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14.03.16

"La verdad y la política son incompatibles"

Lo acaba de decir Monedero (Juan Carlos), cofundador o coautor de Podemos, famosísimo intelectual y político, del que no se le conocen otros méritos que cobrar buenos dineros de la Venezuela de Chavez y Maduro, para apuntalar primero aquel régimen infame e inhumano y, visto lo bien que les salió, intentar hacer lo mismo en España. Y han estado, o están a punto de conseguirlo; porque intentarlo, lo que se dice intentarlo, ya lo han hecho. Y los resultados no han sido malos (para ellos; otra cosa es para el resto de la ciudadanía).

La frasecita no es suya, por supuesto: su “intelectualidad” no le da para eso, ni de lejos. “La verdad y la política son incompatibles” es una especie de axioma o así, una especie de mantra, una premisa absolutamente necesaria para la implantación, arraigue, conservación y perpetuidad de la DEMOCRACIA tal como está montada en el primer mundo, especialmente en la Europa occidental. Y la “denunció” o, al menos, tuvo la honradez -si consciente o no, si buscada o no, él sabrá- de ponerlo “negro sobre blanco” un filósofo de cartel en todo Occidente, VATTIMO (Gianni), de amplio recorrido personal e intelectual, que se ha convertido en un gran desengañado de lo que la progrez pretendía traer al mundo como aportación, y se quedó en traer la corrupción más cutre, desbocada y generalizada que nos gobierna, en España y en todos los países de nuestro entorno.

El desprecio y el rechazo a la VERDAD, en su verdadero sentido y significado -la realidad objetiva, externa a mi persona, como primacía y origen de mis contenidos intelectuales-, es un recorrido necesario e irrenunciable para la democracia. Sin “eso” no puede no ya vivir, sino ni siquiera nacer.

¿Por qué? ¿Por qué tiene que proceder así la democracia -y los políticos que se nutren ubérrimamente de ella- cuando, y como se está comprobando, este camino solo lleva a la implantación de la corrupción como primera provisión, y luego a la destrucción de la persona y a la deconstrucción de todas las obras genuinamente humanas: cultura, arte, familia, sociedad?

Porque la democracia no sirve al bien común, no sirve a la persona. Se sirve de todo para enriquecer a sus “gestores", que lo único que gestionan es su propio provecho, y el de las gentes e instituciones que les sirven para mantenerse en el poder: si hay que comprar los votos, se compran, comprando las voluntades que hay detrás. Y punto. Marca de la casa. En España, Andalucía, con más de 30 ó 40 años de poder socialista, es el paradigma más genuino de lo que venimos comentando.

De ahí que la verdad, ni mentar. Excepto, como ha hecho Monedero, para dejar claro que pretender argumentarles con la “verdad” -"pero, eso no es verdad", o así- se la trae al pairo, es hacer el ridículo, es ser un pardillo y un pringao. “De derechas” ya no lo puede decir el Monedero, porque tampoco hay ya nadie a su derecha que levante esa bandera.

La verdad molesta a las ideologías, porque son incompatibles, pues las ideologías, por defininción -nada menos que de K. Marx, el genuino-, son MENTIRAS. Todas sin excepción. Y acaban siempre en totalitarismos. Por eso la verdad molesta a las democracias: es mentarles al diablo o la bicha. Ideología y verdad, democracia y verdad, son radicalmente incompatibles porque se sitúan en mundos opuestos y se excluyen mútuamente.

Para implantar esto -las ideologías, la democracia- los políticos han tenido que empezar desde abajo: desde la educación de infantes, niños, jóvenes, adultos…, de todo hijo de vecino; bien claro que donde dicen “educar” significa “lavarles el cerebro”. Y lo han puesto en marcha, con Gramsci (Antonio) -el gran gurú que, aprovechando su estancia en la cárcel, elaboró la teoría que llevó a esta colonización de la enseñanza a todos los niveles por parte de la progrez izquierdista-, y lo han conseguido; con la colaboración -bien cobrada por cierto- de sindicatos, asociaciones de padres, y de todo lo que se les podría haber puesto por delante, incluidas las instituciones católicas de enseñanza que, con honrosísimas excepciones -casi ninguna, por  otro lado- han tragado lo que ha hecho falta, y ha sido muchísimo.

Había que subvertir los significados, empezando por el de “autoridad", que es lo primero que se cargan, para luego sustituirla por la dictadura: ¿no querías taza?, pues taza y media". Desde ahí se hacen desaparecer los “argumentos de autoridad”: se “democratiza” la enseñanza sustituyendo la verdad por la opinión: todo es opinable, todas las opiniones son igualmente válidas. Y esto se apuntala con el término “tolerancia” -otro engaño; cada vez mayor-, de manera que no se puede imponer una opinión sobre otra porque, automáticamente, eres desacalificado como “intolerante", facha, ultraderechista, dogmático, etc. Finalmente, la mentira se ha hecho Ley.

De este modo, por ejemplo, “salud reproductiva” equivale a “derecho a matar al niño que viene en el vientre de su madre"; o sea, nada que ver, antes al contrario, ni con “salud” -que se lo pregunten al niño-, ni “reproductiva” porque se mata la reproducción. “Interrupción voluntaria del embarazo” pasa a significar lo mismo: matar al que viene de camino. “Libertad” significa ahora “hacer lo que te dé la gana, menos no pagar a hacienda, o menos pretender que no tengo razón". “Matrimonio” significa lo que nunca ha sido ni puede ser eso, “matrimonio": “suma de d@s igualit@s o del mismo sex@".

Así se podrían multiplicar los ejemplos, que solo servirían para demostrar hasta qué punto la locura de las ideologías, traídas positivamente por los políticos, y dejadas que se instalen -pasiva o activamente- por la Jerarquía de la Iglesia, han traido los frutos que han traido: que este país ya es incapaz hasta de reproducirse, por poner un poner. Tristísimo, por no decir otra cosa.

Así están las cosas. Y en la Iglesia -en España, en occidente, con la excepción reciente de Francia, donde está reaccionando con fuerza y presencia- está pasando practicamente lo mismo. La verdad teológica y doctrinal es orillada, el Código de Derecho Canónico es ninguneado, la disciplina sacramental ha dejado de existir desde hace muchos años, la liturgia es un coto en el que todos los festejos, guateques y folclores son bienvenidos…, a costa naturalmente de silenciar, orillar y ocultar la Presencia Real de Jesucristo. Y todo se sustituye y se pone al servicio de una palabra mágica “PASTORAL", que ya no significa nada más que “carta blanca para todos los sacrilegios que hagan falta”. Bueno, y una gran preocupación por los 18 ó 20 inmigrantes sirios o así que han llegado a España.

Amén.