InfoCatólica / Germinans germinabit / Categoría: Semper idem

5.09.08

La resistencia pasiva de los obispos españoles al motu proprio SVMMORVM PONTIFICVM



Acercándose el primer aniversario de la entrada en vigor del motu proprio Summorum Pontificum y al hilo de una interesante entrada que hizo hace algunas semanas en su muy seguida bitácora nuestro querido amigo don Francisco José Fernández de la Cigoña a propósito de su prácticamente nula implementación en España, nos ha parecido oportuno ocuparnos hoy de la actitud de nuestros obispos frente a tan trascendental documento papal, la cual bien puede caracterizarse como de resistencia pasiva.

Sin llegar al extremo del hoy dimisionario obispo de Gerona Mons. Carles Soler Perdigó, que, asesorado por Mn Joan Baburés (su factótum en materia litúrgica), puso una barrera infranqueable en su diócesis a la liberalización –querida expresamente por Benedicto XVI– del uso de la liturgia precedente a la revolución postconciliar, hay que decir que la tónica general del episcopado español es de una suerte de resistencia pasiva. No se oponen frontalmente a la voluntad del Papa, pero tampoco hacen nada para que se cumpla. Quizás peor: disimuladamente le ponen cortapisas, refugiándose en subterfugios tales como: sutiles –y no tan sutiles– presiones sobre el clero favorable a la forma extraordinaria del rito romano, exigencias abusivas que el motu proprio no contempla y fiscalización de las concesiones mediante la imposición de condiciones de tiempo y lugar poco cómodas y hasta inverosímiles. Cierto es que todo esto no es privativo de España, pues en otros países ocurre algo semejante, pero aquí adquiere tintes dramáticos.

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25.07.08

Ni podemos, ni debemos, ni queremos olvidarlos

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Julio es un mes que trae inevitablemente el recuerdo de aquel verano ardiente de 1936, cuando en España se desató la etapa más cruel y sangrienta de la persecución religiosa que venía teniendo lugar sistemáticamente desde 1931, bajo la Segunda República. Porque a todo lo largo de ese período de vorágine política no faltaron estallidos de furia anticatólica, que se tradujeron en quemas de iglesias y conventos, maltrato y hasta asesinato de sacerdotes y religiosos, destrucción de ingente patrimonio artístico y cultural por el solo hecho de su carácter religioso. Un ensayo general a escala local de lo que sería la gran oleada persecutoria que inundaría media España algún tiempo después lo constituyó la Revolución de Asturias de 1934, aquella intentona de los socialistas y comunistas de tomar el poder por la fuerza al no resignarse a la victoria limpia y legal de las derechas en las elecciones del año anterior (dicho sea de paso, fue ese golpe de Estado frustrado y no el Alzamiento del 18 de Julio lo que condenó irremisiblemente y acabó por dar al traste con la República).

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10.07.08

¿Para cuándo la verdadera Reforma Litúrgica?

Se acabaron los triunfalismos que desde hace cuarenta años hemos tenido que tragar en España, pero especialmente en Cataluña, de aquellos que cantaban las loas de las reformas postconciliares en materia de Sagrada Liturgia. Entonces, los pocos que vimos claro de lo que realmente se trató teníamos que asistir impotentes al desgarrador espectáculo del vandalismo y la iconoclastia que se desataron por doquier, derribando y convirtiendo en ruinas lo que había costado tantos siglos edificar, a costa de los sacrificios y de la generosidad de muchas generaciones. Ni las bandas de Genserico ni los oficiales de León Isáurico hicieron tanto daño en su tiempo como el que se perpetró en nombre del Concilio Vaticano II (supuestamente) y por voluntad del Papa (según se pretendía) en las décadas de revolución y contestación que cerraron el siglo XX. Hoy, a la luz de los frutos de su deletérea acción, los paladines de la reforma litúrgica más valdría que se callaran. Aún hablan, sí; pero no pueden hacerlo muy alto porque el mentís de la realidad les cerraría la boca de cuajo. Si no, ahí están los hechos, con su desnuda, descarnada e inmisericorde contundencia: iglesias semivacías, que sólo la fe a toda prueba de las personas mayores y el compromiso de ciertos seglares practicantes pertenecientes a grupos fervorosos no dejan completamente desiertas; depauperación, descuido y hasta mal gusto allí donde antaño había esplendor y pulcritud; desaparición de aquellos ejercicios piadosos que en tiempos alimentaban la espiritualidad de los fieles (meses de María, del Sagrado Corazón y del Rosario, novenas, nueve primeros viernes, cinco primeros sábados, horas santas, guardias de honor, misiones populares y un largo etcétera), despachados como “cosas de beatas” que estorbaban el sentido litúrgico y distraían del “compromiso comunitario” y cuya ausencia ha descargado de trabajo al clero ciertamente, pero para poder cerrar antes los templos y poder disfrutar más de la “cultura del ocio” (que nada tiene que ver con la vocación auténtica de un hombre de Dios).

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26.06.08

El calvario póstumo del Dr. Irurita

Hoy, cuando tanto se insiste en recuperar la llamada memoria histórica, se aprovecha para desempolvar viejas cuentas pendientes y desenterrar rencores pretéritos. Desgraciadamente no con un afán genuino de conocer la verdad y de finiquitar de una vez y para siempre un pasado que no debe volver a repetirse, sino para echar leña al fuego y ventilar de esta manera rencillas políticas y azuzar odios ideológicos. En el caso de Cataluña, la cosa es tanto más escandalosa cuanto que, habiendo sido su iglesia una de las más sufridas durante la persecución religiosa que tuvo lugar en España en los años treinta, antes y durante la Guerra del 36, pareciera que con ella no vale recordar, sino hacer contra-memoria, o sea: coger los hechos y, en lugar de dilucidarlos, distorsionarlos y retrucarlos para hacerlos servir a la propaganda anticristiana. Lo peor es que de esto se encargan no sólo los enemigos jurados de la religión católica, sino también aquellos mismos que un día se comprometieron a dedicar sus vidas a amar y servir a la Iglesia de Dios. No son los extraños, sino los propios, los de casa, los que se dedican con un ahínco digno de mejor causa a tan vergonzosa tarea.

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12.06.08

Pío XII y Barcelona

Hoy vamos a tratar sobre Pío XII y Barcelona, tema al cual nos da pie la invitación que acabamos de recibir para participar en los actos que se están organizando en conmemoración del cincuentenario de la muerte del gran Papa Pacelli, que se cumplirá este próximo 9 de octubre. En próxima ocasión nos referiremos más ampliamente a esta importante efeméride y a la Peregrinación Internacional a Roma convocada por el SODALITIVM PASTOR ANGELICVS.

Cuando Pío XII (1939-1958) fue elegido al Santo Solio nadie se llamó a sorpresa dado que había sido concienzudamente preparado por Pío XI para sucederle en él. Es quizás un caso único en la Historia moderna de la Iglesia: el de un Romano Pontífice que prácticamente designa a su delfín. Eugenio Pacelli era desde 1929 Cardenal y desde 1930 Secretario de Estado, habiendo sucedido a Pietro Gasparri, el artífice de la Conciliazione entre la Santa Sede y el Reino de Italia. Pío XI conocía bien a su nuevo “primer ministro”, que correspondía al afecto y confianza que había depositado en él. Pacelli sabía conducirse ante Achille Ratti, cuya visión de las cosas compartía. Existía, pues, una clara sintonía del Secretario de Estado con el Papa, uno de cuyos frutos fue la encíclica Mit brennender Sorge contra el nazismo, que fue redactada por el cardenal Michael von Faulhaber de Munich y revisada cuidadosamente por Pacelli, que la anotó y corrigió y a quien Pío XI atribuía el mérito de su publicación. Era patente la satisfacción del Papa por el trabajo de su Secretario de Estado, pero quiso darle un conocimiento más amplio e inmediato de la realidad de la Iglesia universal, para lo cual le hizo viajar.

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