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17.08.13

El nacimiento de los Evangelios sinópticos (6)

Comentario de: Jean Carmignac, La naissance des Évangiles synoptiques, François-Xavier de Guibert, Quatrième édition, Paris 2007.

Dado que las distintas partes de esta serie han estado demasiado espaciadas en el tiempo, indico a continuación las direcciones de las anteriores:

Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5
Tres indicios de la antigüedad del Nuevo Testamento en 2 Corintios

Al final del Capítulo 5, Carmignac prueba que las hipótesis sugeridas por su estudio de los Evangelios sinópticos (basado principalmente en sus semitismos) son compatibles con los datos suministrados por San Pablo y por los primeros Padres de la Iglesia y escritores eclesiásticos.

Carmignac subraya un dato fundamental: los Hechos de los Apóstoles, después de relatar con gran cantidad de detalles de menor importancia el viaje de Pablo entre Cesarea y Roma, terminan bruscamente, sin decir nada sobre el resultado final del proceso judicial por el cual Pablo había sido llevado a Roma (cf. Hechos 27-28). Hay una sola explicación convincente de este extraño final del libro: que Lucas haya compuesto los Hechos durante el cautiverio romano de Pablo, entre los años 61 y 63. Este fuerte argumento llevó al mismísimo Harnack, el principal exégeta del protestantismo liberal, a retractarse de su opinión sobre la fecha de redacción de Hechos, que él había supuesto no anterior al año 78. Además, de los prólogos de Lucas y Hechos se deduce que Lucas es anterior a Hechos, por lo que su composición debe situarse a más tardar en los años 58-60.

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20.07.13

El nacimiento de los Evangelios sinópticos (5)

Comentario de: Jean Carmignac, La naissance des Évangiles synoptiques, François-Xavier de Guibert, Quatrième édition, Paris 2007.

En el Capítulo 5 del libro, titulado “Informaciones antiguas”, Carmignac presenta varios testimonios de los primeros siglos de la era cristiana acerca del origen de los Evangelios sinópticos. En primer lugar considera varios datos aportados por San Pablo en su Segunda Carta a los Corintios. Ya comenté esa parte del Capítulo 5 en mi artículo Tres indicios de la antigüedad del Nuevo Testamento en 2 Corintios:

Enseguida Carmignac presenta y analiza los testimonios de:
• San Papías de Hierápolis (69-150);
• San Ireneo de Lyon (130-202);
• San Panteno de Alejandría (muerto hacia 216);
• San Clemente de Alejandría (150-216);
• Orígenes (185-254);
• Eusebio de Cesarea, obispo (275-339).

A continuación reproduciré esos testimonios:

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5.07.13

El nacimiento de los Evangelios sinópticos (4) –El problema sinóptico

Comentario de: Jean Carmignac, La naissance des Évangiles synoptiques, François-Xavier de Guibert, Quatrième édition, Paris 2007.

Dado que las distintas partes de esta serie han estado demasiado espaciadas en el tiempo, indico a continuación las direcciones de las tres primeras, y también la de otro artículo relacionado con ellas:

• Parte 1: http://infocatolica.com/blog/razones.php/1303011138-el-nacimiento-de-los-evangeli
• Parte 2: http://infocatolica.com/blog/razones.php/1303071016-el-nacimiento-de-los-evangeli-2
• Parte 3: http://infocatolica.com/blog/razones.php/1304100126-el-nacimiento-de-los-evangeli-3
• Tres indicios de la antigüedad del Nuevo Testamento en 2 Corintios: http://infocatolica.com/blog/razones.php/1207121213-tres-indicios-de-la-antigueed


En el Capítulo 4 del libro, Carmignac presenta su visión del famoso “problema sinóptico”. Los Evangelios de Mateo (Mt), Marcos (Mc) y Lucas (Lc) se denominan “sinópticos” porque son tan semejantes entre sí que sus textos se pueden colocar en tres columnas paralelas para obtener una visión de conjunto. Sin embargo, también existen muchas diferencias entre los tres Evangelios sinópticos. El “problema sinóptico” (o la “cuestión sinóptica”) consiste en cómo explicar a la vez esas semejanzas y esas diferencias. Cientos de sabios han estudiado el problema sinóptico, sin llegar a resolverlo totalmente.

Para aproximarnos al problema sinóptico, primeramente consideraremos que las distintas perícopas (narraciones o discursos) de los Evangelios sinópticos pueden clasificarse en tres grupos y siete subgrupos:
• Perícopas de tradición simple: están presentes en un solo Evangelio sinóptico (Mt, Mc o Lc).
• Perícopas de tradición doble: están presentes en dos Evangelios sinópticos (Mt-Mc, Mt-Lc o Mc-Lc).
• Perícopas de tradición triple: están presentes en los tres Evangelios sinópticos (Mt-Mc-Lc).

La gran mayoría de los exégetas contemporáneos (incluyendo a Carmignac) se inclina por la “teoría de las dos fuentes”, que sostiene que las fuentes de Mateo y Lucas son Marcos y el hipotético documento Q (del alemán “Quelle” = “fuente”), documento que Carmignac llama “Colección de Discursos”, porque narraría sobre todo discursos de Jesús. Algunos estudiosos agregan dos fuentes propias de Mateo y Lucas (M y L) obteniendo así la “teoría de las cuatro fuentes” (Mc, Q, M y L).

Según estas teorías:
• los textos de tradición triple y los de tradición doble Mt-Mc y Mc-Lc dependen de Marcos;
• los textos de tradición doble Mt-Lc dependen de Q;
• los textos de tradición simple “mateana” dependen de Q o M;
• y los de tradición simple “lucana” dependen de Q o L.

El fuerte consenso actual acerca de la prioridad de Marcos se basa sobre todo en dos aspectos de este Evangelio:

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10.04.13

El nacimiento de los Evangelios sinópticos –3

Comentario de: Jean Carmignac, La naissance des Évangiles synoptiques, François-Xavier de Guibert, Quatrième édition, Paris 2007.

4. Nueve clases de semitismos

Para demostrar que los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) fueron redactados originalmente en una lengua semítica (hebreo o, con menor probabilidad, arameo), el autor estudia los “semitismos”, es decir las influencias semíticas que a veces afectan y deforman el griego del Nuevo Testamento.

Carmignac clasifica a los semitismos en nueve categorías:

• Semitismos de préstamo: consisten en el uso de términos prestados de lenguas semíticas (como “alleluia”) o de transcripciones de vocablos semíticos (como “Mesías”).
• Semitismos de imitación: consisten en la reproducción de una expresión de los Setenta (traducción del Antiguo Testamento al griego utilizada por los judíos helenizados y por los primeros cristianos).
• Semitismos de pensamiento: consisten en la ausencia de asociación y de subordinación y en la amplitud de las exposiciones propias de las lenguas semíticas. Por ejemplo, en lugar de escribir simplemente “él vino”, los semitas preferían escribir “él se levantó y vino”.
• Semitismos de vocabulario: consisten en usar una palabra en alguno de los sentidos que esa palabra tiene en una lengua semítica. Por ejemplo, entre los semitas la palabra “hijos”, además de indicar una estricta relación de parentesco, puede indicar una relación bastante más extendida. Así, en lugar de decir “ciudadanos del reino”, en los Evangelios se dice a veces “hijos del reino”.
En principio estas primeras cuatro clases de semitismos (de préstamo, de imitación, de pensamiento y de vocabulario) no sirven como pruebas de que la lengua original de los Evangelios Sinópticos fue el hebreo o el arameo, porque siempre se puede suponer que esos semitismos provienen de la influencia de la lengua materna de los redactores semíticos de los Evangelios en lengua griega.
• Semitismos de sintaxis: consisten en el uso de expresiones griegas con particularidades sintácticas propias de una lengua semítica. Por ejemplo, para decir “en la casa del rey”, el hebreo (y a veces el arameo) suprime el primer artículo y dice “en casa del rey”. Un semita greco-parlante tenderá a omitir el artículo en ese caso, como se constata varias veces en el Nuevo Testamento.
En principio, también los semitismos de sintaxis pueden proceder de la influencia de la lengua materna de los evangelistas; pero si estos errores de sintaxis son demasiado frecuentes, esta explicación se vuelve inverosímil y es preciso admitir que provienen de un traductor demasiado servil, que desea calcar hasta en los menores detalles un texto considerado como sagrado.
• Semitismos de estilo: la poesía griega tiene leyes muy precisas, que requieren un orden estricto de las sílabas largas o breves que forman un verso. En cambio en la poesía hebrea hay libertad sobre el número y el tipo de las sílabas y la unidad poética no es el verso sino la estrofa. La poesía hebrea hace rimar el pensamiento (paralelismo), no la sonoridad de la última sílaba del verso (como en español). Los poemas de los Evangelios (el Benedictus, el Magnificat, el Padrenuestro, el Prólogo de Juan, la Oración Sacerdotal de Juan 17) no respetan las reglas de la poesía griega, sino las reglas de la poesía hebrea.
• Semitismos de composición: consisten en procedimientos de composición de un texto que sólo pueden ser explicados por medio de un texto original semítico. Por ejemplo, ése es el caso del Benedictus (Lucas 1,68-79), poesía compuesta de tres estrofas, cada una de las cuales tiene siete versos. En hebreo, los tres primeros versos de la segunda estrofa comienzan con verbos cuyas raíces aluden a los nombres de los tres protagonistas: Juan, Zacarías e Isabel. Esta triple evocación sólo existe en hebreo. Las traducciones al griego o a otras lenguas no la conservan. Carmignac indica más de treinta ejemplos de semitismos de composición en los Evangelios sinópticos (cf. pp. 36-40).
• Semitismos de transmisión: consisten en errores de los copistas del texto original semítico. En los textos hebreos las vocales no se escribían y debían ser adivinadas por el lector, lo cual fácilmente podía provocar confusiones, como saben bien los descifradores de los manuscritos de Qumran. Por ejemplo, en Marcos 1,7 y Lucas 3,16 Juan Bautista dice: “Yo no soy digno de desatar (lashelet) la correa de sus sandalias”; pero según Mateo 3,11 él dice: “Yo no soy digno de llevar (las’et) sus sandalias”, lo cual es bastante menos natural. Carmignac indica quince ejemplos de semitismos de transmisión (cf. 40-43).
• Semitismos de traducción: consisten en traducir un término semítico que tiene más de una acepción por un término griego que corresponde a una acepción del término semítico que no es la que corresponde en ese contexto. Esto se da a veces bajo la forma de traducciones discordantes del mismo término semítico en textos paralelos. Por ejemplo, en Marcos 9,49 leemos con asombro: “Porque todo será salado con fuego”. Esto se explica considerando que el verbo hebreo “malah” tiene dos raíces que significan respectivamente salar y volatilizar. La traducción correcta sería: “Porque todo será volatilizado por el fuego”. El error del traductor se puede explicar porque en el contexto inmediato de este versículo se habla de la sal. Carmignac indica más de una docena de ejemplos de semitismos de traducción (pp. 44-48).

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7.03.13

El nacimiento de los Evangelios sinópticos –2

Comentario de: Jean Carmignac, La naissance des Évangiles synoptiques, François-Xavier de Guibert, Quatrième édition, Paris 2007.

3. El argumento de los semitismos

Para demostrar que los Evangelios sinópticos fueron redactados originalmente en hebreo, Carmignac emprende el estudio de los “semitismos”, es decir de las influencias semíticas que a veces afectan y deforman el griego del Nuevo Testamento.

Ya Orígenes y San Jerónimo explicaron muchas veces el griego del Nuevo Testamento mediante el hebreo. El estudio de los semitismos del Nuevo Testamento recibió un fuerte impulso en 1518, gracias a una obra de Erasmo. Su trabajo fue continuado por excelentes filólogos de las principales universidades de Alemania y Holanda. Los tratados y las tesis consagrados a este problema entre 1550 y 1750 superan la centena. Muchos de estos humanistas tenían una cultura prodigiosa: no sólo conocían el griego, sino también el hebreo, el siríaco e incluso el árabe. En cambio hoy muchos expertos en el Nuevo Testamento están tan especializados en griego que han descuidado un poco el hebreo.

Carmignac menciona especialmente a 16 autores del período histórico referido que contribuyeron a elaborar una teoría de los semitismos cada vez más completa. Sin embargo, hoy todo eso ha sido olvidado. A pesar de su valor científico, sus obras son hoy muy difíciles de encontrar.

El estudio de los semitismos recibió tres fuertes ataques sucesivos que lo debilitaron mucho. El primer ataque fue lanzado en 1556 por el protestante Teodoro de Beza, sucesor de Calvino en Ginebra. Según Teodoro de Beza y sus discípulos, Dios dictó a los escritores inspirados las palabras que debían usar; por lo tanto, admitir los semitismos del Nuevo Testamento equivale a acusar al Espíritu Santo de utilizar barbarismos o solecismos en la lengua griega. Hoy esta objeción nos resulta ridícula, porque sabemos bien que la inspiración divina de la Sagrada Escritura no es un dictado palabra por palabra, sino una acción de Dios en la inteligencia y la voluntad del hagiógrafo que respeta su personalidad. Pero en los siglos XVI y XVII esta objeción pareció irrefutable a muchos, que en consecuencia negaron los semitismos o los explicaron inventando una lengua especial del Espíritu Santo, la “lengua helenística”. Así podían afirmar que en el Nuevo Testamento el Espíritu Santo empleó a la perfección esta lengua forjada por Él mismo.

Hacia fines del siglo XVIII los semitismos sufrieron un segundo ataque, esta vez de parte del naciente racionalismo bíblico. Para explicar “racionalmente” el origen del cristianismo, los racionalistas debían suponer un cierto tiempo de fermentación entre la vida de Jesús y los relatos evangélicos. Así, Baur y la escuela de Tubinga retardaron la composición de los Evangelios al siglo II (años 130-170); pero cuanto mayor era ese retardo, más molestaba la presencia de los semitismos. “Entonces se estableció la moda, sea de descuidar este problema, sea de descartarlo por un vago recurso a la lengua materna de los evangelistas o a su deseo de imitar a los Setenta.” (p. 28).

“Hacia el fin del siglo XIX, quizás bajo la influencia de Franz Delitzch, el viento cambia y se vuelve a estudiar seriamente los semitismos” (Ídem). Pero entonces sobrevino el tercer ataque, esta vez de parte de la filología. El descubrimiento en Egipto de una gran cantidad de papiros contemporáneos de los comienzos de la era cristiana permitió a los filólogos estudiar más a fondo el griego bíblico y explicar algunos de los supuestos semitismos sin recurrir a las lenguas semíticas. Aunque este estudio tenía sólidas bases científicas, muchos filólogos hicieron una generalización indebida y así concluyeron que los semitismos no existían, o eran demasiado pocos y sin mucha importancia.

“Para salir finalmente de este diálogo de sordos (entre los adversarios y los partidarios de los semitismos) se debería retomar el problema desde la base y permanecer sobre el plano estrictamente científico.” (p. 29). Es lo que Carmignac intenta hacer en el resto del capítulo. (Continuará).

Daniel Iglesias Grèzes

Nota: La traducción del francés al español de los textos citados es mía.


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