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30.09.23

Hágase la Voluntad de Dios

Algunos nos reprochan a los católicos tradicionales[1] cierto delirio nostálgico de un pasado perdido que nunca más volverá. Muchas veces se escucha que la realeza social de Nuestro Señor ya no es posible en nuestro tiempo y que hay que aplaudir el pluralismo de religiones, la diversidad; la libertad de conciencia, de expresión y de autodeterminación. La Cristiandad sería cosa del pasado. Pero el mundo liberal luciferino se hundirá en los infiernos y desaparecerá más pronto que tarde. El mundo liberal de hoy es profundamente decadente, indecente, inmoral y perverso. Y el Señor acabará con este mundo avieso igual que hizo con Sodoma y Gomorra.

Se está predicando que todas las religiones son queridas por Dios, que todas llevan al cielo y que todo el mundo se salva. Que da igual ser budista, hinduista, animista, mahometano o cristiano. Que da igual ser protestante que católico. Que todos los hombres somos hermanos por el mero hecho de pertenecer a la especie humana. Se olvidan del pecado original; se olvidan de que sólo por el bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión.

Se está predicando que no hay que hacer proselitismo de ninguna manera. Lo ha repetido el Papa de manera obsesiva. Y lo repiten como papanatas los obispos y cardenales afectos. Por ejemplo, el recién creado cardenal de Hong Kong:

«Creo que es importante que digamos que el Papa Francisco hizo una distinción. La evangelización es realmente ayudar a las personas a comprender el amor de Dios, y el amor de Dios sin la intención de convertirlos en católicos, porque ese no debería ser el enfoque, ya que ese enfoque sería muy restrictivo».

¡Muy restrictivo! Pues claro que la salvación es restrictiva: ¡como que fuera de la Iglesia no hay salvación![2] Quien crea en Jesucristo y se bautice se salvará. Quien no crea se condenará.

Dicen que lo único importante es el amor: no la conversión a Jesucristo. Y eso es blasfemo. Esa mentira de que lo único importante es el amor es la clave de la moral de situación que predican los modernistas. Todo vale con tal de que tenga una finalidad amorosa. El fin justifica los medios. «Me divorcio porque se acabó el amor y me vuelvo a casar con otra porque la quiero». «Voy a abortar porque el niño no es deseado y por amor a la mujer, que merece ser feliz». «Hay que aplicarle la eutanasia al abuelo para que no sufra: por amor y compasión». El amor lo puede justificar todo: aborto, eutanasia, fornicación, relaciones homosexuales, divorcio, poligamia… Esta banda de herejes utiliza el amor como coartada para bendecir el pecado. Lo único importante no es el amor: el único importante, el único Señor, es Jesucristo.

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