Un hombre sin dobleces
El 19 de junio pasado moría en su amada India Vicente Ferrer, un buen hombre, un varón justo para utilizar el lenguaje de la Biblia. A sus 89 años podía mirar con satisfacción hacia atrás y ver que el surco que había labrado medio siglo antes se había convertido en una obra floreciente y consolidada, que está considerada como uno de los mejores ejemplos de organización y eficacia. Quien entre en la página web de la fundación Vicente Ferrer se percatará de su envergadura.
Triste fue que a las exequias de este español y catalán universal no asistieran representantes de nuestra clase política. Resulta especialmente chocante la ausencia de todos aquellos que ostentan la catalanidad. Extraña particularmente la de un caballero cristiano como es Duran i Lleida. En cuanto a la de ERC, IC y el PSOE, tendrán que explicar cómo es que cuando se trata de pagarse viajes de turismo a Tierra Santa para burlarse de los símbolos del cristianismo hay tiempo y dinero, mientras que para ir a rendir el último homenaje a una persona que se ha pasado la vida haciendo el bien entonces todo son excusas para escurrirse de esta que nos parece una obligación moral.