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22.09.23

Amar como Dios quiere que amemos

El Papa no está libre de pecado. Y de hecho peca. El Papa no está libre del error. Puede equivocarse y, de hecho, se equivoca. Como cualquiera de nosotros. Todos somos pecadores y todos nos equivocamos. La diferencia estriba en la trascendencia y en la gravedad de los pecados y los errores del Papa para la salvación de las almas, respecto a nuestros pecados y equivocaciones.

El Concilio Vaticano I estableció en Pastor Aeternus:

Así el Espíritu Santo fue prometido a los sucesores de Pedro, no de manera que ellos pudieran, por revelación suya, dar a conocer alguna nueva doctrina, sino que, por asistencia suya, ellos pudieran guardar santamente y exponer fielmente la revelación transmitida por los Apóstoles, es decir, el depósito de la fe.

Le dejo el enlace de Pastor Aeternus a Mons. Fernández para que no vuelva a equivocarse como cuando afirmó lo siguiente:

En respuesta a una pregunta sobre la aceptación del magisterio del Papa Francisco, el arzobispo Víctor Manuel Fernández dijo en una entrevista exclusiva por correo electrónico el 8 de septiembre que el Papa no sólo tiene el deber de custodiar y preservar el depósito ‘estático’ de la fe, sino también un segundo carisma único, sólo dado a Pedro y sus sucesores, que es ‘un don vivo y activo’. 

“Yo no tengo este carisma, ni usted, ni el cardenal [Raymond] Burke. Hoy sólo lo tiene el Papa Francisco”, dijo el arzobispo Fernández. El cardenal Burke escribió recientemente el prefacio de un libro en el que critica duramente el próximo Sínodo sobre la sinodalidad y ha expresado a menudo su preocupación por algunas enseñanzas de este pontificado. 

“Ahora, si me dicen que algunos obispos tienen un don especial del Espíritu Santo para juzgar la doctrina del Santo Padre, entraremos en un círculo vicioso (en el que cualquiera puede pretender tener la verdadera doctrina) y eso sería herejía y cisma”, dijo.

El Santo Padre no ha de tener más doctrina que aquella que la Iglesia predicó siempre en todo el mundo; o sea, el depósito de la fe, que es inmutable y perenne. No hay lugar para nuevas revelaciones ni para nuevas doctrinas. Y, por otra parte, todos los bautizados tenemos capacidad de juzgar la doctrina del Santo Padre por aquello que llamamos sensus fidei: 

El sensus fidei fidelis es una especie de instinto espiritual que permite al creyente juzgar espontáneamente si una determinada enseñanza o una determinada práctica son o no conformes al Evangelio y a la fe apostólica. Está intrínsecamente ligado a la virtud misma de la fe; surge de la fe y constituye una propiedad de ellaSe compara con un instinto, porque no es principalmente el resultado de una deliberación racional, sino que toma la forma de un conocimiento espontáneo y natural, una especie de percepción (aishêsis ).

Y como dice la Carta a los Gálatas:

Mas si aun nosotros o un ángel del cielo os anunciara otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema.

Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo.

Fue un error permitir la comunión de los divorciados vueltos a casar por lo civil con Amoris Laetitia y la carta posterior de los obispos argentinos. Fue un pecado horrible el acto de adoración a la Pachamama en los jardines vaticanos y su entronización en la Basílica de San Pedro. Fue un pecado espantoso el documento de Abu Dabi, en el que el Santo Padre firmaba que todas las religiones forman parte de la voluntad de Dios:

«El pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos. Esta Sabiduría Divina es la fuente de la que proviene el derecho a la libertad de credo y a la libertad de ser diferente. Por esto se condena el hecho de que se obligue a la gente a adherir a una religión o cultura determinada, como también de que se imponga un estilo de civilización que los demás no aceptan».

El indiferentismo religioso es un pecado grave. El liberalismo es un pecado grave. ¿Buscamos el favor de los hombres o el de Dios? No, nosotros somos siervos de Jesucristo y no estamos aquí para agradar a los hombres.

Me parece atrevido recordarle al Papa jesuita el Principio y Fundamento de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio pero lo haré:

El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su alma; y las otras cosas sobre la faz de la tierra son creadas para el hombre y para que le ayuden en la prosecución del fin para el que es creado; de donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar de ellas, cuanto le ayudan para su fin, y tanto debe apartarse de ellas cuanto para ello le impiden. Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas creadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío y no le está prohibido. De tal manera que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin para el que somos creados.

Somos libres para elegir aquello que nos conduce al fin para el que nos ha creado Dios, que es el cielo. Pero no somos libres para hacer aquello que nos está prohibido por los Mandamientos de la Ley de Dios. Todo lo que hagamos o deseemos debe ser aceptado en tanto en cuanto nos ayude a ir al cielo y, al mismo tiempo, debemos apartarnos de todo aquello que impida nuestra salvación y la gloria de Dios.

Hemos sido creado por Dios para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar el alma. Y no hay otro salvador y redentor que Jesucristo. No salva Buda ni Brahma ni Mahoma. Sólo Jesucristo.

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