Una preciosa carta
Hoy, festividad de San Lucas, he recibido en mi correo electrónico un mensaje del secretario del Obispo de mi diócesis. Me enviaba, como documento adjunto, la Carta de Benedicto XVI a los seminaristas, escrita con motivo de la clausura del Año Sacerdotal.
Recuerdo perfectamente el mensaje a los seminaristas – en aquel entonces yo lo era – que Juan Pablo II, en su primer viaje a España, entregó, si no recuerdo mal, en Valencia. Aquellas palabras del Papa me acompañaron a lo largo de mi formación sacerdotal: Fidelidad a Cristo, a la Iglesia y a la propia vocación y misión.
Benedicto XVI entrelaza en esta Carta sus propios recuerdos con las orientaciones que, como Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal, desea hacer llegar a los candidatos al sacerdocio.
“En diciembre de 1944 – confiesa el Papa -, cuando me llamaron al servicio militar, el comandante de la compañía nos preguntó a cada uno qué queríamos ser en el futuro. Respondí que quería ser sacerdote católico. El subteniente replicó: Entonces tiene usted que buscarse otra cosa. En la nueva Alemania ya no hay necesidad de curas. Yo sabía que esta ‘nueva Alemania’ estaba llegando a su fin y, que después de las devastaciones tan enormes que aquella locura había traído al País, habría más que nunca necesidad de sacerdotes”.
La convicción acerca de la necesidad de los sacerdotes va más allá de una época determinada. Los sacerdotes serán necesario siempre: “Sí, tiene sentido ser sacerdote: el mundo, mientras exista, necesita sacerdotes y pastores, hoy, mañana y siempre”.
De esa necesidad deriva la importancia del Seminario, “una comunidad en camino hacia el servicio sacerdotal”. El Papa, desde la sabiduría de la experiencia y desde su responsabilidad suprema de Pastor, incide en algunos elementos importantes para los años de formación sacerdotal.
Se trata de siete puntos sobre los que Benedicto XVI llama la atención:

El tema fundamental de las lecturas de este Domingo es sin duda el de la oración perseverante. Y esto no significa estar todo el día recitando oraciones, si no mantenernos en la presencia de Dios durante todo el día y a partir ahí la oración fluye sola. Por que sé con quien estoy, sé a quien me dirijo.
“Había estado” (VI)
Homilía para el XXIX Domingo del Tiempo Ordinario (Ciclo C)
El Diccionario de la Real Academia Española define “transigir” como “consentir en parte con lo que no se cree justo, razonable o verdadero, a fin de acabar con una diferencia”. La disputa y el enfrentamiento resultan agotadores y, “pro bono pacis”, transigimos cada día en muchas cosas: Pagamos una multa de tráfico, aunque nos parezca desproporcionada, sin presentar en contra un recurso; soportamos que parte del dinero que proviene de nuestros impuestos se destine a fines que, a nuestro juicio, no son los mejores; cedemos, incluso, parte de lo que nos corresponde en puro derecho para facilitar la convivencia.






