Capítulo 23: El altar con relicario adosado y retablo (II)

Altar Mayor de Blaubeuren en Baden-Württemberg

 

Cuando en el apogeo del gótico el altar se adosó al ábside y el retablo abrió el camino a las primeras “supraestructuras” dispuestas en torno a la mensa (trípticos), los posteriores artistas del renacimiento y del barroco se encargaron de desarrollarlo al máximo. Los retablos policromados de los siglos XIV-XV poco a poco fueron tendiendo a aumentar sus proporciones. Olvidan las estructuras arquitectónicas que los albergan y comienzan a expandirse: a partir de una tabla única empiezan a desarrollarse cúspides y compartimientos en diversos órdenes o bien paneles pintados sobrepuestos, insertando figuras esculpidas en madera (tallas). Es especialmente en el arte hispano (incluyendo en éste al germánico, unido por razones políticas) donde se puso en boga, llegando a rodear, recluir e incluso ahogar la parte trasera del altar y la estructura arquitectónica del ábside.

En el Renacimiento el retablo crece sin mesura, se desarrolla en torno a un vasto encuadre en mármol o estuco, con columnas, marcos, estatuas, grupos de ángeles que en sus enormes proporciones los convierten en auténticos monumentos.

El gran retablo mayor de la Capilla Real de Granada (1520-1522), obra de Felipe Bigarny, está considerado, en su conjunto, como unos de los primeros y más grandes retablos platerescos labrados en España. Reminiscencias ojivales y ordenación gótica, movimiento y dramático naturalismo, riqueza de los elementos ornamentales platerescos, es un fiel reflejo del momento de transición entre dos épocas —medieval y moderna— y entre dos estilos: gótico y renacimiento, y de la evolución de retablo.

Retablo de la Capilla Real de Granada

El retablo ya no es un accesorio del altar sino que el altar lo es del retablo, que constituye la parte principal. Esta inversión de valores litúrgicos se muestra especialmente en las iglesias de los siglos XVII y XVIII, construidas siguiendo el ejemplo del “Gesù” de Roma, en las cuales el Altar Mayor, adosado a la pared absidal, parece no tener otra función que servir de base a la monumental apoteosis del santo o del misterio al que está dedicado.  

Los nuevos elementos introducidos después del siglo X en la estructura y concepto del altar, llevaron a consecuencias litúrgicas muy importantes. Subrayo las principales que creo son siete:

•  El altar perdió a los ojos de los fieles su tradicional carácter de autonomía y de preeminente dignidad para trasladarlo a la urna del santo o la imagen del retablo con la que se formó un solo conjunto, un “todo”, y al que en cierta manera servía de pedestal.

•  La urna relicario y el retablo se convirtieron para los fieles en el principal centro de atracción y devoción en detrimento de la mensa, y consecuentemente una desorientación de la piedad popular, la cual empezó a infravalorar la importancia del Santo Sacrificio.

•  El tipo de altar que se mantuvo cúbico, parecía demasiado mezquino, valde parvum (demasiado pequeño) dice un cronista medieval y empezó a rehacerse majus et sublimius (mayor y más digno) especialmente en el sentido de la longitud, para reequilibrarlo proporcionalmente con la masa constructiva añadida y asumiendo de esta manera aquella forma rectangular a la que finalmente hemos llegado.

•  El altar, que primitivamente ocupaba el centro del ábside o del transepto y que estaba a la vista de todos y en estrecho contacto con los fieles, fue trasladado con todos sus accesorios al fondo del coro y adosado al ábside, obligando a trasladar los asientos (setiales) de clero y de los monjes a la parte delantera del presbiterio o a invadir la nave. Este traslado del Coro, muy especialmente en España, empequeñeció la nave de las catedrales e hizo disminuir la participación del pueblo en la acción litúrgica.

•  Los baldaquinos fueron liquidados y suprimidos porque eran un obstáculo para la visión de los nuevos elementos introducidos; y del altar , sobre el que recaía su majestuosa sombra, pasó a cubrir la urna de las reliquias ( super réquiem Martyris ).

Cripta de San Martín de Tours

 

•  Para que la multitud de peregrinos que venían a venerar al Santo pudiesen desarrollar su piedad, se introdujo alrededor del ábside de las nuevas iglesias góticas, un nuevo elemento arquitectónico: la girola o deambulatorio, que coordinándose con las naves menores abrían como un largo cordón en torno al espacio absidal. El primer ejemplo imitado parece que fue el de la cripta de la Basílica de San Martín de Tours del siglo X.

•  En muchas de aquellas iglesias donde celebrar “ad orientem” coincidía con el celebrar cara a la amplia nave de los fieles pues la sede episcopal o papal permanecía al fondo del ábside (como en muchas antiguas basílicas romanas) esta remodelación supuso el traslado de la sede a un lado, el traslado del altar y del nuevo retablo a ese lugar y la “desorientación” del celebrante, ya no celebrando ad orientem sino cara al retablo y hurtando la celebración a los ojos de los fieles hasta entonces acostumbrados a reconocer fácilmente el desarrollo litúrgico de la celebración. El subdiácono que hasta entonces en el antiguo marco litúrgico, después del Ofertorio recogía la patena y permanecía durante el Canon de cara al celebrante en la parte opuesta de la mensa, ahora debía colocarse en la otra parte, detrás del diácono y del celebrante. (“…subdiaconi, finito ofertorio, vadunt retro altare, aspicientes ad Pontificem” 1º Ord. Rom.)

Dom Gregori Maria