11.03.09

Hola, ¿qué tal?

Yo viendo pasar la vida y pasando con ella el día a día. ¿Y vosotros? Sí, me lo imagino, más o menos todos estamos igual, con sudores y cansancios, con tristezas y alegrías, y por qué no, seamos sinceros y digámoslo, a pesar de todo, con esperanzas. Estas esperanzas que nos animan a no perder la calma y a pesar de tanto y de tantos, a continuar creyendo en Dios y por lo tanto en Jesús, nuestro Señor tal y como Él mismo nos recomienda en el capítulo catorce del evangelio según San Juan.

No, tranquilos, que yo no se muchas citas bíblicas de memoria. Siempre he preferido hacer vida de la Escritura y memorizarla, pues, bueno, si ha lugar.

Y desde donde estamos, desde las Ramblas de Barcelona, la vida bulle, surge de cualquier rincón y por eso hay intentar contemplar lo que pasa y en especial a los que pasan desde la perspectiva de Dios. Que ¿por qué desde las Ramblas? Pues porque desde ahí se puede muy bien tomar el pulso a la ciudad, a los de casa y a los visitantes, a los que van en coche y a los que van a pie o en metro, a los artistas, a los políticos y a los religiosos.

Y mirad, eso es lo que pretendo desde las Ramblas y desde debajo de un parasol o parafríos, y acompañado de un café con hielo o de un té bien caliente, captar y comentar tantas y tantas cosas, que desde el Liceo a la Generalitat pasando por la parroquia del Pi; desde el Teatro Romea al Ayuntamiento haciendo escala en la Catedral; o desde el palacio de la Virreina hasta el museo Picasso sacando la nariz por el Palacio y Curia Arzobispal, pasan y pasan y vuelven a pasar.

Las Ramblas es una de las zonas más privilegiadas de la capital catalana en el sentido más amplio de la expresión… clérigos, militares, estudiantes y bohemios, de toda edad y condición… ¡la vida!, esta vida que si no da fruto y lo comparte queda anquilosada y sin sentido.

¿Qué no se puede contemplar desde las Ramblas? No se escapan los que vienen del novedoso mundo del “eixample”, ni los que van con cierto delirio a la Plaza Real y sus estrechas y oscuras callejuelas adyacentes en busca de mil y una sensaciones. Tampoco pasan desapercibidos los que vienen de la Iglesia de Santa María de Montalegre o de un concierto en los Teatinos y, cómo no, de esos seminaristas que saliendo de la casa grande intentan alargar un poco más su estadía en el mundanal ruido. Se puede bajar a lo más bajito y se puede subir bien alto. Todo es querer y la verdad que yo quiero y así lo hago.

¿Te animas tu también a tomarte un café conmigo y ver las cosas desde las Ramblas?