Porqué necesitamos (que la) Democracia (sea) Cristiana y no partidos católicos (y III)
Abrumado por la historia contemporánea española, el catolicismo español adolece, en demasiadas ocasiones y con excepciones honrosas afortunadamente cada vez más frecuentes, de la serenidad y perspectiva suficientes para reconocer que la Democracia constitucional parlamentaria liberal occidental es un fruto de la civilización cristiana.
La Unión Europea es un producto católico fruto de unos padres fundadores, algunos con causa de beatificación abierta como Schuman o De Gasperi, que actualizaron para el siglo XX lo que significaba la antigua Cristiandad Europea.
Unidos por el substrato de una civilización común cristiana, los padres fundadores europeos superaron los reduccionismos empobrecedores a que nos había supeditado la expansión de unas teorías del Estado-Nación que desde el Renacimiento se desarrollaban no siempre de una manera cristiana. Por ello es una injusticia y una tergiversación que el Tratado por el que se establece una Constitución para Europa de la Unión Europea (2004) no quisiera reconocer esta realidad.