Plantinga, Ockham y Santo Tomás: Omnisciencia divina y libertad humana

Plantinga

En un artículo titulado “On Ockham’s way out”, Alvin Plantinga, filósofo protestante, expone (con la intención de refutarlos) dos argumentos contrarios a la posibilidad de conciliar la Omnisciencia divina con el libre albedrío de las voluntades creadas.

El primero es la dificultad que plantea Evodio en el diálogo “De Libero arbitrio” de San Agustín.

Plantinga lo presenta así:

1)      Si Dios conoce de antemano que S hará A, entonces es necesario que S haga A.

2)       Si es necesario que S haga A, entonces no está en el poder de S no hacer A.

3)      Si no está en el poder de S no hacer A, entonces S no es libre de hacer A.

4)      Por tanto, si Dios conoce de antemano que S hará A, entonces S no es libre de hacer A.

Este argumento se basa en la noción de “conocimiento”: es imposible que se conozca lo que no es verdad, y por tanto, si algo se conoce, no es posible que no sea verdad, en ese sentido, eso conocido necesariamente es verdad. Y entonces, necesariamente ocurre eso que se conoce con verdad que ocurrirá.

Plantinga cita correctamente la solución de Santo Tomás a esta dificultad, basada en la distinción entre la necesidad de la consecuencia y la necesidad del consecuente: si Dios conoce de antemano que S hará A, entonces es necesario que S haga A (necesidad de la consecuencia), pero eso no quiere decir que S hará A necesariamente (necesidad del consecuente), ni se opone, por tanto, a que esté en poder de S no hacer A.

Que eso no es un mero juego de palabras lo muestra Santo Tomás con el ejemplo de alguien que ve a Sócrates sentado: Si alguien ve a Sócrates sentado, es necesario que Sócrates esté sentado (necesidad de la consecuencia, también conocida como “necesidad en sentido compuesto”), pero no por eso Sócrates está sentado necesariamente (necesidad del consecuente, también conocida como “necesidad en sentido dividido”).

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Pero luego, Plantinga cita un segundo argumento, según él mucho más fuerte, a favor del “determinismo teológico”, es decir, la tesis que dice que a partir de la Omnisciencia divina se concluye que el futuro está determinado.

Dice que ese argumento, al cual cita en la versión de John Edwards, también lo trata Santo Tomás en Ia, q. 14, a. 13, ad 2um. No dice nada de la solución que da Santo Tomás a esta nueva dificultad, y dedica el resto del artículo a buscar una respuesta a la misma.

Este segundo argumento, dice en esencia lo siguiente:

“Lo que se sigue necesariamente de una proposición necesariamente verdadera, es necesariamente verdadero. Las proposiciones sobre hechos pasados son necesariamente verdaderas, aunque esos hechos sean en sí mismos contingentes, porque una vez realizados esos hechos, esas proposiciones no pueden ya ser falsas. Por tanto, lo que se sigue necesariamente de una proposición sobre hechos pasados, es necesariamente verdadero.

Las proposiciones relativas a la presciencia divina del futuro pueden ponerse en forma de proposiciones sobre hechos pasados.

Por ejemplo (nuestro): “En 1930 era verdadera la proposición que dice que Dios conoce desde la Eternidad que Uruguay saldría campeón mundial de fútbol en 1950”. 

Por tanto, lo que se sigue necesariamente de una proposición verdadera acerca de la presciencia divina de hechos futuros es necesariamente verdadero. Pero de una proposición verdadera acerca de la presciencia divina de hechos futuros se sigue necesariamente que tales hechos futuros se realizarán, pues es imposible que Dios preconozca que algo sucederá y ese algo no suceda.

Por tanto, si Dios es Omnisciente, los hechos históricos son necesarios, y no existe el libre albedrío.

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La diferencia respecto de la dificultad anterior está en que aquella tomaba como punto de partida la verdad del conocimiento divino, y la imposibilidad de que un conocimiento verdadero no tenga el correspondiente correlato real.

Mientras que esta segunda dificultad, que se basa también en la verdad del conocimiento divino, sin embargo, se basa en el carácter necesario de esa verdad, en tanto que el conocimiento divino no puede ser falso, y también, en tanto que una proposición del pasado que diga que es verdadera una proposición que enuncie ese conocimiento divino no solamente es verdadera, sino que no puede no serlo, dado que el pasado es inmodificable.

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Recordemos ante todo que respecto de las proposiciones sobre eventos futuros contingentes, como “Mañana habrá una batalla naval”, dicen Aristóteles y Santo Tomás que no son ni determinadamente verdaderas, ni determinadamente falsas, sino “verdaderas o falsas” en forma disyuntiva.

Porque la verdad es adecuación de la inteligencia con la realidad, y el futuro no es todavía realidad alguna, pero puede ser bien esta realidad, bien aquella otra.

Sin embargo, cuando un profeta anuncia el futuro basado en una revelación divina, esas proposiciones son determinadamente verdaderas.

Por eso, a la afirmación:

“Las proposiciones acerca del futuro contingente no pueden ser ni determinadamente verdaderas ni determinadamente falsas”.

hay que responder con una distinción:

Distingo: A) Las proposiciones sobre el futuro contingente, en tanto que es futuro contingente, no pueden ser ni determinadamente verdaderas ni determinadamente falsas: Concedo. B) Las proposiciones sobre el futuro contingente, en tanto que es presente necesario, con necesidad de la consecuencia, no del consecuente, no pueden ser determinadamente verdaderas: Niego.

Por lo que a nosotros respecta, esas proposiciones en sí mismas consideradas son de futuro contingente, pero consideradas según que están en la mente de Dios, desde la cual se comunican a los profetas, son de presente necesario, con esa necesidad de la consecuencia con la que están eternamente presentes al conocimiento divino. Por tanto, las afirmamos como determinadamente verdaderas no por lo que son en sí mismas, sino por lo que son en el conocimiento divino.

Por tanto, la Omnisciencia divina no se opone ni a contingencia de los hechos históricos ni a la libertad de las voluntades creadas.

Por eso dice Santo Tomás en IIa. IIae, q. 171, a. 6:

Son una misma la verdad de la profecía y la de la presciencia divina, según dijimos antes (In corp.). De este modo es verdadera la condicional: si algo está profetizado, sucederá, del mismo modo que esta otra: si una cosa es conocida de antemano, sucederá. En efecto, en ambas es imposible que no exista el antecedente. Por eso el consiguiente es necesario, no en cuanto que es futuro para nosotros, sino en cuanto que se considera como presente por estar sometido a la presciencia divina, como dijimos en la Primera Parte.”

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Según esto, la proposición que dice que “En 1930 era verdadera la proposición que dice que Dios sabe que en 1950 Uruguay sale campeón mundial de fútbol” puede considerarse en sí misma, o en relación con el conocimiento divino.   

Desde el primer punto de vista, es falsa, porque las proposiciones sobre futuros contingentes no son ni determinadamente verdaderas ni determinadamente falsas, sino sólo “verdaderas o falsas” disyuntivamente, y ésta proposición afirma que otra proposición sobre futuro contingente es determinadamente verdadera.

Desde el segundo punto de vista, es eterna y necesariamente verdadera, porque no es posible que sea falso algo que Dios sabe desde la eternidad.

Siempre dentro de este segundo punto de vista, la proposición “En 1950 Uruguay será campeón mundial de fútbol” es verdadera en tanto está necesariamente implicada por la anterior, que es verdadera como dijimos.

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De hecho Plantinga opta por la solución que da Ockham al problema.

El argumento de Ockham según Plantinga:

1)      Una proposición verdadera acerca del pasado es accidentalmente necesaria. Es decir, se trata de proposiciones que de suyo no son necesarias, pero que se hacen necesarias una vez que lo afirmado en ellas ha ocurrido. Por ejemplo: “César cruzó el Rubicón”, que fue falsa hasta el cruce de ese río por César, y es verdadera desde que eso ocurrió, no pudiendo ya desde entonces ser falsa.

2)      Hay proposiciones que parecen ser acerca del pasado pero que no lo son realmente. Por ejemplo: “En 1900 era verdadera la proposición que dice que en el año 2011 habría un atentado en Nueva York.”

3)      Estas proposiciones implican algo respecto del futuro, y por eso, son “equivalentemente acerca del futuro”, dice Ockham.

4)      Esta proposición no es accidentalmente necesaria, hasta el día del fatídico atentado, a pesar de ser, aparentemente, sobre el pasado.

5)      En realidad, Plantinga aporta un nuevo vocabulario para expresar este concepto de Ockham, distinguiendo entre hechos “fuertes” y “suaves” acerca del pasado: los primeros son accidentalmente necesarios, los segundos, que implican algo respecto del futuro, no lo son.

6)      Las proposiciones acerca de lo que Dios supo en el pasado acerca del futuro implican algo para el futuro, a saber, que ocurrirá eso que Dios supo que ocurriría. 

7)      Por tanto, tales proposiciones no son propiamente acerca del pasado ni son accidentalmente necesarias (es decir, son hechos o proposiciones “suaves” acerca del pasado).

8)      Lo que se sigue necesariamente de algo necesario, es necesario.

9)      Lo que se sigue necesariamente de una proposición acerca del pasado, y por tanto, accidentalmente necesaria, es necesario.

10)  Lo que se sigue necesariamente de una proposición que no es propiamente acerca del pasado, y que no es, por tanto, accidentalmente necesaria, no tiene porqué ser necesario

La solución de Ockham, entonces, está en negar que la proposición “En 1930 era verdadera la proposición que dice que Dios sabe que Uruguay saldría campeón mundial de fútbol en 1950” sea una proposición acerca del pasado, es decir, una proposición “fuerte” acerca del pasado. 

No sería entonces una proposición (accidentalmente) necesaria, y entonces, la conclusión que se sigue de ella, es decir, que en 1950 Uruguay sale campeón mundial de fútbol, tampoco enuncia un hecho necesario.

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Plantinga da un argumento para mostrar que ciertas proposiciones que parecen ser acerca del pasado y por tanto, accidentalmente necesarias, en realidad no son necesarias.

Comienza dando una definición de “proposición accidentalmente necesaria”:

Una proposición “p” es accidentalmente necesaria si y sólo si es verdadera en un tiempo “t” y no es posible que “p” sea verdadera en “t” y al mismo tiempo haya un agente “S” y una acción “A” tales que 1) “S” tiene el poder de realizar “A” en “t” o más tarde y 2) si “S” realizase “A” en “t” o más tarde, entonces “p” sería falsa.

Con ese criterio, una proposición que parece ser acerca del pasado, como

Hace 80 años era verdad que Pablo no cortaría el césped en 2025

no es, sin embargo, accidentalmente necesaria, porque hay un agente, dice Plantinga, que es Pablo, que tiene el poder de cortar el césped en 2025, con lo cual la proposición en cuestión se vuelve falsa.

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Pero aquí cabe preguntar, obviamente, cómo es que Pablo tiene la capacidad de cortar el césped en 2025 si, como requiere la definición que da Plantinga de “accidentalmente necesario”, partimos de la hipótesis de que “p” es verdadera, o sea, que efectivamente era verdad hace 80 años que Pablo no cortaría el césped en 2025.

(Esto de que una proposición acerca del futuro es verdadera lo podemos afirmar, por lo ya dicho, solamente desde el punto de vista del conocimiento que Dios tiene de todos los momentos del tiempo como presentes y no como futuros).

Y como es evidente que, dada esa hipótesis, en un sentido Pablo tiene esa capacidad, y en otro sentido no la tiene, es claro que hay que responder que en la hipótesis en que “p” es verdadera, Pablo tiene la capacidad de cortar el césped en 2015 en sentido dividido, no en sentido compuesto.

Dicho de otra manera, en la hipótesis en que “p” es verdadera, que Pablo no corte el césped en 2025 es necesario con necesidad de la consecuencia, no del consecuente.

No se sigue, por tanto, contra lo que sostiene Plantinga, que nuestra proposición “pno sea accidentalmente necesaria, sino solamente que su necesidad implica, en la otra proposición que dice que “Pablo no corta el césped en 2025”, una necesidad solamente de la consecuencia, no del consecuente.

Y eso no va contra el principio que dice que la necesidad de la conclusión es la misma que la de las premisas, porque efectivamente, el hecho de que hace 80 años fuese verdad que Pablo no cortaría el césped en 2025, en tanto que hecho pasado, es también necesario con necesidad de la consecuencia, no del consecuente.

Porque su necesidad, como la de todo hecho pasado en sí mismo contingente, no es intrínseca ni absoluta, sino que se da solamente en la suposición de que la Providencia divina ha establecido desde la Eternidad que Pablo no cortaría el césped en 2025.

En efecto, como ya dijimos, fuera de la referencia al conocimiento divino, no tiene sentido decir que una proposición acerca del futuro contingente es determinadamente verdadera o es determinadamente falsa.

No se puede decir, entonces, que la proposición de la que venimos hablando no sea una proposición “fuerte” acerca del pasado.

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Plantinga se plantea la dificultad de que según esa definición de “accidentalmente necesario”, habría proposiciones que son claramente acerca del pasado (“fuertes”, en el vocabulario de Plantinga) y que sin embargo, no serían accidentalmente necesarias.

Su ejemplo es:

Aquella colonia de hormigas se mudó al jardín de Pablo el Sábado pasado”.

Si Pablo fuese a cortar el césped de su jardín esta tarde, esa colonia de hormigas sería destruida. Supongamos, dice Plantinga, que Dios quiere, por sus arcanos designios, que esa colonia de hormigas sobreviva. Por tanto, si Dios hubiese previsto que Pablo cortaría el césped esta tarde, no habría permitido que las hormigas se mudaran a ese jardín. Pero entonces, hay una acción que Pablo puede realizar que haría que la proposición de la que estamos hablando resulte falsa, y entonces, no es una proposición accidentalmente necesaria, a pesar de que tiene toda la apariencia de ser una proposición “fuerte” acerca del pasado.

Eso lleva a Plantinga a dar otra definición de lo que es una proposición accidentalmente necesaria: es aquella proposición que ahora es verdadera y además es tal que no está en poder de ningún agente (tampoco en el poder de Dios) hacer que sea falsa.

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Me parece que ahí Plantinga sigue sufriendo las consecuencias de no utilizar la distinción entre la necesidad del consecuente y la necesidad de la consecuencia, y entre el sentido dividido y el sentido compuesto.

Es decir, es claro que, supuesto que en el eterno plan de la Providencia divina figura que las hormigas se muden al jardín de Pablo ese Sábado, hay algo que Pablo puede hacer que haría que, dado que Dios quiere la conservación de esa colonia de hormigas, las hormigas no se mudaran: algo que Pablo puede hacer, digo, en sentido dividido, no en sentido compuesto; por lo que dado que el plan de la Providencia divina es ése, el hecho de que las hormigas se muden al jardín el Sábado y el hecho de que Pablo no corte el césped esta tarde son eventos necesarios con necesidad de la consecuencia, no del consecuente, es decir, necesarios en sentido compuesto, no en sentido dividido.

En cuanto a la nueva definición de “proposición accidentalmente necesaria” que propone Plantinga, el asunto es que no está muy claro que sea algo esencialmente distinto de la definición anterior, sufriendo el mismo defecto que aquella: el no distinguir entre el poder del agente S en sentido dividido y el poder del agente S en sentido compuesto: sólo este último debe quedar descartado en la definición de tales proposiciones.

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Por otra parte, entiendo que esa distinción ayuda a responder a la objeción que Nelson Pike pone a Plantinga, según se ve en ese mismo artículo.

En efecto, en discusión con Pike, Plantinga ha dicho que alguien tiene la capacidad de hacer algo distinto de lo que de hecho hace si hay un mundo posible en el cual esa persona hace algo distinto de lo que de hecho hace en este mundo real.

Respecto del ejemplo arriba citado, Plantinga dice que si Pablo corta el césped en nuestro mundo real, Pablo tiene la capacidad de no cortar el césped, en ese mismo momento en que de hecho lo corta, si hay, como no se puede negar, otro mundo posible en el cual Dios sabe desde la Eternidad que Pablo no corta el césped en ese momento, y en el cual, por tanto, Pablo no corta el césped en ese momento. 

Pike replica que el análisis de Plantinga en términos de mundos posibles es incompleto, porque lo que se debe pedir, para que se pueda afirmar que Pablo tiene la capacidad de no hacer lo que de hecho hace en nuestro mundo actual, es que haya otro mundo posible, que no se distinga en nada del actual en cuanto a los antecedentes pasados, en el cual Pablo no corta el césped.

Y eso, dice Pike, no se da en la hipótesis de un Dios esencialmente Omnisciente, porque en esa hipótesis, cualquier mundo posible que comparta todos sus antecedentes pasados con el nuestro  incluye a un Dios esencialmente Omnisciente que sabe que Pablo corta el césped en ese mundo posible, y por tanto, en todos esos mundos posibles Pablo corta el césped.  

El argumento de Pike parece ser que si para poder pensar que Pablo hace algo distinto de lo que hace en nuestro mundo real tenemos que suponer un mundo posible en el que Dios sabe algo distinto de lo que sabe en nuestro mundo real, entonces estamos admitiendo implícitamente que siendo los mismos exactamente los antecedentes de la acción de Pablo, la acción de Pablo será exactamente la misma, y eso, piensa Pike, es la admisión del determinismo, en vez de ser la forma de escapar de él.

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Y es que Pike, decimos nosotros, tampoco tiene en cuenta la distinción entre el sentido dividido y el sentido compuesto; entre la necesidad de la consecuencia y la necesidad del consecuente.

Plantinga tiene razón en decir que un mundo posible en el cual Pablo hace algo distinto de lo que de hecho hace en nuestro mundo es un mundo posible en el cual Dios sabe algo distinto de lo que de hecho sabe acerca de lo que Pablo hace.

Es claro que si nada cambia en los antecedentes de la acción de Pablo, la acción de Pablo no cambiará.

Pero el error de Pike está en pensar que de ello se sigue el determinismo. Porque la necesidad con que Pablo corta el césped en un mundo en el que Dios sabe desde la Eternidad que Pablo corta el césped es necesidad de la consecuencia, no del consecuente; es necesidad en sentido compuesto, no en sentido dividido, y esa necesidad no es suficiente para que haya determinismo.

En efecto, si alcanzase con esa necesidad para que hubiese determinismo, entonces desde el momento en que alguien ve que levanto el brazo, por ejemplo, mi acción de levantar el brazo estaría determinada y no sería libre, porque no es posible (en un sentido…adivinar cuál…) que alguien me vea levantando el brazo y que ello no esté ocurriendo;  es necesario, con necesidad de la consecuencia, no del consecuente, que yo levante el brazo, si alguien me ve levantar el brazo; que yo levante el brazo si alguien me ve hacerlo es necesario en sentido compuesto, no en sentido dividido.

Por su parte Plantinga intenta dos soluciones “ockhamistas” a la dificultad de Pike que él mismo termina declarando insatisfactorias, para finalmente culminar el artículo admitiendo que es difícil aclarar el punto referente a qué es lo que una persona puede hacer, en términos de mundos posibles.

En lo cual está en lo correcto, entendemos, si no se agrega a la consideración de los “mundos posibles” la distinción entre la necesidad de la consecuencia y la necesidad del consecuente, el sentido dividido y el sentido compuesto,

No está en lo correcto, en caso contrario.

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La respuesta de Santo Tomás a una dificultad que es básicamente la misma que plantea Edwards y que quieren resolver Ockham y Plantinga viene en la cuestión 14 de la Primera Parte de la Suma, en el artículo 13, donde se pregunta si Dios conoce los futuros contingentes

Ante todo, plantea Santo Tomás la dificultad:

En toda condicional cuyo antecedente es absolutamente necesario, también el consecuente lo es. Pues la relación entre antecedente y consecuente es la misma que hay entre principio y conclusión, ya que de principios necesarios se deducen conclusiones necesarias, como se prueba en el libro I de los “Posteriores Analíticos”. Pero también la condicional: “Si Dios supo que esto será, esto será” es verdadera; porque la ciencia de Dios no es sino de lo verdadero. El antecedente de esta condicional es absolutamente necesario; tanto porque es eterno como porque indica un hecho pasado. Luego también el consecuente es absolutamente necesario. Así, la ciencia de Dios no incluye lo contingente.”

Responde el Aquinate:

Algunos dicen que el antecedente Dios conoció este contingente futuro, no es necesario, sino contingente; porque, aun cuando sea pasado, incluye relación con el futuro. Pero esto no le quita necesidad, pues lo que tuvo relación con el futuro, necesariamente la tuvo, aunque el futuro no haya sucedido.

Otros dicen que este antecedente es contingente porque está hecho de lo necesario y de lo contingente, como lo es la frase Sócrates es un hombre blanco. Pero tampoco esto significa nada. Porque cuando se dice Dios conoció que este contingente en el futuro será, contingente no está ahí más que como materia verbal, no como parte principal de la proposición. Por lo tanto, su contingencia o necesidad nada dice sobre si la proposición es necesaria o contingente, verdadera o falsa. Pues podría ser tan verdadero que yo haya dicho que el hombre es un asno como que haya dicho que Sócrates corre, o que Dios existe. Lo mismo cabe decir de lo necesario y de lo contingente.

Por lo tanto, hay que decir que este antecedente es absolutamente necesario. Sin embargo, tampoco se sigue de ello, como dicen algunos, que el consecuente sea absolutamente necesario; porque el antecedente es causa remota del consecuente, que por su causa próxima es contingente. Pero tampoco esto dice nada. Pues sería una condicional falsa aquella cuyo antecedente fuese la causa remota necesaria, y el efecto consecuente fuera contingente. Como si dijéramos, por ejemplo: Si el sol se mueve, la hierba brotará.

Así, hay que decir, de otra manera, que, cuando en el antecedente se coloca algo referente al acto del alma, el consecuente hay que tomarlo no como es en sí mismo, sino tal como está en el alma. Pues el ser de algo en sí mismo es distinto a este mismo ser en el alma. Ejemplo: Si digo: Si el alma entiende algo, aquello es inmaterial, hay que entender que aquello es inmaterial tal como está en el entendimiento, no tal como es en sí mismo. De forma parecida, si digo: Si Dios conoció algo, aquello será, el consecuente hay que entenderlo como está en la ciencia divina, es decir, en cuanto está presente ante Él. Y así, es necesario, como el antecedente: porque todo lo que es, mientras es, es necesario que sea, como se dice en I Periherm.

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La respuesta tomista, entonces, a la dificultad mencionada, es que ese consecuente es necesario, no en sí mismo, sino en tanto forma parte de la eterna Ciencia divina, siendo en sí mismo contingente, aunque, recordando la respuesta a la dificultad anterior, sea necesario con necesidad de la consecuencia, no del consecuente, en virtud del eterno conocimiento que Dios tiene de él.

Dicha respuesta de Santo Tomás se basa en el hecho de que son distintos el modo en que las cosas están en nuestro conocimiento, y el modo en que las cosas existen en sí mismas, en la realidad.

Así como el fuego en tanto que es conocido no quema, a diferencia del fuego en tanto que es real, y así como se puede conocer inmaterialmente lo que es material, también se puede (Dios puede) conocer necesariamente lo que no es necesario, sino contingente.

Por eso ha dicho también en el otro pasaje antes citado por nosotros:

“Por eso el consecuente es necesario, no en cuanto que es futuro para nosotros, sino en cuanto que se considera como presente por estar sometido a la presciencia divina.”

Lo cual concuerda con el final de la respuesta recién vista, porque el hecho que en sí mismo es contingente, sin embargo, en cuanto está eternamente presente a la Ciencia divina, es objeto de un conocimiento verdadero necesario.

Por otra parte, el hecho de que lo conocido sea necesario en tanto que conocido no es privativo de la Ciencia divina, porque tampoco es posible (en sentido compuesto) que la mesa no exista si estoy viendo que existe.

Lo que agrega, por así decir, en este tema la Ciencia divina es la presencialidad de lo futuro ante Dios, que hace posible entonces que lo futuro, que en sí mismo es contingente, sea necesario en tanto que objeto de la Ciencia divina, y por tanto, en sentido compuesto, de modo análogo a como la existencia de la mesa, en sí misma contingente, es necesaria, supuesto que estoy viendo que la mesa existe, y por tanto, en sentido compuesto.

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Es evidente, por tanto, que en la solución de ambas dificultades, y no solamente de la primera, entra el concepto de “necesidad de la consecuencia, no del consecuente”.

Porque en efecto, la ciencia divina se puede decir “absolutamente necesaria” por dos razones: porque su objeto es absolutamente necesario, como por ejemplo, las verdades lógicas, o porque, no siendo su objeto absolutamente necesario, sin embargo el conocimiento que Dios tiene de ese objeto es absolutamente necesario en el sentido de que se identifica realmente con Dios mismo, que es el Ser Necesario sin más.

Ahora bien, en este último caso, la necesidad absoluta del conocimiento divino no lo es bajo todo punto de vista, porque dicho conocimiento divino de las cosas contingentes que de hecho se dan en el mundo depende de la libre Voluntad divina de crear en vez de no crear, y de crear este mundo en vez de otro mundo posible.

Supuesto, por tanto, que Dios ha querido crear el mundo en el que Uruguay sale campeón mundial de fútbol en 1950, el conocimiento divino de ese hecho es necesariamente verdadero: para dicho conocimiento, considerado bajo este punto de vista, entonces, se trata de una necesidad de la consecuencia, no del consecuente, y por eso mismo el hecho en cuestión, es decir, esa victoria deportiva uruguaya, es necesario, supuesta la presciencia divina del mismo, con necesidad de la consecuencia, no del consecuente.

Y lo mismo hay que decir de la verdad de la proposición hecha en el pasado, que afirma que es verdadera la proposición que enuncia ese conocimiento divino.

Dicha proposición pasada es verdadera, porque es verdadera la proposición relativa al conocimiento divino, la cual es necesariamente verdadera con necesidad de la consecuencia, no del consecuente, y la misma proposición pasada que afirma la verdad de esa proposición relativa al conocimiento divino, es necesaria en el sentido en que lo es el pasado en general, a saber, que supuesto que ha ocurrido, ya no puede no haber ocurrido, y por tanto, otra vez, con necesidad de la consecuencia, no del consecuente.

Se cumple siempre, por tanto, que la conclusión posee exactamente la misma necesidad que poseen las premisas.

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En definitiva, la solución a la dificultad que presenta Edwards no está, como creen Ockham y Plantinga, en negar la necesidad de ciertas proposiciones relativas al pasado, y de las conclusiones que se derivan de esas proposiciones, sino en reconocer que se trata de una necesidad de la consecuencia, no del consecuente, o lo que es lo mismo, en sentido compuesto, no en sentido dividido, que no atenta para nada contra la contingencia y libertad de las acciones humanas. 

7 comentarios

  
Juan Manuel
Néstor, creo que lograste hacer un buen y certero post con respecto al tema propuesto. La solución tomista está ya esbozada en el libro 5to de la Consolación de la Filosofía. Recuerdo que era un problema que me llamaba mucho la atención y me alegró y liberó mucho encontrarla en Boecio ¿sabés si el filósofo romano lo toma de algún otro lugar?

Ya que estás leyendo Plantinga, ¿qué te parecen sus críticas a la simplicidad divina? Creo que sería interesante para abordar, lamentablemente, no hay mucho de eso en castellano.

En fin, por otro lado, siempre me pareció sugestiva una idea que Kierkegaard desliza en sus "Migajas filosóficas". Allí critica a Aristóteles por sostener que el pasado es necesario, puesto que si un hecho es contingente en el presente, su posición temporal no debería modificarlo, y por tanto, seguiría siendo contingente en el pasado. Creo que es interesante especialmente sostener eso si consideramos plausible o verdadera la teoría B del tiempo (todo el tiempo existe simultáneamente y el pasado-presente-futuro tiene que ver con la percepción humana -no sé si es buen resumen el que acabo de hacer). En ese caso, si pudiéramos decir que determinados hechos "ya ocurrieron" o "ya están ocurriendo" según una determinada perspectiva, no por eso esos hechos dejarían de ser contingentes. En fin, mucho de viajes en el tiempo ahí (a pesar de que me inclino por la solución tomista que vos bien planteaste, siempre me divirtió la temática viajes en el tiempo y este tipo de especulaciones).

También me parece (siguiendo por ahí) que suele ser equivocada la perspectiva que cree que los viajes en el tiempo podrían suponer la violación del principio de no contradicción. En el famoso ejemplo de "Dios no puede hacer que Roma no haya existido", siento que "Roma haya existido" o "Roma no haya existido" tienen sentidos diferentes si aceptamos que Dios puede hacerlo. A ver si me explico: si Dios hace que Roma no haya existido, podemos suponer que lo que hace es crear una línea temporal alternativa donde Roma nunca existió, por eso desde una perspectiva temporal donde Roma sí existió, Roma existió (valga la tautología) y en otra perspectiva temporal donde Roma no existió, Roma no existió. Lo estéril de todo el asunto es que claramente, los seres finitos no podríamos saber si Dios alteró o no una determinada línea temporal.

En fin, disfruté su entrada y voy a chusmear el artículo de Plantinga que le dio pie, a ver si encuentro algo más que acotar.

Saludos.

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Hola, Juan Manuel, muchas gracias. Respecto de Boecio, pienso que habría que revisar, obviamente, lo que dice San Agustín sobre el tema, Plantinga hace alguna referencia de pasada en su artículo.

Me pongo a buscar lo que dice Plantinga sobre la simplicidad divina.

En cuanto a lo que dice Kierkegaard, el asunto, entiendo, es que en un sentido, el presente tampoco es contingente, porque mientras es, no puede no ser. Es la misma necesidad condicionada del pasado, que una vez que ha sido, no puede no haber sido.

Lo único que está libre de esa necesidad condicional es el futuro, y eso, desde nuestro punto de vista temporal, tampoco desde el punto de vista eterno de Dios.

El problema del viaje en el tiempo, como yo lo veo, es que no podemos "ir al pasado", porque donde estemos, por definicíón, va a ser el presente. Por eso tampoco podemos ir al futuro, sino solamente esperar a que se haga presente (y después pasado).

Y en cuanto a si Dios puede cambiar el pasado, el caso es que en la hipótesis de que Dios crease otra historia paralela, digamos, en la que Roma no ha existido, eso no sería cambiar el pasado, pues la "gracia" de esto último estaría justamente en hacer que Roma, que ha existido, no haya existido, y eso es claramente contradictorio.

Y por eso mismo es que el "viaje al pasado" no es posible, porque implicaría, por hipótesis, cambiar el pasado, ya que en el pasado "original" esos viajeros no están allí.

Es decir, sería hacer que lo que no ocurrió (la presencia de esos viajeros en el pasado) sí haya ocurrido.

En las películas muestran que los viajeros al pasado tienen mucho cuidado de no alterar las cosas, para no alterar la historia posterior, pero llegan tarde, porque su mera presencia allí ya es una alteración del pasado, que además es imposible, por contradictoria.

Saludos cordiales.
18/02/21 2:10 AM
  
Néstor
En San Agustín está clara la presencia simultánea de todos los tiempos ante el eterno Presente divino, pero no he visto hasta ahora que él saque la conclusión que saca Boecio, que por tanto, así como el ver nosotros, con absoluta certeza, a alguien hacer un acto libre no quita que ese acto sea libre, tampoco el hecho de que Dios lo vea con absoluta certeza, como presente, desde su Eternidad.

Dice por ejemplo San Agustín en "La Ciudad de Dios", Libro XI, Cap. XXI:

"¿Qué otra cosa se puede entender al decir de todas las cosas "Vio Dios que era bueno", sino la aprobación de la obra según el arte de lo hecho, que es la Sabiduría de Dios? Lejos de Dios no haber conocido que era bueno hasta que lo hizo; al contrario, no se haría nada si le hubiera sido desconocido. Al ver, pues, que era bueno lo que no hubiera sido hecho si no lo hubiera visto antes de ser hecho, no aprende que es bueno, sino que lo enseña.

Aun Platón no tuvo escrúpulo en afirmar que Dios se sintió transportado de gozo cuando terminó la obra del mundo. No andaba tan descaminado que pensara que Dios era más feliz con la novedad de su obra, sino que quiso manifestar que al artífice le plugo ya hecho lo que le había agradado factible en su designio; y no precisamente porque cambie en absoluto la ciencia de Dios y obren en ella de distinta manera las cosas que no existen aún, las que llegan a existir o las que existieron. Pues no mira Él como nosotros a lo futuro, o ve el presente, o vuelve la vista al pasado, sino de un modo bien diverso de nuestros hábitos mentales.

Él ve sin cambiar el pensamiento de una a otra cosa, lo ve inmutablemente; de suerte que todo lo que sucede temporalmente, lo futuro que no es aún, lo presente que existe, lo pasado que ya no es, Él lo abarca todo con presencia estable y sempiterna; y no de una manera con los ojos y de otra con la mente, pues no consta de alma y cuerpo; ni de una manera ahora, de otra antes y de otra después, porque tampoco admite variación, como la nuestra, su ciencia de los tiempos, el presente, el pasado y el futuro, ya que en Él no hay cambio ni oscurecimiento momentáneo.

Tampoco su atención pasa de un pensamiento a otro pensamiento, pues a su mirada incorpórea está presente a la vez cuanto conoce; conoce los tiempos sin noción alguna temporal, como mueve las cosas temporales sin movimiento alguno suyo. Allí vio, en efecto, que era bueno lo que hizo, donde vio que era bueno para hacerlo. Y no por haberlo visto hecho se le duplicó la ciencia o se le aumentó en un ápice, como si hubiera tenido menos ciencia antes de hacer lo que veía; no obraría Él con tal perfección a no ser con una ciencia hasta tal punto perfecta, que no podía recibir nada de sus obras."

Saludos cordiales.
18/02/21 2:29 PM
  
Juan Manuel
Gracias por el texto del Hiponense. Acá en una edición que tengo de la Consolación, dice que la solución que encuentra Boecio la toma de Proclo, pero no cita ningún lugar, así que no sé.

Siguiendo mi off topic de viajes en el tiempo (si no le molesta). No sé cuánto consumirás vos de cultura pop actual, pero obviamente, hay muchas versiones del mismo. Las más interesantes (y coherentes) en mi opinión, son por ejemplo, en Avengers:Endgame que los viajes en el tiempo no pueden modificar el pasado, porque en realidad transportan al viajero a una línea temporal alternativa, y al volver, no importa que hayan modificado en esa línea temporal, que la propia línea temporal sigue exactamente igual. Por lo que te entendí, vos te resistirías a llamar a eso un viaje en el tiempo.

Otro escenario "popular" de viajes en el tiempo se puede apreciar en la serie alemana de Netflix "Dark", donde los viajes en el tiempo no modifican la línea temporal que conocemos, sino que la crean, y así, eventos en el pasado están determinados por eventos que les son futuros. Claro, esto primero abre un montón de paradojas y nos obliga a concebir la noción de causalidad como desligada del tiempo. Ojo, ¿no podría entenderse así la redención de María? Yo en teología hago agua, pero entiendo que ella es concebida redimida porque Dios preeve la Salvación de Cristo, es decir, un hecho futuro fue causa de un evento en el pasado.

Repito por las dudas, que todos estos son para mi ejercicios especulativos de entretenimiento y no pretendo sostener como ciertas estas cosas.

Saludos

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Es que el concepto de "pasado" exige que la línea temporal, por así decir, sea la misma. Es un concepto de orden que indica el "lugar" que algo tiene en una línea determinada. Si nos salimos de esa línea, ya no hay motivo para decir que un tal hecho es "pasado".

Si se dice que es pasado en otra línea temporal alternativa, entonces se está diciendo que hay dos universos con dos historias diferentes, pero eso tampoco es un cambio en el pasado de ninguno de ellos.

En cuanto a la causación desde el futuro, es imposible, porque el futuro por definición no existe todavía, y por tanto, tampoco puede causar nada.

Por eso la Inmaculada Concepción no ha sido causada desde el futuro, sino desde la Eternidad de Dios, y no "a causa" de los méritos futuros de Cristo, porque la Voluntad divina no puede tener causa alguna, siendo idéntica a Dios mismo, que es el Incausado.

No es que los méritos de Cristo hayan determinado a la Voluntad divina a hacer a la Virgen Inmaculada, sino que Dios ha querido que los méritos futuros de Cristo se aplicasen a la Virgen.

Y eso no ha consistido en hacer que esos méritos aún inexistentes obrasen algo en la Inmaculada Concepción, sino en obrar Dios en ella, en atención a esos méritos futuros.

Además, como bien dicen San Agustín y Boecio, para Dios no hay nada futuro.

Saludos cordiales.
18/02/21 6:52 PM
  
Falco Lombardi
Muy en relación con lo que dice Boecio en la Consolatio. Parece que la realidad existe en una doble dimensión: eterna y temporal. La primera, necesaria, como está ante Dios. La segunda, según su propia naturaleza contingente y temporal.

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Más que un doble orden de realidad, lo que hay es un doble modo de conocer esa misma realidad por parte de sujetos diferentes. Es el modo de ser de Dios el que hace que todo esté presente ante Él, como el modo de ser nuestro hace que sólo podamos ir viviendo sucesivamente los momentos temporales, e igualmente, mirar una estatua solamente desde un ángulo determinado. Si pudiésemos estar a la vez en todos los lugares, la veríamos a la vez desde todos los ángulos.

Boecio tiene el mérito de haberlo dicho muy claramente y con gran fuerza, por ejemplo:

"15.– ”Así, pues, como el juicio abarca el objeto conforme a las leyes de la naturaleza cognoscente, y Dios goza de un eterno presente, su ciencia, elevándose por encima de todo movimiento del tiempo, conserva la simplicidad del estado presente; y abarcando el curso infinito del pasado y del futuro, considera todos los acontecimientos en su conocimiento simplicísimo como si sucedieran en el presente.

”Por lo cual, no se puede pensar que esta presciencia universal sea como la presciencia del futuro de la que hablan los mortales, sino que es la verdadera y certísima ciencia de un presente siempre actual.

17.– ”Por eso es mejor llamarla providencia y no previdencia o presciencia; puesto que existiendo lejos de los seres, todas las cosas ve delante de sí desde el encumbrado ápice del mundo.

18.– ”¿Cómo quieres, pues, que una necesidad coaccione a lo que está iluminado con luz divina, cuando ni siquiera los hombres imponen tal necesidad a las cosas que ven?

19.– ”¿Acaso lo que tú ves en este momento se hace necesario por el hecho de que tú lo veas?”.

20.– “Pues bien, si me es lícito parangonar lo divino con lo humano, de la misma manera que vosotros veis series de hechos en el presente fugaz que vivís, Dios los contempla todos en el eterno presente de su existir."

La necesidad que niega aquí Boecio es la que los escolásticos negarán también, con el nombre de "necesidad del consecuente", mientras que la certeza que también afirma de la ciencia divina de los hechos temporales va unida a la "necesidad de la consecuencia", porque sin duda que es imposible que algo no exista en tanto se lo está viendo.

Saludos cordiales.
18/02/21 11:56 PM
  
Juan Manuel
Gracias por su conversación Néstor. Vos decís:

"En cuanto a la causación desde el futuro, es imposible, porque el futuro por definición no existe todavía, y por tanto, tampoco puede causar nada."

Pero esto en orden a la teoría A del tiempo (que sin duda es la más intuitiva -y probable). Si supusiéramos la teoría B del tiempo, se solventaría ese problema (se abrirían otros...) porque justamente, supondríamos que toda la línea temporal existe simultáneamente y somos nosotros (o los seres finitos en general) los que no podemos vivenciarla o percibirla, sino que necesariamente lo hacemos a través del "ahora" que nos divide la línea temporal en pasado-presente-futuro*. Yo creo que la teoría B del tiempo es interesante para pensar la Providencia Divina, porque justamente, los autores ortodoxos dicen que Dios ve el futuro en su eterno presente, no que por su infinita sabiduría sabe qué es lo que va a suceder (es decir, ve, no "preve").

Por cierto, yo nunca quise decir que los méritos de Cristo muevan la Voluntad Divina como causa, sino que, si todos los seres humanos son redimidos por la Sangre de Nuestro Señor, la Santísima Virgen se vio alcanzada por los méritos de Cristo, méritos que en su perspectiva temporal eran inexistentes. Y si para Dios no hay pasado, ni presente, ni futuro, ¿no quiere decir que para Él ya existe lo que para nosotros es inexistente? Y entonces el futuro ya tendría cierta realidad.

*Es llamativo en ese sentido que Aristóteles habla de una cuestión muy embarazosa, sobre si el tiempo existiría si no hubiera almas que lo verifiquen (Física IV 223 a-223b). Siempre lo leí como una observación casi kantiana, pero ahora lo recordé en esta idea de la percepción temporal como limitación humana. Voy a ver qué dice Tomás en su comentario a la Física...

PD: No encontré nada reseñable en el artículo, así que en rigor no podría aportar mucho más al tema real de su post. Si lo estoy aburriendo con esto de concepciones del tiempo, me dice y lo dejo en paz. Saludos cordiales y gracias por su tiempo.

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El que las cosas sean para Dios de distinta manera de como son para nosotros tiene que ver con el modo de ser de Dios y el modo de ser nuestro. Por eso, que para Dios todo sea presente no quiere decir que lo sea también para nosotros. Ni Dios ni nosotros nos equivocamos al respecto; porque nosotros somos seres temporales, y Dios no lo es.

¿Porqué si no somos seres temporales, no podemos percibir simultáneamente todos los tiempos? Eso se debe justamente a nuestra temporalidad, pero entonces, ella es real y no ilusoria.

La Escolástica ha enseñado, siguiendo a Aristóteles, que el tiempo es un "ente de razón con fundamento in re", y ese "fundamento in re" es justamente el cambio de las cosas, por tanto, la sucesión temporal, que da lugar al pasado, el presente, y el futuro, es real.

Tan real, que simplemente no puedo experimentar como presente lo que he vivido en el pasado, a pesar de recordarlo. Eso es lisa y llanamente temporalidad, y temporalidad real, no tiene sentido decir que esa experiencia es ilusoria. Para ello habría que decir que sí estoy actualmente viviendo todo lo que viví en el pasado, sólo que no me doy cuenta. Pero entonces ¿de qué sí me doy cuenta?

Saludos cordiales.
19/02/21 1:08 AM
  
Federico María
Gracias por el buen post, Néstor.

Corríjame por favor si no es correcto, pero creo que Ud. mismo dijo en alguna ocasión que en realidad la sola “vía de eternidad” no explicaría la ciencia de Dios de lo actualmente existente (sea o no futuro) sino sólo en cuanto incluye el decreto predeterminante causativo (o permisivo), es decir, en la medida en que tiene la voluntad divina adjunta y ha decretado causarlo o permitirlo. De lo contrario nos acercaríamos a la ciencia media molinista, ¿no? Dios no puede conocer nada “extra Se” sino conociéndose a sí mismo como causa de ello, sea como causa posible o actual. ¿Y qué problema habría entonces en hablar de “determinismo teológico” si no es necesitante? Santo Tomás mismo emplea la expresión de “predeterminación”.

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Hola, Federico! Sin duda, la ciencia divina de lo que sucede en lo creado, por la cual Dios tiene ante Sí como presente, eternamente, todo lo que para nosotros es pasado, presente o futuro, supone el decreto divino predeterminante relativo a todo aquello que Dios quiere o permite en las creaturas.

Pero como la dificultad planteada por Plantinga aquí tiene que ver solamente con la Omnisciencia divina, por eso en la respuesta a esa dificultad no se dice nada sobre la acción divina sobre los eventos y las voluntades creadas.

Normalmente, la expresión "determinismo teológico" se entiende como negación del libre albedrío, por eso es que aquí no la utilizo.

Estrictamente hablando, tampoco es que la moción divina no sea "necesitante", sino que implica solamente una necesidad de la consecuencia, no del consecuente; en sentido compuesto, no en sentido dividido.

Saludos cordiales.
19/02/21 2:36 AM
  
Federico María
Muchas gracias, Néstor, siempre esclarecedor.

1. Comprendo entonces el empleo de la expresión "determinismo teológico". Sucede que la he escuchado aplicándosela injustamente a Bánez y a la doctrina tomista de la praedeterminatio physica (cosa que Ud. no haría, lógicamente).

2. Entonces, a partir de lo que dice en respuesta a un comentario, ¿habría que decir que la gracia sobrenatural infundida a la Santísima Virgen y a otras personas antes de Cristo, no fue causada instrumentalmente por Jesucristo en cuanto a su humanidad? ¿Y meritoriamente?

3. Continuando con la ciencia de Dios, más precisamente en cuanto al conocimiento divino de la diferencia entre lo posible y lo actualmente existente, ¿cómo concebir la ciencia de Dios al respecto? Porque, absolutamente, podría haber causado otras cosas que no causó, y entonces su ciencia de visión sería distinta a como lo es actualmente. Pero, si bien es imposible, esto en algún sentido parecería introducir cierta potencialidad en Dios (quizá es su misma libertad).
Es obvio que en Dios no se introduce ninguna diferencia real respecto de lo posible y lo actual. Entonces, ¿cómo conoce tal diferencia?

4. Va un buen pasaje de santo Tomás en el que precisamente hace referencia a Boecio: "ex praescientia Dei non potest concludi quod actus nostri sint necessarii necessitate absoluta, quae dicitur necessitas consequentis; sed necessitate conditionata, quae dicitur necessitas consequentiae, ut patet per Boetium in fine de Consolat. philosophiae" (De Ver., q. 24, a. 1, ad 13).

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En cuanto a la gracia de la Virgen, no parece que haya podido ser por mediación física de la humanidad de Cristo, que tiene un comienzo temporal de su existencia. Sí por los méritos de Cristo, que Dios contempla desde la Eternidad al igual que todo lo demás.

Esto último entiendo que es lo que dice el dogma definido por la Iglesia:

"la santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano."

La conciliación entre la Libertad y la Inmutabilidad divina es una de las famosas "cruces" de los teólogos. Se trata de mantener a la vez que Dios es absolutamente Inmutable, que además es Necesario, o sea, que no puede no existir, ni no ser Inmutable, en ningún mundo o hipótesis posible, que el acto libre por el que Dios crea el mundo, es realmente idéntico con Dios, y que sin embargo, ese libre acto creador podría, por ejemplo, no haberse dado en otra hipótesis en la que Dios no hubiese creado el mundo.

La solución, obviamente, va por el lado de reconocer que en Dios, la única contingencia del acto libre creador es la que procede de su objeto creado, que sólo por relación a ese objeto (relación, por otra parte, que de Dios a la creatura es de razón, no real, como sí es de la creatura a Dios) es que ese acto puede ser llamado "contingente" y "mudable", mientras que en sí mismo, en tanto realmente idéntico con Dios, ese acto es absolutamente inmutable y Necesario.

Viene en ayuda de esta forma de ver, entiendo, el considerar la importancia que el objeto de los actos y de las facultades tiene en el tomismo para la definición y especificación misma de esos actos y esas facultades.

Toda la potencialidad y contingencia, por tanto, en el caso del acto libre creador de Dios, está en su objeto y término creado, exclusivamente.

Esto quiere decir que la libertad, entendida como independencia del sujeto libre, alcanza su punto culminante solamente en Dios: en las creaturas siempre el acto libre implica algún cambio en el sujeto actuante, y en ese sentido, alguna dependencia del sujeto actuante respecto del objeto de su acto.

Por tanto, la única relación real que faltaría en la hipótesis de que Dios no hubiese creado el mundo es la que tiene a la creatura como sujeto y al Creador por término.

Saludos cordiales.
21/02/21 8:58 PM

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