Progresismo
“Progresismo” es una palabra mágica, una especie de vocablo-talismán. Todo el mundo se quiere apuntar al carro del progreso, de lo que supone un avance. Pero para que algo sea verdaderamente progresivo, y no lo contrario, hay que dilucidar si aumenta también en perfección.
Si estuviésemos al borde de un precipicio, por ejemplo, lo prudente sería retroceder y no avanzar hacia el abismo. Pero si ese retroceso, por el poder de encantamiento del lenguaje, fuese calificado como nada progresista, entonces muchos, probablemente, estarían dispuestos a despeñarse.
Las palabras son como estrellas que se agrupan en constelaciones. A las palabras, como a las estrellas, les gusta la complicidad, la cercanía, la vida social. Las palabras se reúnen a tomar café y dibujan, sobre las cabezas y los corazones de los hablantes, trazos fantásticos, caprichosos, atrayentes o repulsivos. La palabra “progresismo” se une a otros términos de la galaxia del futuro, del bienestar para todos, del “one move for just one dream”, del buen rollito, que dicen algunos.