10.05.11

Las tres moradas del contemplativo

La celda ínfima: el corazón.

Para comprender mejor esto, debemos distinguir tres moradas en el hombre. Hay que mantenerlas y adornarlas con triple unidad, si queremos preparar en ellas vivienda para Dios. La mansión ínfima está en el corazón, que es origen, principio y raíz de toda vida sensitiva del hombre. Todos los sentidos externos e internos (mediante los cuales el alma se une al cuerpo para darle vida y sensibilidad) se reúnen y estrechan en el corazón como en su origen. En este punto debe haber descanso, paz y unidad de las potencias sensitivas. Esto será posible tan sólo mediante la adquisición de las virtudes morales; con ellas el hombre aprende a morir a todas las pasiones naturales, aficiones y deseos desordenados. Los filósofos paganos hacían muchos esfuerzos para alcanzar constante estabilidad, sosiego, unidad, paz y libertad del corazón. Con ello querían conseguir la verdad sabiduría.

Nosotros, por consiguiente, necesitamos poner asimismo empeño en adquirir las virtudes morales propias de la vida activa, para vivir con tranquilidad y paz en la mansión del corazón. Se impone, pues, la mortificación de las potencias sensitivas, si queremos preparar tálamo conveniente donde descanse el Señor.

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8.05.11

7.05.11

5.05.11

Roberto de Mattei sobre el Concilio Vaticano II

“Un Concilio también puede cometer errores”

Respuesta a las críticas de “Avvenire” y de “L’Osservatore Romano”

por Roberto de Mattei

El discurso de Benedicto XVI a la curia romana, el 22 de diciembre del 2005, ha abierto un debate sobre el Concilio Vaticano II del que son expresiones recientes los libros de mons. Brunero Gherardini y el importante congreso de los Franciscanos de la Inmaculada, desarrollado en Roma del 16 al 18 de diciembre del 2010, aparte de mi estudio, “El Concilio Vaticano II. Una historia jamás escrita” (Lindau, Turín 2010).

La invitación del Papa a interpretar los documentos del Vaticano II según una “hermenéutica de la continuidad” de hecho ha dado un decisivo estímulo para el debate sobre el Concilio de manera diferente a como lo ha hecho la “escuela de Bolonia", que lo ha presentado en términos de fractura y discontinuidad con dos milenios de tradición de la Iglesia.

Habría esperado que nuestros aportes, movidos únicamente por un sincero deseo de responder al llamado del Santo Padre, fueran acogidos si no con entusiasmo, al menos con interés, que fueran científicamente discutidos y no rechazados a priori. En lo que respecta a mi libro, por ejemplo, me habría esperado una seria discusión histórica en las revistas especializadas.

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3.05.11