. De aquí, pues, que, si bien el que ha sido reprobado por Dios, no puede alcanzar la gracia, sin embargo, el que caiga en este o en el otro pecado proviene de su libre albedrío, y, por tanto, con razón se le imputa como culpa»[24].

 

Causa de la predestinación

            Si el pecado y el correspondiente demérito son la causa de la reprobación, no ocurre de manera parecida con los méritos y la predestinación. En el artículo de la cuestión de la predestinación –que trata de «si la predestinación tiene alguna causa por parte de sus efectos, o lo que es lo mismo, si Dios predeterminó que Él daría a alguien el efecto de la predestinación por algún merecimiento»–, expone varias doctrinas.

            Una de ellas es que: «La razón o causa del efecto de la predestinación son los méritos preexistentes en esta vida, y así los pelagianos sostuvieron que el principio del bien obrar procede de nosotros, y la consumación, de Dios, y que, por tanto, el motivo de que dé a uno y no a otro el efecto de la predestinación proviene de que el primero suministró el principio preparándose, y el segundo, no».

            Nota seguidamente Santo Tomás que: «Contra esta opinión dice el Apóstol (en 2 Cor 3, 5): “de nosotros no somos capaces de pensar algo como de nosotros mismos”; y no es posible hallar un principio anterior al pensamiento. Por consiguiente, no se puede decir que haya en nosotros principio alguno que sea motivo del efecto de la predestinación».

            Por tener en cuenta estas palabras de la Escritura, hay otra doctrina, en la que se sostiene que: «La razón de la predestinación son los méritos que siguen a su efecto; y esto quiere decir que, si Dios da la gracia a alguno y predeterminó que se la había de dar, es porque previó que había de usar bien de ella, a la manera como el rey da un caballo al soldado que sabe ha de usar bien de él».

            A los que explican la predestinación después de previstos los méritos, les objeta el Aquinate que: «Estos parecen haber distinguido entre lo que pertenece a la gracia y lo que pertenece al libre albedrío, como si el mismo efecto no pudiese  provenir de ambos. Es indudable que lo que procede de la gracia es efecto de la predestinación; pero esto no se puede poner como razón suya, puesto que está incluido en ella». Por la predestinación se confiere la gracia y ésta es la causa del mérito. Por consiguiente, como efecto de la predestinación, no puede  ser su causa.

            Todavía podría pensarse de otro mérito, que no fuese efecto de la gracia. Sin embargo: «Si, pues, hubiera de nuestra parte alguna otra cosa que fuese razón de la predestinación, habría de ser distinta del efecto de la predestinación. Pero lo que procede de la predestinación y del libre albedrío no lo es, por lo mismo, que no son cosas distintas lo que procede de la causa primera y de la segunda, y la providencia divina produce sus efectos por las operaciones de las causas segundas. Por consiguiente, lo que se hace por el libre albedrío proviene de la predeterminación». Todo mérito, aunque haya intervenido en su producción el libre albedrío, es causado por la gracia.

            Para determinar el verdadero papel de lo méritos en la causalidad de la predestinación, observa Santo Tomás  que debe tenerse en cuenta que en ella el efecto puede considerarse de dos maneras. «Una, en particular, y de este modo no hay inconveniente en que un efecto de la predestinación sea causa de otro: el posterior del anterior en el orden de la causa final, y el anterior, del posterior en calidad de causa meritoria, que viene a ser como una disposición de la materia. Es como si, por ejemplo, dijéramos que Dios predeterminó que había de dar a alguien la gloria por los méritos contraídos, y que le había de dar la gracia para que mereciese la gloria».

            En una predestinación concreta, una gracia, el correspondiente  mérito y  la gloria, a la que lleva, hay que afirmar, por un lado, que el mérito es causa final de la gracia y la gloria del mérito; por otro, que la gracia es causa, no eficiente, sino como si fuese material o dispositiva, del mérito y éste de la gloria. La gracia concreta no es causa eficiente de los actos meritorios, porque si toda gracia es gratuita también lo son las obras hechas por la gracia y bajo la gracia.

            Continúa explicando el Aquinate que: «La otra manera como se puede considerar la predestinación es en común, y, así considerada, es imposible que el efecto de toda la predestinación en conjunto tenga causa alguna por parte nuestra, porque cuanto de lo que se ordena a la salvación hay en el hombre, todo está comprendido bajo el efecto de la predestinación, incluso la misma preparación para la gracia, pues ni ésta se hace sin el auxilio divino, según se lee en Jeremías: “Conviértenos, Señor, a ti y nos convertiremos” (Lam 5, 2). Sin embargo, la predestinación, en este sentido, tiene por causa, por parte de sus efectos, la bondad divina, a la que se ordena todo el efecto de la predestinación como a su fin y de la que procede como de su causa motriz»[25].

            En la predestinación, en cuanto está en su sujeto pasivo, no hay nada que sea causa, en ningún sentido, de la misma. En ella, todo es efecto de la misma predestinación. Incluso lo que podría considerarse como causa material por ser como «preparación» de la gracia es también efecto de la misma predestinación.

 

La elección preferencial de Dios

            Dios elige a unos, predestinándoles a la gloria, haciendo que con su gracia  perseveren libremente en el bien, e incluso si ponen  también libremente obstáculos a la misma, elige a algunos de ellos y elimina estos impedimentos con una gracia extraordinaria y les predestina. A otros, sin embargo, permite que continúen rechazando las gracias que da a todos los hombres para que se salven, y les reprueba por el pecado que tienen sin ellas. Dado que la predestinación en su conjunto es totalmente gratuita y nadie  la puede merecer, surge el problema de la razón de estas elecciones de unos  con preferencia de otros.

            Santo Tomás presenta esta tremenda pregunta en la siguiente objeción a la tesis que la predestinación es anterior a los méritos previstos de los predestinados: «”En Dios no hay iniquidad” (Rm 9, 14), como dice el Apóstol. Parece inicuo dar trato desigual a los que son iguales, y todos los hombres son iguales por naturaleza y por el pecado original, y la desigualdad entre ellos sólo proviene del mérito o demérito de sus acciones. Así pues, Dios no prepara a los hombre un trato desigual, predestinando a unos y reprobando a otros, como no sea porque conoce previamente la diferencia de sus merecimientos»[26]. Por consiguiente, la predestinación al igual que la reprobación se realiza después de prever los méritos y deméritos.

            Para confirmar que el conocimiento previó de los méritos no es causa de la predestinación, Santo Tomás  responde con la explicación de la razón de las preferencias de Dios en su selección: «La razón de la predestinación de unos y de la reprobación de otros se puede hallar en la misma bondad divina. En efecto, si Dios lo hizo todo por su bondad, fue para que la bondad divina estuviese representada en las cosas. Pero la bondad divina, que en sí misma es una y simple, tiene que estar representada en las cosas de múltiples maneras, porque las criaturas no pueden alcanzar la simplicidad de Dios. De aquí, pues, que para la perfección del mundo se requieran seres de diversos grados, de las cuales unos ocupen en el universo sitio elevado y otros lugar ínfimo y que para conservar en las cosas la multiplicidad de grados permita Dios que sobrevengan algunos males, con objeto de que no se impidan muchos bienes, según se ha dicho en q. 2, a. 3, ad 1 y en, q. 22, a. 2»[27].

            En el primer texto citado escribe Santo Tomás: «Dice San Agustín en Enquiridion: “Pues Dios omnipotente, como confiesan los mismos infieles, “universal Señor de todas las cosas", siendo sumamente bueno, no permitiría en modo alguno que existiese algún mal en sus criaturas si no fuera de tal modo bueno y poderoso que pudiese sacar bien del mismo mal” (Enquiridion o Manual de la fe, de la esperanza y de la caridad, c. 11). Luego pertenece a la infinita bondad de Dios permitir los males para de ellos obtener los bienes»[28].

            En el segundo texto, explica el Aquinate que la existencia de «los defectos y corrupciones de los seres naturales»[29]  no implican que: «Dios no pueda impedirlo, y en este caso no sería omnipotente, o porque no tiene cuidado de todas las cosas»[30], y entonces no sería providente. Son igualmente objeto de la providencia, porque: «entran en el plan de la naturaleza universal, por cuanto la privación en uno cede en bien de otro, e incluso de todo el universo, ya que la generación o producción de un ser supone la destrucción o corrupción de otro, cosas ambas necesarias para la conservación de las especies. Pues como quiera que Dios es provisor universal de todas las cosas, incumbe a su providencia permitir que haya ciertos defectos en algunos seres particulares para que no sufra detrimento el bien perfecto del universo, ya que si se impidiesen todos los males se echarían de menos muchos bienes en el mundo; no viviría el león si no pereciesen otros animales, ni existiría la paciencia de los mártires si no moviesen persecuciones los tiranos»[31].

            De lo que ocurre en la totalidad de lo creado se puede inferir que se da también  en el conjunto de los hombres predestinados y reprobados. «Si pues consideramos al género humano como si fuese el universo de todos los seres, en algunos hombres, los que predestina, quiso Dios representar su bondad por modo de misericordia, perdonando, y en otros, lo que reprueba por modo de justicia castigando».

           No parece que haya otro modo de explicar este tremendo misterio que por la justicia y la misericordia de Dios. Sin embargo, no queda resuelto para cada persona, pues: «por qué elige en concreto a éstos para la gloria y reprueba a aquéllos, no tiene más razón que la voluntad divina»[32].

            La razón última está en la voluntad de Dios que es amorosa y misericordiosa. Por ello, el Aquinate, a continuación, cita un pasaje de San Agustín en el que se indica que no se puede encontrar una solución completa de la razón de la elección: «”No murmuréis entre vosotros; nadie puede venir a mí si el Padre que me envió no tira de él” (Jn 6, 57) ¡Gran encomio de la gracia! Nadie viene si no se tira de él. Si no quieres errar, no juzgues a ese de quien tira ni a ese de quien no, por qué tira de éste y no tira de aquél. Acéptalo una vez por todas y entenderás. ¿Aún no se tira de ti? Ora para que se tire de ti»[33].

            Seguidamente Santo Tomás vuelve aplicar la analogía con el universo de lo creado. «Algo parecido sucede también en los seres de la naturaleza. Por ejemplo, dado que la materia prima en sí misma es toda uniforme, se puede asignar la razón de por qué una de sus partes ha recibido la forma de fuego y otra la de tierra desde que Dios la creó, que es para que hubiese diversidad de especies en la naturaleza. Pero por qué esta parte de la materia recibe esta forma y aquella la otra, es cosa que depende de la simple voluntad de Dios, como de la simple voluntad del constructor depende que esta piedra esté en este sitio de la pared y aquella en el otro, aunque la razón del arte exige que una clase de piedras se coloquen en un lugar y otras en otro».

            No hay, sin embargo, arbitrariedad en Dios. «Aunque Dios prepara trato desigual para los que no son desiguales, no por ello hay iniquidad en Él. Se opondría esto a la razón de justicia, si el efecto de la predestinación fuese pago de una deuda y no un don gratuito».

            Siempre en el fondo la incomprensión de este gran misterio está el no tener en cuenta que la predestinación, con la gracia y la gloria, son absolutamente gratuitas. Por ello, concluye el Aquinate: «Precisamente cuando se trata de donaciones gratuitas puede alguien dar más o menos a quien mejor le parezca, con tal de que lo haga sin quitar a nadie lo debido y sin perjuicio de la justicia, que es lo que dice el padre de familia en Mt 20, 14s: “Toma lo que es tuyo y vete (…) ¿Acaso a mí no me es lícito hacer lo que quiero?”»[34].

Eudaldo Forment

 



[1] SANTO TOMÁS, Suma Teológica, I, q. 23, a. 4, ob. 3.

[2] Ibíd., I, q. 23, a. 4, ad 3.

[3] Ibíd., I, q. 19, a. 6, ad 1.

[4] SAN AGUSTÍN, Manual de fe, esperanza y caridad (Enquiridon), c. 103.

[5] Ap 21, 27.

[6] SAN AGUSTÍN, Manual de fe, esperanza y caridad (Enquiridon), c. 103.

 

[7] SANTO TOMÁS, Comentario a las epístolas de san Pablo a  Timoteo, I, c. 2., lect. 1.

[8] IDEM, Suma teológica, I, q. 19, a. 6, ad 1.

[9] SAN AGUSTÍN, Manual de fe, esperanza y caridad (Enquiridon), c. 103.

[10] SANTO TOMÁS, Comentario a las epístolas de san Pablo a  Timoteo, I, c. 2., lect. 1.

[11] IDEM, Suma Teológica, I, q. 19, a. 6, ad 3.

[12] IDEM, Comentario a las epístolas de san Pablo a  Timoteo, I, c. 2., lect. 1.

[13] Rm 9, 22.

[14] Mt 25, 41-42.

[15] SANTO TOMÁS, Suma teológica, I, q. 23, a. 3, in c.

[16] San AGUSTín, Réplica a Juliano, III, c. 18, 35.

[17] SANTO TOMÁS, Suma teológica, I, q. 23, a. 3,  ob. 2.

[18] Ibíd., I, q. 23, a. 3, ad 2. Con la predestinación se da una doble causalidad: la de la gracia y la de la gloria. En la reprobación también hay duplicidad en la causalidad. No hay causalidad de la gracia, en el sentido de la gracia eficaz -porque la gracia suficiente Dios la da a todos, pero los reprobados la han rechazado-, sino la del abandono de Dios, porque los reprobados no recibirán las gracias eficaces ni la de la perseverancia final. La segunda causalidad de la reprobación es la del castigo eterno. La reprobación no causa, por tanto, la culpa, que es causada por el libre albedrío.

[19] 2 Cor 5, 15.

[20] CONCILIO DE TRENTO, Decreto sobre la justificación, canon XVII.

[21] SANTO TOMÁS, Suma teológica, II-II, q. 2, a. 5, in c.

[22] IDEM, Cuestiones disputadas sobre la verdad, q. 14, a 11, ad 1.

[23] IDEM, Suma teológica, I, q. 23, a. 3, ob 3.

[24] Ibíd., I, q. 23, a. 3, ad 3.

[25] Ibíd., I, q. 23, a. 5, in c.

[26] Ibíd., I, q. 23, a. 5, ob. 3.

[27] Ibíd., I, q. 23, a. 5, ad 3.

[28] Ibíd., I, q. 2, a. 3, ad 1.

[29] Ibíd., I, q. 22, a. 2, ad 2.

[30] Ibíd., I, q. 22, a. 2, ob. 2.

[31] Ibíd., I, q. 22, a. 2, ad 2.

[32] Ibíd., I, q. 23, a. 5, ad 3.

[33] SAN AGUSTÍN, Comentarios a San Juan, Trat. 26, 2.

[34] SANTO TOMÁS, Suma teológica, I, q. 23, a. 5, ad 3.

 

40 comentarios

  
Gabriela de Argentina
Soy catolica, pero no me cierra, y hasta hace mal a mi fe.
Es verdad que Dios, Bien supremo, no nos debe nada, ni tiene por que darnos nada. Pero de ahi a decir que es bueno que haya gente perdida en el infierno, es dificil de tragar. Para "el equilibrio del universo" tal vez sea muy bonita esa "diversidad", pero no para los infelices en el horno.
Ningun hombre pide nacer. Entonces, que Dios permita que nazcan hombres que no pidieron hacerlo, sabiendo o en realidad determinando (porque si no son predestinados son reprobos, no hay otra, por mas que le den vueltas) que van a pasar su eternidad quemandose en el infierno para que "brille su justicia" no me suena muy justo que digamos.
No digo que no exista el infierno, ni que no sea justo que los malvados vayan alli. Pero no me cierra el planteo de la predestinacion. Porque la predestinacion a la gloria de algunos implica necesarimente, la reprobacion de los otros, pues no hay tercera opcion. Se diga lo que se diga, no es logicamente posible sostener que sea justo que seres a los que Dios les dio vida sin que la pidan, les haya sido dada para que acaben en el averno. Me dira que los reprobos pecaron y merecen el infierno. Le dire que por lo que se dicd, es porque Dios permitio que NO acepten su gracia. Y donde queda entonces el libre albedrio? Entonces, es el cuento de nunca acabar. No cierra, no cierra, y no cierra.
01/10/15 8:51 PM
  
Horacio Castro
“Si la predestinación es positiva, puede decirse que la reprobación es negativa en cuanto el decreto de la voluntad divina es el de permitir el pecado y una vez previsto condenarlo. No hay una reprobación positiva o de condenar antes de haber previsto los pecados”. Es decir que de hecho no hay reprobación negativa o anterior a la previsión de los pecados. Dr. Forment; es un artículo sumamente interesante que obliga a pensar y a su relectura. Gracias y saludos.
01/10/15 9:47 PM
  
Frank
'Comportante como los predestinados y serás de los predestinados'. Sn. Agustín.
01/10/15 9:55 PM
  
Luis Fernando
El capítulo 18 del libro de Ezequiel (léase entero) arroja no poca luz sobre este asunto.

Leemos:
¿Acaso quiero yo la muerte del malvado -oráculo del Señor Dios-, y no que se convierta de su conducta y viva?
Ez 18,23


Y

Yo no me complazco en la muerte de nadie -oráculo del Señor Dios-. Convertíos y viviréis.
Ez 18,32


Ahí se ve que no agrada al Señor la condenación de nadie. Pero también leemos:

Si el malvado se convierte de todos los pecados cometidos y observa todos mis preceptos, practica el derecho y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá.
Ez 18,21


Y

Si el inocente se aparta de su inocencia y comete maldades, como las acciones detestables del malvado, ¿acaso podrá vivir? No se tendrán en cuenta sus obras justas. Por el mal que hizo y por el pecado cometido, morirá.
Ez 18,24


Y

Pues bien, os juzgaré, a cada uno según su proceder, casa de Israel —oráculo del Señor Dios—. Arrepentíos y convertíos de vuestros delitos, y no tropezaréis en vuestra culpa.
Ez 18,30


Dios no puede dejar de ser santo. Santidad en la que brilla su misericordia en quienes Él obra la gracia de la conversión, pero igualmente brilla su justicia en quienes permanecen en sus pecados. Precisamente la justicia condenatoria sobre los réprobos hace brillar aún más la gloria de la salvación de los elegidos. Esto último, tan rechazado por el hombre moderno, lo explica san Pablo en Romanos con un lenguaje que a muchos resulta duro, pero no por ello deja de ser menos cierto:

¿Y si Dios, queriendo mostrar su ira y dar a conocer su poder, soportó con mucha paciencia objetos de ira destinados a la perdición, con el fin de dar a conocer la riqueza de su gloria en favor de los objetos de misericordia preparados para la gloria?
Rom 9,22-23


02/10/15 8:18 AM
  
Luis Fernando
Respecto a esta cita de San Agustín:
«Y por eso hemos de pedirle que quiera, porque es necesario que se cumpla, si quiere. Pues de la oración a Dios trataba el Apóstol al decir esto. De este mismo modo entendemos también lo que está escrito en el Evangelio: “El es el que ilumina a todo hombre que viene a este mundo” (Jn 1,9) ; no en el sentido de que no haya ningún hombre que no sea iluminado, sino porque ninguno es iluminado a no ser por El»


No seré yo quien le enmiende la plana a semejante santo y doctor de la Iglesia, pero quizás también podría interpretarse Jn 1,9 en el sentido de que aunque todos -de forma absoluta- son iluminados de alguna manera por Cristo, no todos responden de igual manera a esa luz.

De hecho, la creación es hecha en Cristo y por Cristo (Col 1,6) y esa creación es luz que da testimonio de la existencia de Dios (Rom 1,19-20). De tal forma que esa "luz" que ilumina a todo hombre de la que habla San Juan ya estaba "luciendo" antes de la Encarnación. Por supuesto, una vez encarnado el Verbo, su luz es aún más clara. Pero no dice el evangelio que no brillara antes, sino que llega al mundo. Lo que antes se veía solo por sus efectos (creación) se pudo ver en persona (testigos coetáneos -1 Jn 1,1-3) y se puede ver por fe (Jn 20,29), pero incluso a los que no son de la fe todavía pueden verla en la creación, aunque esta misma está afectada por la caída.

Por otra parte, ¿no es la conciencia, como decía el Beato Newman, el primero de los vicarios de Cristo? Aun estando caída, en algún momento de la vida de todo hombre ha ejercido su papel. Incluso en aquellos que la tienen tan corrompida que ya no sirve para nada bueno, hubo alguna vez en que no fue así.
02/10/15 8:34 AM
  
Oscar
Gabriela de Argentina: totalmente de acuerdo contigo. Lo gordo es que a esta web le ha dado por abundar en este tema, pero no son capaces de explicar la predestinación aquí expuesta, y al final o es debido a la corta inteligencia de los que no lo compartimos (si no se cree en esta predestinacion, no se está con la doctrina católica, LF) o a que es un misterio que solo en el cielo llegaremos a comprender. Pos vale. Porque esto es tema capital (el misterio de la Trinidad no se llega a abarcar con la inteligencia, pero no va contra la inteligencia como el de la predestinación, incluso puede ayudar en abundar en el amor el misterio de la Trinidad). Mira como ejemplo el blog de Alonso Gracian, el tema de la predestinación con sus comentarios: ni él, ni Nestor, ni Luis Fernando son capaces de poner coherencia inteligible a sus argumentos (en mi opinión, que no la suya claro). Y es un tema grave, yo hace tiempo que no he estado tan agitado en una misa como después de haber seguido el debate del blog de AG, y solo al comulgar recobré la paz, con este mensaje: no escuches lo que perturba tu amor por Mi, estate en paz.
02/10/15 9:38 AM
  
Oscar
Luis Fernando: gracias por las aclaraciones pero en mi opinión ese no es el tema. La cuestión es la que plantea Gabriela, inevitablemente: "porque si no son predestinados son reprobos, no hay otra, por mucho que le den vueltas". Y Sigue sin repuesta, te has ido al paso siguiente sin resolver el primero y decisivo. Y ciertamente, como comenta Gabriela, y como dijo Jesucristo con el "más le valdría no haber nacido", los reprobos prefieren ser aniquilados que la desgracia y desesperación eterna, pero esa opción no se les da (aunque leí que el papa dijo, equivocadamente, que las almas de los reprobos son aniquiladas.)
02/10/15 6:26 PM
  
Lope Pascual
Estimado don Eudaldo:

He seguido con atención todos sus artículos sobre la gracia, por ser tema que me apasiona. He de decirle que éste artículo en particular es excepcionalmente bueno y muy clarificador. Muchas gracias.
02/10/15 6:28 PM
  
Alonso Gracián
Sé que la doctrina de la Predestinación es un escándalo para el voluntarismo. Rechina en los oídos que no la han escuchado, acostumbrados a la disonancia antropocéntrica. Pero con oración, y fidelidad a la enseñanza de santo Tomás, podremos ir poco a poco vislumbrando su belleza, profundamente consoladora.

La fe tiene cierta oscuridad, de tan luminosa, y en ocasiones vamos a tientas, sin poder ir más allá de lo que fue el Angélico o san Agustín.

02/10/15 7:16 PM
  
Néstor
En este pasaje de Santo Tomás que se cita en el "post":

«La reprobación en cuanto causa no obra lo mismo que la predestinación. La predestinación es causa de lo que los predestinados esperan en la vida futura, o sea de la gloria, y de lo que reciben en la presente, que es la gracia. Pero la reprobación no es causa de lo que tienen en la vida presente, que es la culpa, y, en cambio, es causa de lo que se aplicará en lo futuro, esto es, del castigo eterno. Pero la culpa, proviene del libre albedrío del que es reprobado y abandonado por la gracia y, por tanto, se cumplen las palabras del profeta: “De ti, Israel, viene tu perdición” (Os 13, 9)»[18].”

ni la objeción ni la respuesta de Santo Tomás tratan acerca de si la reprobación es anterior o posterior a la previsión divina de los pecados.

De lo que se discute es de si Dios es causa o no de la perdición de los réprobos. La objeción dice que sí, Santo Tomás, obviamente, responde que no.

La respuesta ahí citada de Santo Tomás se puede entender perfectamente en armonía con la tesis de la “reprobación negativa antecedente”, que es clásica, además, en la escuela tomista, si exceptuamos solamente a los que han querido incorporar elementos del molinismo, como es el caso de Marín- Solá.

“Reprobación antecedente” es la reprobación anterior a la previsión divina de las culpas, “reprobación consecuente” es la reprobación posterior a esa previsión divina de las culpas.

“Reprobación positiva” es la reprobación como pena y castigo por el pecado, “reprobación negativa” es la reprobación como no elección divina para la gloria.

La tesis calvinista y herética es la reprobación positiva antecedente.

La tesis tomista clásica es la reprobación negativa antecedente y positiva consecuente.

La tesis molinista, seguida en este punto por Marín – Solá, es la reprobación sólo positiva consecuente.

Es decir, el tomismo clásico enseña que antes de la previsión de los pecados, Dios libremente determina no elegir a algunos para la vida eterna.

En efecto, lo que dice ahí Santo Tomás es que la predestinación es causa de la gracia, pero la reprobación no es causa de la culpa.

Porque efectivamente, los pecados, a diferencia de los actos buenos, no son causados, sino sólo permitidos, por Dios.

Pero la permisión del pecado sin duda que es anterior a la previsión del pecado por parte de Dios, salvo que recurramos a la “ciencia media” molinista.

Por el contrario, sin la “ciencia media”, el pecado sólo puede ser previsto por Dios en su decreto permisivo del mismo, porque Dios no recibe su conocimiento de la creatura.

Y si se trata de la permisión de la impenitencia final, que va necesariamente unida a la no consecución de la gloria, supone entonces la libre determinación divina de no elegir a esa persona para la vida eterna, o sea, la reprobación negativa antecedente.

Así lo dice, por ejemplo, Contenson (Theologia mentis et cordis, T. I, L. I, Dissert. VI, cap. II, spec. I.):

“La reprobación, en cuanto dice exclusión de la gloria en tanto que beneficio indebido, no tiene por motivo las culpas previstas, ni los pecados, sean actuales, sea el original, pero sí tiene como motivo esa previsión en cuanto incluye la voluntad de castigar e infligir la pena”.

Donde distingue entre la reprobación negativa, que es anterior a la previsión de los méritos, o “antecedente”, y la reprobación positiva, o pena por el pecado, que es posterior a la previsión de los méritos, o “consecuente”.

Billuart (Theologia iuxta mentem D. Thomae, T. I, Dissert. IX, Art. IX) también afirma la reprobación negativa antecedente, sólo que difiere de Contenson en que se niega a identificarla con la exclusión de algunos de la gloria como beneficio indebido, y la hace consistir en la
“voluntad de permitir que algunos por su culpa no accedan a la gloria”.

Es decir, no la concibe como un acto de la Voluntad divina respecto de la consecución o no de la gloria por parte de algunos, sino en un acto de la Voluntad divina respecto de la permisión del pecado de algunos, de tal modo, que por ello no alcancen la gloria.

No está diciendo “voluntad de permitirlo luego de prever esas culpas”, pues lo rotula “reprobación negativa”, y lo distingue de la reprobación “positiva”, de la que previamente ha dicho:

“La reprobación positiva tanto de los ángeles como de los hombres se debe a las culpas previstas”.

Ello queda claro por lo que dice:

“Los que recurriendo a la “ciencia media” enseñan que la predestinación se debe a la previsión de los méritos, igualmente enseñan que la reprobación negativa de los ángeles y los hombres se debe a las culpas previstas (….) Esta sentencia ha sido suficientemente impugnada por lo que se ha dicho sobre la ciencia media, los decretos eficaces y la predestinación gratuita.”

Igualmente, Garrigou – Lagrange (La predestinación de los santos y la gracia, Segunda Parte, Síntesis, Cap. III):

“El motivo de la reprobación negativa, tomado absolutamente o en general, no es la previsión de los deméritos de los reprobados, pues esta reprobación negativa no es más que la permisión divina de esos deméritos [como vemos, sigue en esto a Billuart], y por lo tanto, lógicamente precede a la previsión de ellos en lugar de seguirla; sin esta permisión, esos deméritos no sucederían en el tiempo y no serían previstos en la eternidad”.

Y sigue Garrigou – Lagrange:

“Es menester decir, según el texto de Santo Tomás que acabamos de citar (Ia, q. 23, a. 5, ad 3um) que el motivo de la reprobación negativa es que Dios ha querido manifestar su Bondad no sólo bajo la forma de la misericordia, sino también bajo la de la justicia, y que pertenece a la Providencia el permitir que ciertos seres defectibles se malogren, y que ciertos males sucedan, sin los cuales no existirían algunos bienes superiores.”

Por eso, la frase tomista:

“…la culpa, proviene del libre albedrío del que es reprobado y abandonado por la gracia…”

la entienden estos autores dándole prioridad a la reprobación (negativa) y el abandono como negación de la gracia eficaz, sobre la culpa.

Por ejemplo, Billuart, en el lugar citado:

“De dos maneras se entiende que Dios abandona a alguien: 1º, permitiendo su defectibilidad, o sea, no preservándolo del pecado por un auxilio especial y eficaz indebido, pero nada quitando, por otra parte, de los auxilios ordinarios por los que, si no los resistiere, llegaría al bien; y éste es el abandono impropio, para el cual no es necesario que el hombre abandone primero a Dios por el pecado, puesto que la permisión del pecado se incluye dentro de ese modo de abandonar, como es evidente. 2º, se entiende que Dios abandona al hombre cuando le sustrae los auxilios comunes y la protección ordinaria que tiene para con los buenos, y esto es propiamente abandonar; del cual modo Dios no abandona a nadie si no es primero abandonado por él mediante el pecado: este segundo abandono es castigo, no el primero.”

Saludos cordiales.
02/10/15 8:59 PM
  
Néstor
Y efectivamente, la elección y predestinación de algunos, no de todos, tiene como reverso inseparable la no elección de otros.

Por eso mismo es coherente, aunque falsa, entiendo, la tesis molinista que dice que tanto la elección y predestinación como la reprobación son posteriores a la previsión divina de los méritos o las culpas respectivamente.

También es coherente la tesis tomista clásica que dice que tanto la elección y predestinación como la reprobación negativa son anteriores a la previsión de los méritos o culpas respectivamente.

Pero no es coherente la tesis del Card. Billot, por ejemplo, que dice que la elección y predestinación es anterior a la previsión divina de los méritos, y la reprobación es solamente positiva, y por tanto, solamente consecuente a la previsión de las culpas.

No es lógicamente posible elegir a algunos, no a todos, sin por eso mismo dejar de elegir a algunos. Por tanto, si lo primero es anterior a la previsión de los méritos, lo segundo, es decir, la reprobación negativa, es anterior a la previsión de las culpas.

Lo que sí tiene que ser posterior a la previsión de las culpas, contra Calvino, es el decreto de condenación eterna, es decir, la reprobación positiva, pues eso es pena por el pecado y supone por tanto la previsión del pecado.

Saludos cordiales.
02/10/15 9:08 PM
  
Oscar
Jeje, vaya no pudo reprimirse la descalificación al contrario: voluntarista. Pues nada, un fuerte abrazo de parte de uno que no se considera ni voluntarista ni pelagiano. Acostumbrase al antropocentrismo es imposible si se visita el Santisimo todos los días por amor.
La predestinación esta muy bien, menos para los reprobos, tan mala es que se explicaba que no convenía que Dios la comunicase de antemano porque conduciria a la desesperación de los "reprobados"
02/10/15 9:17 PM
  
Néstor
Además, el texto citado de Santo Tomás no es fiel al original, porque no lo es la traducción de la BAC. El original dice:

Iª q. 23 a. 3 ad 2

"Ad secundum dicendum quod aliter se habet reprobatio in causando, quam praedestinatio. Nam praedestinatio est causa et eius quod expectatur in futura vita a praedestinatis, scilicet gloriae; et eius quod percipitur in praesenti, scilicet gratiae. Reprobatio vero non est causa eius quod est in praesenti, scilicet culpae; sed est causa derelictionis a Deo. Est tamen causa eius quod redditur in futuro, scilicet poenae aeternae. Sed culpa provenit ex libero arbitrio eius qui reprobatur et a gratia deseritur. Et secundum hoc verificatur dictum prophetae, scilicet, perditio tua, Israel, ex te."

O sea, en la parte que interesa ahora:

"Pero la reprobación no es causa de aquello que ocurre en el presente, es decir, de la culpa, sino que es causa del abandono por parte de Dios. Pero la culpa procede del libre albedrío del que es reprobado y abandonado por la gracia."

Incomprensiblemente, la versión española de la BAC suprime la parte en negrita. No así una versión inglesa que pude consultar.

La reprobación es entonces causa del abandono por parte de Dios, abandono que además debemos entender según el final de la frase: "abandonado por la gracia".

Y que seguramente la mejor forma de entenderlo es según el texto de Billuart citado en último lugar en mi mensaje anterior.

Saludos cordiales.
02/10/15 9:36 PM
  
Oscar
Ya se le puede dar mil vueltas, pero es muy sencillo: la reprobación negativa antecedente es la reprobación como no eleccion divina para la gloria. Esto es, creado para el infierno, ni mas ni menos, porque si no hay gloria hay infierno, una de dos. Tutto li, no se por que seguir añadiendo palabrería a algo tan sencillo.
02/10/15 11:04 PM
  
Alonso Gracián
Oscar, no me refería a ti, sino al tipo del voluntarista, al católico antropocéntrico, que procede de la Gran Impostura.

Verás, es normal que nos choque este tema, porque llevamos siglos de cultura voluntarista, y así ha terminado Europa, descristianizada. Hasta que la doctrina de la primacía de la gracia y la elección divina nos libera de esa gran losa pesada que supone poner el peso de nuestra salvación sobre nuestros esfuerzos, y no sobre el amor gratuito del Señor.

Si has leído todos mis posts sobre Predestinación, y no sólo el último, comprobarás que hay una verdad potente que resalta sobre todas:

Dios no condena injustamente a nadie, a nadie abandona sin motivo. Niega la gracia eficaz como castigo justo por el pecado. No desampara al que le busca, antes bien, le da el buscarle y el pedirle.

Hay una gran maldad en el rechazo de la gracia suficiente y necesaria, porque con esta resistencia a la gracia se rechaza la eficacia misma de la gracia. Y este es el tema: que el que se salva es por el maravilloso don electivo de Dios, y el que se condena, es por su propia y humana culpa, exclusivamente: se ha autoexcluido de la salvación, no quiere por nada del mundo estar con Dios.

Dios no condena sin motivo.
03/10/15 12:04 AM
  
Horacio Castro
En ningún momento Santo Tomás se refiere a la tesis de la “reprobación negativa antecedente” y menos aún relacionándola con la reprobación anterior o posterior a la previsión divina de los pecados. En todo caso este desarrollo es clásico para parte del tomismo. Hay que recordar que el filósofo e historiador Étienne Gilson explica que “la historia de las ideas habla de escuelas y movimientos refiriéndolos a un jefe de fila. Así se habla del ‘tomismo’, como del sistema teológico y filosófico, que deriva de la enseñanza de Tomás. Pero para no tergiversar el sentido original del pensamiento del maestro no debiera olvidarse que estos sistemas son obra de sus seguidores y lectores, y no está garantizado en ningún momento que expresen de forma adecuada las doctrinas en que se inspiran. Con ello no se niega la legitimidad de leer y seguir a un autor”. Para correr menos riesgo de quedar sepultado por una decena de comentarios, me limito a presentar una consulta que espero formular claramente. ¿Por qué se desarrolló la tesis de “no elección divina para la gloria” o “reprobación negativa” anterior a la previsión divina de las culpas? Hay una importante bibliografía que la justifica como consecuencia de la predestinación de los elegidos. ¿Por qué con la misma lógica no se esquematizó una “elección divina de predestinados a la salvación” posterior a la previsión de las propias culpas de los condenados eternamente? ¿Es que alguien supuso que en la eternidad de Dios no sería predestinación por una cuestión supuestamente cronológica? Ahora si alguien, después de todo lo que se ha escrito durante siglos (pero también en este portal), va a coincidir con esa pretendida lógica de la “reprobación negativa antecedente” como voluntad divina de permitir que algunos por su culpa no accedan a la gloria, sin relación con la gloria por parte de otros, digo gracias y hasta otro momento.
03/10/15 1:29 AM
  
Néstor
Catecismo:

"600 Para Dios todos los momentos del tiempo están presentes en su actualidad. Por tanto establece su designio eterno de "predestinación" incluyendo en él la respuesta libre de cada hombre a su gracia: "Sí, verdaderamente, se han reunido en esta ciudad contra tu santo siervo Jesús, que tú has ungido, Herodes y Poncio Pilato con las naciones gentiles y los pueblos de Israel (cf. Sal 2, 1-2), de tal suerte que ellos han cumplido todo lo que, en tu poder y tu sabiduría, habías predestinado" (Hch 4, 27-28). Dios ha permitido los actos nacidos de su ceguera (cf. Mt 26, 54; Jn 18, 36; 19, 11) para realizar su designio de salvación (cf. Hch 3, 17-18)."

Saludos cordiales
03/10/15 1:46 AM
  
Néstor
Traducción francesa de la Suma Teológica de la “Revue des Jeunes” (1935):

“Au contraire, la réprobation n’est pas cause de ce qui lui correspond dans le présent, à savoir la faute; elle est cause seulement, à cet egard, d’un abandon de Dieu.”

En nota, comenta el traductor, que es el R. P. Sertillanges, O.P. (trad. nuestra):

“Santo Tomás no quiere decir que Dios abandone a algún ser [léase: creatura racional] a sí mismo en el sentido de que le niegue las gracias necesarias para que se salve. Todo ser, según la fe católica, es provisto de gracias necesarias y suficientes para la salvación. Se trata aquí de gracias efectivamente decisivas, como las gracias de correspondencia y perseverancia, sobre todo de perseverancia final, que no son debidas a nadie y que reciben sólo los elegidos.”

Y en la versión francesa de Du Cerf, 1984, que está en Internet:

“La réprobation n’est pas cause de ce qui lui correspond dans le présent, à savoir la faute; elle est cause du délaissement par Dieu . Mais elle est cause de la sanction future, à savoir la peine éternelle. La faute, elle, provient du libre arbitre chez celui qui est réprouvé et que la grâce délaisse. Et ainsi se vérifie le mot du prophète : “ Ta perdition vient de toi, Israël. ”

“Délaissement” se traduce por “abandono” y es el mismo término que aquí se usa una vez más para traducir el “deseritur” de la frase que habla del que es reprobado y abandonado por la gracia.

Saludos cordiales.
03/10/15 2:01 AM
  
Horacio Castro
Sobre una posible refutación, entiendo que San Próspero, niega específicamente la predestinación a la perdición, cuando “defiende también firmemente el pensamiento de San Agustín y rehúsa identificar la predestinación con la presciencia porque Dios 'no prevé menos los actos malos que los actos buenos', y sin embargo no quiere positivamente y no produce sino los buenos (ver resp. ad cap. gallor., I, 15, col. 170)”.
03/10/15 1:13 PM
  
SBV
A mí me parece un tema demasiado espinoso. Estoy muy lejos de entenderlo. Porque, como señala un comentarista, ciertamente existe maldad en el rechazo de la gracia suficiente, pero al mismo tiempo hay que aceptar que Dios hizo que esa gracia fuese meramente suficiente y no “eficaz”. De lo contrario habría sido aceptada por esa alma, por mucho que hubiese un empecinamiento de su parte en querer rechazar la gracia de Dios. Porque si la gracia fuese donada al alma atendiendo a las disposiciones o méritos de la misma dejaría de ser gracia. Y si no es así, es porque la salvación depende más del hombre que de Dios. Y esto es inaceptable. De ser así, no cabría predestinación alguna, sino mera previsión de lo que cada hombre hace con su propia libertad. Pero si esto no es así, me uno a las inquietudes de algunos comentaristas y pregunto ¿cómo se puede explicar el que Dios haga nacer seres humanos que Él sabe que van a rechazar sus gracias suficientes (que no eficaces) y que consiguientemente con justicia arderán para siempre en el infierno? Porque si Dios hubiese decidido predestinar a esos seres humanos, como hace con otros, se hubiesen salvado, por muy empecinados que estén en su maldad ¿O no?
04/10/15 4:37 AM
  
Horacio Castro
La predestinación con libertad para aceptar o rechazar a Dios, se entiende con la Biblia y lo básico de San Agustín, Santo Tomás y otros. No podemos salvarnos por nosotros mismos sin la gracia (o ayuda) de Dios. Libremente podemos pecar rechazando las gracias suficientes que Dios da a todos. Él también da gracias eficaces infalibles, porque en su plan salvífico somos movidos a realizar libremente algunos actos buenos, todos los pecadores, hasta los más malvados. Dios es justo y condena, desde la eternidad y antes de su previsión de pecados, a los malvados que condena eternamente por sus propias culpas. Es Misericordioso y a otros, con la gracia de la perseverancia final, los elige- antes de su previsión de méritos y grados de santidad- para la gloria eterna luego de que cumplan penas de purificación.
04/10/15 6:27 PM
  
Horacio Castro
¡Disculpas! Corrijo a punto seguido gracias a Dios. "Dios es justo y condena, desde la eternidad y LUEGO de su previsión de pecados, a los malvados que condena eternamente por sus propias culpas."
04/10/15 7:07 PM
  
SBV
Entonces, por lo que comenta Horacio, ¿un predestinado tiene la libertad de rechazar la gracia? ¿o la gracia que recibe él es mucho más seductora (infalible) que la meramente suficiente (que se llama así porque se tiene la posibilidad de rechazar)? Si es que he entendido bien, no veo dónde hay espacio para el obrar libremente.
05/10/15 12:01 AM
  
SBV
Quizá la cuestión esté en determinar qué es lo que distingue una gracia eficaz de una meramente suficiente. Si es Dios, pareciera que no hay cabida a la libertad para los que reciben gracias eficaces, pues actuarán infaliblemente conforme a la voluntad de Dios. Y si es la libertad del hombre, claramente la salvación dependería más de la buena voluntad del hombre que de Dios. Ojalá alguien pueda iluminar este tema tan delicado.
05/10/15 12:12 AM
  
Néstor
La predestinación y la reprobación, además de ser verdades de fe, son una consecuencia lógica de la Omnipotencia divina.

La Omnipotencia implica que nada escapa al control absoluto que Dios tiene de todo lo creado. Es decir, nada sucede en lo creado contra la Voluntad consecuente de Dios.

A Dios no se le puede escapar nada, nada de lo que él quiere consecuentemente puede dejar de darse, ni lo que consecuentemente quiere que no se dé, puede darse.

Por supuesto, se trata, como dice Santo Tomás, de una imposibilidad de la consecuencia, y no del consecuente, de una imposibilidad condicional, no absoluta, o sea, decimos nosotros con todos los tomistas, de una imposibilidad en sentido compuesto, no en sentido dividido.

Para Dios no hay sorpresas, ni fallos, ni cambios de último momento, ni accidentes.

Dios no depende de la acción de la creatura, porque todo lo que hay de ser y de bien en esa acción depende de la causalidad trascendente divina, y todo lo que en esa acción hay de mal y de no ser, supone la previa permisión divina.

Como dice el R. P. Garrigou Lagrange, Dios siempre es determinante, nunca determinado.

Ninguna creatura puede impedir que Dios haga lo que quiere consecuentemente hacer. ¿Y si Dios le permite que se lo impida? Es que si Dios permite que la creatura haga o deje de hacer algo, entonces es que quiere consecuentemente permitirlo, y entonces, la creatura no impide lo que Dios quiere consecuentemente hacer, sino sólo lo que Dios quiere antecedentemente hacer.

Sin duda que el pecado existe, y que Dios no quiere antecedentemente que exista, pero si existe, no es que Dios quiera consecuentemente que exista, pero sí que Dios quiere consecuentemente permitir que el pecado exista.

Sin ese querer permitir previo de parte de Dios, ningún pecado existiría, y por tanto, nadie se condenaría.

Por tanto, si algunos se salvan, eso no toma de sorpresa al Omnipotente, ni ocurre al margen o por fuera de su dominio soberano y absoluto sobre todo lo creado. Y si algunos se condenan, eso tampoco deja azorado y asombrado a Aquel sin cuya permisión no se condenarían, puesto que le sobra poder para impedir que se condenen.

Y eso es lo mismo que decir que existen la elección, la predestinación y la reprobación divinas.

Y no se trata entonces de que hay que buscar un imposible hueco o límite de la Omnipotencia divina para hacerle algún lugar a la libertad de la creatura. Es claro por lo dicho que la libertad de la creatura sólo es posible como efecto infalible de esa misma Omnipotencia divina, plenamente sumergida, por así decir, en esa Omnipotencia que ahí sobre todo muestra que verdaderamente es tal.

Y después de esto que nos vengan a decir que el tomismo es racionalista los mismos que se escandalizan de su adhesión inquebrantable al Misterio revelado en su aspecto tal vez más misterioso.

Saludos cordiales.
05/10/15 12:56 PM
  
Néstor
En cuanto a la predestinación, ya vimos que sí está enseñada en el n. 600 del Catecismo.

En cuanto a la gracia eficaz, la cosa, que es lo que importa, aunque no el nombre, está aquí, en donde subrayo en negrita:

"2000 La gracia santificante es un don habitual, una disposición estable y sobrenatural que perfecciona al alma para hacerla capaz de vivir con Dios, de obrar por su amor. Se debe distinguir entre la gracia habitual, disposición permanente para vivir y obrar según la vocación divina, y las gracias actuales, que designan las intervenciones divinas que están en el origen de la conversión o en el curso de la obra de la santificación."

En efecto, las gracias suficientes y las eficaces son gracias actuales. Sigue:

"2001 La preparación del hombre para acoger la gracia es ya una obra de la gracia. Esta es necesaria para suscitar y sostener nuestra colaboración a la justificación mediante la fe y a la santificación mediante la caridad. Dios completa en nosotros lo que Él mismo comenzó, “porque él, por su acción, comienza haciendo que nosotros queramos; y termina cooperando con nuestra voluntad ya convertida” (San Agustín, De gratia et libero arbitrio, 17, 33)"

"Suscitar y sostener nuestra colaboración" y "hacer que nosotros queramos" indican claramente la gracia eficaz.

En cuanto a la gracia suficiente, pienso que tal vez se la pueda ver en:

"La preparación del hombre para acoger la gracia es ya una obra de la gracia."

Saludos cordiales.
06/10/15 6:52 AM
  
Horacio Castro
Si no existiera Dios tampoco la lógica. Aquí el axioma es que Dios existe. Y en este tema los razonamientos se refieren nada menos que a la naturaleza de Dios. Los últimos comentarios de Néstor efectivamente recuerdan “el control absoluto que Dios tiene de todo lo creado”. Por otra parte SBV, no sabemos si estamos predestinados, pero todos somos pecadores; los predestinados también pecan (con excepción conocida de la Santísima Virgen y además Jesús que como san Agustín explica también fue predestinado). Como todos pecamos, también los predestinados rechazan gracias suficientes. Sobre las eficaces, la gracia de la perseverancia final que Dios da a sus elegidos también pecadores, como ayuda indiscutiblemente es más eficaz que la de un buen vecino (son definitivamente infalibles).
06/10/15 1:16 PM
  
Néstor
Por otra parte, "hacer que nosotros queramos" es una de las fórmulas más felices que encontró San Agustín para mostrar cómo la omnipotente eficacia de la gracia divina y nuestra libertad no se oponen, sino que van juntas. Porque como diría el mismo San Agustín ¿qué cosa hacemos más voluntariamente que aquello que hacemos porque queremos hacerlo? Y por tanto ¿qué cosa hacemos más voluntariamente que aquello que hacemos porque Dios hace que queramos hacerlo?

La libertad de ese querer nuestro queda asegurada por el hecho de que permanece la potencia, la capacidad, de no querer eso y de querer otra cosa.

Pero pedir que además de la capacidad de no querer lo que queremos o de querer otra cosa esté también el acto de quererlo, para que nuestro querer sea libre, es pedir demasiado, porque es pedir lo contradictorio: que al mismo tiempo queramos y no queramos algo.

Saludos cordiales.
06/10/15 1:53 PM
  
SBV
Muchas gracias por sus comentarios. Hace algunos años leí el De Deo Uno de Santo Tomás y creo que entendí más o menos correctamente los puntos que estamos tratando, pues lo que sabía está más o menos dentro de lo que aquí se explica. A fin de cuentas todo está como escrito dentro del marco inefable de los designios divinos. El problema está en que acentuar ese aspecto (entiendo muy bien a qué se refieren con "racionalizar") suscita no pocas dudas que terminan por inquietar a algunas almas. Porque si los designios divinos (voluntad consecuente) se cumplirán infaliblemente no sé qué sentido pueda tener la Iglesia, los sacramentos, la doctrina y el celo por la salvación de las almas (¿celo de qué?). Claro está que Dios se sirve de ello –porque Él así lo quiso– para ir completando el número de elegidos y por muchísimas otras razones de conveniencia. Pero yendo un poco más allá, ¿qué importancia puede tener continuar con eso si Dios, en su omnipotencia, igual terminará por salvar a los escogidos? ¿Realmente vale la pena? ¿Vale la pena orar por la conversión de los pecadores? Porque los escogidos se salvarán infaliblemente. Y en cuanto a los no escogidos, es como si su vida fuese una tragedia porque hagan lo que hagan, aunque toda la Iglesia eleve oraciones en favor de sus salvación (¿se puede orar por la salvación de los no predestinados o está prohibido?), jamás verán a Dios cara a cara. Y la razón de ello está en que libremente rechazaron a Dios, entre otras cosas porque Dios mismo jamás “hizo que quisieran”, diversamente de como se comportó con sus escogidos. Y actuó de esa forma porque esas almas sencillamente no estaban inscritas en el Libro de la Vida.


La experiencia que yo tengo con esa doctrina es que mal asumida conduce al quietismo. Y desespera y desalienta no poco a algunos fieles. Por otra parte, estoy seguro de que una porción muy ínfima de la Iglesia la acepta tal cual la presenta Santo Tomás (y no creo aventurado sostener que ni siquiera el Papa la cree así tal cual). Y estando así las cosas, parece exagerado sostener que es de fe sin ampliar un poco el marco, aunque concedo que pueda serlo.


En mi caso prefiero suspender el juicio sobre cosas que creo estar muy lejos de entender o de asumir rectamente. Porque esas doctrinas dejan relucir un rostro diverso del Amante que seduce con su amor y conquista. Del Amante que espera una respuesta libre de la criatura a su amor, aunque claramente haga que queramos amarle (y permita que no queramos aún haciendo que queramos; de lo contrario sufriríamos una suerte de programación volitiva que posibilitaría todo menos el amor libre, que es precisamente una de las razones más profundas de la permisión del pecado y de otros males que proceden de la libertad, aunque ciertamente en favor de bienes mucho mayores) al encender en nuestros corazones el deseo de poseerle. Yo creo que Dios hace eso con todos, aunque más intensamente con algunos que con otros. Y no obstante nada escape a sus designios, quizá haya que aceptar que existe una oscuridad verdaderamente incomprensible en la relación única que Dios tiene con cada una de sus criaturas, que claramente va mucho más allá de lo que se puede encontrar en un Tratado sobre la gracia, aunque haya sido escrito por el mejor tomista de todos los tiempos. En este sentido, creo que el Catecismo actual deja un marco muy amplio para la contemplación personal del misterio, lo mismo que al explicar el “extra Ecclesia nulla salus”. En el fondo son cosas que sólo Dios conoce, por mucho que encontremos un canon del C. de Florencia que haga suponer que los herejes y cismáticos, inclusos los que han muerto aliquomodo martirizados, inevitablemente vayan a parar al fuego del infierno.


Saludos y muchas gracias por sus comentarios.
07/10/15 3:48 AM
  
Néstor
Según la doctrina de la predestinación, a los que Dios ha predestinado les da gracias eficaces que infaliblemente los llevan a hacer libremente buenas obras y a morir en estado de gracia, o sea, la perseverancia final.

Por tanto, según esa misma doctrina, no se salva nadie que no se esfuerce por realizar esas buenas obras, que no se convierta del pecado a la gracia, de la incredulidad a la fe, etc.

Porque todo eso, la conversión, el esfuerzo por seguir a Cristo y por perseverar en gracia de Dios hasta la muerte, está incluido en el decreto eterno de predestinación para los elegidos.

Y por eso tiene sentido predicar el Evangelio, llamar a la conversión, etc.

Porque si yo quiero asegurarme, en lo que de mí depende, al menos, de que no estoy entre los predestinados, alcanza con que no pida a Dios su gracia, no me esfuerce por convertirme y ser fiel con la ayuda de la gracia de Dios, etc.

El problema es siempre el mismo: que pensamos la libertad humana fuera de la predestinación divina, como incompatible con ella, cuando en realidad, según Santo Tomás, el decreto predestinatorio divino incluye nuestros actos libres, como dice el Catecismo en su n. 600.

Es curioso que la mentalidad moderna acepte feliz las paradojas de la relatividad y la mecánica cuántica y se escandalice sin embargo del profundo misterio de la predestinación.

Saludos cordiales.
07/10/15 4:49 PM
  
Néstor
Tampoco es que hagamos lo que hagamos nos vamos a salvar si estamos predestinados y nos vamos a condenar si estamos reprobados.

Pues hay ciertas cosas que los predestinados no hacen, y otras que sólo ellos hacen, y lo mismo para los réprobos.

Así que no es "hagamos lo que hagamos".

Lo que nos toca a nosotros, de acuerdo con la virtud teologal de la esperanza y las enseñanzas de Trento sobre la imposibilidad de saber sin revelación divina especial que estamos predestinados, es confiar en el amor y la gracia de Dios que nos ha llamado, y poner los medios para lograr la salvación eterna, empezando por la oración.

La utilidad de recordar estas doctrinas es evidente: vivimos en una época absolutamente pelagiana, en la que el hombre se considera el centro de la realidad. Y así estamos. No puede haber un planteo correcto de la fe cristiana y la teología católica en general mientras no se dé a Dios el lugar que realmente le corresponde y no se lo reconozca como realmente es.

Porque ojo, además, que esto de la predestinación y la reprobación inmutables y absolutamente ciertas no es solamente tomismo: es también escotismo, congruismo, molinismo y agustinismo.

Saludos cordiales.
07/10/15 5:05 PM
  
Horacio Castro
SBV. Sé de varios preocupados. Entiendo lo que Ud. dice, aunque no coincido en la aparente duda sobre el “sentido que pueda tener la Iglesia, los sacramentos, la doctrina y el celo por la salvación de las almas”. De cualquier manera, si bien dice que suspende el juicio sobre estas cosas, usted cree que Dios enciende en nuestros corazones el deseo de poseerle. Por mi parte, rogando que me cuente entre Sus elegidos, procuraré cumplir los Mandamientos para no incurrir en pecados, y me sentiré muy feliz cada vez que realice (sin duda posible) una buena obra que atribuiré, exclusivamente, al impulso infalible de una gracia de Dios.
07/10/15 9:23 PM
  
SBV
Agradezco nuevamente sus comentarios. La dificultad de la doctrina de la predestinación está en la recta conjugación entre la gracia y la libertad. Porque no obstante la libertad esté englobada dentro de la predestinación, en el tomismo solo los predestinados contarán con elementos realmente eficaces para conseguir su salvación. Los no predestinados, por el contrario, contarán con elementos similares (suficientes) pero no tan intensos como para mover su voluntad al querer. Esa es gran la dificultad. Otros sistemas, en cambio, que también asumen la predestinación, la hacen más digerible, porque al acentuar más la libertad del hombre (de eso depende la eficacia de la gracia) hacen más comprensible --desde el punto de vista humano-- la imputación de los méritos o los deméritos. Y eso le da más sentido al esforzarse por ser santo, a la predicación, etc.


Y esta misma dificultad, por como entiendo el tomismo, me causa extraordinaria estupefacción cuando veo que la vida del réprobo --del no predestinado-- es un mero daño colateral. A mí su existencia me parece una verdadera tragedia porque su destino eterno está ya signado. Y está signado no tanto por su comportamiento sino sobre todo porque no recibió los medios que necesitaba para salvarse. Por eso insisto en que haga lo que haga se condenará. Y digo “haga lo que haga” sencillamente porque Dios no le dará los elementos eficaces para salvarse, de esos mismos que da a los predestinados. Por otra parte si la predestinación se colige de ciertos actos que los no predestinados no hacen (siempre se ha dicho que rezar el rosario diariamente es signo de predestinación), no cabría posibilidad de conversión y salvación, por ejemplo, para los agonizantes que han vivido toda una vida endurecidos en una infinidad de pecados. Y a mí me consta que eso no siempre es así. Lo mismo con la posibilidad de condenación para quienes después de haber vivido una vida santa --sin hacer actos propios de los no predestinados--, en el crepúsculo de su existencia pierdan la fe y mueran impenitentes.


Entonces digo que algunos sistemas hacen más comprensible la predestinación porque supeditan la eficacia de la gracia más a la libertad humana que a la intensidad o naturaleza de la misma. De modo que si alguien se condena es porque ese alguien se empecinó en despreciar a Dios. Y ni a estos ni a nadie Dios los va a echar a palos al cielo, aunque puede ser que en su misericordia logre mudar el corazón de alguno de estos para que, si quieren, finalmente quieran entrar al cielo. Así parece más justo, aunque permanezca velada en el misterio la parte más íntima de la relación entre Dios y la criatura.


Saludos
08/10/15 1:48 AM
  
Néstor
Pues no. Todos los sistemas clásicos afirman la eternidad e inmutabilidad de la predestinación y la reprobación, y su anterioridad lógica respecto del acontecer histórico del hombre. En ninguno de ellos sucede algo al margen del plan eterno de Dios y de la Voluntad divina que quiere o permite.

Y en el molinismo, en particular, que es la alternativa al tomismo, en definitiva, es cierto que depende de la respuesta "futurible" del hombre, prevista por la "ciencia media" divina, la elección divina de unos y la reprobación de otros.

En un primer nivel, la inmutabilidad de la predestinación y la reprobación está dada por el hecho de que en el molinismo el decreto predestinatorio sigue a la previsión de la "ciencia media", o sea, que infaliblemente se salvan sólo aquellos que Dios ha previsto con su "ciencia media" que responderían bien en caso de ser creados, a los cuales por eso elige, y se pierden sólo aquellos que Dios ha previsto que responderían mal en caso de ser creados, a los que por eso reprueba, supuesto que ha determinado crear a unos y a otros.

Pero a su vez, y en un nivel más profundo, esa previsión divina mira a los seres humanos puestos en unas circunstancias determinadas, en las cuales responderían de tal manera y no de otra, siendo así que su respuesta libre sería diferente, si las circunstancias fuesen diferentes.

Es decir, en unas circunstancias dadas, las respuestas posibles del ser libre son siempre muchas. Lo que la "ciencia media" prevé, según los molinistas, es cuál sería de hecho esa respuesta libre, en esas circunstancias, lo cual va vinculado, por tanto, a esas circunstancias. Cambiando las circunstancias, la respuesta libre "futurible" sería otra.

Pero lo que determina finalmente en qué circunstancias va a ser creado Pedro o Judas es el soberano y libre arbitrio de la Voluntad divina.

La ·"ciencia media" molinista sólo puede decir que en tales circunstancias Pedro se arrepiente y Judas no, y en tales otras, Judas se arrepiente y Pedro no.

Supuestas determinadas circunstancias, dicen, Dios elige al que ve que se va arrepentir, y reprueba al que ve que no se va a arrepentir.

Pero las circunstancias las elige Dios, simplemente porque Él quiere que sean esas y no otras.

Así que en definitiva, es también la libre Voluntad divina, en el molinismo, la que en última instancia determina que Pedro se salve, en vez de perderse, y permite que Judas se pierda, en vez de salvarse.

La única diferencia, en el fondo, es que en el molinismo hay algo de ser y de bien en el acto libre del que se salva que no procede de Dios, de modo que la determinación última que lleva al hombre a la vida eterna procede de él, y no de Dios, y que Dios tiene que esperar a ver qué haría la creatura para conocerlo, recibiendo de ella la información y siendo así determinado en su conocimiento por la creatura, pues el mismo concurso divino al acto libre de la creatura es un concurso indeterminado que debe ser determinado por la creatura.

En definitiva, la única diferencia está en que en el molinismo el hombre determina a Dios.

Saludos cordiales.
08/10/15 5:06 PM
  
Néstor
En cuanto a los signos de predestinación o reprobación, obviamente que no dan una certeza absoluta, porque entonces Trento no habría definido que no se puede saber sin revelación divina especial que se forma parte de los predestinados. A San Pablo antes de su conversión capaz que le habríamos asignado bastantes signos de reprobación, y al buen ladrón, igual.

En la fórmula "Dios no mueve su voluntad a querer" está justamente la clave. Por eso mismo no quieren, y por eso mismo son responsables, porque no quisieron.

Lo que pasa es que tratamos el acto de la voluntad igual que si fuera un boleto de ómnibus. Si no me dan el boleto, por más que quiera viajar, no puedo viajar. No es culpa mía, entonces, si no viajo.

Pero si Dios no mueve mi voluntad para que quiera viajar, entonces no quiero viajar, y entonces, si no viajo, es mi responsabilidad.

Una cosa es lo que necesito para poder hacer lo que quiero hacer, y otra lo que necesito para querer hacerlo. Lo primero puede faltarme contra mi voluntad, lo segundo, no, porque si me falta, no es ésa mi voluntad.

De nuevo, todo arranca del hecho de que nuestros actos libres son efectos de la causalidad divina, en todo lo que tienen de ser y de bien.

Saludos cordiales.
08/10/15 5:20 PM
  
Horacio Castro
Así como Su inteligencia es anterior a su voluntad, la previsión de Dios es “anterior a nuestra existencia actual”. Cuando Dios juzga ya ‘conoce por presciencia’ a quienes se pierden por sus propias culpas; y cuando predestina lo hace con su libre omnipotencia, misericordiosa por supuesto, ‘antes de conocer’ o sea antes de la previsión de méritos de sus elegidos. Todos tenemos plena ‘libertad’ para pecar rechazando las gracias suficientes que Dios da a todos, porque Dios permite rechazarlas. No hay mayor dificultad para comprender esto. Creo que no hay acto moral (hay actos que son simplemente propios del hombre, comer, respirar, etc.) que no sea bueno o malo, pero también que, no pecar no significa necesariamente realizar una obra buena. Cómo operan las gracias suficientes es un tema para especialistas, pero debemos recordar que Nuestro Señor Jesucristo redime a la humanidad tomando para sí toda condenación, y con la gracia santificante recibida con el Bautismo hace recuperar al hombre el estado de gracia perdido por el pecado original; además de aumentarla con los sacramentos (todos los salvos no tienen iguales grados de gloria) con la comunión, oración, y nos permite recuperarla tras los pecados con la Reconciliación. Perfeccionó los Mandamientos y ¿quién de nosotros no podría entender que Nuestro Salvador fundó la Iglesia para comunicarnos por ella las ayudas necesarias para ser mejores y salvarnos eternamente? Sí, somos pecadores y podemos rechazar esas ayudas de Dios o gracias actuales, llamadas gracias suficientes, “porque Él lo permite”. Dios en su plan salvífico mueve a realizar libremente algunos actos buenos a todos los pecadores, hasta los más malvados. La imputación de deméritos es perfectamente comprensible “desde el punto de vista humano”. Ahora, hablando de gracias actuales infaliblemente eficaces, y conociendo la evidencia de malvados extremos que realizan movidos por estas gracias algunas obras buenas, también conocemos que “los predestinados pecan”. Sin duda Dios predestina a la gloria eterna a pecadores. Finalizando este breve comentario, ante el misterio entiendo que, Dios es tan justo que nos juzga por los pecados que nos permite cometer luego de prevenirnos y darnos gracias suficientes y eficaces; y es tan misericordioso que entre los pecadores elige a quienes predestina, con la gracia de la perseverancia final, para la gloria eterna.
08/10/15 7:17 PM
  
Horacio Castro
La gracia suficiente 'se puede rechazar' en sentido dividido, y también se 'rechaza de hecho' en sentido compuesto. La gracia eficaz (infalible) se 'puede rechazar' en sentido dividido pero 'no se rechaza de hecho' en sentido compuesto.
09/10/15 1:49 AM
  
SBV
Muchas gracias por los comentarios. Es obvio que ningún sistema que asuma la omnisciencia y la omnipotencia divina con todas sus implicancias podrá negar la existencia de la predestinación y la reprobación con anterioridad lógica de su acontecer histórico. Y de cara a esto es evidente que nada hay que sorprenda a Dios o que escape al plan divino. Pero insisto en que hay sistemas que hacen más digerible esta doctrina espinosísima. Por eso que el molinismo (muy buena la descripción que hace Néstor), aunque se desentienda del actuar salvífico divino en cuanto a los actos particulares de cada hombre, dejándolos más a su buena voluntad que a la de Dios que quiere salvarlos (y esto es lo que lo hace inaceptable o paradójico), al menos carga la responsabilidad del réprobo sobre sí mismo y no tanto sobre Dios que no le dio los medios absolutamente necesarios para poder salvarse. Y eso mismo explica también las circunstancias, pues aunque estas hayan ya sido previstas por Dios, cada alma sin su libérrimo querer no habría llegado a las mismas circunstancias en donde se encuentra, diversamente de cómo sucede en el tomismo.
.
Una vez, un profesor de Sagrada Escritura me dijo que esta controversia no tenía solución y yo, que entonces estimaba más el tomismo, no le tomé en cuenta. Hoy, en cambio, veo que se trata de un asunto muy delicado, porque si Dios salva a los que quiere no solamente dándoles los medios que éstos necesitan para salvarse sino además haciendo que éstos quieran utilizar esos medios (que es precisamente lo que no hace con todos), Dios lisa y llanamente quiere salvar únicamente a los suyos, siendo los demás un mero daño colateral en la creación (¿qué culpa tienen de haber nacido?). Pero si Dios deja la salvación más al arbitrio del hombre, supeditando la eficacia de la gracia (eficacia práctica) a la buena voluntad de los hombres, haría depender la salvación más del hombre que de Dios, casi como si ésta fuese una mera opción para el hombre. Y eso es inaceptable, con prescindencia de que Dios sepa ya, en su omnisciencia (y lo quiera consecuentemente en su omnipotencia), quienes se salvarán y quienes se condenarán. Pero así y todo hace que parezca más justa la reprobación por cuanto carga la responsabilidad a la mala voluntad del alma que rechazó a Dios y no tanto a los medios “no eficaces” que esa alma recibió de Dios, aunque les llamen “gracias suficientes”, que de suyo lo único que tienen de suficiente es el nombre. Porque si alguien llegase a secundar una gracia suficiente, es porque esa gracia en su naturaleza era “eficaz” (Dios hizo que quisiera) y no suficiente (Dios no hizo que quisiera).
.
Por otro lado, la figura del boleto de ómnibus creo adecuada para que la entienda cualquier fiel. De modo que no es que Dios niegue a algunos el boleto del ómnibus: ese se lo da a todos y sería absurdo que lo negase, si lo que quiere es la salvación de todos (voluntad antecedente). La dificultad está, empero, en que solo a algunos Dios los empuja al ómnibus (predestinados), mientras que a otros los deja que permanezcan en la duda de si toman el ómnibus o no, permitiendo que muchas veces lo pierdan (no predestinados). Y si alguno de éstos, en algún momento de su vida llegase a querer tomar el ómnibus, ése querer no vendría de él sino indudablemente de Dios. Es decir que éste --y solo éste-- recibiría el empujoncito salvífico que finalmente lo terminaría por llevar al cielo, diversamente de los demás que, pese a tener el boleto de ómnibus en la mano, por alguna razón no se atrevieron a subir porque nunca recibieron el empujón necesario.
.
Y el molinismo aquí parece más justo porque supedita el subir o no subir al ómnibus no tanto al empujón divino sino al querer libérrimo de cada uno, que en su libertad podrá trabajar para encontrarse en circunstancias de tomar finalmente un autobus al cielo o uno al infierno.
.
Saludos
09/10/15 5:13 AM
  
Horacio Castro
Que Dios, predestina y reprueba en su eternidad, con “anterioridad a nuestra existencia actual” (con anterioridad a nuestra existencia actual y a la existencia actual de Julio César, san Juan Pablo II, etc.), no tendría que confundirse con la justicia divina que condena “luego” de la previsión de sus deméritos a los que se pierden por sus propias culpas, ni con la misericordia de predestinar a sus elegidos “antes” de la previsión de méritos y grados de gloria.
09/10/15 5:48 PM
  
Néstor
Bueno, pero precisamente en eso que parece "más justo" se reconoce, por otra parte, que está el absurdo del molinismo: que la creatura determine el actuar del Creador, que la salvación tenga como último resorte a la creatura y no al Creador, que haya algo de ser y de bien en el actuar de la creatura que no proceda de Dios.

En Teología la apariencia de mayor justicia es un objetivo demasiado pobre, se debe buscar la verdad.

Las circunstancias, por otra parte, en el molinismo, no dependen en última instancia de la creatura, sino de Dios.

Si la creatura llegó por su propia decisión a esas circunstancias, es porque tomo otra decisión previa en otro conjunto más de circunstancias, y ahí se repite todo el razonamiento.

Al final, el hecho es que Dios elige crear a Pedro y a Judas en las circunstancias en que Él prevé que Pedro se salva y Judas se condena, en vez de elegir crearlos en las circunstancias en que Él prevé que Judas se salva y Pedro se condena.

No se ve por dónde eso parecería más "justo" que la tesis tomista.

Y si de todos modos queremos usar la imagen de boleto de ómnibus, entonces, si ese boleto es el acto libre de la voluntad humana que acepta el llamado de Dios, es claro que aquel a quien Dios le da el boleto, se salva por su propia responsabilidad, y aquel a quien Dios no se lo da, se pierde por su propia responsabilidad.

Porque es claro que no dándose en la voluntad la opción libre por el bien, se dará la opción libre por el mal.

Saludos cordiales.
11/10/15 2:04 PM

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