15.11.18

"Silencio cómplice" (Gil Tamayo. CEE, Madrid).

Perdón por seguir con el tema, aunque sí cambia el ámbito y la persona, pero la actualidad lo reclama.

Esta misma semana, el todavía “portavoz” de la CEE, don José María Gil Tamayo, próximo obispo de Ávila, lo ha dicho alto y claro: la Iglesia en España ha guardado un “silencio cómplice”, referido en concreto al tema de la pederastia. Y lo ha denunciado en una entrevista publicada obligado, qué duda cabe, porque el tema está candente: de una actualidad más rabiosa que nunca: dos días antes el obispado de Salamanca animaba a las víctimas a denunciar cualquier asunto, por antiguo que fuera..

Con estas declaraciones del Portavoz sigue lloviendo sobre mojado; y más que lo hará; porque las cosas han llegado ya a un punto en la Iglesia Católica que es imposible seguir ocultándolas: esto no hay quien lo pare, se pongan como se pongan las autoridades jerárquicas, competentes o incompetentes, que de todo hay.. 

Con todo, bien está lo que bien está. Pero esta “confesión” de parte, esta “accusatio non petita“, ni puede quedarse aquí, ni puede limitarse a este tema; que, en el fondo, podrá ser el más “escandalosamente espectacular", pero es el MENOR de los problemas que existen en el interior de la Iglesia; eso sí, alimentados en su mayor parte y en su dimensión más sustancial por Ella misma.

Una aclaración necesaria antes de seguir: cuando digo “Iglesia Católica", prácticamente en todos los casos me refiero a las PERSONAS que la gobiernan a un nivel u otro. Nunca a la Iglesia como Instituión, que es Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana.

Y sigo. Mientras desde la misma Iglesia no se le quiera entrar y se le entre de frente y a fondo, a los REMEDIOS -y no solo en el tema de la homosexualidad y de la consiguiente pederastia y demás abusos-, la mera “denuncia” no significa prácticamente nada.

Y me explico con un ejemplo sacado de las msimas palabras de Gil Tamayo:.

“La `inacción´ de la Iglesia ante la pederastia ha sido la misma que la de toda la sociedad española. “compartíamos esa cultura".

¿Aún no se ve, o no se quiere ver, dónde está el verdadero problema? Lo acabo de escribir tomado de la misma boca del Portavoz, que es voz más que autorizada, pública, de la CEE: “compartíamos esa cultura". No se puede decir más claramente. Ni reconocer del modo más explícito el inmenso FRACASO de la Iglesia Católica en España, y en todo el mundo Occidental.

Esta es la explicación de la DESERTIZACIÓN de países enteros con más de 2000 años de religión, cultura y sociedad católicas; como dice el mismo Portavoz: no somos de ayer, ·"estamos aquí desde los tiempos de los romanos". Y la Iglesia, ahí, en todo el mundo occidental, en y desde Europa, estaba siendo -era- el “alma de la sociedad", es decir: de la cultura, de la política, del ordenamiento jurídico, del orden social y económico, de la familia, del arte, etc. Ahí y así ha estado durante más de dos milenios. Pero ahora y, en concreto, desde el Vaticano II:  “compartíamos esa cultura".

O sea: la Iglesia Católica ha dejado de ser lo que era -un miembro de la Jerarquía en Norteamérica acaba de decir que la Iglesia está para salvar almas, no para ocuparse del calentamiento global-, para acabar asumiendo LAS MISMAS, exactamente las mismas “DIRECTRICES” de la sociedad actual; que, por decirlo ya claramente, de entrada es de una inhumana crueldad con la mujer, con el hombre, con los niños, con los fetos, con los ancianos, con la cultura, con la inteligencia, con el arte…, y con todo lo que se le ponga por delante.

Son los frutos, no maduros sino podridos, del “DIÁLOGO” con el mundo, tomado de igual a igual. Es la misma “imbecilidad” que pretender que los alumnos “enseñen” a los profes, porque son estos los que tienen que aprender de los primeros; que los que no creen “enseñen” a los que tienen Fe: que los católicos no-practicantes -o sea: fracasados- a las gentes de piedad viva y vivificante; los enfermos a los médicos; los criminales a los jueces; los arrejuntados a los casados; los arcoiris al resto…, y, a este paso, los muertos a los vivos; con el “pequeño detallito": que los muertos ya no pueden decir nada. Ni queriendo. Y lo mismo todos los demás que he enumerado en primer término respecto a los segundos: porque es el mundo al revés. Mundo en el que se ha metido, de hoz y coz, la misma Iglesia Católica. Inexplicablemente, excepto si se acude al famoso seréis como dioses, que da mucho de sí.

La Iglesia, en España y en todo el Occidente, hace muchos años que ha dejado de hablar, especial y específicamente de lo que tenía que hablar; y se ha convertido en “sorda y muda"  poseida por un demonio, como leemos en el Evangelio de aquel oersonaje incapaz de oir y hablar, al que Jesús -Él, sí- libera. Un endemoniado que, en otra ocasión, no habían podido librar -se ve que intentar lo intentaron; y no debería ser la primera vez que habían obtenido buenos resultados con otro tipo de endemoniados-: pero esta vez, no; fracasan. Y cuando le preguntan a Jesús por qué, les contestó: esta clase de demonios no se sacan si no es con oración y ayuno. 

En esta “iglesia en salida", paradigma de la “nueva iglesia” -la “antigua", la que salió de las manos de Cristo, solo servía para salvar a los hombres de ellos mismos, y de los embates del demonio, y llevárselos al Cielo-, se ha cumplido al pie de la letra lo que recogen los Evangelios -luego, avisados estábamos- con las tentaciones a Jesús, su Fundador: se el presenta el demonio y le dice sin cortarse un pelo: Todo esto te daré si, postrándote ante mí, me adoras. Pero Jesús -y esta misma respuesta la tenía la Iglesia Católica ante el embite de “compartir la misma cultura", ya que es depositaria y transmisora de la Palabra de Dios- le respondió: Apártate de Mí, satanás, porque escrito está: “Al Señor, tu Dios adorarás y a Él solo servirás”.

La iglesia ha salido tan a toda máquina de donde estaba y de con Quíen estaba, que se le ha olvidado hasta la Palabra de Dios; como a las vírgenes necias el aceite. Y así les fue a estas, y así le está yendo a Ella.

Lo que Gil Tamayo ha querido presentar -y ha presentado- como excusa, o como “explicación", no solo indulgente sino exculpatoria, no es más que la confesión de la inanidad de la propia Iglesia construida con el silencio cómplice de sus jerarcas y el abandono de sus ovejas. por haber abandonado antes a su Dios y Señor.

La SOLUCIÓN, por tanto, la tienen los jerarcas en su mano: volver a Cristo, volver al Evangelio, volver a la Gracia, volver a su Misión, volver a lo que han abandonado tan innecesaria como incomprensiblemente: arrepentirse, hacer una buena Confesión, con examen de conciencia, dolor de los pecados, propósito de enmienda y cumplir la penitencia adecuada, que no puede ser un mero padrenuestro. Y lo mismo tantas cabezas de Instituciones católicas que ha perdido el “oremus” hace ya tantos años. Y están tan “en salida” que ya no queda casi nadie donde antes lo lenaban todo.

Esto es lo que la Iglesia debe recuperar a toda prisa si pretende poner remedio a esta connivencia, cuando no entrega incondicional al mundo. Porque, como nos dice a todos Jesucristo: No podéis servir a dos señores. 

Pero mucho menos a uno: al MUNDO.

¡A rezar tocan! Y fuertemente. Con Fe: como hay que rezar.

9.11.18

"Somos la generación que ha callado durante décadas" (Card. Cipriani. Lima)

Gracias a Dios, ya “llueve sobre mojado". Con estas palabras, que tienen el sabor de la denuncia y del “mea culpa", se ha despachado el señor cardenal de Lima (Perú), mons. Juan Luis: “Somos la generación que ha callado durante décadas". Y, conociéndole en persona, sé que no lo dice por decir, desde luego; al contrario: lo dice queriéndolo decir, expresa y prúblicamente, a los cuatro vientos. Y lo dice por todos: por él mismo y por sus hermanos de la Jerarquía eclesial, en Perú y en la Iglesia universal. 

Es una pena que lo diga ahora, a estas alturas de su trayectoria, que ha sido y es brillante. Solo le he visto un “borrón": las gruesas acusaciones públicas contra cuatro hermanos suyos de capelo, los cuatro cardenales de las “dudas", sobre la AL, cuando lo que pretendieron hacer -porque es lo que hicieron- esos hermanos suyos fue, precisamente, dejar de callar. Y Cipriani, con sus declaraciones, quiso “callarlos” no tanto en ellos que ya había hablado, como en los demás miembros de la Jerarquía y, sobre todo, en las gentes de a pié que podían sentirse más que impresionadas por lo que estaba pasando; y sigue pasando: un silencio de décadas. Lo dice el mismo cardenal. Una pena aquello. Aunque ya se sabe que “el mejor escribano echa un borón".

Pero hay que decirlo claramente y lo hago: en primer lugar y como primera intención, lo hace para denunciar la presencia activa del demonio en medio del mundo y en medio de la Iglesia. Pero, necesariamente, hay que juntar las dos cosas: acción del demonio y silencio ominoso, culpable y, en el fondo, casi “incomprensible” de los Pastores, si no fuera tan dramáticamente real y evidente: sin el “dejar hacer silente” de los pastores mudos, sin los “reconvertidos” en mercenarios, el demonio no hubiese podido hacer el estrago que ha hecho y sigue haciendo, ni mucho menos campar a sus anchas.

Un miembro más de la Jerarquía Católica, por tanto, esta vez también desde Hispanoamérica, que se manifiesta en este sentido. Desde aquel “hemos defraudado” a este “hemos callado". Y no por un día, o por un mes: “durante décadas". ¡Que ya es callar!

¿Cómo lo habrán soportado? Es también otra buena pregunta que solo se les puede hacer a los que lo han protagonizado, porque solo ellos la pueden contestar con verdad. Y la contestación no es “pedir perdón", “lo sentimos", “hemos defraudado", etc. Ni mucho menos: esas expresiones pueden ser perfectametne “lágrimas de cocodrilo", y un seguir “quedando bien” con el personal: ellos sabrán también con qué personal

Pero, ciertamente, tal postura les honra: al fin y al cabo “mas vale tarde que nunca". Al contrario de los que siguen callados o mudos; eso sí: “babeando” con la progrez eclesial y política de uso corriente y legal. Y así estamos y seguimos, con las consecuencias que eso tiene. Una pena y una desgracia de máximo calibre.

No digamos de los que siguen como meros “expectadores", y así lo narran en el ocaso de su trayectoria pastoral: “los jóvenes ya no consideran a la Iglesia significativa para su existencia". Palabras pronunciadas en la UPSA, no hace muchos días: más bien pocos. ¡Que ya tiene la Iglesia que haber “desaparecido” -no “en salida", sino “a escape", como se decía antes- y haber fracasado rotundamente -habiendo participado activa y a conciencia en el desaguisado- como tal Iglesia, para llegar a no significar ya nada relevante para ellos.

La gran pregunta es: ¿HAY REMEDIO?

En el fondo, es la ÚNICA pregunta verdaderamente importante. Pero la respuesta no es fácil, a mi modo de ver, porque la veo y entiendo sin una respuesta clara, o en dos horizontes distintos y, sin  duda, contrapuestos: “SÍ” y “NO MUCHO". El “NO” rotundo no lo considero: porque soy sacerdote, no sociólogo.

Y voy a intentar explicarme.

La primera respuesta es “SI". Por supuesto. Nos bastaría considerar que el mismo Cristo lo dijo: Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. Más aquellas otras palabras tan consoladoras y tan necesarias para sus hiojs en su Iglesia a día de hoy:  Las puertas del infierno no prevalecerán.

Pero, ¿basta esto? ¿"Nos” basta con esto? Si queremos dejar solo al Señor y que Él se apañe, porque Él sabrá y podrá…, nos basta. Si no, no.

Por eso NO NOS BASTA: algo nos toca a nosotros, y de modo “decisivo".

¿El qué? ¿Cuál es nuestro papel -me pongo en la piel de los cristianos corrientes- en esta situaciión que es realmente trágica? Y que conste que no pretendo cargar las tintas.

En primer lugar querer encarnar ese resto de Israel que, a pesar de los pesares, siempre se ha guardado el Señor para sí, y con los que ha vuelto a empezar una y otra vez a lo largo de casi mil años. Pero lo ha podido hacer -le ha salido bien- porque los “escogidos” por Él han querido ser fieles a esa “elección divina".

El papa san Juan Pablo II, en su Novo millenio ineunte veía así a la Iglesia en un futuro no lejano: como un pusillus grex -un “pequeño rebaño” amado por el Señor- en manos de Cristo, fieles, a contracorriente. Y, desde ahí, reconstruir “SU” Iglesia, su Esposa. Si queremos.

La palabra clave es ¡FIELES! Así nos quiere nuestro Padre Dios, y así nos puede “usar". De otro modo, en absoluto: acrecentaríamos el número de los que siguen gritando: “¡No queremos que este reine sobre nosotros!“, para acabar gritando, porque a eso se llega necesariamente: ¡A ese, crucifícale, crucifícale!

¿Y para ser fieles? 

Lo primero: DOCTRINA. Lo de la “fe de carbonero” hay que borrarlo del diccionario. Y aquí es donde veo más “pegas". Porque la doctrina nos viene -nos debe venir- de quien supuestamente la tiene, la debe tener. Y este es el primer momento de pesimismo con el que tropiezo, porque el primer déficit está en quien debería darla. volvemos a la Jerarquía. ¿Cómo van a creer si nadie les predica? señala acertadísimamente san Pablo, poniendo el dedo en la llaga.

Pero siempre tenemos dónde beber, porque las fuentes no se han secado: tenemos la Biblia, el Antiguo y el Nuevo Testamento; a poder ser en ediciones anteriores al CV II, porque las de después son muy deficientes; y mientras no se corrijan, mejor obviarlas. Tenemos el Catecismo de la Iglesia Católica; y, por supuesto, los anteriores Catecismos incluso los más elementales: imprescindibles y necesarios. Tenemos el Magisterio perenne de la Iglesia, y no solo el de después del CV II. Sin permitir que las “novedades” nos arrebaten “lo de siempre".

Lo segundo: SACRAMENTOS. Con la Confesión y la Comunión frecuentes, semanales como mínimo, aprovechando el precepto dominical. Pero aquí volvemos a “necesitar” a la Jerarquía, pues nadie que no sea sacerdote puede ponerse a confesar o a decir la Santa Misa. Pero, ¿podemos fiarnos a estas alturas? Otro de los grandes interrogantes. Porque, en muchos casos, simplemente no podemos porque ni se ponen a ello. Y, a la vez, en muchos casos, es mejor que no se pongan.

Por último, la PIEDAD PERSONAL, recuperando -a nivel personal, a nivel familiar, a nivel escolar, a nivel parroquial- todas las devociones que hemos vivido en la Iglesia Católica, porque las necesitamos todas. Acudir y recuperar los viejos DEVOCIONARIOS, hoy más imprescindibles que nunca, dada la falta de las prácticas de piedad en tanta gente.

Y ¡pedir, pedir, pedir…! Al Señor Jesús, a la Virgen y a san José que acabe este tiempo de prueba que se lleva tantas almas.

5.11.18

La mentira es la corrupción. II (Por lo eclesiástico)".

Hace unas semanas escribí un artículo titulado “La corrupción es la mentira. (Por lo civil)” donde me explayaba con dar unas puntadas sobre algo evidente hasta para los que no tienen ni ojos: que el sistema político en Occidente -la democracia occidental, salvo la norteamericana: la inglesa ya se ha podrido también- ha devenido en el imperio de la corrupción porque ha adoptado la MENTIRA como sistema político. En España lo del PSOE es de traca…, o de salir ya por pies.

Porque la mentira corrompe: a la persona que miente, primero; a la persona que admite ser engañada -ser “mentida” como respuesta que admite-, luego; y por último, a todo el entramado de las construcciones humanas que se quedan, de ese modo, sin referentes morales. Como decía un amigo mío -o mi cuñada, no recuerdo ahora bien- “la democracía es el mejor sistema… cuando todos somos santos; antes, no: es el peor". Es decir, que solo sirve en el cielo…, si allí hubiese que sobrevivir políticamente, que no es el caso.

En la Iglesia que, consciente o inconscientemente -por dar una salida más o menos airosa-, se ha arrimado tanto al mundanal ruido que se ha aturdido: como esos jóvenes, y ya también muchos adultos criados en el ruido más ensordecedor, de tal forma que ya no se oyen ni a sí mismos -¿cómo van a oír a Dios?-, y van como “zumbados” por todas partes, hasta el punto de que la misma Iglesia Católica va también como “zumbada” por la vida. O “haciendo lío". Pero bien gordo.

Tan “zumbada” que, poseyendo LA VERDAD de DIOS, la propia Iglesia se está apropiando de la mentira como sistema, y ya se está empezando a no saber ni lo que es verdad ni lo que no; ni para qué está, o para que no; ni a dónde va, porque ya no sabe tampoco de dónde viene. Y, al apropiarse de la mentira como sistema, SE CORROMPE y CORROMPE.

Y me explico.

Pretender que lo blanco y lo negro son compatibles respecto a lo mismo y bajo el mismo aspecto…, es MENTIR. Y es corromper por corromperse. Pretender que VIRTUD y PECADO son lo mismo, a conveniencia de la “conciencia personal", es abonarse a la mentira y a la corrupción. Hacer que la Palabra de Dios no sólo puede obviarse sino, incluso, tergiversarse…, es mentir y corromper. Y así sucesivamente.

No se puede sostener, que “o santos o nada” -que parece un remedo del libro de éxito “Dios o nada"- y, a la vez, sostener que “se puede estar inmerso en una situación objetivamente grave de pecado", para decir a continuación que eso corre a cargo de la propia conciencia del individuo en cuestión; individuo que es un (presunto) “católico", divorciado -hasta aquí no hay problema- pero “arrejuntado” con otra señora con la que convive maritalmente: haya tenido hijos o no con esta “segunda", o “tercera", o “cuarta"… que ya son ganas.

Pero el tal “presunto", con unas ansias cuasi infinitas de seguir sendo “católico": quiere comulgar, y “decide en conciencia que lo puede hacer"; o sea, y para que nos entendamos: a este (presunto) “católico de las ansias infinitas” lo de estar en pecado mortal para comulgar le trae sin cuidado. Como le pasa, por cierto, a un porcentaje altísimo y verdaderamente sacrílego de los “católicos” que comulgan a diario o semanalmente “sin discernir", como nos recuerda san Pablo; que, por eso mismo, no solo se convierten automáticamente en “presuntos” sino que -siguiendo con san Pablo-: Comen y beben su propia condenación: “Palabra de Dios". Pero siempre habrá un jerarca de guardia o suficientemente “motivado” para decir que, en esas condiciones, el “presunto” puede comulgar con toda paz de conciencia.

O no se puede afirmar -desde la misma Iglesia Católica- una cosa y su contraria por parte de diversos miembros de la misma Jerarquía, sin nadie que debería -por Jerarquía- clarificar. Una de las dos “posiciones” es forzosamente  MENTIRA -y no mentira desinteresada o porque sí-; y el “sistema” que lo consiente, se corrompe, como tal institución -está ya patas arriba-, porque acoge en su interior lo que no debería jamás; y, además, corrompe, tanto las conciencias como las almas, porque deja de ser y vivir para lo que está: la Salvación de las mismas.

Los ejemplos se podrían multiplicar, porque se publican todos los días y por todas partes. Por traer un ejemplo bastante reciente: todo un arzobispo o asi, larga el otró día, antes de cerrar el último “sinodillo” al uso -el de los jóvenes, y como invitado “especial", que ya lo creo que lo fue- que “el adulterio es adulterio, sí; pero no todos los adulterios lo son". ¡"Átame esa mosca por el rabo", o por donde puedas, Carmelilla! Y todo el mundo tragó, claro.

Por otro lado, a los “jóvenes", ya me dirás qué les iba lo del adulterio -a no ser que ya los estén “preparando” con tiempo- pues, por definición de “joven” no parece que los ya casados se ajusten al modelo; pero claro, como jóvenes-jóvenes no había muchos que digamos…

¿Dónde se empezó a engendrar toda esta corrupción basada en la mentira de la traición a Cristo y a su Iglesai? No es la primera vez que lo digo, pero tampoco va a ser la última: en el CV II. Acogida y ampliada en el post-concilio y su famosísimo “espíritu” y/o “mala -o buena, por ajustada a textos- interpretación"; cosa que, de ser cierta -santo el Concilio y malo su aplicación- aún se hace más inexplicable que, en y desde Roma, o nadie vió, o nadie con cargos se sintió aludido por eso, o nadie pretendió poner eficazmente los medios y los remedios para corregir el tinglado -porque los resultados sí estaban bien a la vista-, o se intentó pero no se consiguió… o vete tú a saber.

El hecho es que las cosas están como están.

¿Por qué digo lo del CV II? ¿Dónde y en qué? Lo digo por los “cortes” -pongo solo dos aquí- que quiso el Concilio como su seña de identidad.

El primero: la Iglesia Católica, inficcionada por un virus que no vino de marte precisamente, se sintió en la obligación, no tanto de “hablar al mundo", que sería legítimo y, de hecho, siempre lo había hecho, pero desde Ella: o sea, desde Dios-; sino “hablarse desde el mundo": lo que nunca había hecho.

Es decir: asumir las constantes mundanas, los (infra)"valores” mundanos comparados -porque hay que hacerlo- con los recibidos desde Dios por la Iglesia. No sé sabe bien por qué “virus", a la Iglesia Católica ya no le bastaba la Palabra de Dios -"que no es de este mundo, como Cristo, pero es capaz de cambiarlo"-: “necesitaba” -quiso necesitar- la palabrería del mundo. Y ya se sabe lo que ésta da de sí. Lo que ha dado de si necesariamente: mentira y corrupción.

La “prueba” más perfectamente visible fue la negativa del CV II a condenar explícitamente el marxismo; pero como los desvíos del principio siempre van a más con el tiempo y con los medios que se ponen -o se dejan de poner en su contra y para corregir el desvío-, ahí está la Iglesia infectada con el virus de la interpretación marxista de Ella misma: de su doctrina, de su composición y misión, etc.

Sí. La Iglesia Católica desde entonces no ha dejado de hablarle al mundo: nunca hasta el CV II lo había hecho con tanta profusión, con tanto “interés", con “tantas ansias infinitas de convertirlo” -o no- y “ganarlo” para Dios… Y nunca se ha mundanizado tanto la Iglesia como en estos momentos actuales: con todo un loby arcoíris metido hasta el tuétano de la misma, por poner un poner. Le está pasando lo mismo que a aquellos de “cristianos para el socialismo": no quedó ninguno en la Iglesia.

No me refiero -ni olvido, ni anulo- los momentos que, a lo largo de la historia de la Iglesia Católica, la “mundanización” ha estado presente dentro de Ella. Pero eso se podía/puede interpretar bastante más benevolentemente que lo acaecido en/desde el CV II: porque ahora ha sido todo un volver la cerda lavada a revolcarse en el cieno, como denuncia la Escritura Santa: Palabra de Dios. No mía. Podía entenderse como que la Iglesia “se estaba haciendo” aún; pero que, a la vez, aprendía de sus errores: porque, de hecho, NUNCA LOS ADMITIÓ. Ahora, LOS ADMITE.

Sí. La Iglesia Católica -no Ella, que es Una, Santa, Católica y Apostólica, sino su Jerarquía; salvadas contadas excepciones, que las ha habido, las hay y las habrá: siempre-  ha estado “tan ocupada, tan ocupada", y tan “interesada", y tan “volcada” hablándole al mundo del propio mundo…, que se le ha “olvidado” hablarse a Ella misma, y hablarles a sus hijos: los mismos hijos de Dios, porque no tiene otros. 

Y, a estos últimos, ya no sabe qué decirles, a lo que parece. ¡Nada de “Iglesia ensimismada", por fa! Sino “Iglesia en salida", que es lo “molón". Por eso, y a sus hijos, les habla de los plásticos: ¡que es una vergüenza y debe ser una inmensa inmoralidad cómo se está poniendo todo por culpa de los plásticos! ¡Y hay que acabar con ellos! ¡Y espérate con la que va a caer con lo de la Amazonia!

Le está pasando lo mismo que a las democracias: aprueban el aborto a barra libre y, con una finura cínica e inmoral digna de un trovador famoso, prohiben fumar en lugares públicos, y venderles -a los menores- tabaco y alcohol: y por eso se enganchan al alcohol, al sexo y a las drogas ya con doce años. ¡Animalicos! Y lo digo por los políticos, no por los críos.

En la Iglesia Católica hace muchos años que se ha dicho que ya no es pecado no ir a Misa, que la anticoncepción está perfectamente admitida por la Iglesia -nada de “conejas", por fa-, que se puede comulgar sin plantearse más cosas, excepto si se tienen ganas, pero… ¡hay que recoger los plásticos! Todo perfectamente lógico.

Por si fuera poco, a todo esto se ha sumado, como segundo componente y con un efecto perverso entre sus miembros, el “hecho” -nefasto- de las Conferencias Episcopales -"comunión", “fraternidad", “sinodalidad"-: creación, por cierto, del CV II, que ha arrasado, con pocas y heroicas excepciones,  que siempre las hay gracias a Dios, con la responsabilidad personal -en el fondo: con la misma concepción- del hacer PERSONAL e INTRANSFERIBLE, aunque no se lo crean, de los obispos y cabezas de Diócesis e Instituciones religiosas.

“Comunión” entre los jerarcas se ha convertido en sinónimo y acepción, única y unívoca, de NO DISENTIR, no significarse: todos en comandita. “Uno para todos y todos para uno": ¡como niños! Y, de este modo, la progrez eclesial -en el mundo, la progrez política- se ha impuesto: porque los hijos de las tinieblas son más listos que los hijos de la luz. Que también es “Palabra de Dios". No mía. O sea: que nos hemos llenado de “gilis". Esto sí es aportación mía personal.

Sumadas estas dos cosas: “llenarse del mundo” y “camuflar -cesar, derogar- la responsabilidad personal de los Pastores” para que a nadie se le ocurra decir nada en contra o recordar la Doctrina: sin más, se ha construído una pinza pseudo-eclesial que ha traído lo que ha traído, y que tiene muy difícil solución: porque está demoliendo los fundamentos más sobrenaturales de la propia Iglesia Católica.

Porque: ¡a ver quién es el guapo que se atreve a decir ahora, dentro de la Iglesia, que “el rey está desnudo” y tenga el poder de revertir toda la situación! Voces, aunque muy poquitas, las hay y bien arriba. Excepcionales. Santas. Heroicas, Martiriales. Pero, ¿serán suficientes?

A seguir rezando. Pero, “a Dios rogando y con el mazo dando".

29.10.18

El documento finalista. Del Sínodo, claro.

Lo he leído con una cierta premura, pareja al escaso interés que me ha suscitabao el evento; y con su pizca -gorda- de fuerte desconfianza. Y, en honor a la verdad, he de afirmar que mis expectativas se han visto confirmadas y con creces: para mal.

Lo primero que me ha chocado es que el “tono juvenil” -"un Jesús joven con los jóvenes"- no lo he visto: ni siquiera lo he notado en ningún momento. Es un lenguaje de “maduros y sesudos hombres de iglesia” que no me parece que lo que dicen y, sobre todo, cómo lo dicen, no solo no sea entendido sino, y como se nos ha pretendido vender en el momento actual de la Iglesia respecto a los jóvenes, será rechazado por estos. Todo lo que se dice -y cómo se dice- está al otro extremo del arco generacional juvenil. O sea, unos “carcas” de tomo y lomo, y con lenguaje de carcas, claro: para ese viaje….

Y esto pone de manifiesto -la echa abajo- el  primer “motivo” del sínodo de “oir a los jóvenes y de hablarles y acompañarles con un lenguaje que entiendan". Por lo que respecta al documento, nada más lejos de la realidad. Pero claro, y como dice el clásico: “lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible". Tal cual.

Otra cosa que me ha venido a la cabeza según leía, era la vanalidad de todo lo que se recoje ahí. Es que no hay ni una sola idea de fuste, que vaya seriamente a los temas enunciados. Se pierden en un marasmo de verbalismo, lugares comunes, eslóganes pasados de moda -viejos, ya- y pseudoideas que montan un trampantojo que ni siquiera es original: recoge todo lo más manido de lo que se ha oído y leído en los últimos cinco años, más o menos.

Atufa a un verbalismo perfectamente prescindible -"las respuestas simples no nos satisfacen", sentimos que lo sagrado resulta lejano de nuestra vida cotidiana", “la Iglesia suele aparecer como demasiado severa y excesivamente moralista", “necesitamos una Iglesia acogedora y misericordiosa", “las enseñanzas controvertidas", “el rol de la mujer en la Iglesia", etc.- que nada aporta, que nada ilumina, que nada arrastra porque, en la situación actual, da la impresión de que en la Iglesia no hay ya nada que decir ni nada que aportar porque ni siquiera hay ya a dónde llevar. Y esto es lo más duro de digerir.

Oor ejemplo: se da por descontado y se asume como signo de valentía por parte de la Iglesia, afirmaciones del tipo: “los jóvenes católicos, cuyas convicciones están en conflicto con la enseñanza oficial, siguen deseando ser parte de la Iglesia". Un galimatías que afirma una cosa y su contraria y pretende acabar en una síntesis que no lo es ni esforzándose a tope.

Porque no se puede ser católico sin aceptar, con plena conciencia de ser hijo de Dios en “su” Iglesia, la “enseñanza oficial de la Iglesia", ya que no tiene otra: no la hay. Y con este planteamiento, ¿cómo se puede afirmar, como testimonio de Fe, que se quiere permanecer en Ella? Esto sólo se “explica” y solo se escribe si lo que se quiere poner sobre el tapete es que hay que cambiar la doctrina como primera premisa para “quedarse” en la Iglesia. O sea: un chantaje en toda regla. O un desatino sin más, solo comparable al papelón de la Calvo con sus declaraciones públicas tras su reunión con Parolin.

Y cuando se pretende entrarle a las causas, por ejemplo, de la desafección de tantos y tantos jóvenes respecto a la Iglesia, se queda no ya en la superficie, sino que ni siquiera se ha metido en el agua para intentar nadar un poco. Y se asume y enfoca de esta forma: “Los jóvenes que se encuentran desconectados (…), lo hacen luego de haber experimentado indiferencia, de sentirse juzgados y rechazados", algo que, simplemente es falso: la muchedumbre de jóvenes -y mayores- que han dejado de ir a Misa, por ejemplo, lo han hecho más “porque sí” que por otro motivo; sumado al ambiente familiar -padres no practicantes-, al ambiente escolar -clases de religión que matan la Fe- y, como es lógico, al ambiente eclesial: nada han recibido en las diferentes catequesis en las que han participado y nada les ha podido quedar.

Y todo el remedio que se señala es “confiar en los jóvenes": ni una sola palabra en que los jóvenes confíen en la Iglesia, en Jesucristo, en la Gracia, en Dios Padre. O sea: un “paternalismo” absoluto, fruto de un “clericalismo” ingenuo, en el que se ha abdicado de EDUCAR EN LA FE -con lo que comporta de compromiso y lucha ascéticas, que es lo que atrae-, para simplemente “acomodarse” a los signos “de los jóvenes", antes llamados “signos de los tiempos", que solo pueden traer lo que han traído estos: descristianización. Porque a Cristo ni se le escucha, ni se le muestra, ni se le trata,.

“Si no soy protagonista, no juego y no te ajunto". Es la máxima que se les pone en el cerebro y se les admite sin ninguna crítica. Pero así, ¿cómo van a madurar? Se les encierra en un infantilismo perjudicial, se les encadena -y se les condena por tanto- a ser menores de edad.., que ya se va a encargar la Iglesia de que se crean mayores y de que lo saben todo de todo, y que la vida cristiana es eso: NADA.

¿Alguien cree que este documento final del presínodo confirma en la Fe de la Iglesia a algún joven? “Los jóvenes desean asumir este desafío"  [Se refiere al desafío vocacional, que se define como “vocación a la vida": ¡toma ya!] ¿Alguien cree, honradamente, que este documento, por ejemplo, va a llevar a algún joven al seminario? Y no será por no haber plazas en la inmensíima mayoría de ellos, bastantes cerrados por dentro por falta de inquilinos.

¿Cuántas veces aparece en el documento la palabra JESUCRISTO? Cuéntenlas, que se van a morir del susto.

Y no sigo. Vamos a esperar al documento firmado por el Papa y hecho, de ese modo, “magisterio".

A seguir rezando, que cada vez es más urgente por necesario.

22.10.18

¿Queda algo de la unidad de la Iglesia o no?

La Iglesia Católica es Una y Única, porque así salió de las manos de su Fundador, de su Cabeza, que es Jesucristo; y Ella, su Cuerpo. Esta es la razón principal y primera, aunque hay más; por ejemplo, que siendo Dios Uno y Único no puede “desposarse” con dos o más iglesias. O, por añadir una razón más, y de la mano del papa Benedicto XVI: por lo mismo que “los dioses no son Dios", las iglesias no son la Iglesia, ni lo pueden ser. O sea: un solo Dios verdadero, una sola Iglesia verdadera, una sola Religion verdadera. No hay margen para nada más. Como cada cuerpo tiene su cabeza, y cada cabeza su cuerpo propio. Aparte que ningún cuerpo puede vivir en cabeza ajena.

Esta cualidad, Una y Única, pertenece al mismo ser de la Iglesia que nos ha dado -y a la que nos ha traido- Jesús. El Señor la ha hecho así desde el primer segundo. Y así ha vivido desde entonces, a pesar de los pesares: desde los intentos, internos y externos, para romperla en cachitos, para triturarla: cismas, herejías, persecuciones reiteradas, abandonos con “nuevos inventos pseudo eclesiales": llámense como quieran y gusten, y haya sido su trayectoria la que haya sido; y esto ya desde el primer conato de ruptura o, al menos, de sembrar cizaña; en concreto, con los judaizantes, recién nacida la Iglesia;:todo resuelto -y bien resuelto- en el primer concilio de Jerusalén, con el mismo Pedro a la Cabeza.

En aquella época, y luego en otras muchas -de muy diversas situaciones y temáticas-, la solución siempre venía, lógicamente pues para eso está en primer lugar, por parte de la Jerarquía: con el Papa a la cabeza de sus obispos, o estos mismos en los concilios regionales, asentando una y otra vez la doctrina perenne que Cristo mismo les había entregado -tenían una única conciencia de estar defendiendo a Cristo y a sus propias ovejas, al defender a su Iglesia-, porque esa doctrina, como la misma Iglesia, como la propia Persona de Cristo NO ERA “propiedad” SUYA: ellos eran ADMINISTRADORES, que un día habrían de oír aquello del Evangelio: ¡Dame cuenta de tu administración!

El sistema era más o menos el mismo. El Papa para toda la Iglesia -aunque tantas veces solo acudían los obispos que podían-, o un obispo con prestigio -en Toledo, en Reims o en Cartago, por ejemplo-, para una parte regional más o menos amplia de la Iglesia en Europa o en el norte de África, convocaban a los demás obispos para el estudio, a veces, de un solo tema: el de los lapsi, en África; el re-bautismo de los que venían de un sector cismático o herético y volvían a la Iglesia en Roma, y en contra, por cierto, de la propuesta del mismo Papa; los obispos que se habían vendido en Francia al poder real frente a Roma y frente a la defensa del matrimonio legítimo del propio monarca; etc.

Reunidos, se discutían los temas, siempre en base a las Escrituras Santas como primera referencia; luego a la Tradición, para finalmente acudir al Magisterio que, en los primeros siglos daba de sí lo que daba. Pero daba.

Iluminadas las nuevas ideas o las nuevas situaciones de facto con lo inmutable de la Iglesia   -lo recibido por Ella- se pronunciaban al respecto y se dictaba sentencia. Y no se cortaban un pelo en declarar hereje al más pintado, o en excomulgar al más gallito, o en discutirle al propio Papa sus disposiciones cuando no concordaban con las verdaderas Fuentes, que nacían de Dios mismo.

Uno de los casos más sonados por las repercusiones que tuvo, no solo en su momento, que también, sino porque sentó doctrina y jurisprudencia hasta hoy mismo, como quien dice, fue el que enfrentó al Papa Nicolás I con el rey de Francia, Lotario II. En pleno siglo IX.

Fue un enfrentamiento de años: casi diez -los que gobernó el Papa-, con ocasión del empeño de Lotario de que el papa Nicolás I, refrendara la sentencia de dos obispos desleales, traidores y entregados al poder imperante, que habían acusado y sentenciaron como incestuosa a la mujer legítima del rey -con total injusticia, pues los testimonios eran falsos- y casarlo con su barragana de juventud y de siempre. Y lo hicieron. Y la reina, “a un convento, como era su obligación".

Pero el Papa Nicolás era mucho Papa. Les ahorro las vicisitudes de años en las que se empeñaron, pero sí cómo acabó todo: los dos arzobispos, el de Colonia y el de Reims -dos pesos pesados- son excomulgados y reducidos al estado laical; el rey es obligado a recibir a su mujer y apartar a su “circunstancia", que también es excomulgada; al rey le manda, además, que si no recibe a su mujer, quedará obligado a perfecta castidad “como un monje” y, caso de incumplimiento del precepto de castidad, quedará excomulgado automaticamente.

Pero, no contento con estas resoluciones, concretará los casos de nulidad matrimonial en solo dos; que la Iglesia tiene la ultima palabra en estos temas, y en todo lo que dice relación a la Salvación de sus fieles, frente al poder temporal; que la Iglesia no se casa con nadie: es “Esposa-Virgen", como lo es la misma Madre de Dios y Madre nuestra; que la Iglesia debe defender siempre al débil frente al poderoso, sin hacer acepción de personas, como le pide el mismo Señor; que los miembros de la Jerarquía han de ser los primeros en obrar en favor de la Verdad, la Justicia y la Paz de sus “hijos", por hijos de Dios; etc.

Así se ha mantenido la unidad de la Iglesia Católica a lo largo de más de veinte siglos de vida. Y el puntal en todo este horizonte ha estado en los miembros de la Jerarquía: porque lo han sido.

¿Que con Nicolás I a la cabeza han pecado de “rígidos", de “legalistas", de “usar un lenguaje que nadie entendía", de “encerrados en sí mismos", de “obsoletos” y “con cara de vinagre"? Sinceramente, y vistos los resultados, nadíe en su sano juicio lo diría. Desde Roma se llamaba al pan, pan, y al vino vino. Y todos sabían a qué carta quedarse. O de qué había que descartarse.

El lenguaje del Papa lo entendió hasta Lotario II, el mayor implicado, y el primer destinatario de la sentencia. Y los fieles comunes, ni te cuento. Y los demás miembros de la Jerarquía, para qué hablar. Y no armó ningún “lio", sino todo lo contrario: deshizo los nudos que había, que no eran pocos, ni fáciles: porque resistirse a todo un emperador, Luis II, cuando aparece ante Roma con sus tropas, flanqueando a los dos obispos indignos y empieza el jaleo, no debió ser nada fácil, me da. Y, además, el Papa, que se entrevistó con el mismo Luis II, arregló todo el desaguisado que le habían montado, a él, y a la Iglesia. Porque él no estaba por la labor, desde luego.

¿Igualito que ahora? Igualito tal cual.

Ahora “cada loco con su tema". Y para mayor gloria de los locos, hoy pueden decir una cosa, mañana su contraria, y pasado cambiar de tema, para volver la semana siguiente a la misma murga. Y no pasa nada, porque ya se sabe: están como cabras.

Ahora, un miembro de la Jerarquía dice una cosa, y otro la contraria. ¡Viva la “comunión"!, como ahora a la progrez eclesial les gusta llamar a la Unidad de toda la vida. Pero lo más gordo es que nadie interviene, ni se interpone, ni aclara… porque “no juzga": ¿quien es él para cometer tamaña fechoría?. Y el “lío” pasa de chascarrillo a divisa vigente y en regla. Y crece como una bola de nieve cuesta abajo. Y arrasa.

Ahora, basta que el Papa firme unas resoluciones de un sínodo parcial y particular que ha trabajado un instrumentum laboris que se les ha dado “fabricado” -en el anterior sobre la familia se les suministraron también las conclusiones fabricadas de antemano, para facilitarles la recopilación-, para que eso, lo que salga de ahí, sea “magisterio"… Será “magisterito” en todo caso y exagerando: “como aquel que tenía un cerebro de tamaño mosquito porque lo tenía hinchado". Pues eso.

Hoy y ahora, en la Iglesia Católica, impera el KAOS. Lo escribo así para que lo entiendan hasta los más “periféricos". Y si pretendes sacar un tema a relucir, para recordar la doctrina de siempre y fortalecer la Fe de todos, apoyándote en el Catecismo, o en los Evangelios, vas “apañadito", ¡y por tus mismos “hermanos"!

La UNIDAD en la Iglesia -un Bien preciso y absolutamente necesario para la supervivencia- solo se construye en la Verdad, en el Bien, en el buen Camino, en la Vida que lleva a la Santidad, en la tierra y en el cielo. Es decir: en CRISTO. Nunca “chalaneando” -por táctica o sin ella- con las cosas del Señor y de su Iglesia.

Todo lo demás es bla, bla, bla, cuando no herejías formales y/o materiales, locuras de “teólogos arrodillados” ante el mundo y no ante Dios y su Iglesia, sueños -pesadillas, mejor, aunque no lo reconozcan- de “revolucionarios trasnochados” y/o “infantilizados” que no han madurado y siguen siendo críos que anteponen la fantasía a la realidad y, por supuesto, a la Fe. Y están también los de la máquina con la pinza gigante para que no quede más que arena y polvo. Mäs los de “no sabe, no contesta"; en cierto modo, hacen “bien". Lo malo es que no hacen NADA.

La UNIDAD está en UNA sola Fe, UN solo Bautismo, UN solo Dios y Padre. Como solo hay UN Cristo y UNA Iglesia: la Católica. Con esto, y solo con esto, se ilumina cualquier situación humana, vieja o nueva, cualquier pretendido ataque de la (sub)"kultura” occidental que, intelectual y moralmente hablando, no resiste la más mínima confrontación con la verdad más sencillita, por más evidente.

Y no solo con la Verdad de la Iglesia: el pollo que le montaron a una del PP por decir que un niño de una escuela castellana iba dos o tres años por delante de un niño andaluz, fue de traca. ¿Alguien dijo que “no es verdad"? Nadie. Lo que le achacaron fue que “una cosa así no se puede decir"; y los tontos -con máster donde Sánchez- añadieron que eso era meterse e insultar a los niños andaluces. Quod est demostrandum! Habían estudiado en Andalucía, fijo.

En la Iglesia está pasando exactamente lo mismo, solo que más en gordo y con mayores y más nefastas repercusiones: porque se pierden las almas, en una trágica desbandada histórica, organizada y facilitada desde hace 50 años en la propia Iglesia. Pero exactamente lo mismo: lo peor de la subkultura hecha por la progrez en todos sus horizontes ha tomado carta de naturalidad en la Iglesia Católica. Y no ha venido sola, ni ha empezado ayer, como acabo de señalar.

En conclusión: hay que rezar el Rosario por la Iglesia y frente al demonio: lo ha pedido el Papa.

Amén.