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13.09.23

La Ruina de la Iglesia

La nota explicativa a la Declaración de las verdades relacionadas con algunos de los errores más comunes en la vida de la Iglesia de nuestro tiempo comenzaba así:

«La Iglesia actual sufre una de las mayores epidemias espirituales. Es decir, una confusión y desorientación doctrinal de alcance casi universal, que suponen un peligro seriamente contagioso para la salud espiritual y la salvación eterna de numerosas almas. Al mismo tiempo, es preciso reconocer un letargo espiritual generalizado en el ejercicio del Magisterio a diversos niveles de la jerarquía de la Iglesia de hoy. En buena parte, ello obedece a que no se ha observado el deber Apostólico – según lo declarado también por el Concilio Vaticano II – que los obispos deben «con vigilancia, apartar de su grey los errores que la amenazan» (Lumen gentium, 25)».

Epidemia espiritual, confusión, desorientación… Calamidad, desastre, tribulación, persecución… En esas estamos.

1.- Ya somos mayores de edad

Dietrich Bonhoeffer, teólogo protestante, siguiendo los postulados kantianos, predica que vivimos es un mundo adulto en el que el hombre ha aprendido a salir adelante sin recurrir a la hipótesis Dios. Bonhoeffer contrapone la sociedad secular a la sociedad sagrada. El hombre puede afrontar sus problemas sin necesidad de Dios. La gente, cuando oye hablar de Dios, no se lo toma en serio. Por eso hay que explicar a Dios al mundo de hoy con otro lenguaje. El mundo no es Dios; la naturaleza no es Dios, la política no es Dios, los símbolos religiosos no son Dios.

Nuestra «cultura moderna» exige que, ahora, las verdades de la fe deben ser reveladas por nuevos caminos que son «principalmente subjetivos y experienciales». La fe ya no se puede transmitir por la predicación.

Antes, la fe era la adhesión de la inteligencia a la verdad revelada por el Verbo de Dios. Creíamos en una verdad que nos viene desde afuera y que no proviene de ninguna manera por nuestro propio espíritu.

Pero ahora, el hombre moderno – cientifista, progresista y liberal – se carcajea de Dios. Dios no le hace falta para nada. Es una reliquia de un pasado oscuro, de un tiempo en que el hombre no era libre, sino que vivía sometido al poder de los reyes y de la Iglesia.

«Ahora nadie me puede imponer nada desde fuera de mí mismo». El hombre moderno no tiene por qué creer en Dios. Por eso hace falta otro lenguaje, otra manera de hablar de Dios: una nueva evangelización. Y dicen los prelados y los jerarcas de la Iglesia que ahora la verdadera fe no es lo que era antes: creer lo que no vemos, creer la verdad revelada por Dios, que no puede engañarse ni engañarnos. Porque la gente ahora no quiere creer aprendiéndose el catecismo, como antiguamente.

Escribía Benedicto XVI: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Deus caritas est, 1).

2.- Libertad, autonomía, independencia, autodeterminación

Y como somos mayores de edad, nos hemos emancipado de cualquier dependencia ni de Dios. El hombre es libre y autónomo, responsable de sus actos, capaz de tomar sus propias decisiones sin depender de nadie. Antes el hombre vivía sometido a Dios y a la Iglesia. Ahora ya no. Antes el hombre obedecía los mandamientos de la ley de Dios,  una ley moral objetiva. Ahora el hombre piensa por sí mismo y se autolegisla: cada uno se otorga a sí mismo su propia moral.

Ahora, el hombre es fin en sí mismo y elige cada cual su camino y su manera de ser feliz. El hombre no será verdaderamente hombre, y digno de ese nombre, más que el día en que haya adquirido una conciencia fuerte, independiente, autónoma, pudiendo prescindir de todo maestro, no obedeciendo a nadie más que a sí mismo.

Los herejes niegan que Dios sea la sabiduría suma y que tenga el poder de dictar leyes. Se niegan a reconocer la santidad de Dios y a adorarlo como Él merece. Niegan que Dios sea el Creador y que tenga derecho a exigir obediencia de Sus criaturas. El hereje modernista es la nueva reedición del non serviam de Lucifer e implica la rebelión contra Dios.

Sin embargo, es absolutamente necesario que el hombre quede todo entero bajo la dependencia efectiva y constante de Dios. Es totalmente insensata una libertad humana que no se someta a Dios y esté sujeta a su voluntad. Negar a Dios este dominio supremo o negarse a aceptarlo no es libertad, sino abuso de la libertad y rebelión contra Dios. Todos los pueblos han de aceptar y respetar la soberanía de Cristo Rey, la Ley de Dios y la verdad de Cristo. Como Verbo de Dios, cuya sustancia es idéntica a la del Padre, Cristo no puede menos de tener en común con Él lo que es propio de la divinidad y, por tanto, poseer también como el Padre el mismo imperio supremo y absoluto sobre todas las criaturas. Y en ningún otro más que en Jesucristo hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos. Dios exaltó el nombre de Jesús y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús, toda rodilla de doble en los cielos, en la tierra y en los abismos y toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre.

Todas las naciones que has creado vendrán y se inclinarán ante ti, Señor, y alabarán tu santo nombre.

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