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6.03.16

¿Y cuando se acaben los pobres, qué? Parte III

Algunos comentarios han señalado que no están de acuerdo con lo que afirmo: que la “opción preferencial por los pobres” ni es el fin de la Iglesia, ni es su forma de estar en el mundo, ni es su misión -la encomendada por Jescristo- de ir por todo el mundo, predicar, bautizar, etc.

Y, con todo y con eso, la atención de los pobres, de los enfermos, de los abandonados, de los que no quiere nadie, será una de sus señas de identidad más visibles. De hecho, no hay institución humana que se le acerque en este campo, ni de lejos. El martirio de cuatro religiosas de la Madre Teresa hace unos pocos días, es el último refrendo, por ahora, de todo esto; siendo, por otro lado, nada más que un botón de muestra, porque podrían multiplicarse los ejemplos, de hoy y de siempre.

Pretenden argumentar -argumentarme- con las obras de caridad que hizo Jesús. Por ejemplo, la multiplicación de los panes, y en dos ocasiones; es cierto: se enterneció de su fidelidad, de su necesidad…, y les dio de comer “hasta saciarse". Pero no quitó el hambre: ni del mundo, ni de Judea, ni siquiera de aquella comarca. Y perfectamente también hubiese podido haber vuelto a mandar el maná sobre todo el mundo, y que ese fuese, para siempre, el “pan que baja del cielo". Y no lo ha hizo.

O la parábola del Buen samaritano; que, por cierto y en primer lugar, es una parábola cristológica: nos muestra lo que Jesús, el Hijo del Dios vivo, ha venido a hacer por todos nosotros: cargarnos, no en un burro, sino sobre sus propios hombros; no ha dejarnos en una posada, sino en Su Iglesia; y no para pagar unas monedas, sino con su propia Vida.

Hizo muchas curaciones milagrosas, muchísimas. Pero no quitó la enfermedad del mundo. Resucitó a unos cuantos; pero los hombres han seguido muriendo. Porque no vino para eso, sino para convertir la vida -con todas sus circunstancias- y la muerte en un encuentro con Él.

A las autoridades civiles -por cierto: invasoras, de ocupación y expolio de los judíos- no les hace ni media reconvención; lo más que le dice a Pilato es que “no tendría ninguna autoridad sobre Él, si no se le hubiera dado de lo alto": las cosas claras, porque la caridad es la verdad, y al revés. Porque no ha venido a montar ningún tipo de gobernanza, ni a sacar directamente a los hombres de las injusticias causadas por los mismos hombres. Sino a reconducir y poner el mandar y el obedecer, la vida privada, la vida social y la vida política, al servicio de todos, del bien común, que permite a cada uno “tener vida propia".

Como tampoco ha venido a constituirse en juez, ni siquiera entre particulares; se lo deja clarito, clarito, al que le pide que le diga a su hermano que reparta la herencia con él. Vamos, que ni entra al trapo: le dice que nones, y a correr. Y sin embargo, deja también muy claro que ha venido a traer paz, Su Paz: “mi paz os dejo, mi paz os doy", la que pondrá paz entre los hombres. Y manda hacer el bien -en primer lugar, rezando- incluso a los que nos han hecho el mal.

A las autoridades religiosas, sí; a estas sí les recrimina, con palabras muy fuertes, fortísimas: “¡raza de víboras, sepulcros blanqueados, perros mudos…!". Como les hecha en cara -no se calla-  que “han cambiado la Ley de Moisés", que era Ley de Dios, “por sus tradiciones e interpretaciones"; como echará a los cambistas y vendedores del Templo, a latigazos y a patadas. Y todo, ¿por qué? Porque “el celo de tu Casa me consume".

La “opción preferencial por los pobres", pretendidamente llevada a cabo por algunas instituciones, o sociedades religiosas con gran celo -no se lo niego; pero me da que se han quedado en celo humano, nada más-, pero también sin ningún discernimiento teológico y espiritual, no ha hecho más que traer la ruina a esas instituciones, a esas sociedades y, desgraciadamente, también a los países y a las gentes que pretendían “liberar". 

Convirtieron esa “opción” en una supuesta “teología de la liberación", que ni era “teología” -se quedó en mangoneo político de corte marxistoide-, y que no solo no liberó a nadie de nada, sino que “esclavizó".

Lo del martirio de las Misioneras de la Caridad SÍ es TEOLOGÏA y SÏ es LIBERTAD: para ellas, para las personas que atendían, y para todos nosotros.