26.04.18

"Iglesia en movimiento"..., y nada de "elegidos", por fa.

Desde santa Marta cada día se nos dice algo. Y  se nos dice, supongo, a impulsos del Espíritu Santo, que es precisamente lo que nos ha reclamado esta vez a todos: que no seamos/estemos “inertes a la obra del Espíritu Santo".

Y, con este respaldo, se ha desgranado -hace unas poquitas mañanas- una serie de “lemas"; por cierto, cerrados y bien cerrados: da la impresión de no saber hablar ya de otra manera, y que es justo lo que reprocha a los que no se dejan llevar por ese Espíritu Santo, y “se aferran a la ley, cerrándose a la novedad” con la que nos sorprende el Señor, “que siempre sale a nuestro encuentro con algo nuevo” y “original".

Esos “lemas” van desde lo ya recogido, hasta “la Iglesia [se refiere a la primerísima Iglesia, a los primeros cristianos] era una Iglesia en movimiento, una Iglesia que iba más allá de sí misma. No era un grupo cerrado de elegidos", pasando por identificar “movilidad” con “docilidad al Espíritu Santo". Y obvio las obviedades, que también las tiene.

Sinceramente, es una homilía que, más allá de lo bien que pueden quedar las palabras, de lo “armónico” que les pueda sonar a algunos, lo que expresan y significan choca frontalmente con lo dicho por Jesucristo, y se dan de bruces con lo que san Lucas en “Hechos", nos cuenta de esa misma Iglesia; o, directamente, con la predicación de san Padro y san Pablo, por poner dos “poneres".

Y voy a explicarlo o a intentarlo, al menos. Empezando -podría hacerlo por cualquier otro de los temas, pero prefiero empezar por éste pues me parece el más significativo-: “la Iglesia era una Iglesia en movimiento, una Iglesia que iba más allá de sí misma". Que, dicho así, y si no se explica mucho más y mejor, es católicamente inadmisible.

La Iglesia Católica no puede ir nunca “más allá de sí misma". Por una única razón que engloba todas las demás que puedan aportarse: más allá de Ella misma, NO HAY NADA y, por tanto, no tiene nada que hacer allí, porque no hay dónde ir. La Iglesia Católica, por mandato expreso de Cristo, “sale” desde sí misma -esto sí, claro: para ésto “es” y “está"- en busca de las almas -Id por todo el mundo, predicad el evangelio…- para “llevarlas", precisamente, al mismo Cristo que le ha dado tal misión.

De hecho, es el Señor quien nos busca en Su Iglesia a través de sus miembros, generación tras generación. Y ni la Iglesia ni sus miembros -por muy revestidos de oropeles que puedan estar algunos-, no puede darse otro fin ni otra misión: dejarían de ser lo que son, y Cristo tendría que buscarse otra mediación y otros mediadores.

Éste es el único “movimiento” válido y admisible para la Iglesia Católica, y para todos y cada uno de sus hijos. Y no puede permitirse el lujo de moverse al son de la música moderna: sea pop, folk, jaz, o rok.

Tampoco sé qué les puede molestar -a los que les molesta, que los hay y más de uno, por cierto- lo de “elegidos". Porque es Jesús mismo quien lo dice, y no una vez solamente: No sois vosotros los que me habéis elegido -por si alguien se creía otra cosa-, sino que soy Yo quien os he elegido, y os he puesto para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezcaY el mismo Pablo -la primera “teología de rodillas” y en la Cruz que se hace en la Iglesia- abundará en lo mismo: Nos ha elegido el Señor, desde antes de la constitución del mundo…

¿A quién le puede molestar ésto en la Iglesia? ¿Qué hay de más grande en nuestra vida que haber sido ELEGIDOS por el mismo Señor? ¿Qué razones hay para no poder seguir usando las mismas palabras de Cristo, que tienen el regusto de lo clásico, de lo eterno, de lo que ha iluminado, llenado y santificado al mundo y a las almas? ¿Acaso sus palabras -Palabra de Dios- ya no son hoy por hoy “eficaces", y pretendemos que las nuestras sí?

Incluso nos ha elegido por nuestro nombre de pila, como a los Apóstoles: ¡Pedro, Andrés, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé…! Así ha hecho, y así sigue haciendo Jesús, que NO SE MUDA. Porque no puede mudarse: es que ES DIOS. Pequeño “detallito” que parece que se les escapa a esos mismos “molestos” o “molestaos".

Además, “elegidos” no significa ni es sinónimo de “cerrados", “rígidos", “insensibles a las novedades"; ni “prisioneros de las ideas” o de la Ley. Para nada. Elegidos por el Señor tampoco significa que “han destilado la ley y la han transformado en ideología… y cualquier novedad para ellos es una amenaza".

Trasladar -por la directa y sin anestesia- lo que Jesús mismo reprocha a los sacerdotes y príncipes entre los judíos que, ellos sí, se han encerrado y enceguecidos en “sus interpretaciones” -llegando a cambiar la Ley de Moisés por vuestras tradicionesa la Iglesia atemporal -a la de hoy desde luego, en el contexto explícito de las palabras dichas en santa Marta-, pero sin señalar desde cuándo se ha obrado el cambio de la primera Iglesia a la “destilación” de la Palabra de Dios para “convertirla en ideología” y “resistir al Espíritu Santo"… no deja de ser un “flatus voci” sin ningún respaldo real: ni histórico, ni teológico, ni moral, ni eclesial.

Por supuesto: en santa Marta no se oye ni una sola palabra para referirse a los que después de hacer “teología de rodillas” -alabados públicamente por ello-, hacen -ellos sí: “se han convertido” a/en ésto- “ideología", “destilando” la moral católica y la praxis disciplinar católica pretendiendo que los luteranos, por ejemplo, no tienen por qué creer -ni por asomo- en la transubstanciación para recibir la Comunión eucarística. Que, ciértamente, es una “novedad"; pero esa cualidad por sí misma no hace admisible para la Iglesia tal afirmación: habría que echar por tierra antes el “detalle” -que también se les pasa por alto, incluso a eméritos y renombrados cardenales- del NO eclesial a la “comunicatio in sacris“. Y desde hace siglos nada menos. Y me da que sigue vigente a día de hoy.

Tampoco es de recibo atribuir a los primeros evangelizadores, empezando por los Apóstoles, que se abriesen “a la novedad” incluso frente al “siempre se ha hecho así"; porque la realidad es que NUNCA se había hecho así: la Iglesia no podía mirar atrás, porque hacia atrás no estaba Ella. Toda la Iglesia Católica era una novedad: Ella era LA NOVEDAD de la Misericordia de Dios en el mundo.

Como tampoco se puede afirmar que. en el centro de su predicación y de su actitud, “no estaba la Ley sino el Espíritu Santo". En el centro de su predicación estaba LA REALIDAD que habían visto y oido; y no sólo los apóstoles predicadores sino también los destinatarios de su predicación:   

Es decir que, en su predicación, no miran hacia adelante sino hacia atrás: hacia lo que había pasado, exactamente, justo cincuenta días antes en Jerusalén. No miran hacia adelante: miran a los que tienen delante, que no es lo mismo. Y su predicación es Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, que muere amorosamente por nosotros para rescatarnos del pecado y de la condenación eterna. O sea, para salvarnos. Y lo dejan bien claro: el que quiera salvarse que crea, que se arrepienta, y que se bautice, como lo quiere -y por eso lo ha mandado- el mismo Cristo.

Y, por último, lo de la alegoría de la bici y del equilibrio que sólo se conserva cuando y porque anda…, pues puede quedar bonito, incluso puede ser sugerente; pero no va más allá, y también se da contra un muro. Porque todas las expresiones que usa Jesús para referirse a su Iglesia manifiestan todo lo contrario, empezando por aquello que denota un gran calado visual y teológico: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.

Una “roca” no da idea de inestabilidad, sino de todo lo contrario, de solidez y firmeza: inamovible. Y así ha sido desde entonces, a pesar de los pesares y de los empeños en que fuese de otra manera. Que los ha habido, como los hay, y como quizá los habrá también. Lo mismo que las resistencias al Espíritu Santo, según el mismo “oráculo". Por no hablar de las puertas del infierno no prevalecerán; o aquello otro: Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. No dan ninguna idea de inestabilidad, provisionalidad o riesgo: al contrario.

Un último apunte: Jesús no deja ningún tema abierto a la duda, a la incertidumbre, a la sospecha, a la angustia. Lo toca todo, lo aclara todo, sin dejar nada que se refiera a nuestra salvación al albur o a nuestra posible y falible indagación.

Sólo hay un tema que expresamente deja “abierto", si se quiere decir así: Pobres, los tendréis siempre con vosotros. Da toda la impresión de que, para Jesús, no era un tema de primera línea para la Iglesia y sus hijos; mucho menos con carácter exclusivo, como da la impresión ahora; aunque ni la Iglesia ni sus hijos se hayan olvidado de ellos, antes al contrario. Y eso, desde el primer minuto de su caminar terreno.

La realidad histórica es que la Iglesia Católica ha sido la primera y la única institución en la tierra que, hasta hace un par de siglos, se ha ocupado de ellos. Y, en muchos casos y sitios, sigue siendo todavía la única; y también la más generosa, con muchísima diferencia.

Y basta por hoy. Amén.

17.04.18

"La evangelización no es proselitismo, sino anuncio" (card. Blázquez)

Pues casi, casi, como la coca-cola. Y como el señor cardenal, en un alarde de incisión e inteligencia de la problemática vocacional -amén de la angustia de quedarnos sin sacerdotes autóctonos en este país: los tiempos de aquellos gritos pseudodesafiantes de “somos pocos, pero somos mejores", ya no se recuerdan ni en los saraos eclesiales, o así, regados abundantemente-, ha hecho el ingente esfuerzo de pedirnos a todos “creatividad", le sugiero que contrate de inmediato a la misma compañía publicitaria que lleva la de la coca-cola, para poner anuncios ad hoc; al menos en las grandes capitales.

Igual daban más y mejores resultados que “las pastorales mudas” que no alimentan a las ovejas y las matan de hambre, e incluso podrían mejorar los números de los pastores echados a la bartola, gastados en comer y beber como buenos mercenarios; y sin dar un palo al agua, que es muy cansado. O, en lugar de poner en los campanarios banderas independentistas, locales, republicanas o independentistas, colocar unos buenos neones o unos buenos colorines al laser, con música chillona, y mejor aún si es de autoría con género fluido y fluyente, tipología LGTB, pues igual conseguían seminaristas -o así-, con mucho ritmo y mucha marcha, que les parece que es lo que toca y lo que mola.

De hecho. en su discurso ha colocado toda la tarea vocacional -la iniciativa, el mantenimiento y la responsabilidad- en los exclusivos y divinos hombros del Señor -que ciertamente no los hay mejores-, al decirnos, el buen y benéfico cardenal, que “Jesús es el único competente para invitar", vocacionalmente hablando. O sea y para aclararnos: él -el señor cardenal de la Iglesia Católica- no se siente ya autorizado -¡a saber cuándo fue la última vez que hizo algo así, y todavía le dura el sofocon; o la primera y última; o ni la primera siquiera y en ello permanece, paralizado!- a plantearle a nadie la vocación; y pretende -lo dice tal cual- quitarnos a todos el mandato del Señor y de la Iglesia.

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10.04.18

En la Iglesia Católica, ¿es pecado "pensar"? Pregunto...

Porque, de ser así, no somos hijos, sino vacas. Y hemos llegado a un punto en el que hay que planteárselo seriamente y dilucidarlo: porque, para mucha gente, esto ya no está ni medio claro.

Aunque en la Iglesia Católica la doctrina está perfectamente recogida y aquilatada -tanto en los Evangelios, como en el Catecismo de la Iglesia Católica, o en el Código de Derecho Canónico y en otros ámbitos-, para que tengamos siempre un referente fijo, exacto, seguro y verdadero al que acudir en todo y para todo, no falta la gente de Iglesia -incluso con mando en plaza- que se salta todo ese Tesoro a la torera y se desmelena, poniendo en solfa lo que le da la gana; creyéndose, encima, de ese modo y desde esa “altura", más católico que cualquiera. Da lo mismo que se refiera a los Mandamientos, a los Sacramentos o a las Verdades de Fe.

También los hay que, directamente, se escandalizan de esta seguridad, de poseer la plenitud de la Verdad Revelada, de la Fe y de la Confianza en Dios y en “Su” Iglesia, con la que se ilumina toda situación humana. Es que les parece fatal el no tener dudas, el poder responder a todo y a todos, porque sacamos de la Palabra de Dios “lo nuevo y lo viejo", y así poder “vestirnos” en todo tiempo; y, a la vez, no dejar a las almas “a la intemperie": es decir, maltratadas o martirizadas precisamente por sus dudas, sus inquietudes o sus zozobras… La Verdad nunca es “dudosa” porque no es nuestra -no viene de nosotros mismos- sino de Dios.

Pero ademas, y para agravar lo anterior, hay también muchos que se agarran cual lapa a esos mismos contenidos con una “interpretación” -si se puede llamar así a eso, que me da que no- exclusivamente rectilinea, literal y monolítica: puro “fundamentalismo”, como ha denunciado alguna vez el mismo Papa, sin la más mínima fisura: “como debe ser", apuntan; pero, y aquí viene lo grave, sin saber lo que dicen: simplemente se “obligan” a no pensar, no vaya a ser “peor". O yo qué sé…

Los “argumentos” para tal postura van del “¿quién soy yo para juzgar?” - afamado autor que, por cierto, desmiente todos los días y a todas horas tamaña afirmación-, hasta pretender que “juicio” -o “proselitismo", o “pecado” o “adoctrinar"…- solo tiene un sentido peyorativo, y es algo a evitar siempre: no vaya a ser que, como mínimo, sea “crítica” o “juicio crítico": es decir, mera “soberbia". “Libera nos Domine!".

En este segundo caso están también los que, por todo argumento, usan, por ejemplo, aquello de “el Papa es el Papa”, pretendiendo con ello que éste puede hacer y decir lo que quiera: tiene carta blanca, porque para eso es el Papa; y, ya puestos y de paso, con esa misma afirmación pretenden acallar cualquier posible opinión o punto de vista contraria o distinta, calificadas siempre de “critica”. Y lo mismo con lo de “al Papa lo elige el Espíritu Santo”, que no ha puesto ni un voto, por cierto. Y, quizá, es muy probable que, aunque piensen que eso es la “sustancia", les faltan “entendederas” y quizá no sepan ni lo que dicen.

Y me explico; o, al menos, lo voy a intentar.

¿Por qué la Iglesia Católica creyó que era no sólo necesario sino “obligatorio ‘para todos’ en la Iglesia” definir el dogma -ni más ni menos que “dogma"- de la “infalibilidad del Papa"? Lo que hizo antesdeayer, como quien dice, en el Concilio Vaticano I.

Pues, entre otras razones, y quizá sea la más importante, para que ya no pudiera decirse que “el Papa el es Papa” y se pudiera meter ahí “todo” sin pensar “nada”.

Porque ese dogma es para poder “discernir", precisamente, todo lo que nos viene del Romano Pontífice: porque no todo tiene el mismo carácter. Y esto es para todos, empezando por el propio Papa, y acabando con el ultimo fiel hijo de la Iglesia.

“El Papa es el Papa” no significa “beatificar” absolutamente todo lo que hace y dice, o pretender que todo lo que viene de él es como el “Credo": verdad de Fe divina. Esa postura estout court, “culto a la personalidad”, que solo se da en los regímenes marxistas y en las sectas; ahora también en las democracias de corte “occidental” aunque estén en hispanoamérica. Pero nada de eso es católico; porque “culto", o sea, “adoración", solo se le da a Dios, porque sólo a Él se le debe. A nadie más; ni al Papa.

Por todo esto y mas, la Iglesia, al definir tal dogma, también definió lo que “no cabe” ahí, lo que no goza de suyo de la “infalibilidad” y, por tanto, lo que no es su objeto ni su horizonte. De este modo, no es lo mismo que el Santo Padre hable de fútbol, que hable de sociología, de moral, de espíritu cristiano o que cierre un tema “ex cátedra". O que tosa, o que pasee, o que rece, o que predique, o que dé una rueda de prensa.

En todas esas situaciones es “el Papa", sí; pero no en todas “actúa” desde esa “cima infalible", asistido necesaria y obligatoriamente por el Espíritu Santo: sólo lo hace cuando “expresamente” habla “ex cátedra". Y sólo entonces. Y, en este caso, se aplica aquello de “Roma locuta, causa finita": lo ha dicho Roma, pues no hay más que hablar. Pero nunca podemos ser “más papistas que el papa": ésto, tampoco es católico.

Pero incluso en este caso, y no digamos en los demás ordenes -o sea: siempre-, hay que ir a “lo que dice” y a “lo que hace"; de entrada para saber cómo hemos de pillarlo, qué ha querido decir y cómo hemos de reaccionar o responder. Porque, sin entender no podemos ni obedecer: la obediencia de un cadáver -la obediencia “ciega", irracional, ya no es de recibo ni en los cuarteles- no es tal porque ni siquiera es virtud.

Y esto incluye, necesaria y obligatoriamente, intentar comprender; es decir: pensar, juzgar y decidir. Porque somos racionales, es decir, libres; y es el ejercicio de nuestra libertad lo que el Señor, la Iglesia y el Papa esperan, porque es lo que “necesitan” de nosotros. Y hasta para ofenderle y pecar ha querido el Señor “correr el riesgo de nuestra libertad". Por una única razón, que es con mucho la más sobrenatural: porque sin libertad tampoco podemos convertirnos y amarle como se merece.

La Iglesia Católica es “monárquica", sí, pero el Papa no es un “monarca absoluto"; y los demás somos sus hijos, sí, pero no sus “siervos de la gleba”. Y al Papa, como al Señor, solo se le puede querer, comprender y servir desde nuestra condición de hijos, nunca como “siervos": “vos autem dixi amicos!” Nos lo dijo Él, y no tenemos derecho a actuar de otra manera.

Por tanto, ¿cómo no vamos a pensar -en católico- lo que nos llega del Papa? No digamos lo que nos llega de nuestros obispos, de nuestros superiores, de los párrocos, de los teólogos, de los peritos, de los religiosos, etc. De todo el mundo: especialmente de lo que nos llega del “mundo". Porque es nuestra obligación moral

San Pablo nos escribe: Omnia probate! Y “probar", aquí, significa “comprobar” desde la Fe, desde la “nariz católica", desde nuestro entendimiento formado en la Doctrina -en la Iglesia- para, pensando bien las cosas, poder juzgar, ver las razones, discernir y elegir: para “quedarnos con lo bueno”, nos dirá el Apóstol de los gentiles; columna de la Iglesia, a nivel de san Pedro, por ejemplo, aunque no haya sido Papa.

Y el mismo Jesús nos empujó a “oír, ver y entender", mientras usaba a la vez palabras más que gruesas frente a lo contrario, “no ver, no oír y no entender": no vaya a ser que se conviertan y se salven. 

Así tendremos un bajage más que suficiente para dar “razones de nuestra Fe” -otra de nuestras obligaciones morales- para saber por qué hacemos las cosas y para qué, para poder dialogar con el mundo, con los alejados, con los frios, los mundanos, los enemigos de nuestra Fe, los que dudan…, y con todo el que se nos ponga por delante.

Sin “razones", les podremos recitar el Credo, pero nunca podremos “dialogar” porque no nos habremos acostumbrado a llamar las cosas por su nombre, ni “a pensar por libre” -es decir, con libertad-, porque no tendremos ni razones…; y acabaremos entrando a todos los trapos que nos presenta el mundo y los mundanos, con el convencimiento de que la Fe no da respuesta; así, sin argumentos y desde esta autoderrota, nos acabaremos creyendo -deslumbrados innecesariamente, porque tenemos las mejores “armas"- que es el mundo el que tiene razón -o el marxismo, o facebook, o “la ciencia"-; nos quedaremos como “mudos inducidos” al no tener capacidad de respuesta; una respuesta que no damos, porque no estamos a la altura de los desafíos del mundo y de las ideologías, que no es lo mismo: no estamos a la altura, a la altura de la Fe, que siempre es Luz para el entendimiento, al que, de suyo, lleva mucho más allá que las sinrazones o las chorradas que salen del cerebro de cualquier chisgarabís mundanillo, o asi. 

Y son tiempos para ir a esa lucha, porque necesitamos urgentemente recristianizar las culturas -las mismas palabras y sus contenidos-, empezando por la nuestra; y esta recristianización tiene que ir pareja con la nueva evangelización, con el apostolado y el proselitismo a nivel personal e institucional; en caso contrario acabaremos llamando “matrimonio” al mero arrejuntamiento de uno con uno, una con una, o el de tres a la vez, o al de un perro y una mona… creyéndonos que no tenemos “nada” que oponer cuando “solo” tenemos la Revelación. O sea, NADA. Al tiempo. O acabar como vacas.

Y vale ya. Amén.

6.04.18

"No hagas proselitismo, por favor" (Francisco)

Me rindo. Reconozco que Francisco está tan por encima de mí, intelectualmente hablando -en otras zonas, ni me meto-, que no lo pillo. Lo intento, pero nada: me supera por todas partes, y me pierdo a lo largo y ancho de su discurso.

Por ejemplo, y sin ir más lejos: lo que les ha dicho a los religiosos españoles, que se han reunido una vez más.

Que no se detengan en la martingala de la falta de vocaciones: derrotismos, fuera! Bueno, bien: sursum corda!

Pero a partir de aquí, me pierdo. Porque, cómo casan entre sí esos buenos ánimos con “mi temor es que los jóvenes pierdan las raíces", a lo que añade, quizá para sugerir un posible arreglo: “pero no hagas proselitismo, por favor"? Y remata a gol -en propia puerta, claro- con una “cristiano", antes “chilena": “lo que tenéis que hacer es rezar y dar testimonio".

Alguien se cree que con rezar y dar testimonio se van a llenar las casas religiosas de vida consagrada o sin consagrar?

Los jóvenes, con la que les está cayendo, se les protege, se les ayuda y se les “arma” -moral, intelectual y espiritualmente- con el rezar y el testimonio de los religiosos? 

Pero lo más grave es: cómo casa este horizonte con aquello de “…Y cómo van a creer, si nadie les predica". Y, quién predicará si no es enviado"?

Además, y puestos a seguir buscando “casamientos", cómo se compagina con aquello de Jesús que recoge el Evangelio de este segundo domingo de Pascua: “como me envió mi Padre así os envío Yo"? Por no hablar de “Id por todo el mundo… Predicad el Evangelio… Perdonar los pecados…". Etc.

La Compañía de Jesús nació para criar cebollas en China? San Francisco Javier era mormón, por un casual? Bueno, visto en lo que han convertido el Boston, quizá hubiese sido mejor lo de las cebollas, claro.

Hay que borrar de todas las Sagradas Escrituras estas dos palabras, apostolado y proselitismo, en la mejor tradición marxista, donde tenían todo un Ministerio para retirar hasta las fotos de los que habían “caído en desgracia"? Y de un plumazo: “por favor".

Da la impresión de que una persona puede decir una cosa y su contraria referido a lo mismo y creer que ha dicho algo. O que puede decir lo contrario a lo que ha dicho jesucristo y pretender seguir siendo algo en la Iglesia Católica.

Amén.

El caos está al orden del día. O la postverdad. Pero cada vez se empequeñece más y más la propia Iglesia.

28.03.18

"Yo, para esto he venido" :: Viernes Santo.

Si no fuera verdad -terrible y hermosísima verdad: terrible por lo que le ha costado; hermosa por lo que supone para nosotros los hombres-, nadie podría haberse inventado una cosa así. Imposible. Pero es la simple y la más pura verdad; porque habla el Logos, la Palabra, que solo es tal cuando es verdadera: “Yo soy la Verdad", nos revelará. Y el Camino. Y la Vida. “¡Es el Señor!", dirá Juan; y lo hemos de decir todos si queremos tener parte con Él, y salvarnos.

Sí. Jesús bajó a la tierra, tomó carne como la nuestra “del seno de la Santísima Virgen María, por obra del Espíritu Santo", y se hizo uno de nosotros, “semejante en todo a nosotros menos en el pecado”, precisamente para “cargar sobre sí con nuestros pecados” y “hacerse obediente hasta la muerte y muerte de Cruz”. Así es como podemos rezar en el Credo: “por nosotros, y por nuestra salvación, bajó del cielo".

Y todo con la libertad que da el Amor. Esa “locura de Amor” en favor nuestro -por todos y por cada uno- es realmente el “mysterium amoris” que nos trae -nos revela-, la Escritura Santa: el “misterio del amor de Dios por nosotros".

Por eso, además de dejarnos claro aquel “para ésto he venido”, llamará “¡Satanás!” a todo el que pretenda apartarle de “su” Camino; por ejemplo, al mismo Pedro: ¡Apártate de Mí, Satanás, que me escandalizas! Tendrá prisa por subir por última vez a Jerusalén: así lo relatan los evangelistas. Y en la hora agónica de su Oración en el Huerto de los Olivos, se identificará plenamente, totalmente, con la Voluntad de su Padre-Dios, reiterando: “Padre mío, si es posible pase de Mí este Cáliz; pero no se haga Mi voluntad sino la Tuya”.

Ciertamente, existe otra cara de la moneda: la que ponemos nosotros. Frente al “mysterium amoris” se alza -soberbio, desafiante, engreido, loco y altanero- el “mysterium iniquitatis", el PECADO: la maldad de la criatura que se alza contra su Creador; la maldad del hombre que se revuelve contra Dios, en un intento, tozudo pero inútil, por ser más que Él, por independizarse de quien depende de un modo absoluto: para nacer, para vivir, para morir y para alcanzar la verdadera felicidad, la que anhela íntimamente aún sin querer reconocerlo, y que sólo está en Dios: la Vida Eterna en el Cielo.

El Crucifijo, el Crucificado, es la respuesta -real, innegable, sublime- a la pregunta sobre el Amor de Dios por nosotros y sobre la realidad del pecado.

El Amor de Dios por nosotros: “Tanto amó Dios al mundo, que nos entregó a su propio Hijo". Por eso Juan, al comienzo del capítulo 13, donde nos va a narrar al por menor toda la Pasión y Muerte del Señor -incluyendo su larga “oración sacerdotal": el único que la recoge así- escribe esta entradilla como la clave de interpretación de todo lo que va a escribir a continuación: “Sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, como hubiese amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó -"nos” amó- hasta el fin”. Y no es un fin teórico sino real: hasta dar su Vida por nosotros. San Juan sabe de lo que escribe porque ha sido testigo directo: ha estado allí, junto a Jesús, al pie de la Cruz -y antes en todo su Via Crucis-, porque la Santísima Virgen se lo ha cogido y lo ha llevado con Ella todo el rato.

La realidad del pecado. Se lee en Camino: “A Jesús le cosen al madero no tres clavos sino tus pecados y los míos". Y el mismo autor reiterará en varios escritos suyos que “el pecado es hacerle repetir a Cristo toda su Pasión y Muerte": es volver a crucificar a Jesús

Es más: nuestros pecados tienen mucha más malicia que el que cometieron los que le entregaron y los que materialmente le mataron. Por una muy directa razón: porque nosotros SÍ SABEMOS lo que le han costado -y le cuestan- nuestros pecados, y aquellos otros sujetos, no. Y, aún así, preferimos -elejimos- pecar.

¿Quién no se estremecerá ante estas dos realidades, tan distintas -muy distintas- pero inseparables en la práctica: el Amor que Dios nos tiene y la maldad del pecado?

Para ésto celebra nuestra Madre la Iglesia la Semana Santa: para que nos entre hasta por los ojos estass cosas. Para que no sea algo “inimaginable", sino bien visible. Es lo que ponen delante de nuestra vista primero, y de nuestro corazón después, esas espléndidas Procesiones -cada una con su “espíritu” propio-, especialmente las del Viernes Santo, que han cuajado a lo largo del tiempo desde lo más hondo del corazón de los hombres: desde el de los artistas que tallaron todos esos tesoros del arte religioso, hasta el de los que les pagaron sus buenos dineros, pasando por el de la gente sencilla y alta, rica y pobre, pecadora y santa, religiosa o menos, creyente y alejados… Hay personas que, a lo largo del año, es casi lo único que las mantiene “unidas” al Señor, a la Virgen, a la Iglesia y a la Fe.

No perdamos esta oportunidad, porque bien puede ser “la” oportunidad de nuestra vida. El Viernes Santo es Jesús que pasa frente a nosotros diciéndonos -mostrándonos-: “Yo te quiero así. ¿Y tú?" 

Porque seremos juzgados por nuestra respuesta personal al Amor que Dios nos tiene: a lo que hemos hecho con Jesús, que nos quiere “hasta el fin".

Amén.