Egoísmo + Melancolía + Orgullo = EMO
La popular Wikipedia define EMO ante todo como un estilo de música, “derivado del hardcore punk nacido a finales de los años 80 y que se diferencia de éste por su sonido más lento y melódico. También está considerado una corriente del rock alternativo.” Originalmente alude a “EMOtional Hardcore,” algo así como rock duro pero capaz de expresar la complejidad propia de las emociones, y no simplemente los estallidos de ira, pasión o locura que suelen caracterizar al rock pesado. La mutilación, o por lo menos, el hacerse cortaduras no es ajeno a sus prácticas porque supuestamente, “un dolor físico ayuda a olvidar un dolor emocional.”
Esta complejidad emocional es el área común de los EMOs de todos los colores. La idea ha cuajado en un estilo de vida con características bien señaladas que giran en torno a la música que se oye, por supuesto, pero también a un modo de vestirse, unos temas de conversación, lugares de reunión y un aspecto corporal característico. El EMO típico debe ser andrógino (que no se sepa sino de muy cerca si es hombre o mujer), anoréxico, gregario con los otros EMOs, o de lo contrario solitario; ha de ser apático, lleno de odio hacia sí mismo y el mundo, pero con estallidos emocionales, a menudo feminoides, que vayan en paralelo a la música de bandas como SDRE, Jimmy Eat World o Finch.

Cuando nos hablan de robots o de inteligencia artificial el primer pensamiento puede ser el de las películas de ciencia ficción: androides; máquinas complejísimas que integran un ‘cerebro’ que corresponde a un computador extraordinariamente avanzado, y una serie de dispositivos de alta precisión tecnológica, diseñados para emular manos, pies, o simplemente gestos faciales.
Voy a hablar de los comentaristas. Todos estarán de acuerdo en que es justo: ellos hablan de los bloggers; ha llegado la hora de nosotros hablar de ellos. Por lo menos, de clasificarlos, porque es un hecho que los hay de todos los pelambres. He aquí las principales especies:
Cuando se habla de homosexualismo–lo hemos comprobado una vez más–las reacciones suelen ser viscerales. Hubo una época en que la sola mención de la palabra despertaba burlas y amargo desprecio; hoy, por lo menos en Europa, la tendencia es juzgar todo lo que digas con el siguiente rasero: si no afirmas que da exactamente lo mismo la preferencia sexual de la gente eres un retrógrado- machista- patriarcalista- hipócrita- reprimido- homófobo- intolerante.