InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Archivos para: Noviembre 2010

23.11.10

El libro del Papa

Lo he recibido esta tarde y he leído 72 de un total de 227 páginas. Una lectura que proporciona una enorme satisfacción. Por la hondura intelectual, moral y espiritual de Benedicto XVI, el Papa.

Ya haré, cuando acabe el libro, una recensión; entre otras razones, porque me la han pedido para este portal.

Sólo una cosa: El mismo Papa da, en muchos momentos, pistas y claves más que de sobra para que su pensamiento se interprete de modo exacto. Es verdad que la parte no se puede entender al margen del todo. Pasa hasta con la Biblia. Si se aísla un versículo, se puede terminar siendo arriano, como mínimo.

Tenemos, gracias a Dios, un gran Papa. Su libro hará – ni lo dudo – un enorme bien. Sin ceder en nada, es capaz de dar respuesta a los problemas que vive la gente. Y no una respuesta “propia”, aunque sí madurada personalmente, sino la respuesta que, con plena lógica, fluye del Evangelio.

El Papa es un hombre de Dios y, en consecuencia, es el más realista de los hombres. No tiene miedo, no se deja amordazar, porque está plenamente convencido de la novedad y del carácter razonable – comunicable – de la fe.

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22.11.10

Memoria y confianza

Hay días en los que el mundo se nos presenta al revés y este cambio de perspectiva provoca sorpresa y hasta mareo. Sucede algo similar a cuando uno, tras un largo viaje, se despierta en mitad de la noche e, influido por la somnolencia, tarda unos segundos en recordar donde está: ¿es la habitación de mi casa?, ¿es la habitación de un hotel?, ¿me encuentro donde me hallaba ayer o en otro sitio?

Tras ese desconcierto inicial, la memoria viene en nuestra ayuda. Recordamos cómo hemos venido al lugar en el que estamos y así, como de golpe, todo coincide, todo vuelve a recuperar su sentido: “Estoy en mi casa” o, bien, “estoy en un hotel porque he salido de viaje”. Perder la memoria es muy triste. Terminaríamos por no saber quienes somos.

Cada día debemos hacer como creyentes un ejercicio de memoria. En la ya larga travesía de la Iglesia por los mares del mundo y de los tiempos ha habido oleajes, tormentas, tempestades. Y la Iglesia sigue ahí, en el mismo sitio, porque Dios se encarga de refrescarle continuamente la memoria de la fe para que no olvide ni quién es ni para qué es.

En las dificultades y en las pruebas es cuando más urgente resulta actualizar la confianza. Puede darse un pequeño berrinche en un matrimonio, en la relación de un hijo con sus padres, en la amistad que vincula a dos amigos. En esos momentos de aparente turbación, cuando por un segundo parece que se acaba todo, es muy conveniente hacer memoria – de lo que la esposa quiere a su esposo, o viceversa, de lo que los padres quieren al hijo o el hijo a sus padres, de lo que nuestro amigo ha hecho por nosotros o nosotros por él – y, si somos capaces de ese ejercicio, sentimos renacer, fortificada, la confianza.

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21.11.10

Desde la perplejidad

Sería un hipócrita si dijese que la controversia que acompaña a las palabras del Papa, sobre el recurso a los profilácticos para prevenir el SIDA, me ha dejado indiferente. No me ha dejado indiferente en absoluto. Eso sí, la prudencia aconseja esperar: Hay que leer el texto completo, hay que intentar saber exactamente qué ha dicho el Papa, hay que intentar ver cómo encaja todo dentro del edificio de la moral católica.

No hace falta que yo reitere mi adhesión al Papa, que es plena. Tampoco es preciso que resalte la estima que me merece Joseph Ratzinger – ahora Benedicto XVI – como pensador y como teólogo. Tal vez esta condición de hombre de pensamiento, una característica intrínseca del actual Papa, resulte “peligrosa”. Me explico: Da la sensación de que el Papa cree que todos los demás estamos a su altura, que sabemos tanto como él, que comprendemos, como si fuésemos teólogos que participan en un seminario científico, los porqués últimos de cada cosa.

No es así. El Papa expone, muchas veces, razonamientos complejos. Hace falta seguirlos desde la “a” a la “z”. Pero los medios de comunicación no entran en sutilezas. Para los medios – para la percepción común, en realidad – lo sutil ha de reducirse a lo simple: “O cero o diez”, “o verdadero o falso”, “o a favor o en contra”. Y esto, el Papa, debe saberlo. Y, si no él personalmente, sí quienes lo aconsejan y asesoran.

Ya sé que un libro de entrevistas no es un acto de magisterio. Es obvio que si el Papa cree que es oportuno desarrollar tal o cual aspecto de la doctrina ha de emplear un medio proporcionado: una constitución apostólica, una encíclica, un “motu proprio”, por ejemplo. Una entrevista es algo vivo y no despreciable a la hora de hacer llegar, a muchos destinatarios, el contenido del mensaje cristiano.

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20.11.10

El Papa en España (VI). ¿Cómo llegar a ser buen samaritano? (Escrito por Tineo)

El reciente viaje del papa a España nos deja, aparte de los discursos de llegada y despedida en los aeropuertos, dos homilías preciosas y un profundo y sentido discurso en Nen Deu.

De la homilía en la Plaza del Obradoiro nos ofrecía Don Guillermo una síntesis en 10 ideas, como pórtico para la lectura de todo el texto. La tercera de ellas es la siguiente:

3. “Para los discípulos que quieren seguir e imitar a Cristo, el servir a los hermanos ya no es una mera opción, sino parte esencial de su ser”.

Discípulos… seguir… imitar… servir… No son palabras menores. Llenan toda la vida y cambian los corazones, la esencia del ser. Por eso, lo de “los pobres”, concepto tan traído y llevado en el último siglo por alguna escuela teológica, no puede ser una “opción preferencial”, sino una consecuencia inevitable, necesaria, ontológica, del seguimiento de Cristo. Ese servicio a los hermanos es el resultado de una buena evangelización, es decir, de poner el Evangelio en acción.

Para llegar a ese cambio interior hay que pasar por todo un proceso de conversión, que, en puridad, no termina nunca, o no termina en la vida terrena. Es un proceso que lleva como impulso la Gracia de Dios, no nuestras fuerzas. Por eso se habla en la idea 8 de esta homilía compostelana de “trabajar con su gracia por aquella dignidad del hombre que habían descubierto las mejores tradiciones”.

La dignidad del hombre. Ahí es nada. Cada día más de cuatrocientos (¡sic: 400!) niños y niñas mueren en España porque no se les deja nacer. Otros mueren por enfermedades que en Europa ya están erradicadas, y que se podrían curar de forma fácil y barata si hubiese un poco de decencia en la “política internacional”. Y quienes dan testimonio de trabajo y entrega total de la vida en las situaciones más terribles son en muchos casos los misioneros, las religiosas, los laicos que han creído en Jesús.

¿Cómo se llega a esa “acción social” que no es optativa, sino esencial en el cristiano? Podríamos hablar de “cuatro raíces de la fe” que, si se alimentan debidamente, nos transforman desde dentro.

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Decálogo homilético a la luz de la Verbum Domini (escrito por Koko)

La nueva exhortación apostólica de Benedicto XVI recién salida a la luz, Verbum Domini, entre otras cosas nos indica que se deben “evitar homilías genéricas y abstractas, que oculten la sencillez de la Palabra de Dios, así como inútiles divagaciones que corren el riesgo de atraer la atención más sobre el predicador que sobre el corazón del mensaje evangélico” (VD nº 59).

Y por otra parte invita a “que los predicadores tengan familiaridad y trato asiduo con el texto sagrado; que se preparen para la homilía con la meditación y la oración, para que prediquen con convicción y pasión (Ibidem).

Soy consciente de que la homilía “ideal” siempre la inspira el Señor a través de su gracia. A los que tenemos la responsabilidad de ejercer este ministerio, el Papa nos dice que hemos de tomarnos muy en serio esta tarea, y esto lo conseguiremos con esfuerzo, trabajo intenso, un poco de ilusión y sobre todo, mucha oración. La homilía ha de surgir del diálogo del Señor. Ya que para hablar de Dios, es necesario primero hablar con Dios.

Sin más dilación, quisiera aportar y proponer un decálogo homilético que pueda servir a aquellos pastores que se dedican a proclamar y anunciar la Palabra de Dios.

1. Preparación: Tanto remota como próxima. Y eso se hará consultando textos, profundizando en la exégesis y tomando nota de todo lo que nos sirva para adentrarnos en el espíritu del texto y para poder explicarlo desde una fe vivida.

2. Selección. Hay que elegir, primero el tema con el mensaje principal que queremos abordar, y después las ideas secundarias (no han de ser más de dos o tres) que ayuden a entender mejor el primero. Al escoger un tema determinado éste nos indica de que tenemos que hablar y de que no; es decir, queda limitado a algo concreto y así no caemos en divagaciones que no tengan relación con el pasaje/s escriturístico/s.

3. Buscar anécdotas o parábolas que sean apropiadas y estén relacionadas con las lecturas dominicales. Se puede también evocar algún testimonio que conozcamos o que hayamos leído. Esto atraerá la atención de la gente.

4. Escribir el texto. Esto es algo muy útil, y aunque sea verdad que no es preciso escribir la homilía entera (aunque es recomendable), al menos es aconsejable anotar las ideas principales, es decir, los puntos clave a recordar y tener en cuenta. Algo imprescindible si uno va a predicar sin papeles será escribir el principio y el final de la homilía, para tener claro como “despegar” y como “aterrizar”.

5. Brevedad. Como ya dijimos antes, no es bueno ofrecer muchas ideas a los oyentes, ya que está comprobado que al final de la prédica los fieles no se quedarán con casi nada de lo escuchado. Y además algo fundamental es no repetirse constantemente en lo mismo, usando las mismas expresiones en el lenguaje, ya que se cae en el riesgo de cansar y alargar la “agonía”. Esto es, se trata de exponer una misma idea temática desde enfoques diferentes pero unitarios, acudiendo a diversas fuentes: Padres de la Iglesia, a los santos, al Catecismo… En resumen, unidad (temática) en la diversidad (de ideas) para poder acabar en unos alrededor de diez minutos.

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