InfoCatólica / Santiago de Gobiendes / Archivos para: Marzo 2021, 13

13.03.21

Las Dos Ciudades

Dos amores han dado origen a dos ciudades: el amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios, la terrena; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí, la celestial. La primera se gloría en sí misma; la segunda se gloría en el Señor. Aquélla solicita de los hombres la gloria; la mayor gloria de ésta se cifra en tener a Dios como testigo de su conciencia. Aquélla se engríe en su gloria; ésta dice a su Dios: Gloria mía, tú mantienes alta mi cabeza (Salmo 3,4). La primera está dominada por la ambición de dominio en sus príncipes o en las naciones que somete; en la segunda se sirven mutuamente en la caridad los superiores mandando y los súbditos obedeciendo. Aquélla ama su propia fuerza en los potentados; ésta le dice a su Dios: Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza (Salmo 17,2).

Por eso, los sabios de aquélla, viviendo según el hombre, han buscado los bienes de su cuerpo o de su espíritu o los de ambos; y pudiendo conocer a Dios, no le honraron ni le dieron gracias como a Dios, sino que se desvanecieron en sus pensamientos, y su necio corazón se oscureció. Pretendiendo ser sabios, exaltándose en su sabiduría por la soberbia que los dominaba, resultaron unos necios que cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes de hombres mortales, de pájaros, cuadrúpedos y reptiles (pues llevaron a los pueblos a adorar a semejantes simulacros, o se fueron tras ellos), venerando y dando culto a la criatura en vez de al Creador, que es bendito por siempre (Carta a los Romanos 1,21-25).

En la segunda, en cambio, no hay otra sabiduría en el hombre que una vida religiosa, con la que se honra justamente al verdadero Dios, esperando como premio en la sociedad de los santos, hombres y ángeles, que Dios sea todo en todas las cosas (Primera Carta a los Corintios 15,28) (San Agustín, De Civitate Dei XIV, 28).

En este mundo se confrontan dos cosmovisiones: una teocéntrica y otra antropocéntrica. Hay dos visiones del mundo y del hombre que nada tienen que ver entre sí. Dos ciudades en lucha permanente: estamos los que queremos ser siervos de Dios y los que quieren ser dueños de sí mismos, sin depender de nadie: ni siquiera de Dios; los que nos sabemos criaturas de Dios y causas segundas, los que sabemos que nada podemos sin Dios y que en todo dependemos de su amor y su gracia; y los que se creen dioses, causas primeras, creadores de sí mismos: los que defienden su autonomía y su libertad para pecar, los que se autoposeen y se autodeterminan. Estamos los que queremos cumplir la Voluntad de Dios, los que queremos cumplir sus Mandamientos, aun sabiéndonos pecadores y miserables y necesitados del perdón y de la misericordia de Dios, que es la que nos salva, la que nos redime; y están los que no aceptan ninguna sumisión, ningún mandamiento, al margen de la sumisión a su propia voluntad y a los propios mandamientos que legislan para sí mismos.

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