Las devociones (Notas de espiritualidad litúrgica - XVIII)

Devocionario

La Iglesia ha recomendado y aconsejado muchas veces la práctica de diversas devociones o ejercicios de piedad, legítimamente aprobados y reconocidos. Son una ayuda para vivir en Dios y suscitar un afecto orante, con piedad.

La liturgia es sumamente importante, pero no lo es todo ni agota la actividad de la Iglesia. Sería un panliturgismo empobrecedor. La liturgia, la espiritualidad litúrgica, se complementa con los ejercicios de piedad; de la liturgia nacen como fuente, conducen a la liturgia como plenitud y deben armonizare e ir en consonancia con la liturgia, con su año litúrgico, con su ritmo.

Es lo que afirmara la Iglesia en la Constitución Sacrosanctum Concilium: “La participación en la sagrada liturgia no abarca toda la vida espiritual” (SC 12) por lo cual “se recomiendan encarecidamente los ejercicios piadosos del pueblo cristiano, con tal que sean conformes a las leyes a las normas de la Iglesia… Ahora bien, es preciso que estos mismos ejercicios se organicen teniendo en cuenta los tiempos litúrgicos, de modo que vayan de acuerdo con la sagrada Liturgia, en cierto modo deriven de ella y a ella conduzcan al pueblo, ya que la liturgia, por su naturaleza, está muy por encima de ello” (SC 13). “Estas expresiones prolongan la vida litúrgica de la Iglesia, pero no la sustituyen” (CAT 1675).

¿Qué y cuáles ejercicios de piedad? Por ejemplo, el ángelus y el rosario, el viacrucis, la hora santa, ejercicios de primer viernes de mes, letanías al Corazón de Jesús, etc… ¡Cuánto bien hacen!

Veamos algunos de entre los principales.

a) El Ángelus es memoria agradecida de la Encarnación del Señor y de la entrega virginal de Nuestra Señora. Es acto piadoso y bellísimo: “la estructura sencilla, el carácter bíblico, el origen histórico que lo enlaza con la invocación de la incolumidad en la paz, el ritmo casi litúrgico que santifica momentos diversos de la jornada, la apertura hacia el misterio pascual, por lo cual mientras conmemoramos la Encarnación del Hijo de Dios pedimos ser llevados “por su pasión y su cruz a la gloria de la resurrección”, hace que a distancia de siglos conserve inalterado su valor e intacto su frescor” (Pablo VI, Marialis cultus, n. 41).

b) El rosario, escuela evangélica, “compendio de todo el evangelio” (Marialis cultus n. 42), ayuda a meditar los misterios de Cristo en orden a nuestra salvación (misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos) mediante la sucesión del Ave María, llevados de la mano de la Virgen, contemplando e intercediendo al ofrecer cada misterio por intenciones concretas. ¡Cuántos santos de todas las edades tomaron en sus manos el rosario para rezar!

Puede y debe ir en armonía con la liturgia, con el año litúrgico. Prepara para vivir bien la liturgia y la prolonga en el rezo sosegado y contemplativo, ¡tan mariano! “El rosario es un piadoso ejercicio inspirado en la liturgia y que, si es practicado según la inspiración originaria, conduce naturalmente a ella, sin traspasar su umbral. En efecto, la meditación de los misterios del rosario, haciendo familiar a la mente y al corazón de los fieles los misterios de Cristo, puede constituir una óptima preparación a la celebración de los mismos en la acción litúrgica y convertirse después en eco prolongado. Sin embargo, es un error, que perdura todavía por desgracia en algunas partes recitar el rosario durante la acción litúrgica” (Marialis cultus, n. 48.

c) Muy difundido, el rezo del viacrucis nos une a la santa Humanidad de Cristo en su pasión, considerando su entrega por la redención de género humano. “En el ejercicio de piedad del Via crucis concluye también diversas expresiones características de la espiritualidad cristiana: la comprensión de la vida como camino o peregrinación; como paso, a través del misterio de la Cruz, del exilio terreno a la patria celeste; el deseo de conformarse profundamente con la Pasión de Cristo; las exigencias de la sequela Christi, según la cual el discípulo debe caminar detrás del Maestro, levando cada día su propia cruz” (Directorio Liturgia y piedad popular, n. 133).

d) Práctica de piedad llena de fervor y contenido, es el ejercicio devocional de los nueve primeros viernes de mes, en honor al Corazón de Jesús, siguiendo la liturgia, añadiéndole espiritualmente el contenido de reparación por los pecados personales y por los pecados del mundo.

Tiene sentido este ejercicio piadoso: “En una época en la que la comunión sacramental era muy rara entre los fieles, la práctica de los nueve primeros viernes de mes contribuyó significativamente a restablecer la frecuencia de los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. En nuestros días, la devoción de los primeros viernes de mes, si se practica de un modo correcto, puede dar todavía indudable fruto espiritual” (Directorio Liturgia y piedad popular, n. 171).

Uniendo liturgia y ejercicios piadosos, dejando que la liturgia inspire y moldee los ejercicios devocionales, y practicando éstos con fervor, se avanza por el camino de la vida interior.

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