InfoCatólica / Santiago de Gobiendes / Archivos para: Octubre 2015

26.10.15

En la Festividad de Todos los Santos

Los católicos celebramos la fiesta de Todos los Santos el 1 de noviembre y el Día de los Difuntos, al día siguiente. No celebramos “Halloween” ni creemos en fantasmas, brujas ni supercherías por el estilo. Nosotros no celebramos la muerte: celebramos la vida.

Hace un tiempo, rezando ante el Sagrario, me di cuenta de que Cristo nunca está solo dentro de su Tabernáculo. No es cierto eso que dicen de que tenemos que ir a visitarlo para que el Señor no esté solo. Cristo nunca está solo. Donde está Cristo, está su Padre y está el Espíritu Santo. Y donde está la Santísima Trinidad, allí están sus ángeles y sus santos, contemplando su gloria y alabando su Santo Nombre. Donde está Cristo, está el Cielo. Y el Sagrario de cada Iglesia es la puerta que nos acerca el Cielo a la tierra. Cuando rezamos ante el Sagrario, cuando adoramos al Santísimo, nos unimos a toda la corte celestial que alaba y adora permanentemente al Señor Resucitado. Allí están mis santos: San Francisco de Asís, Santa Teresa de Jesús, Santa Clara, San Juan Bautista de La Salle, San Juan Bosco, San José de Calasanz, el Santo Padre Pío, San Juan Pablo II, San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier, San Francisco de Borja, Santo Tomás Moro, San Agustín, Santo Tomás de Aquino; los Santos Apóstoles: San Pedro, San Pablo, Santiago, San Juan; Santa Teresita del Niño Jesús, Santa Bernardette Soubirous, Santa Teresa Benedicta de la Cruz, San Maximiliano Kolbe, Santo Domingo… Y, claro está, en un lugar privilegiado está nuestra madre: la Santísima Virgen María.

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25.10.15

Educar el Corazón

 

Algunos apuntes sobre cómo enseñar a amar desde una escuela católica

Ante que nada, a amar se enseña amando. Una escuela católica tiene que ser un espacio donde el amor sea el cimiento de las relaciones entre profesores, alumnos y padres. Los maestros deben amar a sus alumnos de manera similar a como un padre o una madre quiere a sus hijos. Si un profesor no quiere a sus alumnos, podrá ser un buen o un mal instructor; pero no podrá ser verdaderamente un educador. 

El amor y la verdad tienen que ir necesariamente de la mano. “No aceptéis nada como verdad que esté privado de amor. Y no aceptéis nada como amor que esté privado de verdad. La una sin el otro se convierten en una mentira destructora”, decía Santa Teresa Benedicta de la Cruz. Una persona tiene que tener palabra y ser auténtica y coherente. Nada degrada más nuestra dignidad que la mentira. Y nada provoca más sufrimiento que el engaño.

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23.10.15

Reyes de Narnia

(Sólo para quienes hayan leído “Las Crónicas de Narnia. El León, la Bruja y el Armario” de C.S. Lewis o visto la película basada en dicha novela; o en su defecto, para quienes no les importe que les cuente su argumento)

A veces damos los católicos una imagen equivocada. Mucha gente cree que asistir a misa es algo aburrido (siempre lo mismo). Los cantos suelen se bastante ñoños. A veces parece que ser creyente es cosa de niños inocentes que luego se harán mayores y no creerán en nada (igual que dejarán de creer en los Reyes Magos, dejarán de creer en Dios); o de beatas cursis. Parece que ser creyente es cosa de amanerados, ignorantes o ingenuos. Nada más lejos de la realidad. Ser católico es ser soldado de Cristo y combatir la batalla permanente contra el pecado y contra Satanás. Ser creyente es para gente con arrestos, no para blandengues. Esta guerra no es para cobardes. “Rezar el rosario es cosa de viejas ociosas”. Cuidado: detrás de una anciana con un rosario en la mano se esconde un temible guerrero. Las apariencias engañan… No te fíes de una anciana blandiendo un rosario. Satanás las teme.

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3.10.15

Contra la eutanasia: mi abuela Eloísa

En marzo de 2008, publicaba este artículo en La Nueva España. Creo que es un buen momento para recuperarlo. Esto de la eutanasia no es nada nuevo. Y está claro que la cultura satánica tiene entre sus planes asesinos acabar imponiéndonos por ley esta nueva barbaridad (una más). Pero no será con mi silencio cómplice.  

Llevaba grabados en las arrugas de su rostro los sufrimientos de una vida larga y dura. Había criado a sus cuatro hijos en los tiempos difíciles del hambre y la guerra. Trabajó mientras pudo. Sacó adelante a su familia junto al abuelo Rogelio. Tuvo que despedir a sus hijos uno a uno y ver cómo todos dejaban el pueblo para buscar un futuro mejor lejos de casa. Así se quedó sola, con el abuelo y conmigo. Ellos me criaron y me enseñaron casi todo lo que sé; seguro que lo más importante: a vivir como una persona decente, a ser honesto, a cumplir siempre la palabra dada, a buscar siempre la verdad; a esforzarme, a creer en mí mismo y en Dios; y a querer entrañablemente a la Santina, a la que visitábamos cada verano en Covadonga, con la tartera llena de filetes empanados guardada en una bolsa. La Santina de Covadonga era (y sigue siendo) una más de la familia: una madre buena que nos cuida. Lo que soy, a ellos se lo debo. A ellos y a mis padres, que también trabajaron duro durante muchos años para pagarme unos estudios y sacarme adelante.

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2.10.15

Ahora toca la eutanasia

“Toda la tierra, maravillada, seguía a la bestia" 

Apocalipsis 13, 3

 

Hasta hace poco tiempo, cuando una persona “normal” se encontraba a alguien al borde de una ventana o de un puente con intención de suicidarse, lo que el sentido común y la moral le imponía era impedir por todos los medios que esa persona se quitase la vida. Se trataba de convencer y de disuadir al suicida de sus pretensiones: se llamaba a los bomberos o a la policía y, si era necesario (y prudente), se empleaba la fuerza necesaria para evitar a toda costa la pérdida irreparable de una vida.

Todo el mundo consideraba que el intento de suicidio iba unido a un trastorno mental más o menos transitorio. Quien quería quitarse la vida no podía estar en su sano juicio. El suicidio era considerado como una especie de locura, un disparate fruto de la desesperación.

¡Qué pocos años median entre el “¡Qué bello es vivir!” de Frank Capra (1946) y el “Mar adentro” de Amenábar (2004)! Cincuenta y ocho años separan el canto a la vida de la apología de la muerte como solución final del sufrimiento humano. Cincuenta y ocho años separan a una civilización esperanzada de otra decadente y nihilista.

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